+ Alguien rechaza explicar el porqué se viste como se viste. Leo la noticia y estudio el enfado que la cuestión provoca en la interpelada. No me parece una pregunta baladí. Al contrario, qué cosa tan específica de nuestra identidad es la indumentaria. Me observo y observo a los que están a mi alrededor y entendió que explicar nuestra forma de vestir es un poco explicarnos, esquivar la explicación es un emboscarse en las tenebrosas profundidades del malhumor.
+ Investigo sobre mi forma de vestir y su evolución, lo que se mantiene y lo que he desechado. Desde los zapatos a los paraguas. Podría aparecer como un rasgo de frivolidad y no lo es, aunque un acento sí lo hay. Al tiempo, lo comparo con otras personas y no veo otra cosa que permanencia y evolución y sobre ambas realidades: una personalidad que se mantiene. La indumentaria es comunicación y es lo que pretendo leer, en ocasiones, a saltos, sin una finalidad específica, pero con su transición desde la primera mirada a la colección de las observaciones que conducen a la opinión bien fundada. Y no se trata de establecer quién viste bien y quién viste mal. Tantas son las posibilidades que un juicio moral queda al margen.
+ La risa no es más un regalo de los dioses, es la divinidad en sí misma.
+ Se habla y se comenta, se perfila la personalidad de otros que no están presentes. Hay un juicio moral, solapado y persistente. Me sumo con discreción y más escucho que participo, pero ahí estoy. Los juicios morales tienen su punto agradable porque nos hacen sentir superiores, por encima de la culpa y del pecado. Procuro rechazar ambas realidades, me escoro y me aparto del mérito y de la culpa. Una transparencia se opaca, habla y lo escucho y su lengua es ligera y afilada. Hay una presencia y mañana una sombra.
+ La brevedad de la entrada es producto de una nueva caligrafía.
+ Imagen: La lectura en sí. Eurípides