sábado, 31 de diciembre de 2022

Circunstancia (5)



+ Día de obituarios. Se leen y se valoran, pero pronto el olvido cae sobre ella. Ni siquiera se trata si se considera una prosa ajustada o un bien ponderado balance, solo es una constatación que se escribe para los que sobreviven al muerto. Leo otra necrológica y continuo con la tarea, como todo el mundo, el que más y que menos.


+ Declina la obligación y se retira al fondo del bar. No le gusta que le inviten, por eso ocupa esa mesa, la última, en la penumbra, lejos del televisor. No habla mucho y hace tiempo que dejó las partidas de cartas o dominó, nada le arrastra hasta el bar, pero es ahí donde encuentra algo similar a la paz, extraña palabra. Tan extraña como libertad o filosofía o literatura o […] Como la polilla acude a la luz, se deja llevar por el ruido, las conversaciones y el olor del vino agrio. Un trago y otro suspiro. Pronto se irá, pronto regresará a su casa. La botella medio vacía, la botella medio llena.


+ El estatuto del yo convierte un tema importante en un tema imprescindible, me digo. El yo como medida, como único asidero posible. Qué soy yo sin el yo, en una abismada paradoja en esta lluviosa hora. El yo. Me cuestiono todos los días y a cambio encuentro una afirmación que se diluye.


+ Porque el determinismo me ha hecho libre, me dijo y yo respondí con una sonrisa. Así se terminó el día, como una sucesión de revelaciones que pronto se habrían de olvidar.


+ Sigue siendo un problema para mí la biografía como resultado de una investigación. Es un problema porque se me antoja que la reconstrucción de una vida no es posible, ni siquiera para el que la ha vivido. La razón estriba en una idea atrapada hace ya algunos años que vendría a sostener la imposibilidad de comprender una vida hasta el momento en que esta termina. Por ello me parece imposible que el que la vive la explique, pero también me parece imposible explicarla fuera de esta persona, la primera o la tercer persona, la segunda incluso, pero siempre desde el singular. No hay razón para ocultarlo, en realidad se trata de explicar la propia vida. Y, dentro de esta imposibilidad, el diario que el blog supone es el dato o documento más importante. Un día tendría que volver sobre los pasos de lo escritor y tratar de dilucidar cuál es la trayectoria del sujeto que esconde en estas páginas electrónicas. No sé si es buena idea, dudo sobre la trayectoria misma, dudo que ello refleje algo más que unos estados de ánimo sin demasiado interés porque, quizá, solo se trate de un ejercicio gimnástico para que la prosa no se entumezca. Sin embargo, un personaje se eleva y da lugar a una biografía, a un reflejo lector, a una presuposición. En ello estoy, en ello descanso sin convencimiento.


+ La casualidad ha querido que caiga en mis manos en el extenso volumen Ondulaciones de José-Miguel Ullán donde se recoge lo podríamos entender como una, casi, poesía completa. El libro en sí, su materialidad, me produce agrado. Es un placer especial que se relaciona con el tacto, el peso y las dimensiones del libro mismo, que se me asemejan perfecta [una perfección que habita entre otras muchas]. Lo abro y, por ensalmo, me encuentro con ciertas balizas que me conducen a un tiempo pasado, al tiempo donde se producía el tránsito de la primera juventud al inicio de una madurez que no terminaba de cuajar por distintos motivos, principalmente motivos laborables y económicos. La clave que todo lo explica está en que en aquellos días todavía yo creía en una suerte de significados guardados en los laberintos de las artes plásticas más vanguardistas, lo último del momento y su proyección filosófica sobre una existencia más allá de las salas de los museos y las tapas de los libros. El libro de José-Miguel Ullán se conecta con ese recuerdo y aquellas mis intuiciones, que se resuelven últimas en aciertos y errores que el tiempo ha colocado en su sitio. Hoy veo las cosas de manera muy distinta, pero esta visión es hija de aquellas otras y, por lo tanto, mudable y estable , en ese regusto por la paradoja que me retrata. Finalmente, me gusta el libro porque los libros me gustan mucho, tanto su contenido como, ya lo dije un poco más arriba, por su materialidad, y en este, en concreto, se aúnan ambas razones. Es un reflejo de mi condición de observador, en los márgenes y en la distancia, a cierta altura pero sin autoridad. Veo, opino y guardo silencio. Así, he comenzado su lectura, más pendiente de la plástica que del texto. Ese soy yo, en ello me reconozco. Pontevedra a veinticuatro de diciembre de dos mil veintidós, [nec mectu, nec spe].


+ Adoptar un lema es un compromiso mayor que hacerse un tatuaje, porque el compromiso tiene en sí la posibilidad de romperse por diferentes motivos, el tatuaje es para siempre y ese siempre también tiene un límite: la muerte y la disolución de la piel en la podredumbre o en el fuego, pero están absoluto el límite que carece de alternativa. Las alternativas al lema son constantes y tentadoras. El compromiso del lema exige una suerte de disciplina y constancia, hacerse un tatuaje es pagar y olvidarse de las razones porque siempre permanecerá ahí. Si persisten, bien, si se desvanecen, también. Descanso en el lema como arma para la batalla, llegue o no llega la batalla. Me alejo, sin miedo y sin esperanza.


+ Imagen: lo evanescente del pasado, porque las imágenes responden a un tiempo que se ha ido y a unos espacios que se han visto transformados, el único nivel de realidad que persiste es este: la fotografía como constatación de lo que fue, lo demás: literatura o historia.


sábado, 24 de diciembre de 2022

Circunstancia (4)




+ ¿Es la depresión una característica fundamental de nuestra sociedad y de nuestro tiempo? ¿Es lo actual triste, necesariamente, o responde a los meandros de una cierta visión periodística con su correlato en los dédalos y tentáculos de internet? A saber. No estoy triste, pero busco la alegría como moneda de calidad. La moneda falsa desplaza a la moneda de oro porque todos atesoramos lo valioso y desdeñamos el metal de baja calidad. La depresión o la tristeza, lo precario y el oscuro túnel del futuro. La enfermedad metal como signo de nuestro tiempo. Pero, al tiempo, leo algo que con datos desmiente la afirmación. La tasa de suicidios en los últimos cuarenta años, a nivel mundial, ha descendido significativamente. Doy por buenos los datos y no los compruebo. Esto me lleva replantearme la cuestión de si las opiniones fundamentadas son o no son trampantojos y cada vez que asumimos una opción fundamentada, que luego esparciremos en nuestro entorno, no estamos realizando un acto de fe. ¿Es certeza, pensamiento crítico o una extraña forma de fe? Confío en el que firma como si él hubiese tenido una revelación, no sé si con convencimiento o en la posición estratégica. La moneda falsa se impone, pero el objeto de la moneda falsa es suplantar a la auténtica para absorber sus funciones. Así, la depresión está ahí y observarla, valorar y estimarla hace que su presencia se ensanche. El malestar es un hecho incuestionable y aceptarlo o negarlo es una posición que va más allá de lo moral para adentrarse en lo político, es decir: en la organización de la sociedad. Nadie tiene porque soportar su propio malestar, su precariedad o la violencia que sobre uno se ejerza por otro [en un amplio sentido]. Circunstancia 4.


+ El título, tanto de esta entrada como de las últimas, responde a un orden deseado. Se trata de nombrar y clasificar una espera. He decidido llamarlos “circunstancia” porque es de lo que se trata. La espera como reflejo de mi estado de ánimo y mi propia circunstancia. Soy alguien que espera un cambio y el cambio está escrito pero no termina de manifestarse. Nada puedo hacer, salvo esperar y esto no deja de ser un aprendizaje. Uno de los materiales que conforman la vida. Sin pesar ni sin sobresaltos, sin orgullo y a salvo de cualquier tipo de identidad [o esto me gustaría a mí, que no es un deseo ni un anhelo, una circunstancia].


+ Ay, nuestro tiempo, nuestra sociedad. ¿Qué engloba esta primera persona del plural? Acaso, ¿estoy yo ahí? Reflejos en el agua y el resplandor del sol sobre el mar, anochece y no recuerdo nada. Nosotros. 


+ Veo una línea de expresión en el hecho de insertar varias veces la misma imagen como ilustración de la entrada. Con ello me retrato. Una vez alguien me dijo que había perdido sus fichas de lectura, hizo una nuevas, pero cuando recuperó las antiguas comprobó que las opiniones era muy semejantes, idénticas en lo sustancial. Siempre somos los mismos, aunque nunca nos bañemos en el mismo río. Todo permanece, nada permanece. Ahí tengo yo un punto de partida, una manera de entender lo que he sido y lo que seré, ese punto es lo que se llamó “el principio rector”, aunque con la reiteración de la fotos poco se pueda hacer, algo queda. Todo permanece, nada permanece.


+ La consecución de una prosa efectiva se construye con observaciones precisas y bien ordenadas. En lo cotidiano se contiene una suerte de totalidad que, aunque no sirva de explicación, aporta visiones con suficiente peso como para detener la angustia. La angustia es una mezcla de desesperanza y miedo, que se disuelve el vértigo maravilloso de lo cotidiano. A ello me rindo y ahí dirijo la prosa, esta prosa, como si de una oración se tratase.


+ Nunca sé si avanzo, pero la confianza se mantiene.


+ He tomado el libro de Miguel Ángel Velasco La miel salvaje y he vuelto a leer su poema sobre los heroinómanos. La lectura me devuelve a extraños años, a un pasado que parece sumido en una niebla onírica. “Esta noche / todos somos iguales en la plaza”, se inicia el poema y veo rostros vacíos, sin una persona tras ellos, con el impulso de la adicción y el deseo de verse anulados por el brillo de una sustancia que solo es olvido. El olvido como remedio para la incapacidad para la vida. ¿Quién de ellos sería capaz de sobreponerse, de luchar y salir de doloroso laberinto? Ninguno, tal vez, y el que lo logre sería porque no pertenece a esta estirpe de dolor y muerte. Mi determinismo de hoy examina el posibilísimo de ayer, el acuerdo es imposible y el poema se alza sobre ambos y dibuja ese perfil de lo que ya no es, de lo que nunca fue.


+ Un escritor decía que somos, también, o más, incluso, aquello que rechazamos. No lo creo porque lo rechazado no existe. Ni siquiera “somos”.


+ Y, así, llega hasta la pantalla del ordenador Calle de sentido único. El fragmento define nuestra época, aunque sea algo que nos remite a un pasado más o menos lejano. Comienza a fraguarse en siglo xix y se extiende al xx. Somos hijos de lo fragmentario y esta ruptura del sentido, que es cobrar otro sentido, se adereza con lo paradójico. La suma de ambas razones me explica situaciones que percibo en lo diario. Y no digo que esté lo cierto, sino que lo cierto o verdadero es una construcción y el fragmento paradójico es una vía más que adecuada. [Qué esto que hago aquí, no es esto, tal vez].


+ Conservo en el ordenador un archivo que lleva el rimbombante título de “Haces, indicios difusos y condiciones de posibilidad”; en realidad no se trata de un archivo sino de una nota en una libreta de notas electrónica. No importa porque el propósito es escribir ideas que surgen, se olvidan y se recuperan para ver si fue un algo del momento o tienen una cierta permanencia. En cualquier caso, he dejado, en ese espacio, constancia de la película que fuimos a ver ayer C. Y yo: As bestas. ¿Una buena película?, sin duda, aunque yo tenga mis reservas acepto que son debidas a cuestiones muy discutibles y personales, que no tienen mayor transcendencia. Lo importante, para mí, es esa constatación de la fricción entre lo urbano y lo rural, los que van a dar lecciones y los que tienen que escucharlas. En este sentido pienso en la prohibición del diesel o la subvención a los coches eléctricos a aquellos que no necesitan subvenciones. Son asuntos que la extrema derecha utiliza como gasolina de su discurso sin aportar soluciones, solo una medicina que es un poco como los analgésicos, no solucionan el problema pero aplacan el dolor. Entre otras cosas, mi indagación se remite a un intento de comprender este tiempo y toda comprensión es una apuesta por llegar a predicciones acertadas; como esto no creo, prefiero los hacer que parecen marcar un camino a las certezas que desembocan en el engaño. Seguiré apuntado en esa libreta electrónica, al tiempo que se ve sometida a revisión.


+ Deberíamos hablar de pedantería en lugar de calificar el título del archivo/nota como rimbombante. Qué le voy a hacer, me parecía descriptivo y ese punto pedante siempre está ahí. Qué le voy a hacer.


+ Leí un extenso artículo sobre cómo y cuánto contaminan los cruceros y los barcos porta-contenedores. Más gasolina. También tengo presente los aviones, tanto colectivos como particulares. Difícil equilibrio con los sacrificios que se verán sometidos los que tienen menos. Se necesitan más acción, explicaciones y reparto justo de los sacrificios, no hacerlo es alimentar en el conflicto.


+ El título es un reloj, una calendario que descuenta semanas. Yo me entiendo y me explica una manera de fluir un tiempo del que desconocemos su duración. Abro y cierro con la misma etiqueta, ¿por qué? No respondo.


+ Imagen: lo que se rescata del pasado, esos restos del naufragio que flotan en la densidad del disco duro externo. Todo estaba escrito allí, este todo es lo que refleja la presente entrada que se ve ilustrada con estas tres fotos, poco más.

sábado, 17 de diciembre de 2022

Circunstancia (3)




 + El mini-break: en realidad se comienza a conocer un lugar cuando se regresa a él. La primera vez la impresión se reduce a una suerte de amplificación, un enamoramiento o un disgusto que tiene raíces no en ese paisaje o en esa ciudad sino en nosotros mismos; lo que esperamos, sus expectativas y la realidad que aparece en esa primera visita, que se transforma en recuerdo y emerge, tan distinta, en el regreso. Me interesa el regreso y el contraste que me muestra.

+ Lo que se puede comparar siempre tiene una cara duplicada.


+ Regreso a antiguas amistades. Hablamos con la acogedora circunstancia de la cafetería pasada de moda. Los cafés, las cafeterías y las delicias que ofrecen giran sobre el eje de las conversaciones. Porque al café, sobre todo, se va a charlar. También hay quien lee o acude a ver y a ser visto, pero sobre todo triunfa la conversación.  Está, cómo no, el futbol, pero esto queda fuera de mi interés. En eso estamos: charlar. Hablamos e intercambiamos puntos de vista sobre el pasado, libros que se leyeron hace veinte años y permanecen en la memoria y su presencia vas allá de mera anécdota. El tiempo pasa y no es ninguna novedad que sus estragos son irremediables, lo diría mejor y sería lo mismo, en endecasílabos o en un extenso romance. Una irremediable deriva hacia el abismo, pero que no deja de causar indiferencia. Ahí estamos. Podría verlo desde fuera y nada cambiaría. Las conversaciones sobre libros permanecen, “el resto es silencio”


+ Mañana jueves se dirime el futuro, pero no es un cierre, es una apertura, sea cual sea el resultado.


+ Insisto, la juventud está sobrevalora. Se lo digo y se ríe con ganas. El paisaje evoluciona, el cambio es su esencia. Las hojas han caído y quizá nieve antes de que termine el año. Quién sabe, qué importa. Vuelan las palomas sobre el campanario y una ausencia se revela en la risa. Todo ha de cambiar, sin remedio. Solo un apunte. La carretera es una novela.


+ He abandonado las tildes de “solo”. Una renuncia. Otra renuncia. Mínima renuncia y acomodación a las actuales reglas ortográficas de la RAE; las formas son importantes, la importancia se mantiene cuando se saben  arbitrarias.


+ Huelga de periodistas. Manifestación de periodistas. Las condiciones son miserables y yo conozco de cerca el problema. He visto como esta profesión se ha degradado en los últimos años. La erosión de los derechos laborales se ha convertido en un hecho incuestionable. Es algo generalizado. Asistimos a la manifestación de los trabajadores del diario local y reconozco algunos rostros. Finalmente, son trabajadores que reclaman sus derechos. Un grupo nutrido, un grupo compacto. No es un hecho aislado, sino que se extiende a diferentes ámbitos que no tienen mucha relación entre ellos, salvo la pérdida de derechos y la incertidumbre como meta, pero el caso de los periodistas resulta de interés porque el capital simbólico que poseen los hacía parecer intocables. No es así. Nunca es así porque no hay nadie intocable. Columnistas, redactores, fotógrafos o documentalistas, pero también administrativos y porteros, todos ellos tienen un título por el solo hecho de trabajar en un periódico, algo que podría traducir en glamour y en élite laboral. Pero no, repito: nadie es intocable. Ahora, bajo la lluvia de diciembre, los trabajadores solo son trabajadores y esa margen de capital simbólico se diluye en la precariedad y las malas perspectivas. De alguna manera, se trata de un regreso a un pasado de bohemia y hambre, porque eso era el periodismo de otros tiempos, baste leer las crónicas decimonónicas. Así, parece un buen tiempo para extraer personajes y argumentos para novelas de carga social, donde casi el contexto parece bastar, pero con la desagradable certeza de que no se trata de una novela. En ese camino de la novela naturalista parece que vamos todos. La precariedad es la circunstancia.


+ Cuánto trabajo para encontrar en la red noticias sobre el tema de la huelga en el diario, por supuesto el propio periódico no publica nada.


+ El resultado esperado sobre la enfermedad de C. ha sido positivo. Nos llena de alegría. Cogemos el coche y recorremos las rías por el perímetro de sus carreteras. Todo bien, nada mal. La alegría es un regalo superior a la felicidad.


+ Imagen: la circunstancia es lo vegetal. Representa un aliento y un silencio, la respiración como motivo vital, pero las plantas son otra cosa. La plasticidad del color verde.

sábado, 10 de diciembre de 2022

Circunstancia (2)


+ Comienzo una nueva libreta de dibujos. Es la tercera. Cada vez que abro una de las anteriores puedo volver al momento en que hice el apunte porque en los trazos se atesora un algo que, aunque no tiene una concreción clara, me comunica una cierta esencia del momento. Es inefable y por lo tanto pertenece a la mística, lo sé.  Pero no se trata de extrañas conexiones, sino de un puente entre el pasado y el presente que solo a mí me atañe. Los dibujos no son otra cosa que planos de una ciudad interior. ¿Son útiles? Sí, en la medida que reflejan un yo que se disuelve en otro yo, que también desaparece.


+ Releo lo que he escrito en el párrafo anterior y no puedo dejar de sentir cierta banalidad en lo expresado. ¿El compromiso me cerca? Pienso en ello y no sé muy bien a qué atenerme. Es una extraña lucha que se libra entre las cosas en las que creo y todo aquello de lo que desconfío. No sé, ese papel de observador que me he atribuido no resulta claro y tiene muchas zonas de sombra, pero, también, a ratos, soy un misántropo. Más tarde, ni una cosa ni la otra. “Aversión al trato con otras personas” es la definición que ofrece la RAE de misántropo, y algo de ello hay y es esto algo que me paraliza. El observador se embosca y mira, evalúa y retiene un análisis. Todo es o parece estéril. Han sido años de encerrarse y no dejar penetrar la luz, pero también de reflexionar y marcar puntos en el mapa de lo diario. La muerte es la medida que marca distancias y en esa medida he visto que tantos afanes no conducen a ningún lugar, salvo una estancia en la que domina el vacío. Releo lo escrito, hoy y ayer, lo releo y no llego a ningún lugar. Esa es la clave del observador, sin triunfo, sin derrota. En silencio.


+ Cuando hace poco hablé del atuendo no intentaba escapar de lo frívolo, pero tampoco quería abrazar la tontería de la revista de moda o del programa de televisión: insustancial y transparente. Se trataba, cómo no, de identidad y ahí era a donde el entendimiento quisiera llegar. Me contento con dejar constancia y la identidad es el centro de las biografías. La biografía se articula sobre un principio rector, en la senda de Marco Aurelio. Una verdad que no se desplaza, que es, al tiempo, zócalo y teja, que impidió la entrada y no permitió la intrusión de la lluvia. Demasiado farragoso. La identidad es la tarea, desvelarla, evaluarla y asumirla.


+ A vueltas sobre la identidad al tiempo que crecen las lecturas sobre el liberalismo y la ultraderecha. Creo que es uno de los rasgos de este momento. La unión entre la indefinible libertad [la libertad del matonismo, tal vez, alegre con la ausencia de cortafuegos y rompeolas] y la insidiosa violencia en lo verbal, que luego cristalizará en lo físico. Desde aquí observo y me digo si hay que tomar partido o descansar en la cómoda observación. Pero ¿por dónde comenzar? 


+ La edad no es una circunstancia.


+ Adopto, he adoptado, posiciones extrañas porque me han parecido novedosas o, quizá, originales. De una manera totalmente irreflexiva e impulsiva me he deslizado por pendientes de snobismo y circunstancia. Examino cuestiones sobre la actualidad y trato de ser cauto, trato de no ceder a esta tendencia, pero soy consciente de que hay algo que me conforma que me inclina hacia ello y me define sin remisión. No lo rechazo y trato de establecer su razón con la intención de acertar.


+ He descubierto en el feminismo una articulación de lo real con capacidad para desarmar el tinglado ultraderechista; sin embargo, no sé si esta capacidad responde a algo con fundamento o se trata solo de mi deseo. ¿Cómo solucionarlo? Solo el tiempo aclarará mis posiciones y esto tiene relación con las predicciones, los vaticinios y otras aventuras. Por ahora confío en su fuerza y su potencial; al tiempo, sé que adivinar es apostar por la equivocación.


+ Cristales y espejismos, me digo. En lugar del diamante se atesoran cristales de colores, el espejismo ocupa su espacio e intoxica la percepción.


+ Imagen: La carretera como imagen/emblema vital. Llovía y la conducción, sin embargo, era fluida.

sábado, 3 de diciembre de 2022

Circunstancia (1)



+ Alguien rechaza explicar el porqué se viste como se viste. Leo la noticia y estudio el enfado que la cuestión provoca en la interpelada. No me parece una pregunta baladí. Al contrario, qué cosa tan específica de nuestra identidad es la indumentaria. Me observo y observo a los que están a mi alrededor y entendió que explicar nuestra forma de vestir es un poco explicarnos, esquivar la explicación es un emboscarse en las tenebrosas profundidades del malhumor.

+ Investigo sobre mi forma de vestir y su evolución, lo que se mantiene y lo que he desechado. Desde los zapatos a los paraguas. Podría aparecer como un rasgo de frivolidad y no lo es, aunque un acento sí lo hay. Al tiempo, lo comparo con otras personas y no veo otra cosa que permanencia y evolución y sobre ambas realidades: una personalidad que se mantiene. La indumentaria es comunicación y es lo que pretendo leer, en ocasiones, a saltos, sin una finalidad específica, pero con su transición desde la primera mirada a la colección de las observaciones que conducen a la opinión bien fundada. Y no se trata de establecer quién viste bien y quién viste mal. Tantas son las posibilidades que un juicio moral queda al margen.


+ La risa no es más un regalo de los dioses, es la divinidad en sí misma.


+ Se habla y se comenta, se perfila la personalidad de otros que no están presentes. Hay un juicio moral, solapado y persistente. Me sumo con discreción y más escucho que participo, pero ahí estoy. Los juicios morales tienen su punto agradable porque nos hacen sentir superiores, por encima de la culpa y del pecado. Procuro rechazar ambas realidades, me escoro y me aparto del mérito y de la culpa. Una transparencia se opaca, habla y lo escucho y su lengua es ligera y afilada. Hay una presencia y mañana una sombra.


+ La brevedad de la entrada es producto de una nueva caligrafía.


+ Imagen: La lectura en sí. Eurípides 

sábado, 26 de noviembre de 2022

Entre la escarcha y la nieve



+ Pronto comenzará el último mes del año, diciembre. Diciembre se corresponde con décimo, así era en calendario romano y en el calendario revolucionario estaría entre frimario y nivoso, entre la escarcha y la nieve. Es un mes que invita al balance, que ofrece el pasado como un producto terminado y se asoma al futuro y su incerteza. En realidad cualquier mes valdría para las dos operaciones anteriores, pero si nos sumamos a la comunidad, es diciembre el mes adecuado para examinar lo que hemos hecho y lo que podemos hacer. Así, en el silencio de la noche, antes de ser acogido por el sueño, repaso lo que ha sucedido: éxitos, derrotas, victorias, enfermedades, la lucha contra ellas y la batalla ganada, la guerra que continua, la guerra que sabemos perdida pero que no nos vence. Poco más se podría decir, salvo que otro año se termina y se asoma una aceptable perspectiva de futuro. No es poco, pero se debe alimentar con cariño y cuidado.


+ Mientras Twitter se derrumba (?), observo mis publicaciones en ese espacio y entiendo la caducidad de todo lo humano, incluso más allá de lo humano [la manida sentencia de que “hasta un día el sol se apagará]. Es esta sarta de imágenes, algunos textos y los enlaces al presente diario un espejo donde se refleja un nivel de mi yo biográfico. Me ayuda a recordar, a matizar los momentos que no han de volver, a establecer distancia pero también a aproximarme a aquel que fui y del que algo queda mientras se diluye en el tiempo ese mismo yo. ¿Permanecerá Twitter? Todo permanece abierto y la posibilidad de cambio está ahí, a la vuelta de la esquina, como motor verdadero de la realidad [en todos sus niveles]. Cierro el párrafo y cuelgo otra foto ahí, a sabiendas de su caducidad necesaria.


+ Un catedrático de ingeniería expone una serie de puntos que delimitan la evolución del ingeniero a lo largo de su vida profesional y las tribulaciones que en cada una de esas etapas le van asaltando. Desde la insuficiencia para afrontar extraños retos técnicos, pasando por una carencia de formación en dirección de equipos, administración o habilidades de expresión en público. Hay muchos detalles, pero uno me llama la atención: llegados a los veinticinco años de ejercicio de la profesión surge el vacío que provoca la ausencia de lo que denomina cultura. Y, así, reclama formación en artes, humanidades […] Dicho esto me repliego y no sé qué pensar. No es lo que yo esperaba y lo que yo entiendo es que me aporta un nuevo punto de vista para estudiar, para observa [ay, como siempre, la observación y el punto de vista] Coincide esta noticia con la lectura sobre los paradigmas de Kuhn y veo cierta nota sociológica en este apunte.


+ Twitter no se derrumba. He aprendido a no confiar en los vaticinios: económicos, sociales, políticos […] Pero tampoco tengo confianza en los vaticinios que se restringen a un ámbito íntimo o personal. La predicción suele equivaler a error. El error o la equivocación se dan por falta de datos o por la precipitación o atolondramiento de las opiniones. El mejor camino, el silencio.


+ Entre la escarcha y la nieve es poético y se enlaza con el punto francés, tan deseado, tan lejano hoy. Mientras lejanos tambores interrumpen la concentración, pero logró mantenerlos a un lado y regreso a la tarea lectora, infructuosa y rítmica. Me pregunto que es la poesía y no respondo. Así, la lluvia no nos abandona.


+ Vuelvo a leer la palabra cultura. El puerto de llegada es determinista en exceso e impide que la confianza que antes tenía cobre, otra vez, fuerza. Un aforismo lo resolvería todo. Copiaría del Oráculo manual y arte de prudencia alguna entrada, sobre todo aquella que reza: “Pensar anticipado”, pero con una sola frase me parece suficiente: “Es la almohada Sibila muda, y el dormir sobre los puntos vale más que desvelarse sobre ellos” Como aclaración: dormir sobre los puntos no es otra cosa que “reflexionar sobre los asuntos.” ¿Como se relaciona con la palabra cultura? No importa, así queda el acertijo abierto.


+ Imagen: yuxtaposición, 2013

sábado, 19 de noviembre de 2022

La incógnita sentimental




+ Durante largos años he pensado en Nueva York como un destino novelesco, poético y artístico. Es algo que gira en torno a mi idea de literatura; bien el proyecto vital, bien el prisma para tratar de entender y establecer la realidad, una posible realidad. Y creo no haberme equivocado en la elección, porque es eso y no otra cosa lo que ha dado sentido a tantas cosas como otras ha tamizado hasta llegar al momento actual, tan variable como lo fueron los anteriores. Ese es el camino. Un punto romántico en un sentido laxo del término, que se desvanece, que se materializa. Hoy las cosas se han cargado de otros matices hasta el punto que lo nuclear ha variado. Ahora tengo el convencimiento que la palabra en sí, destino, va unida a otro término: turístico. Es aquí donde está el quid de la cuestión: el destino turístico y su implicación. Un paso más allá me lleva a pensar en cómo lo turístico termina por constituirse en parque temático. Y es aquí a dónde yo quería llegar. He leído, en los últimos días, poemas sobre Nueva York de poetas destacados que han encontrado abrigo en la crítica académica y, al tiempo, no puedo sentir menos que esos poemas se inscriben en esta suerte de parque temático, en esa ficción o simulación de la realidad. Nueva York responde a esa incógnita sentimental en la que se refleja un ansia por la excelencia, mientras hace aparición esa fascinación que ha alimentado el cine y la televisión, los tan actuales seriales.


+ Ay, ¿quién fundó Nueva York?


+ No es mi intención menospreciar el turismo, porque ahí yo también me veo y me agrada. Y, bien está, prefiero ser turista, hacerme con esa identidad, tan variable, lo prefiero al imposible anhelo del viaje. El viaje precisa algo de trabajo, de ocupación, de misión que se aleja del entretenimiento y la vacación. El viaje implica obligaciones, el turismo tiene el aspecto contrario: derechos. Me desdoblo y me remito a mi pasado, sin convencimiento.


+ [Simulación de la realidad]: en primer lugar se debería saber a ciencia cierta qué es realidad y luego establecer simulacro. Queda pendiente la tarea


+ Yo trazo la incógnita y me aparto de ella. Se trata de que he tenido que cambiar mi ordenador, el anterior falleció y le ha sucedido un joven hermano. La lustrosa apariencia de lo nuevo me hace pensar en el tiempo, cómo no. Lo observo y me digo, qué hermosa es tu juventud mientras tu hermano yace enterrado con el anterior portátil. Así, como marcas en un reloj, descansan en armoniosa unión. Yo, sentimentalmente, me dejo mecer por ese aliento sentimental.


+ ¿Una entrada corta? En el párrafo anterior la razón queda explicada. Al menos he llegado a la cita, que poca cosa no es.


+ Imagen: tres imágenes que se solapan: Oporto/Porto. Una única idea, la persistencia del recuerdo y la imposibilidad del regreso al pasado. La incógnita sentimental, también. Como en los sueños, no hay un programa previo.

sábado, 12 de noviembre de 2022

Lo arbitrario, la espera y su reflejo

 


+ [Apunte del natural]: Llevo años con un sistema o subsistema de observación, centrado en aquellos que piensan que son más de lo que son. Podría incluirme en esta observación, menos sistemática que recurrente; una porque yo también estoy dentro del conjunto que estudio y, otra, porque así obtengo un punto de vista privilegiado. Y, vaya, ¿qué es tener ese alto concepto de uno mismo, en qué se resuelve: en autoestima o en lo contrario? Quizá se trate del desconocimiento de que cualquier posición en la vida responde más a la arbitrariedad de lo que nos gustaría, tanto nos seducen las certezas. Lo leí en un recorte de Bourdieu: son las consecuencias y el consenso en torno a lo arbitrario lo que le otorga fuerza. En fin, observo y noto como en muchas ocasiones el comportamiento altivo responde a una posición alcanzada mediante una serie de carambolas [en la vida, la suerte es un componente muy importante] y esto da una fuerza especial, que se magnifica y se traduce en un automóvil, un atuendo y un teléfono o un carísimo reloj. Los elementos ornamentales necesarios para comunicarle a los demás eso que el triunfo aporta. Pero, tantas veces lo he dicho que hace años que perdí la cuenta, yo soy un observador y me detengo en cómo se construye el personaje, sus motivaciones y la condición mortal que se elude.

+ La suerte gobierna sobre el mérito, me dice. El mérito y la culpa se han visto desterrados de la explicación, porque hay otros caminos, menos transitados, que ofrecen explicaciones más acordes con el deseo y su consecución, con el deseo y su fracaso, continua. No me queda otra que pensar sobre lo dicho y no precipitarme en el juicio. No es fácil la cuestión: el mérito, la culpa y el azar. Leo sobre el tema, pero siempre en el mismo sentido y eso no es bueno. Se deben buscar argumentos contrarios a lo que nos ofrece seguridad y no lo hago. Mi refugio no son las certezas, aunque se aproximen a su solidad presencia. ¿El mérito, la culpa y el azar? Así comenzó todo, pero sin interrogaciones.

+ Regreso a la lectura de La educación sentimental, pero hoy es otro mundo que no reconozco. No ha pasado ni una semana y yo pienso que es un siglo. El tiempo de la lectura es movedizo, variable y tiende a la ausencia. Necesito una estructura y no la tengo, en su lugar un entramado de listones flexibles entorpecen el necesario orden, un necesario orden estructural. Dejo el libro, apago la luz, duermo la siesta [ay de aquellos que no aprueben mis postergaciones].

+ Estimo una distancia motivada por la diferencia económica. La motivación tiene una base indiscutible que corre en paralelo con los ingresos mensuales y el patrimonio. Así, recuerdo a quién me dijo un día que no le importaba en dinero porque nunca le había hecho falta, pero yo hablo de otra cosa, yo hablo y entiendo que se trata de la codicia y la soberbia que conlleva. Ni una cosa, ni la otra, ante ninguna de ellas me pliego. Seguiré con mi observación. No me gustaría establecer un criterio moral pero no cabe otra cosa. Juzgo acciones y actitudes que se elevan sobre el suelo para establecer una distancia, la superioridad inmotivada pero que se asegura mediante el dinero. No es poca cosa, me digo y trato de regresar al emblema de la fuente, que mana limpia y nunca la inmundicia se estanca, pues a sí misma se limpia.

+ Sin una red de relaciones todo campo artístico resulta inconcebible, sin lo primero lo segundo es imposible. No me ha dado cuenta hasta hoy mismo, me digo no sin cierta ironía. Ay, el dinero y el poder. Lectura de precisión y lectura en voz alta, pues: ahí está la diferencia.

+ Sigo a la espera de una decisión, de que un organismo se pronuncie. La espera y su reflejo.

+ Imagen: 32/sombra

sábado, 5 de noviembre de 2022

La postración

 
 

+ De Madrid traje una enfermedad. Poco a poco se apoderó de mí y surgió una postración que me ha llevado a reflexionar, desde la inactividad, sobre los derroteros de los últimos años. Supongo que la fiebre ha aportado cierta distancia, el sueño profundo y arrítmico, la distancia entre la vida cotidiana y la vida del enfermo. Notas en lo diario y un sermoneo sordo y constante para mí mismo, sin otros interlocutores. No debería ahondar en la búsqueda de razones que no voy a hallar. Se trata de otra cosa. Hay una lírica que oculta la lucha diaria, que se convierte en un hipócrita fragor que prefiere mirar hacia otro lado, tras las cortinas, tras los visillos, lejos allí donde todo tiene sentido y nada se ha obtenido sin lucha. La enfermedad me ha pensar en ello y en otras aristas, sigo con el ensimismamiento que es un niebla y un malestar dulce que me traslada a un sueño espero y sin erotismo. La enfermedad es recta, la enfermedad es curva.

+ También el ordenador ha enfermado y esto es un problema. La dependencia del escritorio digital es muy grande. He conseguido realizar copias de seguridad, pero la enfermedad se ha instalado en su interior, en su sistema. Vaya. El virus es una forma de vida que se manifiesta en la enfermedad, con un doble sentido de lucha y distancia. No tiene conciencia de su trabajo, pero su trabajo no admite razones ni juicios morales. Lector de poemas menores, embelesado con vagos aciertos conceptuales, se recreaba en dotar a lo que no tiene pensamiento de ideas y propósitos. Qué error. Conseguí arreglar el problema gracias a un vídeo en línea. ¿He de buscar un poso de meritocracia en mi acción, en la solución al problema? De ninguna manera. Uno por uno, rechazo los motivos morales que me podrían conducir a una solución a mis tribulaciones. En este sentido, luego leeré un poco más en libro que quedó pendiente en el viaje a Madrid, sobre el cerebro, sobre el libre albedrío, sobre los ordenadores.

+ [De ordenadores]. Cuando yo nací, los ordenadores ya existían de una manera, más o menos, extendida, pero eran una realidad lejana y novelesca. Ocupaban edificios enteros y realizaban cálculos para erigir presas o determinar modelos estadísticos, había que pedir vez para usarlos y estaban reservados a grandes compañías. Años más tarde, una vez oí hablar de alguien que en Madrid trabajaba con ordenadores y, en la coversación, mencionaban las tarjetas perforadas. Me intrigó y me gustó la denominación de tarjeta perforada. Un día vi una tarjeta perforada y sentí que tenía su punto artístico. Estaba en el suelo, se había escurrido de la basura de un banco. Yo tendía diez años, eran los años setenta del siglo pasado. Hoy es otra cosa. Hoy es la vida misma y no una suerte de redes de complejas operaciones realizadas en los fríos sótanos de un gran edificio. La realidad, esa palabra. La cogí en la mano y, luego la guardé, era un tesoro. La veía e intentaba descifrar aquella geometría que, necesariamente, respondería una arquitectura hermética y fundamental, que consistía en troquelar cifras y obtener así una especie de mosaico abstracto, por el derecho y por el envés. Nunca volvía ver aquella tarjeta perforada y en ello reposa una nostalgia levantista. Nostalgia, el deseo de regresar a la patria, el Nostos. Ay, no tengo deseo de regresar pero la tarjeta me ha devuelto espumas de ciencia ficción del pasado. Es la postración de la enfermedad la que me hace pensar en estas cosas, mi enfermedad y la de mi ordenador.

+ [Madrid]: Cuando me perdí de camino al aeropuerto de Santiago de Compostela escuchaba a Bach. Había conseguido centrarme en la música y en la conducción, sin otras distracciones. Pero me perdí. Me pareció que había una semejanza con la oración mientras oía y modulaba la velocidad hasta ajustarla a la vía y la lluvia. Qué perfección. Una cápsula, un vacío deseable. No sé, quizá no, quizá se trata de otra cosa y se debe dejar a un lado comparaciones sin sentido y centrarse en lo nuclear: estaba triste. Me desorienté. Entonces me perdí y apagué la música. La noche era cerrada y por momentos llovía a chaparrones. Se me aceleró el corazón y percibí un aliento de vida en todo el entramado de carreteras y carteles indicadores, peajes, coches veloces, luces rojas de intermitentes que se pierden en la aparente nada, luces de viviendas de las que nada se puede adivinar. Había poesía en la situación y en el escenario, como si se condensase una inquietud latente, una necesidad de expresar el temor y la lucha contra los fantasmas del pasado y los monstruos del presente. Era la tristeza que aflora en secuencias sin ritmo. La lucha contra la culpa y el pecado, losas indeseables. La tranquilidad volvió cuando me vi sentado en mi sitio, en el avión, cuando este se separaba se la pista y la blanda sensación de flotar en el aire me embargó. Los aviones. Madrid estaba en línea. Aterrizamos, salí del avión, cogí el metro y crucé la ciudad bajo la tierras, sin ver otra cosa que los compañeros de viaje. El desplazamiento me llevó a la ciudad universitaria y allí hice lo que tenía que hacer, sin más. La vibración del extravío se mantuvo durante todo el día y no se atenuó hasta pasadas unas horas del regreso. He traspasado una línea, me dije y me corregí al momento pues de eso no se trataba. Ya estaba enfermo y no lo sabía, ahora sí lo sé. Pero la tristeza permanece, en su redil, pero está ahí, oigo su respiración.

+ Hace días que no dibujo y no se debe a otra cosa que al estado de postración al que me veo sometido. Esperaba en el mini-break que disfrutaríamos en los días pasados encontrar algunos motivos para llenar algunas páginas, pero no ha sido así, la enfermedad lo ha impedido y, me da la impresión, se trata de un tiempo de afección y reposo que me inclina al balance y pone distancia. El dibujo es una afición y bajo la égida del amateurismo, que no se puede traducir sino a través de la etiqueta del amor, siento una comunicación con lo visible que me revela intersticios insospechados. Ahora toca ver los dibujos que se han hecho y explicarse como se conectan con aquel momento, con los momentos precedentes. Así, cierro el ordenador.

+ Hoy es Día de Difuntos y llevo más de cien páginas leídas de La educación sentimental. No sé si es por entretenerme o por indagar en el pasado, en mi pasado ya que en el libro se reflejan ambiciones y decepciones que fueron mías, pero, más allá de lo anterior, la novela me devuelve algo actual respecto a los proyectos de vida artística. Flaubert es moderno a su pesar, actual sin pretenderlo, quizá por eso alcance esta universalidad al dibujar como se busca una personalidad y cómo se construye, algo tan romántico, stricto sensu . Las peripecias y anhelos de Frederic Moreau nos arrojan el retrato de un joven de su época, enamoradizo y con ínfulas artísticas, algo que, sin mucha dificultad, se puede trasladar al presente. Y la razón de esta traducibilidad está en la raíz romántica que hay entre ambos, entre Frederic y nuestro presente. La lucha entre desleído yo y los corsés sociales se manifiesta tanto en el vagabundeo ocioso de Frederic como en las inerte soflama de iras en las redes sociales y, también, con la elevación lírica de los cantantes de trap, tan pendientes del amor en sus distintas variantes. Día de difuntos, día de lectura, día de aislamiento. Una leves notas.

+ Imagen: Madrid_2011

sábado, 29 de octubre de 2022

El viaje relámpago

+ [In media res]: El comienzo se establece en el momento de salir de la reunión y subir la cuesta que me lleva al intercambiador de Moncloa, donde no entraré. Bajé Princesa y me entretuve en la Plaza de España y me di cuenta de que no tengo ambición. Así podrían comenzar la novela que no escribiré por eso mismo, por falta de ambición. Lo que sigue, pues, no es otra cosa que un texto autobiográfico; y, qué otra cosa cabe aquí, si esto es un diario. ¿O no?

+ Mientras hago mi ejercicio diario en mi bicicleta de spinning reflexiono sobre lo que escucho en la radio pública francesa. Esta meditación sólo se da los sábados, pues el resto de la semana utilizo música, una música bailable. se podría decir; estas elecciones las dejo a un lado, pues no es de esto de lo que deseo hablar. Bien. Hoy he estado escuchando un podcast sobre Georges Perec. Sabía que era judío pero no sabía la importancia que tiene ello en su obra. Aunque los suponía, lo plástico, también, tiene un peso considerable. Una vez asumidos los dos condicionantes, regreso a un nivel superior: qué determina la posición del lector ante una obra, porque el lector ante la obra nunca se presenta en blanco. Ya la materialidad del libro condiciona, pero, todavía antes, cómo se llega a este libro no a aquel es otro de los interrogantes que establecen marcos anteriores a la primera página que leeré. [En realidad y un sentido extraño, no deja de ser la reflexión anterior un aviso previo al largo día que pasé en Madrid el lunes siguiente].

+ A raíz de una lectura me llega una cita del historiador suizo J. Burckhardt, La cultura del renacimiento, Barcelona, Iberia, 1979, p. 102, donde para cimentar el concepto de destierro, se recurre en relación “al desarrollo de la individualidad [...] [que] debe considerarse que el destierro, o aniquila al hombre, o contribuye en grado máximo a su formación” En realidad, como todo: lo que no mata engorda, lo que no mata te hará más fuerte. Resistir, esa es la cuestión, no dejar que nos doble el desánimo. El destierro, tan físico como espiritual, es una constante a lo largo de la vida. Se suma a ello la imposibilidad de detectar ciertos movimientos que nos conducen a su implantación. ¿Estoy desterrado? Quizá lo estuve, quizá ya no lo esté.

+ Cuidado con ciertos libros, que en lugar de leerlos tú ellos ellos te leen a ti. Agazapados, te esperan.

+ [Madrid]: El avión despega a las siete menos veinte de la mañana. Voy con tiempo y me salto la salida que conduce al aeropuerto. No tengo más remedio que acelerar y buscar una salida que me devuelva al camino perdido. La encuentro. La barrera no se abre. Llamo por el interfono y nadie responde. No me pongo nervioso y me enfado. Sale un peajista y soluciona el problema, creo que estaba durmiendo y los golpes que le di a la caja de la barrera lo despertaron. Atravieso la oscuridad, luces, pueblos, una carretera ancha con vías de servicio, debo deshacer el camino. Los minutos corren. Lo consigo y estoy entrando en el aeropuerto. Las luces son espectrales, no hay tráfico, me deslizo por la rampa y estaciono el coche. Paso el control y soy el último en subir al avión. No lo he perdido.

+[Madrid 1]: Dentro del avión, en mi plaza, ya, comienzo a leer lo de Zamora-Bonilla, En busca del yo. He esperado por esta la lectura durante meses y cuando súbitamente decidí ir a Madrid me pareció indicada para el viaje relámpago. Abro el libro y compruebo, no sin agrado, que resultado de mi interés. Se hace esperar el capítulo sobre el libre albedrío, tema de mi interés donde los haya. Cierro el libro y pienso en las cabezas pensantes que me acompañan durante el viaje; al tiempo, rechazo el solipsismo. He de asistir a una conferencia de Clara Sánchez, la novelista. La mente invocada por la autora se unirá a lo leído en el avión, pero eso tiene, más bien, poca importancia. Lo importante es la sensación de extrañamiento que me embargó cuando me desvié de mi camino. Ay, “en el medio del camino de la vida…” Pensé en el éxito y el el fracaso mientras observaba, sin prestar atención, el ordenador de mi compañero de viaje. Las personas que viajaban conmigo, en su mayoría, lo hacían por motivos de trabajo: resultaba obvio.

+ [La novela de la vida]: Pensé en que me hubiera gustado tener algo que contar, algo que llenase una novela, pero no ha sido así. Pensé que resultaba decepcionante, pero me di cuenta que es solo un punto de vista. La inspiración me viene de una manera extraña, dijo la mujer, como si tuviese un horario de oficina, un algo que hacer, un algo que resolver, como si gestionase asuntos. Y surge la chispa. La chispa provoca el incendio. “La literatura como provocación”, asunto formalistas y alejados de mi momento, soy otro, me dije. Lejano y extraño, desde el asunto de mi extravío camino del aeropuerto me embarga ese sentimiento de extrañamiento que todo lo decolora. Me gusta el gris que se extiende. Solo es un punto de vista. Y entonces le pidieron que firmase sus libros y no me gustó, solo era una mujer que se adentraba en la senectud y no tenía mucho que contar. Yo todo lo que dijo ya lo sabía y podía estar de acuerdo. La estudié. La mujer habló de documentación y de que ella no la necesitaba. La soledad, me dije, la soledad nos trabaja y la soledad es un reflejo. Yo estaba solo en el viaje relámpago.

+ [Madrid 2]: Llegué a Madrid y crucé la ciudad en metro. Siempre resulta agradable estudiar al paisanaje. La ropa, los teléfonos, los zapatos, peinados, gestos y las expresiones, atenuadas por las mascarillas y el influjo de los teléfonos. En ello pensé mientras consultaba en el mío unos libros en línea, una páginas de Santa Teresa. La Santa de Ávila en mi teléfono. Ay, las pantallas y los textos. Pero es el teléfono un foco de distracción asombroso y a ello me sumo. Así, arribamos a la estación de Moncloa, salí a la calle y me adentré en el camino que me lleva hacia La Ciudad Universitaria, no sin antes comprar una deliciosa caracola de mantequilla y canela. Un poco cara, pero muy buena. Siempre voy a esa panadería, me gusta establecer costumbres como nexo de unión con la ciudad. Luego llegó la tristeza.

+[Madrid 3]: La tristeza es un sentimiento que me asalta a veces. No son depresiones pero el mundo carece de color, en un instante. Decidí pasear por Madrid y, tras un largo paseo, me dirigí al aeropuerto, con la intención de leer un rato. No lo conseguí y regresé a la observación. La novela de la vida estaba servida, con independencia de si tomaba forma de texto, o no.

+ Imagen: Foto en el regreso, una piscina entrevista.

sábado, 22 de octubre de 2022

Las contradicciones

peaje

+ Un repaso por las figuras retóricas me lleva al término oxímoron. Creo que es una palabra que tiene una cierta actualidad y se emplea con delectación. Resultaría digno de estudio la manera en que algunas palabras y conceptos se cuelan en el lenguaje periodístico, en las columnas, y cómo estas palabras terminan por deslizarse hasta el lenguaje de la calle, se erosionan y, al final, se unen a sabe dios qué para constituir una caja vacía en la que cabe casi cualquier cosa. La contradicción que el oxímoron implica se podría traducir en lo inefable, pero yo pienso es en el ámbito político en su mayor extensión, desde el político profesional al hombre de la calle. Y se trata, cómo no, de resaltar la falta de coherencia del adversario, de su discurso o de su comportamiento. Como una flecha, vuela la palabra y se eleva desde la tribuna, desde el micrófono. Como si la incoherencia del hablante restase verdad a un enunciado. No es un cálculo de predicados, es retórica y la retórica ni es buena ni mala, solo es una herramienta. Sigue el discurso y la persuasión es la meta, bien para motivar al votante, bien para desmotivar al contrario. Observo y tomo nota de una palabra que resuena después de escucharla hoy dos veces en la radio.

+ Lunes, un extenso artículo sobre la serotonina. Conclusión: resultan erróneos los presupuestos hasta ahora empleados en la depresión, pues no hay una relación entre los niveles de serotonina y la enfermedad. Bien, el articulista se refiere a estudios científicos que ponen en duda esta verdad admitida. Se hila el artículo hasta llegar a la conclusión de que la causa de las depresiones, de muchas depresiones, no es otra que la precariedad del proletariado, de aquellos que lo único que poseen es la fuerza de su trabajo. El paro y la amenaza del paro, la perspectiva que ofrece el sistema de pensiones, la inestabilidad laboral, la vivienda, la ausencia de vínculos afectivos o la soledad de los ancianos, la ciudad en sí y por sí, el vacío y lo cotidiano. El largo muestrario de los dolores que sufre el proletario se traduce en una pesadumbre mineral, engastada en lo diario. Sí, la vida es dolorosa. El dolor y la vida van de la mano y, por contraste, cierta alegría llega en algunos momentos, pero todo tiende hacia lo que tiende, hacia la muerte. Esta igualación es un bálsamo para los que no tienen preocupaciones, pero cuando estas son más fuertes que la indolencia y el aburrimiento, la muerte tiene más de liberación que de esclavitud. ¿Y la serotonina? Lo he olvidado.

+ [Villamediana]: “Este es, pues, nuestro héroe: bello culto y galán, delicado y grosero, verídico y mendaz, espiritual y descreído, generoso, liberal y tahúr, mesurado e histérico, agudo y ciego, arrogante y pueril, ensimismado y ostentoso, discreto, afable, calumniador y sin respeto alguno.” (Rosales, 1969: 171 y 172)

+ Leo con atención, otra vez, la descripción que de Villamediana hace Luis Rosales. La contradicción es el rasgo relevante, sin duda,  la aguja que determina su norte, la esfera que todo contiene. En esta extraña vida que debo reconstruir se da el blanco junto al negro, la virtud unida al pecado y, al tiempo, me pregunto si es correcto emplear la palabra reconstruir. ¿Reconstruir? No es la palabra más adecuada, termino por decidir, porque toda biografía resulta una creación que parte de ciertos materiales con mayor o menor ligazón con una realidad contrastable. Así, la biografía es un trabajo donde se aúnan dos relatos, el visible, el del biografiado, y el subterráneo, el del biógrafo. Según esto último, ¿qué me liga a mí al autor? Sin duda, se trata de la contradicción. La contradicción, en mayor o menor medida, se presenta en ámbitos muy distintos de mi vida, ámbitos que se oponen y se complementan. Conduzco, escucho música clásica, reflexiono sobre el determinismo y el indeterminismo, acepto lo uno y rechazo lo contrario y a la vuelta vuelo hacia la oposición, pienso blanco y digo negro, guardo silencio y me veo en el espejo, me reconozco y sé que soy aquel que no fui y todo se resuelve en contradicciones sucesivas. El perfil preciso del carácter nos da una idea del futuro, algo que con los años se aprende. Pero no resuelvo, por el momento.

+ Poco más en esta semana lluviosa, con los preparativos de un viaje relámpago a Madrid y la ilusión de otro que nos llevará, a C. y a mí, hasta una casa rural, un viaje sin muchos preparativos, salvo las cuestiones de intendencia. Todo queda abierto.

+ Imagen: 2011, un peaje en la autopista. Poco más, nada menos. La carretera como posibilidad.

sábado, 15 de octubre de 2022

Puesta en escena


+ Reflexiono, por un momento, sobre aquella sentencia que dice que un hombre de cincuenta años ya lo ha visto todo. Estoy por asegurar que se puede atribuir a Marco Aurelio, pero no es ahora momento de comprobarlo. La sentencia recoge una verdad incontestable: las experiencias terminan por solaparse, crean capas espesas y estas capas impiden el correcto funcionamiento de la ilusión. La ilusión de la compra, del viaje, del amor. Todo ello sucumbe ante la implacable pesadez de la rutina. Lo rutinario termina por hacerse lo esencial, la rutina como refugio o madriguera, la rutina ensalzada y triunfante, la escaramuza que tiene el confort. Así, quien llega a esta edad, los cincuenta, está sumergido en una estabilidad que impide cualquier asombro o sorpresa. Hay otra cara, la del que ha aprendido de lo visto y sabe cómo se comportaran los que rodean, los que llegan y los que se van. Estas experiencias resumen una suerte de sabiduría que se puede resumir en una palabra: anticipación. Navegar entre estas dos aguas debe tender hacia un equilibrio, entre la sabiduría y el aburrimiento.

+ Una cantante reconoce sus problemas con el alcohol y las drogas. Lo leo y no sé a qué responde, si a la promoción de un libro, a un relanzamiento de su carrera o a una cura de sus s dolencias. En cualquier caso, se refleja una enfermedad, la punzada constante del desarreglo y el desequilibrio. Sus canciones no las recuerdo, su rostro, tampoco, pero queda ese rastro de dolor, que resulta compatible con la ausencia, con la reiteración de tantas y tantas cosas que siempre quedan en el tintero.

+ Desde que he retomado el gusto por el dibujo me encuentro con preguntas que tienden hacia el interior, mi interior. El estudio de la realidad para su traslado al papel, con mayor o menor fortuna, establece en la mirada una nueva dimensión. Se valora el encuadre y la perspectiva, pero eso se prolonga mucho más allá del momento mismo del dibujo en sí, del proceso de coloreado posterior. Cada momento del día puede ser invadido por una explosión: un valorar lo que se ve destinado a establecer el posible dibujo, que no se hará. La meditación sobre lo que se ve me conduce a dudar de mi propia visión, de la conexión entre mano y mente. Así, me aporta un espacio de desconexión interesante: puedo estar sin hacer nada, sumido en la quietud, porque no me aburro, porque, en realidad, llego a establecer encuadres, puntos de fuga, colores, destacados colores o grisallas que se centran en las luces y las sombras. Tal vez de eso se trata, de no aburrirse.

+ Potencio la imagen que opone la fuente al pozo. Los excrementos en la fuente son expulsado por la acción del agua que no para de correr, el pozo por los excrementos se ve contaminado. La imagen no es mía sino de Marco Aurelio, pero quizá ni siquiera de él; con todo importante y necesaria, útil y bella. En el rechazo de la negligencia descanso.

+ Muere el miércoles, el miércoles festivo. Un sopor extraño me ha invado y tras una pesada siesta siento el tacto del cansancio. Lo pesado, lo espeso, lo oscuro. Demasiada información, demasiados cambios de tiempo, exceso de temperatura en esta época del año. Calor grueso y mullido en el avanzado inicio del otoño que intenta herir la voluntad, pero no lo consigue.

+ Veo su foto en blanco y negro y tiene veinticuatro años. Sus ojos atesoran ya la fiereza del presente, de este anciano de casi ochenta años, pero vaticinan todo lo que llegó a ser. Hay un desarrollo en la personalidad que estaba en la semilla que engendró el óvulo. Ahí está, desafiante e impasible, sabedor de gustar y con la perspectiva del triunfo. El triunfo es algo extraño e inestable, tanto depende del juicio de los otros como se diluye en el juicio personal, o a la inversa. También, al acecho, está el fracaso. No entiende de fracasos, esa palabra no le sirve y la desecha. Una vez apartada, como un mal augurio, la palabra nunca deja de palpitar. Si se diluye el éxito y el mérito, también es posible elevarse desde el fracaso, con desprecio. el desprecio de su gran arrogancia. En esos ojos desafiantes se da el rostro bifronte, se perfila el hombre que será en el futuro. Pero esto yo lo puedo decir porque conozco el desenlace, de no ser así, todo sería aventurar y tender hacia el error. ¿Sirve la falsilla para otros análisis, para alguna predicción? No.

+ Imagen: el blanco como eje del tríptico, debo pensar si hay un nexo entre texto e imágenes.

sábado, 8 de octubre de 2022

Binario / no-binario

+ En primer lugar, debo aclarar el título de la entrada. La entrada, en sí, responde a un tuit que surgió, como todos los tuits, por ensalmo. La razón del trino no es otra que el comentario a un libro: Comment parler des livres que l’on a pas lus? [¿Cómo hablar de libros que no se han leído?]. Inevitablemente, me llamó la atención el tuit/trino porque yo leí el libro, al menos algunas páginas. Lo dejé, recuerdo, porque me pareció que no conducía a ningún lugar y no estaba yo para aguantar ciertas diatribas de un cinismo de no mucha altura. ¿Hablar de libros que nunca se han leído, quién no lo ha hecho, al menos una vez en su vida? Ay, doy por sentado que todo el mundo lee y no es así, pero la lectura no es algo que se dé de una manera tangible, sino que es un proceso que está implícito en múltiples tareas diarias y, por lo tanto, se trata más de hablar desde el desconocimiento y la suposición que desde la lectura efectiva [de los libros, de los hechos, las noticias, las opiniones, las personas y un etcétera que se alarga peligrosamente]. Total, y terminado el excursus, la autora del tuit habla de una precisión que se realiza en el libro y que le parece interesante (a mí también). Que la lectura de un libro no es binaria, no se trata de un sí o un no, sino de algo que se amplia a un espacio más amplio y difuso. “Lire, avoir lu, ça n’est pas binaire” Cuánto se recuerda del libro leído y durante cuanto tiempo, qué sucede después, que es lo que se sedimenta y lo que se pierde para siempre. Adentrándonos en este territorio, resulta ser complejo establecer si la lectura se ha hecho o no.

+ El autor es Pierre Bayard y el libro podría calificarse como una broma [blague]. Busco rimas en lugares no esperados y el resultado se transmite al resto del territorio, la broma tiene un punto necesario pero, al mismo tiempo, necesita sus límites. Total, en resumen, se trata de establecer como rasgo un lector lo no-binario, que se traduce en la imposibilidad de afirmar que un libro se ha leído o no se ha leído.

+ [Nota que escribí hace algún tiempo, 2017: cinco años atrás]: Todo un ejercicio de elaboración de paradojas, o una única paradoja que no conduce a ningún lugar. Bueno, es que yo creo que si no se ha leído un libro no se puede hablar de él y, mucho menos, como es el caso, un profesor universitario que dedica a la materia, emitir un juicio de relevancia pública y académica. Una falta de honestidad, una tomadura de pelo, vaya. ¿Por qué dos estrellas y no una, que es lo que en realidad merece? Porque el libro tiene partes aprovechables y no deja de tener gracia la cara que tiene este señor: me interesa el personaje-escritor como una parte-índice de la sociedad débil en la que vivimos. Más que una referencia es una baliza que indica lo que se espera del alumno en una facultad de letras, si es todavía se puede asumir este pesado marchamo.

+ Lo escrito en 2017 hoy no lo volvería a escribir; básicamente, porque ya no soy el mismo, pero tampoco lo corrijo con lo que hoy pienso. Así quedan las huellas sobre la arena, que, finalmente, serán devoradas por las olas.

+ Qué actual resulta lo binario y lo no-binario, conceptos y palabras muy de época. Por eso me atrae su uso, más por la pincelada que por el trazo.

+ Y presiento que el demonio del sentido todo lo sobrevuela, mientras esparce sospechas sobre lo leído y sobre lo que se recuerda. Así, mientras reviso poemas que es preciso interiorizar de cara a una saturación que dé paso a la escritura biográfica, veo cómo puedo discutir conmigo mismo, establecer puntos de vista contradictorios que conducen a un equilibrio entre el recuerdo y la certeza, entre la duda y la aseveración. No deja esto de ser un solipsismo que invita a marginar lo que no concuerda con esa saturación buscada, deseada.

+ En Memorias de Adriano de Margarite Yourcenar: “Como todo el mundo, sólo tengo a mi servicio tres medios, para evaluar la existencia humana: el estudio de mí mismo, que es el más difícil y peligroso, pero también el más fecundo de los métodos; la observación de los hombres, que logran casi siempre ocultarnos sus secretos o hacernos creer que los tienen; y los libros, con los errores particulares de perspectiva que nacen entre sus líneas.”Resalto la idea de que los hombres casi siempre nos hacer creer que tienen secretos porque me parece que eso rompe las complejas explicaciones a conductas que no terminamos de entender y que se resuelven, simplemente, en acciones guiadas por la estupidez; con todo, la evaluación de la existencia humana tiene un punto necesario y útil, pero ineficaz y prescindible.

+ ¿Son las citas un trasunto de las plegarias y de las homilías dominicales? ¿Tanto hay de teológico en lo literario, en ese gusto observado por la lectura?

+ [Necesario excursus] No es infrecuente que me interese por las noticas sobre accidentes de tráfico, materia en la que tengo experiencia y algún conocimiento. En muchas ocasiones veo que el propósito de la noticia está más próximo al espectáculo que a la pedagogía, tan necesaria esta última. Un coche cae a un río, mujer que viaja en el asiento del copiloto se ahoga, el conductor sale “por su propio pie”, se podría resumir la crónica. El conductor no tiene carnet, tiene 24 años, está detenido en la comandancia de la Guardia Civil. El relato periodístico es, por su propia naturaleza y por necesidad, fragmentario y condensado en exceso. Lo que resta es materia literaria, allí donde la crónica no puede llegar porque son vestigios de un humus lírico y mortal, la celada o la emboscadura donde habita el dolor de haber causado una muerte, que se acentúa con que esa muerte ha sido por ahogamiento. Quién ha visto morir a una persona entre los hierros de un coche sabe a qué me refiero, más allá de la crónica en prensa, en radio o en televisión, los nuevos canales quedan fuera de la acumulación retórica [hoy].

+ Imagen: el tríptico: una trama de acero, los coches, su fulgor, todo ello encaja en el hoy fugaz, cuando el accidente de tráfico sólo es recuerdo.