sábado, 31 de diciembre de 2022

Circunstancia (5)



+ Día de obituarios. Se leen y se valoran, pero pronto el olvido cae sobre ella. Ni siquiera se trata si se considera una prosa ajustada o un bien ponderado balance, solo es una constatación que se escribe para los que sobreviven al muerto. Leo otra necrológica y continuo con la tarea, como todo el mundo, el que más y que menos.


+ Declina la obligación y se retira al fondo del bar. No le gusta que le inviten, por eso ocupa esa mesa, la última, en la penumbra, lejos del televisor. No habla mucho y hace tiempo que dejó las partidas de cartas o dominó, nada le arrastra hasta el bar, pero es ahí donde encuentra algo similar a la paz, extraña palabra. Tan extraña como libertad o filosofía o literatura o […] Como la polilla acude a la luz, se deja llevar por el ruido, las conversaciones y el olor del vino agrio. Un trago y otro suspiro. Pronto se irá, pronto regresará a su casa. La botella medio vacía, la botella medio llena.


+ El estatuto del yo convierte un tema importante en un tema imprescindible, me digo. El yo como medida, como único asidero posible. Qué soy yo sin el yo, en una abismada paradoja en esta lluviosa hora. El yo. Me cuestiono todos los días y a cambio encuentro una afirmación que se diluye.


+ Porque el determinismo me ha hecho libre, me dijo y yo respondí con una sonrisa. Así se terminó el día, como una sucesión de revelaciones que pronto se habrían de olvidar.


+ Sigue siendo un problema para mí la biografía como resultado de una investigación. Es un problema porque se me antoja que la reconstrucción de una vida no es posible, ni siquiera para el que la ha vivido. La razón estriba en una idea atrapada hace ya algunos años que vendría a sostener la imposibilidad de comprender una vida hasta el momento en que esta termina. Por ello me parece imposible que el que la vive la explique, pero también me parece imposible explicarla fuera de esta persona, la primera o la tercer persona, la segunda incluso, pero siempre desde el singular. No hay razón para ocultarlo, en realidad se trata de explicar la propia vida. Y, dentro de esta imposibilidad, el diario que el blog supone es el dato o documento más importante. Un día tendría que volver sobre los pasos de lo escritor y tratar de dilucidar cuál es la trayectoria del sujeto que esconde en estas páginas electrónicas. No sé si es buena idea, dudo sobre la trayectoria misma, dudo que ello refleje algo más que unos estados de ánimo sin demasiado interés porque, quizá, solo se trate de un ejercicio gimnástico para que la prosa no se entumezca. Sin embargo, un personaje se eleva y da lugar a una biografía, a un reflejo lector, a una presuposición. En ello estoy, en ello descanso sin convencimiento.


+ La casualidad ha querido que caiga en mis manos en el extenso volumen Ondulaciones de José-Miguel Ullán donde se recoge lo podríamos entender como una, casi, poesía completa. El libro en sí, su materialidad, me produce agrado. Es un placer especial que se relaciona con el tacto, el peso y las dimensiones del libro mismo, que se me asemejan perfecta [una perfección que habita entre otras muchas]. Lo abro y, por ensalmo, me encuentro con ciertas balizas que me conducen a un tiempo pasado, al tiempo donde se producía el tránsito de la primera juventud al inicio de una madurez que no terminaba de cuajar por distintos motivos, principalmente motivos laborables y económicos. La clave que todo lo explica está en que en aquellos días todavía yo creía en una suerte de significados guardados en los laberintos de las artes plásticas más vanguardistas, lo último del momento y su proyección filosófica sobre una existencia más allá de las salas de los museos y las tapas de los libros. El libro de José-Miguel Ullán se conecta con ese recuerdo y aquellas mis intuiciones, que se resuelven últimas en aciertos y errores que el tiempo ha colocado en su sitio. Hoy veo las cosas de manera muy distinta, pero esta visión es hija de aquellas otras y, por lo tanto, mudable y estable , en ese regusto por la paradoja que me retrata. Finalmente, me gusta el libro porque los libros me gustan mucho, tanto su contenido como, ya lo dije un poco más arriba, por su materialidad, y en este, en concreto, se aúnan ambas razones. Es un reflejo de mi condición de observador, en los márgenes y en la distancia, a cierta altura pero sin autoridad. Veo, opino y guardo silencio. Así, he comenzado su lectura, más pendiente de la plástica que del texto. Ese soy yo, en ello me reconozco. Pontevedra a veinticuatro de diciembre de dos mil veintidós, [nec mectu, nec spe].


+ Adoptar un lema es un compromiso mayor que hacerse un tatuaje, porque el compromiso tiene en sí la posibilidad de romperse por diferentes motivos, el tatuaje es para siempre y ese siempre también tiene un límite: la muerte y la disolución de la piel en la podredumbre o en el fuego, pero están absoluto el límite que carece de alternativa. Las alternativas al lema son constantes y tentadoras. El compromiso del lema exige una suerte de disciplina y constancia, hacerse un tatuaje es pagar y olvidarse de las razones porque siempre permanecerá ahí. Si persisten, bien, si se desvanecen, también. Descanso en el lema como arma para la batalla, llegue o no llega la batalla. Me alejo, sin miedo y sin esperanza.


+ Imagen: lo evanescente del pasado, porque las imágenes responden a un tiempo que se ha ido y a unos espacios que se han visto transformados, el único nivel de realidad que persiste es este: la fotografía como constatación de lo que fue, lo demás: literatura o historia.