sábado, 9 de noviembre de 2024

El observador



+ Los días de otoño no reflejan nada, salvo aquello que en ellos queramos depositar. Me dejo llevar y estudio algunos fragmentos de realidad de la mañana con indiferencia. He conseguido, durante un lapso considerable, el mirar del perro. Un perro, qué poco, qué grandeza.


+ Los bulos son uno de los rasgos que definen nuestro tiempo. Una forma de influir en la sociedad que no se comprende sin los teléfonos y sus posibilidades [ahí está su depósito]. Sin la deriva de las aplicaciones y las redes sociales cibernéticas no existirían los bulos que hoy nos acosan. He leído, y leo, al respecto, pero todavía no tengo una idea clara, aunque los indicios apuntan hacia un algo no precisamente bueno, provechoso. Vislumbro sus peligros y la complejidad de desarmar su poder, pero, también, la necesidad de operar sobre su capacidad de esparcir la mentira. En definitiva, creo que son lo contrario a las instituciones, pilares de la democracia. Su toxicidad la tengo muy presente estos días. Denuncias anónimas, mentiras sangrantes, expertos que no son otra cosa que charlatanes que se arrogan la máscara del periodista, charlatanes que se resuelven en comunicadores o inquisidores. El imperio de la verdad se ve suplantado por una voluble catarata de intereses y detracciones. Ahí está el problema, más fácil de describir que de solucionar, pero, con todo, ¿quién puede acometer esta tarea?


+ ¿Era Borges quien decía que, como a todos los hombres, le tocaron tiempos malos para vivir?


+ Incido en mi condición de observador.


+ Glen Gould murió con 50 años. Escucho las variaciones y encuentro esa dimensión arquitectónica de lo sublime [en su único sentido posible hoy para mí: el que Romanticismo me aporta: la inmensidad y la insignificancia del hombre, del observador].


+ ¿Cuál es el punto de vista en la tarea del observador? ¿Le conduce, tal vez, a la acción? El nihilismo no resulta paralizante, pero aporta una lucidez que muestra la falta de sentido de enfrentarse a las corrientes del tiempo. El observador es un nihilista.¿Hay que enfrentarse a la deriva observada? Sin duda, pero se aparece como un esfuerzo baldío. Problemas que no tienen solución. Basta acercarse, dice, a textos previos al ascenso del nazismo para darse cuenta de que hay un algo irremediable que avanza sin posibilidad de contenerlo, una marea oscura, que habita en el corazón de la masa. La masa suma individuos porque su alimento es el desanimo, la desilusión y la pobreza a la que no hay manera de darle solución. Ha ganado Trump y la incógnita se abre, ¿quién será el próximo alcanzar la soberanía, más próxima al absolutismo que a la democracia? Está escrito ya, dice el observador mientras se esconde en su mismidad.


+ Imagen: el otoño no refleja nada, su opacidad hoy se impone.