sábado, 28 de diciembre de 2024

Podría intentarlo

 


+ A intervalos, leo fragmentos de Travesía de Madrid, de Umbral. Leo algo sobre el metro. Puede que se sitúe en los años sesenta del siglo pasado. No antes, no después. Leo con atención y las precisas observaciones me hacen pensar en este nuestro presente. No veo tanta diferencia. El cansancio, la abulia, el trabajo embrutecedor, los desplazamientos sobrehumanos, el tiempo en suspenso, un no-lugar, la falta de aire, el enclaustramiento diario. Hay cosas que no cambian, termino por decirme mientras pienso en la última visita a Madrid, cuando acudía a primera hora del día a la Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense. La aglomeración, la ropa limpia, la colonia de la primera hora del día, los aparatos para disipar la anomia del momento [esa imposibilidad de nombrar el extraño vacío vital, yo no sería capaz, pero podría intentarlo]. Nada cambia, nada permanece. La contradicción esclarece la duda. Rostros que se repiten, voladuras de lo cotidiano, la estela de la vida que se refleja en las lecturas, los teléfonos y los atuendos. Volveré a Umbral porque nunca dejó de ser su escuela una educación sentimental y cada vez que viajo a Madrid su prosa y su lírica están muy presentes, ocultas o exultantes.


+ “Podría intentarlo…” se completa con un “pero no me apetece.” Así los reencuentros se muestran imposibles. La vi pasar con su perrito y la proximidad del pasado se desveló como una lejanía sin explicación, sin ganas de adquirir sentido. No hay nada. Ni resentimiento, ni ocultamiento. Ese ocultamiento de los conejos de aquellos que los persiguen. Estamos a otras cosas. El pasado es un viento suave casi sin permanencia. Una leve substancia: la vi pasar con su perrito. Nada más.


+ “Según Nietzsche, nosotros, en cambio, tenemos aquí una carencia: sólo con esfuerzo gigantesco podemos desprendernos del lastre de la memoria. La capacidad de olvido es un poder, y sin él «no puede haber ninguna felicidad, ninguna jovialidad, ninguna esperanza, ningún orgullo, ningún presente…».” Este fragmento lo copio y lo pego desde un artículo de Josep María Esquirol. Ilustra con bastante concisión y rigor lo que percibo esta tarde, dentro de la espiral navideña, sobrepasado el hito de la lotería. El olvido, el secuestro de la memoria que debe operar el presente. Esa tarea. 


+ Lo anterior me lleva a otra cita de Nietzsche: “El remordimiento es como un perro mordiendo una piedra: no sirve para nada.”


+ Durante un instante reflexiono sobre la relación entre lo que se denomina realidad [en singular, cuando precisa, sin duda, la pluralidad] y la palabra. En concreto en ese punto en que uno sabe de que está hablando y su interlocutor entiende cosas que uno no quiere decir. Un desencuentro. Y digo “quiere decir” y no “dice” porque, en verdad, quizá haya un punto de incomunicación, un punto donde se suponen cosas para poder proseguir, pero que nunca se llega al núcleo de lo que el otro quiere transmitir. Y, tal vez, las suposiciones nos conduzcan por senderos errados. Cuántas veces me ha pasado. Por ejemplo, cuando digo que hay un algo descriptivo y un algo prescriptivo, para luego la persona con quien hablo lo traslade a un espacio donde, para mí, resulta inadecuada su aplicación. Vaya, no hay término medio entre par e impar. ¿Es necesario llenar la conversación con matices? No. Es mejor callar y no hablar por hablar. Y este párrafo es un poco de eso: charla vana. Charla vana, qué sería de nosotros, las cotorras, sin ella. ¿Podría intentarlo?


+ Imagen: giran las imágenes y, sin previsión, surge el motivo: una escala más allá de lo humano, el detalle sobre el pavimento, sugerencias, lo orgánico y lo geométrico, la abundancia que el amarillo sugiere, me digo. 

sábado, 21 de diciembre de 2024

Prima facie [a primera vista]

 


+ Bajo la égida del convencimiento que muestra Quintín Racionero: “toda experiencia es radicalmente histórica”. A ello me ciño e inicio el rito de los finales de año, el final de este año 2024, con la incertidumbre del futuro, tan acelerado como reiterativo. Sin esa visión de histórica de la realidad no hay otra cosa que desorientación. Por esta razón, trato de establecer un marco contextual de mi propio yo, de los que me rodean y de la amplitud de la nación a la que pertenezco [en última instancia prefiero el término estado a nación, por las condiciones de singularidad que tiene este último término: negativas connotaciones en el relato que he construido para poder explicarme mi inacabada mismidad].


+ Hay extrañas maneras en lo cotidiano, extrañas personas con extrañas maneras, preciso. Gente que tiene la extraña especialidad de retirar, sin motivo aparente, el saludo a cualquiera, tras años y años de saludar. No se puede buscar la explicación para estos comportamientos porque se debe preservar ese misterio que solo incumbe a la religión de la ciudad. Aquellos personajes cumplen una misión secreta: recordarnos que la estupidez habita entre nosotros y no debemos olvidar su presencia. Mensajes que flotan en el aire y que hay que observar sin demora.


+  Un aire que, electrónicamente, llega desde Tánger. No me pregunto nada. No hay misterios. Me gustaría que una niebla recubriese este momento y aparecer un jardín, renovado, joven, sin ambiciones, en un estado de serena indiferencia. No es así. No hay misterios. Una poética que se desarrolla en aviones, hoteles, trenes y coches alquilados. Un simulacro del viaje. La mano amada en lo confines de la noche. Lo automático. Ese aire de Tánger vuelve otra vez. Hoy Tánger, ayer Buenos Aires. ¿Mañana? Viajes que no se concretan, pero palpitan. Su latido refleja los recónditos senderos de la noche, más que una cartografía reductora.


+ A primera vista se reconocieron y en un instante el pasado regresó. 


+ Imagen: en el regreso a casa se hace materia un escenario: siempre ahí, ahora reconocido. A primera vista.

sábado, 14 de diciembre de 2024

El buen gusto y sus opuestos

 


+ El análisis de lo que por buen gusto se entiende puede aportar una serie de indicios sobre el momento actual. En primer lugar, se trata de un concepto erosionado y que ha terminado por desprenderse de los claros y firmes referentes que había hasta hace muy poco. La expansión de las posibilidades de expresión ha cercenado una jerarquía asentada. Hoy la indumentaria o los elementos identitarios más próximos al individuo (música, tatuajes, abalorios…)  no permiten una catalogación con un primer vistazo, una precisa catalogación socio-económica (como sucedía no hace tanto). Son muchas las posibilidades para disfrazarse (que no debe porque tener un matiz peyorativo, sino que alude a lo cambiante, lo festivo, lo carnavalesco como síntoma de libertad). ¿Disfrazarse? Sí y aquí se diluye lo que se entendía por buen gusto. Se ha de tener en cuenta que lo arbitrario es un elemento fundamental en el buen gusto y es el disfraz una herramienta muy útil para desmontar lo convencional y codificado, el disfraz muestra esa misma arbitrariedad de lo aceptado y aceptable. Kant abominaba de los tatuajes y hoy son más que un punto estético, un asunto que tiene que ver con los talismanes y las definiciones de la persona: la identidad. Esto se extiende por las posibilidades del atuendo y, tan variable, se resuelve en que tal buen gusto es un acuerdo que se ha diluido, que no se deja capturar en este preciso momento, que hoy la regla y la medición son otras muy distintas. Descansamos en ello, en la impermanencia.


+ El buen gusto opera como un corte abrupto entre lo bueno y lo malo, pero esta división entre lo aceptable y lo que se debe rechazar cada vez tiene menos peso. Los árbitros de lo correcto han perdido su autoridad y su lugar no lo ocupa nadie porque a nadie le interesa. Pero cabe la posibilidad de que esto sea una simplificación y no haya otra cosa que un emboscarse en la maraña para poder establecer unas reglas nuevas. La ausencia de criterio también es un criterio.


+ La ira como tema, como clave para penetrar en la actualidad. ¿Cómo relacionar el buen gusto con la ira, si es que hay lugar para ello? ¿Se trata de una lucha de identidades y un rechazo a las élites? Describir este momento pasa por no dejar a un lado todo lo que internet ha traído, su historia y su contexto. El contexto que ha creado. Ahí inserto los dos conceptos: la ira y el buen gusto. La ira se mantiene y el buen gusto comienza su agonía, un declive que debe llegar a la muerte para que algo nuevo nazca. La ira es el motor. 


+ Cierto: se ha desvanecido aquel súbito interés que tuve por la fotografía. Duerme la carpeta que abrí hace, ya, casi dos meses. Duerme sin nuevas incorporaciones: enlaces, fotos, textos, sugerencias de libros. Duerme, duerme la fotografía y yo paseo con despreocupada indiferencia: quizá encuentre algún motivo para ilustrar esta entrada. Duerme, duerme. 


+ ¿Pasamos de un orden newtoniano a un orden cuántico? Una idea sobre la política actual que propone, con inteligencia y acierto, Giulaniano da Empoli. [¿Qué relación tiene esto con el buen gusto o el estilo? ¿Cómo se ha roto una suerte canon en las costumbres y la indumentaria, también en la política, paralelamente: los fragmentos se dispersan y, probablemente, sin posibilidad de restauración?]


+ Pensad en las nociones de dinero en las que descansa el concepto de buen gusto, de estilo. Ahí está la clave, dice. El uso del dinero y los resultados que de él se pueden obtener. Y no está tanto en la calidad, sino en un inefable acierto. El estilo, ay. 


+ Imagen: sombras.

sábado, 7 de diciembre de 2024

Diario

 

Madrid

+ Por error escribí “[…] nuestra existencia en este primer cuarto del s. XIX””, pero, ahora, trato de darle un sentido [después de corregir la entrada donde está en el error, la entrada que publiqué el sábado pasado]. ¿Hay relación entre el inicio del XIX y el del XXI? Todo un tema, un abanico que se abre a la especulación.


+ Llueve y hace dos horas que anocheció. La música de Bach en reproducción continua. La redacción. El tiempo y el texto. El tiempo que marca el reloj, el tiempo percibido y el tiempo metereológico forman una unidad compacta. Enlazo lo anterior con lo leído en el inicio de la tarde: la definición y la inducción. Reflexionará antes de dormir sobre el asunto. ¿Son entretenimientos? ¿Es la orquesta que no deja de tocar mientras el trasatlántico se hunde en la inmensidad del mar, el mar de hielo y muerte? 


+ Hay una investigación en marcha, me doy cuenta por ensalmo. Una investigación sobre el mal, en recuerdo de Sobre héroes y tumbas. Me centro en un punto y desde ahí trato de establecer el marco que podría contener esta investigación. Si fuese capaz de trazar esos límites habría logrado mucho. Con todo, hay que determinarse en la determinación. Hay intuiciones claras y no erradas: las redes sociales como mecanismo para esparcir la ira, la ira como combustible de este periodo de intolerancia, el peligro de la intolerancia y el ascenso de personajes que hace un poco serían impensables caricaturas. Hoy son jefes de estado o están en ciernes. Este es nuestro mundo y sabemos, ay, que al consenso se llega después del estallido del conflicto. ¿Puedo ser otra cosa que un observador?


+ Imagen: Madrid, hace dos o tres semanas.

sábado, 30 de noviembre de 2024

Le flanêur

 


+ Pasear. Pasear y charlar. Pasear y guardar silencio. En compañía, en soledad, pasear. La ciudad se despliega y evoluciona con ese caminar sin rumbo ni propósito. No hay nada artístico en esto o, tal vez, sí. Un arte menor, un recodo de lo posible y lo sorprendente. Lugares que se descubren, bares que alumbran lo improbable, fotografía que nunca se habrán de disparar. Es un poco aquello de “prefería no hacerlo”. Casa bien con mi carácter [insisto: el carácter es el destino]. Alumbro una idea que se disuelve en un escaparate que me gusta, que me sugiere mundos entrevistos en la infancia. Es un destello. La conversación es otra cosa, pero hay que encontrarse con la persona adecuada, una sintonía que se articula mediante una armonía de ideas, expresiones y memoria. Lleva tiempo, aunque, si se insiste, se logra. Así han sido estos días de Madrid, cuatro, cinco, tres días. La medida del tiempo no siempre refleja el desarrollo temporal [bien lo sabían los griegos]. La oportunidad, el dibujo de los edificios, los temores al futuro, la estela de la intolerancia, la ingenuidad, el nihilismo que nos guía [otra no hay, porque mucho no se puede esperar]. En fin, días felices que no emboscan el temporal que se gesta. Lo hemos visto, lo hemos constatado. El paseo continúa. 


+ El viaje es una quimera. Somos turistas. No cabe el engaño. Así se resume el espíritu de nuestro tiempo: el desplazamiento, las estancias vacacionales, la compra de recuerdos y la degustación de los platos locales. Hay otros rasgos que caracterizan nuestra existencia en este primer cuarto del s. XXI, que ya casi se ha terminado, pero, este, este en concreto nos engasta en cierta forma de estar: el veloz desplazamiento y la estancia. Luego está el regreso. Los regalos, los comentarios y las anécdotas, las experiencias y los desencuentros. El viaje no, es el turismo el que configura nuestra personalidad, a pesar de que nos cuesta verlo o nos desagrade esa brisa de colectividad, de vulgarización. No somos sublimes sin interrupción, que rogaba Baudelaire, hoy la literatura que nos caracteriza es la de Houellebecq, no la de Charles B.


+ En algún lugar apunto: “la errancia y el límite”


+ “[…] pues son treinta mil los inmortales que se mueve  sobre la tierra y que, envueltos en niebla, vigilan sin cesar a los hombres.” Bowra.


+ Imagen: el paseo y las balizas.

sábado, 23 de noviembre de 2024

El fragmento (y 2)

 


+ Hoy he leído, en la cama, sobre la heroína, aquella droga coloquialmente conocida como caballo. Su tenebrosa presencia en los años setenta y ochenta hacía que esta esta droga fuese la droga por antonomasia, aquel desquiciado camino hacia la ruina. Tras ello, leí un poco sobre la imposibilidad de la biografía. Luego, un artículo donde se intentaba acercar la figura de Maquiavelo al presente [cómo si esto fuese posible, a pesar de que existen rasgos en el pensador italiano fácilmente traspasables, la diferencia entre nuestra sociedad  y aquella se traduce en abismos, por mucho que algunos deseen lo contrario: esto me dejo pensativo: qué permanece del pasado y qué se transforma, las lecciones del pasado válidas y las inválidas, etc.]. Quedó, así, en suspenso una niebla de irrealidad. La lectura es otra droga. Encendí el teléfono y consulté las noticias. La actualidad. El presente. Lo caduco y lo eterno. Desconozco por qué estas lecturas me trasladaron, antes de caer en un profundo sueño, a un bar de paredes de madera, mullidos sillones de cuero y grandísimas copas de cognac. Un sueño que se amasaba en la vigilia, con la misma e inexplicable textura. Pasó la noche y, sin darle importancia, me levante y comencé con las tareas del día. Sin pensar mucho, sin convencimiento, pero con determinación.


+ Elijo la pintura de David Hockney. Ni siquiera es una elección estética. La razón es meramente vital y se enlaza con el disfrute de tener una libreta para dibujar, fijarse en los pequeños detalles y en los objetos, en los rostro y sus inestables expresiones, en la importancia del color. Por ejemplo. Pero es mucho más. ¿Vitalidad? Es esto lo que me hace falta y es lo que ahora me aporta D.H.


+ La misteriosa calidad de una vieja guitarra se manifiesta, principalmente, en su sonido, pero también en esa presencia que se decanta por el paso del tiempo sobre sus materiales: maderas, barnices y herrajes. Su envejecimiento noble, la nobleza del craquelado en el barniz, una hermosa oxidación, huellas de golpes y del rasgueo de los dedos sobre la honesta tabla, la aristocrática tabla. Surge una duda: ¿en qué momento de su curación el instrumento comienza a ser el que es?, ¿cuándo se constituye su naturaleza, antes de ensamblar sus partes, cuando sus partes se escogen, cuando desarrolla su función? Las preguntas, lo sé, son un poco tontas, pero son las preguntas que no admiten una respuesta definitiva porque abren un abanico insospechado. Esto veo hoy. Fragmentariamente me acerco a esta naturaleza porque pretendo establecer un paréntesis, un antes y un después de este breve viaje a Madrid. La guitarra y su constitución atesora en sí una capacidad de síntesis que me sirve para explicarme el proceso que deseo llevar a cabo. Mientras, suena una vieja Torres y no puedo dejar de hacerme la pregunta: ¿por qué una Torres es una Torres, por todo su proceso y materiales o por la etiqueta?


+ ¿He olvidado aquel impulso fotográfico, el gesto del disparo fotográfico? Tal vez sí. Todo pasa y yo entiendo que hay en mí un nervio que disloca la constancia. He aprendido a vivir con esta condición, pero no me gusta. No me gusta porque me ha impedido llevar a cabo empresas. Tanto tiempo me ha llevado aceptarlo que no me acuerdo cuándo fue la primera vez que fui consciente de que hay una posibilidad de modulación, pero no de cambio. El impulso fotográfico se desvaneció y dejó una lección: no tenía importancia.


+ Ayer dibujé en la libreta: es una buena señal. Gestos de los que no se espera nada a cambio. Importa el camino, más que la posada.


+ [Para pensar]: Protágoras: el hombre es medida de la verdad.


+ [Para pensar]: Protágoras: el hombre es la medida de todas las cosas.


+ Imagen: insisto en la idea del desgaste noble de la materia, como metáfora, como vía.

sábado, 16 de noviembre de 2024

El fragmento (1)


+ Busco en el ordenador imágenes de Cuento de verano de Rohmer.  La nostalgia, tal vez. La melancolía, no: es una enfermedad. Llueve muy fino y Monito duerme. Los gatos son así: tienen una capacidad para la indiferencia envidiable. El café está en su punto justo de temperatura y sabor. Una buen noticia. En el horizonte se dibuja Madrid. Días que llegarán, días que pasaran. A veces creo haber entiendo un cierto sentido de la totalidad, entonces me duermo: sueño con mujeres maduras, con complejos trámites administrativos, con coches y motos. El olvido se manifiesta y veo como A. pasa en su bici, al borde de la ría. ¿Todo está en calma? Sí, pero tengo sueño.


+ Tengo pendiente la lectura de algunos libros de poesía; aunque mejor sería decir: lírica. No es tiempo para ello. Me centro en la prosa y me evado en “el mundo griego”. No son caras de la misma moneda, pero se entrecruzan en una suerte de tablero. No es un juego, es la vida.


+ Me sorprendo cuando acierto, la frecuencia que tienen mis aciertos. El secreto: el silencio perruno que tengo, ese observar que se va aquilatando. Está bien así.


+ Antes de dormir leo el periódico que compro el domingo. En concreto, los suplementos que con él vienen. El panorama es muy actual y vuelo sobre los titulares. Entender el presente requiere gran atención y huir de la fluidez que vivir da ayuda, ayuda mucho. Reparar en los detalles constitutivos de lo cotidiano es una gran tarea. En ella me centro y así encuentro alabanzas al capitalismo, el muestrario de problemas mentales, el conflicto de la vivienda o consejos para triunfar de la mano de una mujer que sabe que miente ¿[qué argumenta y qué pretende?]. Hay oposiciones significativas: la juventud herida y precaria frente al banquero que afirma que en Occidente la pobreza no existe, la mujer que alegre señala que todo lo que uno se proponga lo puede conseguir, la colección de adminículos carísimos e innecesarios, la voluntad de un escritor que se hace solida en sus deseos de lujo y lejanía. Entonces, antes de caer en las simas del sueño, analizo lo leído. Se desgaja la marmórea realidad del periódico y los fragmentos definen el momento, mucho más que su propia suma. El fragmento, ese es nuestro signo.


+ Imagen: la rutina diaria, también: un fragmento.

sábado, 9 de noviembre de 2024

El observador



+ Los días de otoño no reflejan nada, salvo aquello que en ellos queramos depositar. Me dejo llevar y estudio algunos fragmentos de realidad de la mañana con indiferencia. He conseguido, durante un lapso considerable, el mirar del perro. Un perro, qué poco, qué grandeza.


+ Los bulos son uno de los rasgos que definen nuestro tiempo. Una forma de influir en la sociedad que no se comprende sin los teléfonos y sus posibilidades [ahí está su depósito]. Sin la deriva de las aplicaciones y las redes sociales cibernéticas no existirían los bulos que hoy nos acosan. He leído, y leo, al respecto, pero todavía no tengo una idea clara, aunque los indicios apuntan hacia un algo no precisamente bueno, provechoso. Vislumbro sus peligros y la complejidad de desarmar su poder, pero, también, la necesidad de operar sobre su capacidad de esparcir la mentira. En definitiva, creo que son lo contrario a las instituciones, pilares de la democracia. Su toxicidad la tengo muy presente estos días. Denuncias anónimas, mentiras sangrantes, expertos que no son otra cosa que charlatanes que se arrogan la máscara del periodista, charlatanes que se resuelven en comunicadores o inquisidores. El imperio de la verdad se ve suplantado por una voluble catarata de intereses y detracciones. Ahí está el problema, más fácil de describir que de solucionar, pero, con todo, ¿quién puede acometer esta tarea?


+ ¿Era Borges quien decía que, como a todos los hombres, le tocaron tiempos malos para vivir?


+ Incido en mi condición de observador.


+ Glen Gould murió con 50 años. Escucho las variaciones y encuentro esa dimensión arquitectónica de lo sublime [en su único sentido posible hoy para mí: el que Romanticismo me aporta: la inmensidad y la insignificancia del hombre, del observador].


+ ¿Cuál es el punto de vista en la tarea del observador? ¿Le conduce, tal vez, a la acción? El nihilismo no resulta paralizante, pero aporta una lucidez que muestra la falta de sentido de enfrentarse a las corrientes del tiempo. El observador es un nihilista.¿Hay que enfrentarse a la deriva observada? Sin duda, pero se aparece como un esfuerzo baldío. Problemas que no tienen solución. Basta acercarse, dice, a textos previos al ascenso del nazismo para darse cuenta de que hay un algo irremediable que avanza sin posibilidad de contenerlo, una marea oscura, que habita en el corazón de la masa. La masa suma individuos porque su alimento es el desanimo, la desilusión y la pobreza a la que no hay manera de darle solución. Ha ganado Trump y la incógnita se abre, ¿quién será el próximo alcanzar la soberanía, más próxima al absolutismo que a la democracia? Está escrito ya, dice el observador mientras se esconde en su mismidad.


+ Imagen: el otoño no refleja nada, su opacidad hoy se impone.



sábado, 2 de noviembre de 2024

La pureza de lo indiscutible

 


+ El crimen es un martillo que constantemente golpea. Algo escucho sobre la violencia de los simios superiores. “Los machos más agresivos con las hembras son los que más descendencia tienen. Estos primates intimidan más a sus parejas cuanto más grande es el grupo de rivales” [entradilla de El País, 13/11/2014]. La cita está extraida de  un libro de un célebre primatólogo. A ello se añade lo siguiente: "En la naturaleza, a veces los machos se salen con la suya, porque pueden distanciarse del grupo llevándose a una hembra de safari para evitar las intrusiones de terceros. Hasta pueden blandir ramas a modo de armas para obligar a las hembras a aparearse. Pero en cautividad es imposible quitarse de en medio y a menudo he visto cómo los machos cuyos avances sexuales eran demasiado insistentes suscitaban una ruidosa protesta de la hembra, a cuyos gritos acudía una masa de hembras que la ayudaban a poner en fuga al acosador" [Frans De Waal] El título del artículo es “La violencia sexista de los chimpancés”. Los chimpancés y los humanos son las únicas especies que se atacan entre sí de manera organizada. Queda abierta la discusión porque subyace una idea de determinismo que a mí me parece incontestable. No soy capaz de resolver la ecuación. 


+ Sin embargo, los chimpancés también muestran comportamiento éticos y, al tiempo, sienten la angustia de la muerte, que no deja de ser el inicio de lo humano: esa conciencia de la propia finitud.


+ El título que encabeza la entrada surgió en un paseo con C. La conversación giraba sobre un viejo debate entre las ciencias de la naturaleza  y las ciencias que se alejan de este ámbito para fundar disciplinas en las cuales los resultados resultan más discutibles o donde el discurso es tan importante como el dato en sí mismo. Ponía, yo, en lo alto a matemática y la lógica. Luego, todo lo demás. Una forma de verlo, una verdad construida finalmente. Pensé, más tarde, en el sintagma y nada concluí, salvo que no sonaba mal. Poco más. Se puede ampliar su contexto, me dije y lo llevé hasta las cuestiones donde parece no haber discusión, esos puntos donde todos nos ponemos de acuerdo porque, socialmente, parece lo mejor, a pesar de que vaya en contra de derechos fundamentales. Surge la duda si se debe primar lo deontológico o teleológico. La ley en sí misma y el objetivo moral de la ley. Ahí quedó, sin solución de continuidad.


+ Ordenar es establecer un conocimiento.


+ “Si el νοῦς es propio del ser, lo que se está diciendo que toda la sacralidad, ese acto soberano está en él, por lo tanto, ya no está en los dioses.” Tomado de Quintín Racionero de las lecciones en línea sobre la filosofía griega, en relación con Anaxágoras. Este punto de ruptura me sirve para avanzar o para consolidar posiciones sobre creer y no creer, donde siempre hay un margen para la indefinición. No me queda más remedio que relacionarlo con lo expresado por Aquiles en la Íliada: nada es la gloria de los muertos en comparación con la vida, aunque esta se considere de un nivel inferior: la vida de un criado o de un esclavo. El día continua con sus afanes, pero el gobierno de lo finito impone su ley, su soberanía. La soberanía del tiempo es el ámbito de lo indiscutible.


+ Algunas dudas sobre sintaxis, lexicología y pragmática, que no sé si las he resuelto adecuadamente, pero la semilla queda sembrada. El interrogante germina, finalmente.


+ Un manual es una caja de herramientas. En la línea de Foucault. 


+ Días extraños y poco productivos, días que contrastan con afanes sólidos y duraderos. Mientras, la vida pasa. No hay remedio. Es el aire del nihilismo que habita en nuestros días. Acusaciones, asesinatos, juicios, periódicos que dan cuenta de los asuntos y un cierto velo de irrealidad. Me planteo debates morales que afectan al derecho [la presunción de inocencia y la denuncia anónima] y a la convivencia, pienso en la deontología y la teleología, si las reglas hay que cumplirlas por sí mismas o porque hay un fin que las justifica. La complejidad de la realidad me abruma [como me abruman las dimensiones que se contemplan desde la ventanilla del avión], como esos paisajes románticos donde el espectador es un perfil irrelevante. No creo que haya pureza en lo indiscutible, pero así se presenta hoy. 


+ Imagen: La realidad que se transforma en lo abstracto, en las primeras horas del día. Cables y una pintada, que fuera del contexto son otra cosa: informalismo abstracto. 


sábado, 26 de octubre de 2024

La foto y el arco que describe


+ Me he olvidado, un poco, de la fotografía. Abrí una carpeta en el escritorio del ordenador, escribí algunas notas y lo dejé a un lado, con sus textos, enlaces e imágenes. Me compraría un grueso volumen sobre la fotografía española, recuperaría mi cámara y potenciaría las fotos de mi móvil, lo que se equipara con disparar un cierto método. Eso pensé y nada de ello he hecho. Recupero la palabra ‘método’ y su significado griego: más allá del camino o reflexión sobre el camino, sobre su traza, ancho y dirección. Y el camino se ve interrumpido, sin continuidad. No es triste, pero sí un reflejo de una inconstancia, de los  arrebatos y de un depuesto interés. Fue un relámpago y solo lo tiene continuidad en el anhelo. Conservo el anhelo y como iré próximamente a Madrid trataré, allí, de recuperarlo. Al menos, cuidaré el espectador que hay en mí y veré el espectáculo de la ciudad en esta órbita antes trazada. Finalmente, se trata de la fotografía sin cámara, una manera de estar [ahora se me ocurre, aunque ya lo había pensado mucho antes]. Por ahora, lo dejo.


+ Imagen: Hoy el texto es breve, la imagen intensa. Recuerdo el disparo. En Sevilla. Estaba destinado a llegar hasta aquí. Me interesa esa curva, el arco que describe, la transición desde el momento en que se aparece la imagen y el momento en que se cuelga. Constato, así, la idea de abstracción, los muros y lo pictórico. Podría ser una serie, pero no llegará a tal. Hoy, casi en soledad, aquí queda.


sábado, 19 de octubre de 2024

Secretos



+ No tengo grandes esperanzas respecto a mis dibujos, pero, sin embargo, me resultan muy gratificantes. Ambos juicios no son contradictorios. No espero nada y obtengo un gran beneficio. El beneficio reside en el resultado de una tarea irrelevante y secreta, tan íntima que casi nadie la conoce. He desarrollado una suerte de sistema: dibujo del natural y he terminado por establecer un número limitado de motivos, que van desde lo urbano al detalle de los cafés de los que disfrutamos, sillas, mesas, paraguas o ventanas […] Me he inspirado en algo que le vi hacer a David Hockney en un documental en línea. La idea de tomar la realidad para mí me interesa mucho. Dibujo, luego en casa coloreo. Siempre en pequeñas libretas de bolsillo, siempre con mi portaminas, tan viejo ya, siempre con los colores que compré hace ya casi tres años. No es algo importante y ahí esta su fuerza. Lo hago y no espero nada, es un hacer por sí mismo, un hacer que, al menos es mi impresión, cancela el tiempo. El momento de la línea o el momento del color suspenden una cierta celeridad y me tranquilizan. Podría patentar como terapia este hacer, pero ni siquiera se trata de eso. Es un secreto.


+ Esta escritura, también, es un secreto. Se enlaza con lo anterior, en tanto en cuanto acto íntimo y no traspasable.


+ Oigo decía a alguien que  “lo que se hereda no se compra.” Bien. Determinismo, sin duda. Me agrandan  las posibilidades interpretativas que se despliegan. 


+ Hay una serie de normas que me he impuesto. La primera es no borrar. Sobre estas gravitan todas las demás. Cuando dibujo queda lo que queda. Alguna vez he borrado, pero entiendo que, en este sistema de dibujo y coloreado, no tiene sentido desechar porque lo imperfecto es un reflejo importante e interesante del momento. Tampoco arranco hojas de las libretas. Tiene que ve con una palabra que me gusta especialmente: fluir. Borran líneas o romper hojas va en contra del verbo fluir. La corriente de agua que se aleja no admite correcciones. Leo sobre el dibujo a mano alzada y la poesía que contiene admite el paso de esa idea a la bendita limitación del verso bien medido, el endecasílabo [que en este momento me resulta el más adecuado]. En fin, las normas en lugar de restar liberta, coadyuvan ese elevarse del vuelo. Aunque no exista un propósito, salvo el hacer en sí mismo, las restricciones subliman el hecho mismo. [Pienso, tras lo escrito, en los dibujos de Rafael Moneo y trato de establecer una conexión entre esto y lo construido].


+ En el ínterin, nos debatimos entre el ser y el pensar. Toda una aventura secreta, que reluce en las últimas horas del día y se expande en la promesa del siguiente.


+ Le preguntan a Thomas Bernhard qué importancia tienen en su literatura los lugares a los que va de vacaciones. “Los dos lugares más importantes son el lugar donde se nace y el lugar donde se muere.” En otro lugar habla de injusticia de las habitaciones individuales [que yo he sufrido en más de una ocasión, en otras las he disfrutado]. Habla de ciudades, de gente, trabajos y su escritura, esa práctica. Hoy leí cosas sobre él, en algún momento de la mañana y ese zumbido ha quedado vibrando. Recordé lo leído. Recordé el libro de entrevistas televisivas que compré hace años y lo recuperé [es de aquí de donde he entresacado esas dos citas]. El papel del lector tal vez sea este: navegar despreocupadamente y no emitir juicio. Si la lectura es solitaria de por sí, en mi caso se ve aumentada. Que quede claro: nunca me apuntaría un club de lectura.


+ Busco algo de Thomas Bernhard y cojo una cita: “La ciudad, poblada por dos clases de personas, los que hacen negocios y sus víctimas, sólo es habitable, para el que aprende o estudia, de forma dolorosa, una forma que turba a cualquier naturaleza, con el tiempo la disturba y perturba y, muy a menudo, sólo de forma alevosa y mortal.” Esta extraída de El origen, en un tomo que se lleva el título de Relatos autobiográficos. En la portada aparece el autor entregado a uno de sus placeres: la lectura de periódicos en los cafés de Viena [quizá de cualquier otro sito]. Ahí, en ese placer recóndito, me situó yo, hoy, quizá mañana: la reposada lectura de los periódicos en los cafés [en el descanso en el trabajo lo práctico casi todos los días laborales].


+ Imagen: recorte.


sábado, 12 de octubre de 2024

Los raros



+ Persiste la lluvia. Hace viento. Leo, escucho música, me entretengo con pensamientos vagabundos (el sintagma pertenece, quizá, a una canción de “Radio Futura”). La música se desliza con asombrosa fluidez, es una suerte: la música en línea. Esto me lleva a pensar en aquellos que rechazan el presente y suspiran por un pasado que nunca existió. El equilibrio es necesario, pero la melancolía no me me parece algo precisamente positivo. El tiempo que tenemos es el que abarca desde nuestro nacimiento hasta nuestra muerte y todas la etapas que jalonan el camino son vida y, por lo tanto, nuestro tiempo. Hoy es mi hoy, porque no hay otra. NI pasado, ni futuro. Al mismo tiempo, cada vez con mayor frecuencia, desprecio esas máximas basadas en una suerte de pseudo estoicismo que apuntan a que se debe vivir el presente, que desembocan en horribles tatuajes con un carpe diem sin aliento, o con un error garrafal: carpe día. Todo apunta a la renovación, en lo diario. Qué es lo que sostiene esa ilusión. No lo sé. La lluvia parece contener una enseñanza: el que resiste gana (ese era el lema de Camilo José Cela, cuánto tiempo). Ni resisto, ni gano, porque ni lucho, ni juego.


+ Las indagaciones que he realizado, mientras llovía, en los asuntos históricos que me ocupan me conducen a dudar de toda posibilidad de precisar la relación entre los hechos y su narración. Hay un punto donde esta relación se romper y pasa de una suerte de ciencia a un relato personal, donde el peso del narrador es tan importante como lo narrado. Es un equilibrio, es una mezcla donde lo segundo no debe tener un peso superior a lo primero, ni siquiera la mitad o la cuarta parte de lo primero. ¿Un uno por ciento? No existe un grado cero en la escritura. No se puede dejar a un lado la ficción, el método novelístico recubre su carácter primordial. Finalmente, hay que fiarse del escritor y sus intuiciones, de lo que propone y de lo que niega. Los indicios. Las explicaciones con el paso de los años varían porque la historia es mucho más que el registro de los hechos, me digo y continúo. Su alcance traspasa el presente y se dirige hacia el futuro. [He leído varias explicaciones sobre el asesinato de Villamediana y ninguna me convence o el convencimiento que obtengo es parcial. Todas podrían ser válidas o ninguna lo es. No hay datos, simplemente y eso abre tantas posibilidades que todas las cierra. ¿Hasta dónde puedo trasladar esta idea? Lo sé. Ya no son horas. Debo retirarme. Mañana será domingo y seguiré con lo mismo].


+ Los cuerpos se diluyen en lo fotográfico, toda fotografía es pasado, constatación de la fragilidad, lo temporal y la ceniza donde la vida termina.


+ He apuntado el nombre de un escritor esta mañana, Ángel Vázquez. Nació en Tánger en 1929 y murió en Madrid en 1980. Entre las fechas ganó el Premio Planeta de casualidad [quien debería haberlo ganado había presentado su novela en otra editorial y estaba a punto de ver la luz]. Bien. Ángel Vázquez es un raro, se aparta de lo que se espera y, al mismo tiempo, su malditísimo recubre todo acercamiento a su obra y a su persona. O al contrario: el acercamiento a la obra está condicionada por la idea que se ha elaborado de su persona. Nos interesa particularmente la biografía y, eso espero, su unión con su obra [esperar es equiparable a que llegue la novela que ganó el premio antes citado]. Con todo, a penas escribió tres novelas y nueve o diez cuentos. Su vida es extraña. Extraños trabajos, extranjero en la ciudad donde nació, alcoholizado muere en un pensión de la calle Atocha a la que llamaba “la mansión de Dracula”.  Marcado por una infancia complicada, con el veneno de la lectura en las venas, sin remisión entregado a la escritura: esa enfermedad moral cuya cura es la práctica misma. Una orden que proviene del interior, una diosa doméstica que nos obliga a rendirle pleitesía sin obtener nada a cambio o muy poco. En un recuadro de un periódico se puede leer en referencia al premio: “Ángel Vázquez terminó su novela en seis días antes de cerrarse el plazo. Escribe para distraerse, no está satisfecho con su obra y no tiene proyectos inmediatos.” Son las afirmaciones sobre el ganador del Premio Planeta que están pensadas para hacer apetecible la lectura, ya que se trata de un raro. “No tiene proyectos inmediatos”, reza la última frase, que habla para España y la crónica se fecha en Casablanca. En primer lugar, debo confesar que no sabía nada sobre él y que emergió en un búsqueda sobre la haquetía o jaquetía (ese dialecto del Norte de Marruecos propio de los judío sefardíes). El interés fue súbito e inexcusable. Hay algo que me conecta con la idea que me puedo hacer. Se eleva mientras busco imágenes de Tánger, de sus calles, de la librería donde trabajó Ángel Vázquez, pienso en los humildes y deslavazados trabajos que le dieron un poco de cobijo y encuentro cierta simetría con la figura de Pessoa. Ahora, que es miércoles, espero que llegue el libro que he comprado por menos de tres euros y así vuelvo a esa plegaría que elevo en las librerías de lance, tan caras a internet. Así, espero. Ay, los raros.


+ Y como decía aquella pintada: “Raras somos todas.”


+ Me interesan los obreros [ahora: operarios ]del arte. Los humildes flamencos que fuimos a ver en Sevilla, el libro de Ángel Vázquez que acabo de pedir, fotos que encuentro y no tienen firma. Yo también contribuyo a este conjunto porque, al menos, tenemos una propiedad en común. El trabajo por el trabajo con ningún otro reconocimiento, salvo el trabajo en sí y, en el mejor de los casos, alguna retribución, mayor o menor, pero deficiente.


+ Visiones de personas en una sala de espera: sus gestos, la atención que ponen a sus teléfonos, la disposición propia de las sillas, la funcionalidad sobre toda circunstancia. Ahí reside lo fotográfico, lo que hoy entiendo y quiero entender como fotográfico.


+ Imagen: la maquinaria y su resultado; si lo examinamos en detalle, hasta llegar a su desautomatización, también resulta raros; aquí habitan los raros, aunque ellos no lo sepan. El pequeño detalle arquitectónico, aislado, responde a ese proceso que rompe lo dado.