+ Un repaso por las figuras retóricas me lleva al término oxímoron. Creo que es una palabra que tiene una cierta actualidad y se emplea con delectación. Resultaría digno de estudio la manera en que algunas palabras y conceptos se cuelan en el lenguaje periodístico, en las columnas, y cómo estas palabras terminan por deslizarse hasta el lenguaje de la calle, se erosionan y, al final, se unen a sabe dios qué para constituir una caja vacía en la que cabe casi cualquier cosa. La contradicción que el oxímoron implica se podría traducir en lo inefable, pero yo pienso es en el ámbito político en su mayor extensión, desde el político profesional al hombre de la calle. Y se trata, cómo no, de resaltar la falta de coherencia del adversario, de su discurso o de su comportamiento. Como una flecha, vuela la palabra y se eleva desde la tribuna, desde el micrófono. Como si la incoherencia del hablante restase verdad a un enunciado. No es un cálculo de predicados, es retórica y la retórica ni es buena ni mala, solo es una herramienta. Sigue el discurso y la persuasión es la meta, bien para motivar al votante, bien para desmotivar al contrario. Observo y tomo nota de una palabra que resuena después de escucharla hoy dos veces en la radio.
+ Lunes, un extenso artículo sobre la serotonina. Conclusión: resultan erróneos los presupuestos hasta ahora empleados en la depresión, pues no hay una relación entre los niveles de serotonina y la enfermedad. Bien, el articulista se refiere a estudios científicos que ponen en duda esta verdad admitida. Se hila el artículo hasta llegar a la conclusión de que la causa de las depresiones, de muchas depresiones, no es otra que la precariedad del proletariado, de aquellos que lo único que poseen es la fuerza de su trabajo. El paro y la amenaza del paro, la perspectiva que ofrece el sistema de pensiones, la inestabilidad laboral, la vivienda, la ausencia de vínculos afectivos o la soledad de los ancianos, la ciudad en sí y por sí, el vacío y lo cotidiano. El largo muestrario de los dolores que sufre el proletario se traduce en una pesadumbre mineral, engastada en lo diario. Sí, la vida es dolorosa. El dolor y la vida van de la mano y, por contraste, cierta alegría llega en algunos momentos, pero todo tiende hacia lo que tiende, hacia la muerte. Esta igualación es un bálsamo para los que no tienen preocupaciones, pero cuando estas son más fuertes que la indolencia y el aburrimiento, la muerte tiene más de liberación que de esclavitud. ¿Y la serotonina? Lo he olvidado.
+ [Villamediana]: “Este es, pues, nuestro héroe: bello culto y galán, delicado y grosero, verídico y mendaz, espiritual y descreído, generoso, liberal y tahúr, mesurado e histérico, agudo y ciego, arrogante y pueril, ensimismado y ostentoso, discreto, afable, calumniador y sin respeto alguno.” (Rosales, 1969: 171 y 172)
+ Leo con atención, otra vez, la descripción que de Villamediana hace Luis Rosales. La contradicción es el rasgo relevante, sin duda, la aguja que determina su norte, la esfera que todo contiene. En esta extraña vida que debo reconstruir se da el blanco junto al negro, la virtud unida al pecado y, al tiempo, me pregunto si es correcto emplear la palabra reconstruir. ¿Reconstruir? No es la palabra más adecuada, termino por decidir, porque toda biografía resulta una creación que parte de ciertos materiales con mayor o menor ligazón con una realidad contrastable. Así, la biografía es un trabajo donde se aúnan dos relatos, el visible, el del biografiado, y el subterráneo, el del biógrafo. Según esto último, ¿qué me liga a mí al autor? Sin duda, se trata de la contradicción. La contradicción, en mayor o menor medida, se presenta en ámbitos muy distintos de mi vida, ámbitos que se oponen y se complementan. Conduzco, escucho música clásica, reflexiono sobre el determinismo y el indeterminismo, acepto lo uno y rechazo lo contrario y a la vuelta vuelo hacia la oposición, pienso blanco y digo negro, guardo silencio y me veo en el espejo, me reconozco y sé que soy aquel que no fui y todo se resuelve en contradicciones sucesivas. El perfil preciso del carácter nos da una idea del futuro, algo que con los años se aprende. Pero no resuelvo, por el momento.
+ Poco más en esta semana lluviosa, con los preparativos de un viaje relámpago a Madrid y la ilusión de otro que nos llevará, a C. y a mí, hasta una casa rural, un viaje sin muchos preparativos, salvo las cuestiones de intendencia. Todo queda abierto.
+ Imagen: 2011, un peaje en la autopista. Poco más, nada menos. La carretera como posibilidad.
