sábado, 29 de octubre de 2022

El viaje relámpago

+ [In media res]: El comienzo se establece en el momento de salir de la reunión y subir la cuesta que me lleva al intercambiador de Moncloa, donde no entraré. Bajé Princesa y me entretuve en la Plaza de España y me di cuenta de que no tengo ambición. Así podrían comenzar la novela que no escribiré por eso mismo, por falta de ambición. Lo que sigue, pues, no es otra cosa que un texto autobiográfico; y, qué otra cosa cabe aquí, si esto es un diario. ¿O no?

+ Mientras hago mi ejercicio diario en mi bicicleta de spinning reflexiono sobre lo que escucho en la radio pública francesa. Esta meditación sólo se da los sábados, pues el resto de la semana utilizo música, una música bailable. se podría decir; estas elecciones las dejo a un lado, pues no es de esto de lo que deseo hablar. Bien. Hoy he estado escuchando un podcast sobre Georges Perec. Sabía que era judío pero no sabía la importancia que tiene ello en su obra. Aunque los suponía, lo plástico, también, tiene un peso considerable. Una vez asumidos los dos condicionantes, regreso a un nivel superior: qué determina la posición del lector ante una obra, porque el lector ante la obra nunca se presenta en blanco. Ya la materialidad del libro condiciona, pero, todavía antes, cómo se llega a este libro no a aquel es otro de los interrogantes que establecen marcos anteriores a la primera página que leeré. [En realidad y un sentido extraño, no deja de ser la reflexión anterior un aviso previo al largo día que pasé en Madrid el lunes siguiente].

+ A raíz de una lectura me llega una cita del historiador suizo J. Burckhardt, La cultura del renacimiento, Barcelona, Iberia, 1979, p. 102, donde para cimentar el concepto de destierro, se recurre en relación “al desarrollo de la individualidad [...] [que] debe considerarse que el destierro, o aniquila al hombre, o contribuye en grado máximo a su formación” En realidad, como todo: lo que no mata engorda, lo que no mata te hará más fuerte. Resistir, esa es la cuestión, no dejar que nos doble el desánimo. El destierro, tan físico como espiritual, es una constante a lo largo de la vida. Se suma a ello la imposibilidad de detectar ciertos movimientos que nos conducen a su implantación. ¿Estoy desterrado? Quizá lo estuve, quizá ya no lo esté.

+ Cuidado con ciertos libros, que en lugar de leerlos tú ellos ellos te leen a ti. Agazapados, te esperan.

+ [Madrid]: El avión despega a las siete menos veinte de la mañana. Voy con tiempo y me salto la salida que conduce al aeropuerto. No tengo más remedio que acelerar y buscar una salida que me devuelva al camino perdido. La encuentro. La barrera no se abre. Llamo por el interfono y nadie responde. No me pongo nervioso y me enfado. Sale un peajista y soluciona el problema, creo que estaba durmiendo y los golpes que le di a la caja de la barrera lo despertaron. Atravieso la oscuridad, luces, pueblos, una carretera ancha con vías de servicio, debo deshacer el camino. Los minutos corren. Lo consigo y estoy entrando en el aeropuerto. Las luces son espectrales, no hay tráfico, me deslizo por la rampa y estaciono el coche. Paso el control y soy el último en subir al avión. No lo he perdido.

+[Madrid 1]: Dentro del avión, en mi plaza, ya, comienzo a leer lo de Zamora-Bonilla, En busca del yo. He esperado por esta la lectura durante meses y cuando súbitamente decidí ir a Madrid me pareció indicada para el viaje relámpago. Abro el libro y compruebo, no sin agrado, que resultado de mi interés. Se hace esperar el capítulo sobre el libre albedrío, tema de mi interés donde los haya. Cierro el libro y pienso en las cabezas pensantes que me acompañan durante el viaje; al tiempo, rechazo el solipsismo. He de asistir a una conferencia de Clara Sánchez, la novelista. La mente invocada por la autora se unirá a lo leído en el avión, pero eso tiene, más bien, poca importancia. Lo importante es la sensación de extrañamiento que me embargó cuando me desvié de mi camino. Ay, “en el medio del camino de la vida…” Pensé en el éxito y el el fracaso mientras observaba, sin prestar atención, el ordenador de mi compañero de viaje. Las personas que viajaban conmigo, en su mayoría, lo hacían por motivos de trabajo: resultaba obvio.

+ [La novela de la vida]: Pensé en que me hubiera gustado tener algo que contar, algo que llenase una novela, pero no ha sido así. Pensé que resultaba decepcionante, pero me di cuenta que es solo un punto de vista. La inspiración me viene de una manera extraña, dijo la mujer, como si tuviese un horario de oficina, un algo que hacer, un algo que resolver, como si gestionase asuntos. Y surge la chispa. La chispa provoca el incendio. “La literatura como provocación”, asunto formalistas y alejados de mi momento, soy otro, me dije. Lejano y extraño, desde el asunto de mi extravío camino del aeropuerto me embarga ese sentimiento de extrañamiento que todo lo decolora. Me gusta el gris que se extiende. Solo es un punto de vista. Y entonces le pidieron que firmase sus libros y no me gustó, solo era una mujer que se adentraba en la senectud y no tenía mucho que contar. Yo todo lo que dijo ya lo sabía y podía estar de acuerdo. La estudié. La mujer habló de documentación y de que ella no la necesitaba. La soledad, me dije, la soledad nos trabaja y la soledad es un reflejo. Yo estaba solo en el viaje relámpago.

+ [Madrid 2]: Llegué a Madrid y crucé la ciudad en metro. Siempre resulta agradable estudiar al paisanaje. La ropa, los teléfonos, los zapatos, peinados, gestos y las expresiones, atenuadas por las mascarillas y el influjo de los teléfonos. En ello pensé mientras consultaba en el mío unos libros en línea, una páginas de Santa Teresa. La Santa de Ávila en mi teléfono. Ay, las pantallas y los textos. Pero es el teléfono un foco de distracción asombroso y a ello me sumo. Así, arribamos a la estación de Moncloa, salí a la calle y me adentré en el camino que me lleva hacia La Ciudad Universitaria, no sin antes comprar una deliciosa caracola de mantequilla y canela. Un poco cara, pero muy buena. Siempre voy a esa panadería, me gusta establecer costumbres como nexo de unión con la ciudad. Luego llegó la tristeza.

+[Madrid 3]: La tristeza es un sentimiento que me asalta a veces. No son depresiones pero el mundo carece de color, en un instante. Decidí pasear por Madrid y, tras un largo paseo, me dirigí al aeropuerto, con la intención de leer un rato. No lo conseguí y regresé a la observación. La novela de la vida estaba servida, con independencia de si tomaba forma de texto, o no.

+ Imagen: Foto en el regreso, una piscina entrevista.