+ El análisis de lo que por buen gusto se entiende puede aportar una serie de indicios sobre el momento actual. En primer lugar, se trata de un concepto erosionado y que ha terminado por desprenderse de los claros y firmes referentes que había hasta hace muy poco. La expansión de las posibilidades de expresión ha cercenado una jerarquía asentada. Hoy la indumentaria o los elementos identitarios más próximos al individuo (música, tatuajes, abalorios…) no permiten una catalogación con un primer vistazo, una precisa catalogación socio-económica (como sucedía no hace tanto). Son muchas las posibilidades para disfrazarse (que no debe porque tener un matiz peyorativo, sino que alude a lo cambiante, lo festivo, lo carnavalesco como síntoma de libertad). ¿Disfrazarse? Sí y aquí se diluye lo que se entendía por buen gusto. Se ha de tener en cuenta que lo arbitrario es un elemento fundamental en el buen gusto y es el disfraz una herramienta muy útil para desmontar lo convencional y codificado, el disfraz muestra esa misma arbitrariedad de lo aceptado y aceptable. Kant abominaba de los tatuajes y hoy son más que un punto estético, un asunto que tiene que ver con los talismanes y las definiciones de la persona: la identidad. Esto se extiende por las posibilidades del atuendo y, tan variable, se resuelve en que tal buen gusto es un acuerdo que se ha diluido, que no se deja capturar en este preciso momento, que hoy la regla y la medición son otras muy distintas. Descansamos en ello, en la impermanencia.
+ El buen gusto opera como un corte abrupto entre lo bueno y lo malo, pero esta división entre lo aceptable y lo que se debe rechazar cada vez tiene menos peso. Los árbitros de lo correcto han perdido su autoridad y su lugar no lo ocupa nadie porque a nadie le interesa. Pero cabe la posibilidad de que esto sea una simplificación y no haya otra cosa que un emboscarse en la maraña para poder establecer unas reglas nuevas. La ausencia de criterio también es un criterio.
+ La ira como tema, como clave para penetrar en la actualidad. ¿Cómo relacionar el buen gusto con la ira, si es que hay lugar para ello? ¿Se trata de una lucha de identidades y un rechazo a las élites? Describir este momento pasa por no dejar a un lado todo lo que internet ha traído, su historia y su contexto. El contexto que ha creado. Ahí inserto los dos conceptos: la ira y el buen gusto. La ira se mantiene y el buen gusto comienza su agonía, un declive que debe llegar a la muerte para que algo nuevo nazca. La ira es el motor.
+ Cierto: se ha desvanecido aquel súbito interés que tuve por la fotografía. Duerme la carpeta que abrí hace, ya, casi dos meses. Duerme sin nuevas incorporaciones: enlaces, fotos, textos, sugerencias de libros. Duerme, duerme la fotografía y yo paseo con despreocupada indiferencia: quizá encuentre algún motivo para ilustrar esta entrada. Duerme, duerme.
+ ¿Pasamos de un orden newtoniano a un orden cuántico? Una idea sobre la política actual que propone, con inteligencia y acierto, Giulaniano da Empoli. [¿Qué relación tiene esto con el buen gusto o el estilo? ¿Cómo se ha roto una suerte canon en las costumbres y la indumentaria, también en la política, paralelamente: los fragmentos se dispersan y, probablemente, sin posibilidad de restauración?]
+ Pensad en las nociones de dinero en las que descansa el concepto de buen gusto, de estilo. Ahí está la clave, dice. El uso del dinero y los resultados que de él se pueden obtener. Y no está tanto en la calidad, sino en un inefable acierto. El estilo, ay.
+ Imagen: sombras.
