+ [Apunte del natural]: Llevo años con un sistema o subsistema de observación, centrado en aquellos que piensan que son más de lo que son. Podría incluirme en esta observación, menos sistemática que recurrente; una porque yo también estoy dentro del conjunto que estudio y, otra, porque así obtengo un punto de vista privilegiado. Y, vaya, ¿qué es tener ese alto concepto de uno mismo, en qué se resuelve: en autoestima o en lo contrario? Quizá se trate del desconocimiento de que cualquier posición en la vida responde más a la arbitrariedad de lo que nos gustaría, tanto nos seducen las certezas. Lo leí en un recorte de Bourdieu: son las consecuencias y el consenso en torno a lo arbitrario lo que le otorga fuerza. En fin, observo y noto como en muchas ocasiones el comportamiento altivo responde a una posición alcanzada mediante una serie de carambolas [en la vida, la suerte es un componente muy importante] y esto da una fuerza especial, que se magnifica y se traduce en un automóvil, un atuendo y un teléfono o un carísimo reloj. Los elementos ornamentales necesarios para comunicarle a los demás eso que el triunfo aporta. Pero, tantas veces lo he dicho que hace años que perdí la cuenta, yo soy un observador y me detengo en cómo se construye el personaje, sus motivaciones y la condición mortal que se elude.
+ La suerte gobierna sobre el mérito, me dice. El mérito y la culpa se han visto desterrados de la explicación, porque hay otros caminos, menos transitados, que ofrecen explicaciones más acordes con el deseo y su consecución, con el deseo y su fracaso, continua. No me queda otra que pensar sobre lo dicho y no precipitarme en el juicio. No es fácil la cuestión: el mérito, la culpa y el azar. Leo sobre el tema, pero siempre en el mismo sentido y eso no es bueno. Se deben buscar argumentos contrarios a lo que nos ofrece seguridad y no lo hago. Mi refugio no son las certezas, aunque se aproximen a su solidad presencia. ¿El mérito, la culpa y el azar? Así comenzó todo, pero sin interrogaciones.
+ Regreso a la lectura de La educación sentimental, pero hoy es otro mundo que no reconozco. No ha pasado ni una semana y yo pienso que es un siglo. El tiempo de la lectura es movedizo, variable y tiende a la ausencia. Necesito una estructura y no la tengo, en su lugar un entramado de listones flexibles entorpecen el necesario orden, un necesario orden estructural. Dejo el libro, apago la luz, duermo la siesta [ay de aquellos que no aprueben mis postergaciones].
+ Estimo una distancia motivada por la diferencia económica. La motivación tiene una base indiscutible que corre en paralelo con los ingresos mensuales y el patrimonio. Así, recuerdo a quién me dijo un día que no le importaba en dinero porque nunca le había hecho falta, pero yo hablo de otra cosa, yo hablo y entiendo que se trata de la codicia y la soberbia que conlleva. Ni una cosa, ni la otra, ante ninguna de ellas me pliego. Seguiré con mi observación. No me gustaría establecer un criterio moral pero no cabe otra cosa. Juzgo acciones y actitudes que se elevan sobre el suelo para establecer una distancia, la superioridad inmotivada pero que se asegura mediante el dinero. No es poca cosa, me digo y trato de regresar al emblema de la fuente, que mana limpia y nunca la inmundicia se estanca, pues a sí misma se limpia.
+ Sin una red de relaciones todo campo artístico resulta inconcebible, sin lo primero lo segundo es imposible. No me ha dado cuenta hasta hoy mismo, me digo no sin cierta ironía. Ay, el dinero y el poder. Lectura de precisión y lectura en voz alta, pues: ahí está la diferencia.
+ Sigo a la espera de una decisión, de que un organismo se pronuncie. La espera y su reflejo.
+ Imagen: 32/sombra

