sábado, 29 de octubre de 2022

El viaje relámpago

+ [In media res]: El comienzo se establece en el momento de salir de la reunión y subir la cuesta que me lleva al intercambiador de Moncloa, donde no entraré. Bajé Princesa y me entretuve en la Plaza de España y me di cuenta de que no tengo ambición. Así podrían comenzar la novela que no escribiré por eso mismo, por falta de ambición. Lo que sigue, pues, no es otra cosa que un texto autobiográfico; y, qué otra cosa cabe aquí, si esto es un diario. ¿O no?

+ Mientras hago mi ejercicio diario en mi bicicleta de spinning reflexiono sobre lo que escucho en la radio pública francesa. Esta meditación sólo se da los sábados, pues el resto de la semana utilizo música, una música bailable. se podría decir; estas elecciones las dejo a un lado, pues no es de esto de lo que deseo hablar. Bien. Hoy he estado escuchando un podcast sobre Georges Perec. Sabía que era judío pero no sabía la importancia que tiene ello en su obra. Aunque los suponía, lo plástico, también, tiene un peso considerable. Una vez asumidos los dos condicionantes, regreso a un nivel superior: qué determina la posición del lector ante una obra, porque el lector ante la obra nunca se presenta en blanco. Ya la materialidad del libro condiciona, pero, todavía antes, cómo se llega a este libro no a aquel es otro de los interrogantes que establecen marcos anteriores a la primera página que leeré. [En realidad y un sentido extraño, no deja de ser la reflexión anterior un aviso previo al largo día que pasé en Madrid el lunes siguiente].

+ A raíz de una lectura me llega una cita del historiador suizo J. Burckhardt, La cultura del renacimiento, Barcelona, Iberia, 1979, p. 102, donde para cimentar el concepto de destierro, se recurre en relación “al desarrollo de la individualidad [...] [que] debe considerarse que el destierro, o aniquila al hombre, o contribuye en grado máximo a su formación” En realidad, como todo: lo que no mata engorda, lo que no mata te hará más fuerte. Resistir, esa es la cuestión, no dejar que nos doble el desánimo. El destierro, tan físico como espiritual, es una constante a lo largo de la vida. Se suma a ello la imposibilidad de detectar ciertos movimientos que nos conducen a su implantación. ¿Estoy desterrado? Quizá lo estuve, quizá ya no lo esté.

+ Cuidado con ciertos libros, que en lugar de leerlos tú ellos ellos te leen a ti. Agazapados, te esperan.

+ [Madrid]: El avión despega a las siete menos veinte de la mañana. Voy con tiempo y me salto la salida que conduce al aeropuerto. No tengo más remedio que acelerar y buscar una salida que me devuelva al camino perdido. La encuentro. La barrera no se abre. Llamo por el interfono y nadie responde. No me pongo nervioso y me enfado. Sale un peajista y soluciona el problema, creo que estaba durmiendo y los golpes que le di a la caja de la barrera lo despertaron. Atravieso la oscuridad, luces, pueblos, una carretera ancha con vías de servicio, debo deshacer el camino. Los minutos corren. Lo consigo y estoy entrando en el aeropuerto. Las luces son espectrales, no hay tráfico, me deslizo por la rampa y estaciono el coche. Paso el control y soy el último en subir al avión. No lo he perdido.

+[Madrid 1]: Dentro del avión, en mi plaza, ya, comienzo a leer lo de Zamora-Bonilla, En busca del yo. He esperado por esta la lectura durante meses y cuando súbitamente decidí ir a Madrid me pareció indicada para el viaje relámpago. Abro el libro y compruebo, no sin agrado, que resultado de mi interés. Se hace esperar el capítulo sobre el libre albedrío, tema de mi interés donde los haya. Cierro el libro y pienso en las cabezas pensantes que me acompañan durante el viaje; al tiempo, rechazo el solipsismo. He de asistir a una conferencia de Clara Sánchez, la novelista. La mente invocada por la autora se unirá a lo leído en el avión, pero eso tiene, más bien, poca importancia. Lo importante es la sensación de extrañamiento que me embargó cuando me desvié de mi camino. Ay, “en el medio del camino de la vida…” Pensé en el éxito y el el fracaso mientras observaba, sin prestar atención, el ordenador de mi compañero de viaje. Las personas que viajaban conmigo, en su mayoría, lo hacían por motivos de trabajo: resultaba obvio.

+ [La novela de la vida]: Pensé en que me hubiera gustado tener algo que contar, algo que llenase una novela, pero no ha sido así. Pensé que resultaba decepcionante, pero me di cuenta que es solo un punto de vista. La inspiración me viene de una manera extraña, dijo la mujer, como si tuviese un horario de oficina, un algo que hacer, un algo que resolver, como si gestionase asuntos. Y surge la chispa. La chispa provoca el incendio. “La literatura como provocación”, asunto formalistas y alejados de mi momento, soy otro, me dije. Lejano y extraño, desde el asunto de mi extravío camino del aeropuerto me embarga ese sentimiento de extrañamiento que todo lo decolora. Me gusta el gris que se extiende. Solo es un punto de vista. Y entonces le pidieron que firmase sus libros y no me gustó, solo era una mujer que se adentraba en la senectud y no tenía mucho que contar. Yo todo lo que dijo ya lo sabía y podía estar de acuerdo. La estudié. La mujer habló de documentación y de que ella no la necesitaba. La soledad, me dije, la soledad nos trabaja y la soledad es un reflejo. Yo estaba solo en el viaje relámpago.

+ [Madrid 2]: Llegué a Madrid y crucé la ciudad en metro. Siempre resulta agradable estudiar al paisanaje. La ropa, los teléfonos, los zapatos, peinados, gestos y las expresiones, atenuadas por las mascarillas y el influjo de los teléfonos. En ello pensé mientras consultaba en el mío unos libros en línea, una páginas de Santa Teresa. La Santa de Ávila en mi teléfono. Ay, las pantallas y los textos. Pero es el teléfono un foco de distracción asombroso y a ello me sumo. Así, arribamos a la estación de Moncloa, salí a la calle y me adentré en el camino que me lleva hacia La Ciudad Universitaria, no sin antes comprar una deliciosa caracola de mantequilla y canela. Un poco cara, pero muy buena. Siempre voy a esa panadería, me gusta establecer costumbres como nexo de unión con la ciudad. Luego llegó la tristeza.

+[Madrid 3]: La tristeza es un sentimiento que me asalta a veces. No son depresiones pero el mundo carece de color, en un instante. Decidí pasear por Madrid y, tras un largo paseo, me dirigí al aeropuerto, con la intención de leer un rato. No lo conseguí y regresé a la observación. La novela de la vida estaba servida, con independencia de si tomaba forma de texto, o no.

+ Imagen: Foto en el regreso, una piscina entrevista.

sábado, 22 de octubre de 2022

Las contradicciones

peaje

+ Un repaso por las figuras retóricas me lleva al término oxímoron. Creo que es una palabra que tiene una cierta actualidad y se emplea con delectación. Resultaría digno de estudio la manera en que algunas palabras y conceptos se cuelan en el lenguaje periodístico, en las columnas, y cómo estas palabras terminan por deslizarse hasta el lenguaje de la calle, se erosionan y, al final, se unen a sabe dios qué para constituir una caja vacía en la que cabe casi cualquier cosa. La contradicción que el oxímoron implica se podría traducir en lo inefable, pero yo pienso es en el ámbito político en su mayor extensión, desde el político profesional al hombre de la calle. Y se trata, cómo no, de resaltar la falta de coherencia del adversario, de su discurso o de su comportamiento. Como una flecha, vuela la palabra y se eleva desde la tribuna, desde el micrófono. Como si la incoherencia del hablante restase verdad a un enunciado. No es un cálculo de predicados, es retórica y la retórica ni es buena ni mala, solo es una herramienta. Sigue el discurso y la persuasión es la meta, bien para motivar al votante, bien para desmotivar al contrario. Observo y tomo nota de una palabra que resuena después de escucharla hoy dos veces en la radio.

+ Lunes, un extenso artículo sobre la serotonina. Conclusión: resultan erróneos los presupuestos hasta ahora empleados en la depresión, pues no hay una relación entre los niveles de serotonina y la enfermedad. Bien, el articulista se refiere a estudios científicos que ponen en duda esta verdad admitida. Se hila el artículo hasta llegar a la conclusión de que la causa de las depresiones, de muchas depresiones, no es otra que la precariedad del proletariado, de aquellos que lo único que poseen es la fuerza de su trabajo. El paro y la amenaza del paro, la perspectiva que ofrece el sistema de pensiones, la inestabilidad laboral, la vivienda, la ausencia de vínculos afectivos o la soledad de los ancianos, la ciudad en sí y por sí, el vacío y lo cotidiano. El largo muestrario de los dolores que sufre el proletario se traduce en una pesadumbre mineral, engastada en lo diario. Sí, la vida es dolorosa. El dolor y la vida van de la mano y, por contraste, cierta alegría llega en algunos momentos, pero todo tiende hacia lo que tiende, hacia la muerte. Esta igualación es un bálsamo para los que no tienen preocupaciones, pero cuando estas son más fuertes que la indolencia y el aburrimiento, la muerte tiene más de liberación que de esclavitud. ¿Y la serotonina? Lo he olvidado.

+ [Villamediana]: “Este es, pues, nuestro héroe: bello culto y galán, delicado y grosero, verídico y mendaz, espiritual y descreído, generoso, liberal y tahúr, mesurado e histérico, agudo y ciego, arrogante y pueril, ensimismado y ostentoso, discreto, afable, calumniador y sin respeto alguno.” (Rosales, 1969: 171 y 172)

+ Leo con atención, otra vez, la descripción que de Villamediana hace Luis Rosales. La contradicción es el rasgo relevante, sin duda,  la aguja que determina su norte, la esfera que todo contiene. En esta extraña vida que debo reconstruir se da el blanco junto al negro, la virtud unida al pecado y, al tiempo, me pregunto si es correcto emplear la palabra reconstruir. ¿Reconstruir? No es la palabra más adecuada, termino por decidir, porque toda biografía resulta una creación que parte de ciertos materiales con mayor o menor ligazón con una realidad contrastable. Así, la biografía es un trabajo donde se aúnan dos relatos, el visible, el del biografiado, y el subterráneo, el del biógrafo. Según esto último, ¿qué me liga a mí al autor? Sin duda, se trata de la contradicción. La contradicción, en mayor o menor medida, se presenta en ámbitos muy distintos de mi vida, ámbitos que se oponen y se complementan. Conduzco, escucho música clásica, reflexiono sobre el determinismo y el indeterminismo, acepto lo uno y rechazo lo contrario y a la vuelta vuelo hacia la oposición, pienso blanco y digo negro, guardo silencio y me veo en el espejo, me reconozco y sé que soy aquel que no fui y todo se resuelve en contradicciones sucesivas. El perfil preciso del carácter nos da una idea del futuro, algo que con los años se aprende. Pero no resuelvo, por el momento.

+ Poco más en esta semana lluviosa, con los preparativos de un viaje relámpago a Madrid y la ilusión de otro que nos llevará, a C. y a mí, hasta una casa rural, un viaje sin muchos preparativos, salvo las cuestiones de intendencia. Todo queda abierto.

+ Imagen: 2011, un peaje en la autopista. Poco más, nada menos. La carretera como posibilidad.

sábado, 15 de octubre de 2022

Puesta en escena


+ Reflexiono, por un momento, sobre aquella sentencia que dice que un hombre de cincuenta años ya lo ha visto todo. Estoy por asegurar que se puede atribuir a Marco Aurelio, pero no es ahora momento de comprobarlo. La sentencia recoge una verdad incontestable: las experiencias terminan por solaparse, crean capas espesas y estas capas impiden el correcto funcionamiento de la ilusión. La ilusión de la compra, del viaje, del amor. Todo ello sucumbe ante la implacable pesadez de la rutina. Lo rutinario termina por hacerse lo esencial, la rutina como refugio o madriguera, la rutina ensalzada y triunfante, la escaramuza que tiene el confort. Así, quien llega a esta edad, los cincuenta, está sumergido en una estabilidad que impide cualquier asombro o sorpresa. Hay otra cara, la del que ha aprendido de lo visto y sabe cómo se comportaran los que rodean, los que llegan y los que se van. Estas experiencias resumen una suerte de sabiduría que se puede resumir en una palabra: anticipación. Navegar entre estas dos aguas debe tender hacia un equilibrio, entre la sabiduría y el aburrimiento.

+ Una cantante reconoce sus problemas con el alcohol y las drogas. Lo leo y no sé a qué responde, si a la promoción de un libro, a un relanzamiento de su carrera o a una cura de sus s dolencias. En cualquier caso, se refleja una enfermedad, la punzada constante del desarreglo y el desequilibrio. Sus canciones no las recuerdo, su rostro, tampoco, pero queda ese rastro de dolor, que resulta compatible con la ausencia, con la reiteración de tantas y tantas cosas que siempre quedan en el tintero.

+ Desde que he retomado el gusto por el dibujo me encuentro con preguntas que tienden hacia el interior, mi interior. El estudio de la realidad para su traslado al papel, con mayor o menor fortuna, establece en la mirada una nueva dimensión. Se valora el encuadre y la perspectiva, pero eso se prolonga mucho más allá del momento mismo del dibujo en sí, del proceso de coloreado posterior. Cada momento del día puede ser invadido por una explosión: un valorar lo que se ve destinado a establecer el posible dibujo, que no se hará. La meditación sobre lo que se ve me conduce a dudar de mi propia visión, de la conexión entre mano y mente. Así, me aporta un espacio de desconexión interesante: puedo estar sin hacer nada, sumido en la quietud, porque no me aburro, porque, en realidad, llego a establecer encuadres, puntos de fuga, colores, destacados colores o grisallas que se centran en las luces y las sombras. Tal vez de eso se trata, de no aburrirse.

+ Potencio la imagen que opone la fuente al pozo. Los excrementos en la fuente son expulsado por la acción del agua que no para de correr, el pozo por los excrementos se ve contaminado. La imagen no es mía sino de Marco Aurelio, pero quizá ni siquiera de él; con todo importante y necesaria, útil y bella. En el rechazo de la negligencia descanso.

+ Muere el miércoles, el miércoles festivo. Un sopor extraño me ha invado y tras una pesada siesta siento el tacto del cansancio. Lo pesado, lo espeso, lo oscuro. Demasiada información, demasiados cambios de tiempo, exceso de temperatura en esta época del año. Calor grueso y mullido en el avanzado inicio del otoño que intenta herir la voluntad, pero no lo consigue.

+ Veo su foto en blanco y negro y tiene veinticuatro años. Sus ojos atesoran ya la fiereza del presente, de este anciano de casi ochenta años, pero vaticinan todo lo que llegó a ser. Hay un desarrollo en la personalidad que estaba en la semilla que engendró el óvulo. Ahí está, desafiante e impasible, sabedor de gustar y con la perspectiva del triunfo. El triunfo es algo extraño e inestable, tanto depende del juicio de los otros como se diluye en el juicio personal, o a la inversa. También, al acecho, está el fracaso. No entiende de fracasos, esa palabra no le sirve y la desecha. Una vez apartada, como un mal augurio, la palabra nunca deja de palpitar. Si se diluye el éxito y el mérito, también es posible elevarse desde el fracaso, con desprecio. el desprecio de su gran arrogancia. En esos ojos desafiantes se da el rostro bifronte, se perfila el hombre que será en el futuro. Pero esto yo lo puedo decir porque conozco el desenlace, de no ser así, todo sería aventurar y tender hacia el error. ¿Sirve la falsilla para otros análisis, para alguna predicción? No.

+ Imagen: el blanco como eje del tríptico, debo pensar si hay un nexo entre texto e imágenes.

sábado, 8 de octubre de 2022

Binario / no-binario

+ En primer lugar, debo aclarar el título de la entrada. La entrada, en sí, responde a un tuit que surgió, como todos los tuits, por ensalmo. La razón del trino no es otra que el comentario a un libro: Comment parler des livres que l’on a pas lus? [¿Cómo hablar de libros que no se han leído?]. Inevitablemente, me llamó la atención el tuit/trino porque yo leí el libro, al menos algunas páginas. Lo dejé, recuerdo, porque me pareció que no conducía a ningún lugar y no estaba yo para aguantar ciertas diatribas de un cinismo de no mucha altura. ¿Hablar de libros que nunca se han leído, quién no lo ha hecho, al menos una vez en su vida? Ay, doy por sentado que todo el mundo lee y no es así, pero la lectura no es algo que se dé de una manera tangible, sino que es un proceso que está implícito en múltiples tareas diarias y, por lo tanto, se trata más de hablar desde el desconocimiento y la suposición que desde la lectura efectiva [de los libros, de los hechos, las noticias, las opiniones, las personas y un etcétera que se alarga peligrosamente]. Total, y terminado el excursus, la autora del tuit habla de una precisión que se realiza en el libro y que le parece interesante (a mí también). Que la lectura de un libro no es binaria, no se trata de un sí o un no, sino de algo que se amplia a un espacio más amplio y difuso. “Lire, avoir lu, ça n’est pas binaire” Cuánto se recuerda del libro leído y durante cuanto tiempo, qué sucede después, que es lo que se sedimenta y lo que se pierde para siempre. Adentrándonos en este territorio, resulta ser complejo establecer si la lectura se ha hecho o no.

+ El autor es Pierre Bayard y el libro podría calificarse como una broma [blague]. Busco rimas en lugares no esperados y el resultado se transmite al resto del territorio, la broma tiene un punto necesario pero, al mismo tiempo, necesita sus límites. Total, en resumen, se trata de establecer como rasgo un lector lo no-binario, que se traduce en la imposibilidad de afirmar que un libro se ha leído o no se ha leído.

+ [Nota que escribí hace algún tiempo, 2017: cinco años atrás]: Todo un ejercicio de elaboración de paradojas, o una única paradoja que no conduce a ningún lugar. Bueno, es que yo creo que si no se ha leído un libro no se puede hablar de él y, mucho menos, como es el caso, un profesor universitario que dedica a la materia, emitir un juicio de relevancia pública y académica. Una falta de honestidad, una tomadura de pelo, vaya. ¿Por qué dos estrellas y no una, que es lo que en realidad merece? Porque el libro tiene partes aprovechables y no deja de tener gracia la cara que tiene este señor: me interesa el personaje-escritor como una parte-índice de la sociedad débil en la que vivimos. Más que una referencia es una baliza que indica lo que se espera del alumno en una facultad de letras, si es todavía se puede asumir este pesado marchamo.

+ Lo escrito en 2017 hoy no lo volvería a escribir; básicamente, porque ya no soy el mismo, pero tampoco lo corrijo con lo que hoy pienso. Así quedan las huellas sobre la arena, que, finalmente, serán devoradas por las olas.

+ Qué actual resulta lo binario y lo no-binario, conceptos y palabras muy de época. Por eso me atrae su uso, más por la pincelada que por el trazo.

+ Y presiento que el demonio del sentido todo lo sobrevuela, mientras esparce sospechas sobre lo leído y sobre lo que se recuerda. Así, mientras reviso poemas que es preciso interiorizar de cara a una saturación que dé paso a la escritura biográfica, veo cómo puedo discutir conmigo mismo, establecer puntos de vista contradictorios que conducen a un equilibrio entre el recuerdo y la certeza, entre la duda y la aseveración. No deja esto de ser un solipsismo que invita a marginar lo que no concuerda con esa saturación buscada, deseada.

+ En Memorias de Adriano de Margarite Yourcenar: “Como todo el mundo, sólo tengo a mi servicio tres medios, para evaluar la existencia humana: el estudio de mí mismo, que es el más difícil y peligroso, pero también el más fecundo de los métodos; la observación de los hombres, que logran casi siempre ocultarnos sus secretos o hacernos creer que los tienen; y los libros, con los errores particulares de perspectiva que nacen entre sus líneas.”Resalto la idea de que los hombres casi siempre nos hacer creer que tienen secretos porque me parece que eso rompe las complejas explicaciones a conductas que no terminamos de entender y que se resuelven, simplemente, en acciones guiadas por la estupidez; con todo, la evaluación de la existencia humana tiene un punto necesario y útil, pero ineficaz y prescindible.

+ ¿Son las citas un trasunto de las plegarias y de las homilías dominicales? ¿Tanto hay de teológico en lo literario, en ese gusto observado por la lectura?

+ [Necesario excursus] No es infrecuente que me interese por las noticas sobre accidentes de tráfico, materia en la que tengo experiencia y algún conocimiento. En muchas ocasiones veo que el propósito de la noticia está más próximo al espectáculo que a la pedagogía, tan necesaria esta última. Un coche cae a un río, mujer que viaja en el asiento del copiloto se ahoga, el conductor sale “por su propio pie”, se podría resumir la crónica. El conductor no tiene carnet, tiene 24 años, está detenido en la comandancia de la Guardia Civil. El relato periodístico es, por su propia naturaleza y por necesidad, fragmentario y condensado en exceso. Lo que resta es materia literaria, allí donde la crónica no puede llegar porque son vestigios de un humus lírico y mortal, la celada o la emboscadura donde habita el dolor de haber causado una muerte, que se acentúa con que esa muerte ha sido por ahogamiento. Quién ha visto morir a una persona entre los hierros de un coche sabe a qué me refiero, más allá de la crónica en prensa, en radio o en televisión, los nuevos canales quedan fuera de la acumulación retórica [hoy].

+ Imagen: el tríptico: una trama de acero, los coches, su fulgor, todo ello encaja en el hoy fugaz, cuando el accidente de tráfico sólo es recuerdo.

sábado, 1 de octubre de 2022

Sin rendición, sin victoria



+ Me pierdo en la contemplación de retratos fotográficos. Están todos ellos disparados por el mismo fotógrafo. No se trata de gustos, sino de inquietud. Me trasladan a una parcela donde se desvanece lo humano, donde lo humano no suma, resta, ha desaparecido y los rostros son un perfil de su propia finitud. La materia plástica de un evanescente vivir. Grandes ciudades, pero el fondo es negro y emergen los colores de la piel, el pelo y los ojos. Inconcebibles ciudades, pero los modelos sonríen en una suerte de ausencia, más una mueca que una sincera expresión de alegría, leve alegría. No hay otra opción, la muerte los une en un solo latido, en un solo ritmo. Las fotos están más allá de su propia expresión y me comunican la hora de mi muerte, no consigo recordar ese susurro. Sólo es zumbido, sordo, aminorado, constante.

+ He vuelto a leer el poema de Miguel Ángel Velasco “La tregua” (Miel salvaje, 2003: 15 y 16) Me reflejo en ese momento de la compra de la heroína, recuerdo adquisiciones similares, el trato con aquella suerte de zombies. Yo era un zombi. Soy un reflejo y un recuerdo. Y pensar en una auténtica poesía, en el trazo seguro y firme que una voz hace sobre lo real, sobre su intransferible realidad. Vi aquellas luces de la calle principal con ese grano negro de tregua y el poema dice: “Te miran unos ojos / al pasar, y no saben / que en tu puño apretado va una tregua / de sombra con la vida” (16)

+ Soy puntilloso con la forma, y es una cala, una falta, una luna negra que habita en mi espacio. ¿Qué es aquello que me falta y no puedo nombrar?

+ Una cosa lleva a la otra y termino viendo fotos de actrices y modelos, fotos que aparecen en la agencias de Londres. Todo me parece muy viejo y eso solo es una percepción, mi percepción, el cristal que todo lo deforma.

+ No aguanto bien el ruido. La música que no me gusta me molesta en exceso, reconozco esta cala y la admito sin arrepentimiento. No se trata de sinceridad sino de rechazo. El rechazo a una perturbación que percute sobre mi concentración: quiero pensar y no puedo. Quiero pensar en aquello que me aguarda, lo que deberé hacer, una suerte de repaso de una agenda que habita en mi memoria. Lo que resta, lo que se alcanza, nada se debe eludir. Pienso en esa doble faceta: lo deontológico y lo teleológico, ese equilibrio que no alcanzo. He rescatado unos relatos autobiográficos de Thomas Bernhard. Emprendo la lectura y llegan bases de bombo y bajo, una música que detesto. Me desconcentra, no soy capaz de fijar mi pensamiento en lo que yo deseo, una suerte de ritmo interno. No deseo otra cosa que el silencio espeso de las últimas horas de la mañana del sábado de septiembre, los últimos días de septiembre. Se trata de una competición deportiva que lanza sus proclamas con una violencia y una energía precisa, destinada a levantar los ánimos e inspirar alegría. Yo prefiero una inerte apatía, que apoye la concentración precisa para la lectura.

+ Por casualidad, mientras buscaba otro libro, me encontré con Las cosas de Georges Perec. Se trata de una vieja edición, quizá la primera en castellano, una edición de 1967. El libro en su materialidad en descubrimiento, ya que tiene el sabor de época que se relaciona muy bien con el contenido; dudo que una edición actual tuviese el mismo tacto, la misma relación con lo que se detalla en la novela y que tan próximo, en este presente, me resulta. El gusto por el confort y su reflejo social y sociológico me interesa hasta el punto de transformar la visión del día, ese punto de ebullición que algunas novelas consiguen en una primera lectura que ya nunca se ha de repetir. Casi un narcótico. Junto a lo de Thomas Bernhard lo de Perec ultima una suerte de explicación de hechos que se han sucedido en los dos últimos años, cuya órbita no es otra que el capital simbólico del trabajo, el capital cultural de la posición en la sociedad y los emblemas de la misma. He leído con precisión estos indicios, que me han llevado a determinar las explicaciones a comportamientos que a otros se le escapaban. Algo espontáneo, que ambas novelas me confirman. La novela es necesariamente un poliedro, entre sus caras esta el uso que se le puede otorgar a la hora de explicar, de indagar en las personas y sus modos. Es el caso de la suma de estas lecturas. La casualidad se conjura en mi beneficio. Vale.

+ Poco tiempo me ha llevado terminar Las cosas de Georges Perec. Ha estado bien la lectura, una suerte de paréntesis, una acotación entre dos tareas. Me ha gustado mucho una suerte de destreza estructural y la acusada capacidad para capturar el detalle sociológico, unas apreciaciones que dan cuenta del espíritu de una época, los años sesenta, el inicio de los treinta gloriosos. La vida y sus complementos, los accesorios necesarios para el confort y la sutileza de sus aristas, que rasgan lo sentimental y la amistad. La felicidad que ofrece el presente venturoso y el futuro prometedor, el sueño de bienestar y la promesa de la burguesía modesta pero con aspiraciones. Lo pequeño burgués y lo literario, el cine y la música, la decoración y la gastronomía, el amor y las afiladas puntas que se ofrecen en la discusión ante una suerte de ruina, no miseria pero sí decepción. En tres partes bien diferenciadas se articula la breve y primera novela de G.P.; así, tiene una construcción musical: el largo preludio en París, la más corta transición en Argel y el epílogo de camino a Burdeos,  tan certero, en el inicio una cita de Malcolm Lowry y una cita final de Marx. El puente entre ambas citas es la novela, como la resolución de una ecuación: de los incalculables beneficios de la civilización en aras de la felicidad hasta llegar a ese “es preciso que la búsqueda de la verdad sea también verdadera” (144) Así, entre dos mundos se define el fin de semana: este recién terminado (Perec) y el que espera a continuar en la tarde domingo (Bernhard)

+ Vimos a S. en silla de ruedas. Tiene esclerosis múltiple y todo apunta a un proceso que paulatinamente la postrará en una cama, hasta llegar al punto de no poder respirar, a no ser con la ayuda de una máquina. La recordé en otro tiempo, cuando ella tenía poco más de veinticuatro años. Fue hace mucho. Su rostro, dolorido pero con una chispa de alegría en los ojos, conserva algo de aquello: el perfil del óvalo de la cara, sus ojos negros y grandes, la boca y unas palabras agradables, su voz. No se pueden reclamar explicaciones porque a nadie hay a quién reclamárselas, punto y seguido. Por la tarde en Vigo, vi a una vieja conocida que saludé y no me reconoció, yo tampoco me di a conocer y ella se alejó. ¿Fantasmas del pasado? Quizá sea este un momento de saturación lectora.

+ “La elaboración biográfica con fines informativos desde las embajadas venecianas alcanzó los máximos resultados.” (Del Olmo Ibáñez, Teoría de la Biografía, 2015: 46) Qué propuestas se abren con esta cita, me digo mientras leo, mientras copio la cita en una suerte de cuaderno digital que sobre la materia biográfica he abierto. Me imagino a una joven novelista que a la que la cita le sugiere el arranque necesario de un relato sobre ese mundo veneciano anterior a la ilustración, tal vez, anclado en una época entre la Edad Media y el Renacimiento. Cierto. Pero me interesa, sobre todo, el momento, el escenario, el perfil de la escritora en su escritorio, con la última luz de los días finales de septiembre. Más un lienzo que un relato, el influjo de David Hockney y la posibilidad de un gran lienzo en un perdido museo en Londres. Sólo es un ensueño propio de la edad.

+ Imagen: gravitan los recuerdos en la tarde de otoño, su materia no es otra que la sucesión de tres fotografías, un viaje a Ponferrada, una parada en el camino, la estela del paisaje, el tiempo que ha transcurrido y que no se hace piedra, que no se fosiliza.