+ En primer lugar, debo aclarar el título de la entrada. La entrada, en sí, responde a un tuit que surgió, como todos los tuits, por ensalmo. La razón del trino no es otra que el comentario a un libro: Comment parler des livres que l’on a pas lus? [¿Cómo hablar de libros que no se han leído?]. Inevitablemente, me llamó la atención el tuit/trino porque yo leí el libro, al menos algunas páginas. Lo dejé, recuerdo, porque me pareció que no conducía a ningún lugar y no estaba yo para aguantar ciertas diatribas de un cinismo de no mucha altura. ¿Hablar de libros que nunca se han leído, quién no lo ha hecho, al menos una vez en su vida? Ay, doy por sentado que todo el mundo lee y no es así, pero la lectura no es algo que se dé de una manera tangible, sino que es un proceso que está implícito en múltiples tareas diarias y, por lo tanto, se trata más de hablar desde el desconocimiento y la suposición que desde la lectura efectiva [de los libros, de los hechos, las noticias, las opiniones, las personas y un etcétera que se alarga peligrosamente]. Total, y terminado el excursus, la autora del tuit habla de una precisión que se realiza en el libro y que le parece interesante (a mí también). Que la lectura de un libro no es binaria, no se trata de un sí o un no, sino de algo que se amplia a un espacio más amplio y difuso. “Lire, avoir lu, ça n’est pas binaire” Cuánto se recuerda del libro leído y durante cuanto tiempo, qué sucede después, que es lo que se sedimenta y lo que se pierde para siempre. Adentrándonos en este territorio, resulta ser complejo establecer si la lectura se ha hecho o no.
+ El autor es Pierre Bayard y el libro podría calificarse como una broma [blague]. Busco rimas en lugares no esperados y el resultado se transmite al resto del territorio, la broma tiene un punto necesario pero, al mismo tiempo, necesita sus límites. Total, en resumen, se trata de establecer como rasgo un lector lo no-binario, que se traduce en la imposibilidad de afirmar que un libro se ha leído o no se ha leído.
+ [Nota que escribí hace algún tiempo, 2017: cinco años atrás]: Todo un ejercicio de elaboración de paradojas, o una única paradoja que no conduce a ningún lugar. Bueno, es que yo creo que si no se ha leído un libro no se puede hablar de él y, mucho menos, como es el caso, un profesor universitario que dedica a la materia, emitir un juicio de relevancia pública y académica. Una falta de honestidad, una tomadura de pelo, vaya. ¿Por qué dos estrellas y no una, que es lo que en realidad merece? Porque el libro tiene partes aprovechables y no deja de tener gracia la cara que tiene este señor: me interesa el personaje-escritor como una parte-índice de la sociedad débil en la que vivimos. Más que una referencia es una baliza que indica lo que se espera del alumno en una facultad de letras, si es todavía se puede asumir este pesado marchamo.
+ Lo escrito en 2017 hoy no lo volvería a escribir; básicamente, porque ya no soy el mismo, pero tampoco lo corrijo con lo que hoy pienso. Así quedan las huellas sobre la arena, que, finalmente, serán devoradas por las olas.
+ Qué actual resulta lo binario y lo no-binario, conceptos y palabras muy de época. Por eso me atrae su uso, más por la pincelada que por el trazo.
+ Y presiento que el demonio del sentido todo lo sobrevuela, mientras esparce sospechas sobre lo leído y sobre lo que se recuerda. Así, mientras reviso poemas que es preciso interiorizar de cara a una saturación que dé paso a la escritura biográfica, veo cómo puedo discutir conmigo mismo, establecer puntos de vista contradictorios que conducen a un equilibrio entre el recuerdo y la certeza, entre la duda y la aseveración. No deja esto de ser un solipsismo que invita a marginar lo que no concuerda con esa saturación buscada, deseada.
+ En Memorias de Adriano de Margarite Yourcenar: “Como todo el mundo, sólo tengo a mi servicio tres medios, para evaluar la existencia humana: el estudio de mí mismo, que es el más difícil y peligroso, pero también el más fecundo de los métodos; la observación de los hombres, que logran casi siempre ocultarnos sus secretos o hacernos creer que los tienen; y los libros, con los errores particulares de perspectiva que nacen entre sus líneas.”Resalto la idea de que los hombres casi siempre nos hacer creer que tienen secretos porque me parece que eso rompe las complejas explicaciones a conductas que no terminamos de entender y que se resuelven, simplemente, en acciones guiadas por la estupidez; con todo, la evaluación de la existencia humana tiene un punto necesario y útil, pero ineficaz y prescindible.
+ ¿Son las citas un trasunto de las plegarias y de las homilías dominicales? ¿Tanto hay de teológico en lo literario, en ese gusto observado por la lectura?
+ [Necesario excursus] No es infrecuente que me interese por las noticas sobre accidentes de tráfico, materia en la que tengo experiencia y algún conocimiento. En muchas ocasiones veo que el propósito de la noticia está más próximo al espectáculo que a la pedagogía, tan necesaria esta última. Un coche cae a un río, mujer que viaja en el asiento del copiloto se ahoga, el conductor sale “por su propio pie”, se podría resumir la crónica. El conductor no tiene carnet, tiene 24 años, está detenido en la comandancia de la Guardia Civil. El relato periodístico es, por su propia naturaleza y por necesidad, fragmentario y condensado en exceso. Lo que resta es materia literaria, allí donde la crónica no puede llegar porque son vestigios de un humus lírico y mortal, la celada o la emboscadura donde habita el dolor de haber causado una muerte, que se acentúa con que esa muerte ha sido por ahogamiento. Quién ha visto morir a una persona entre los hierros de un coche sabe a qué me refiero, más allá de la crónica en prensa, en radio o en televisión, los nuevos canales quedan fuera de la acumulación retórica [hoy].
+ Imagen: el tríptico: una trama de acero, los coches, su fulgor, todo ello encaja en el hoy fugaz, cuando el accidente de tráfico sólo es recuerdo.