sábado, 30 de julio de 2022

Módulos de saturación


 + [No estoy seguro, yo no lo afirmaría; al menos así]. “«Una vida sin examen no es una vida digna de ser vivida» leemos en Gorgias y esta es la razón de ser de la auto/biografía, la clave de bóveda de una vida verdaderamente humana.” (Anna Caballé, El saber biográfico, p. 95)

+ ¿Qué desprende del párrafo anterior y que a mí, especialmente, no me gusta? No me gusta ese examen de conciencia. Me suena mal tanto examen como conciencia, esa transmisión de la inquietud, la saturación de las responsabilidades, el indeseable peso del pasado, las pretéritas culpas que nos atenazan en el presente. Y, por otro lado, que separa lo que merece ser vivido de lo que no lo merece. ¿La vida, acaso, no tiene un aspecto que resulta totalmente residual, el dolor y el sufrimiento, la vida que no es vida? Ay, los moralistas de última hora siempre piden la pedrada de Nietzsche: “el arrepentimiento es como un perro mordiendo una piedra: no sirve para nada.”

+ “… la marque de l’écrivant n’est plus que la singularité de son absence” (Foucault en “Qu’est-ce qu’un auteur?”).

+ ¿Hasta qué punto la vida no es una vanidad y la biografía el reflejo cotilla de esa irrelevancia?  Basta acercarse a lecturas que rompen con el mármol de la fama y la posteridad, así, al contacto con estos destructores de la arrogancia y la soberbia, el contacto con el ser que todo lo diluye, me asomo a la cita que aúna el examen y la dignidad de la vida que merece la pena ser vivida. No acepto este marco, simplemente, ni la dignidad pero tampoco el examen. No acepto los pasos previos a la confesión, ni los movimientos posteriores. No me confieso, guardo silencio y me detengo en la lectura como afirmación de lo posible, pero soy quien establece el ámbito y el marco.

+ No es un deseo, es una carta de batalla.

+  Abro una historia de la literatura latina, a la que tengo un aprecio no menor, porque estoy buscando algunas noticias sobre Suetonio y su Historia de los doce césares. La abro y me encuentro con el billete de tren que nos franqueó el viaje de Nápoles a Pompeya. Es inmediato el recuerdo del trayecto, de la música de los gitanos rumanos que interpretaban con gracia y cierta maestría Tu Vou Fà L’Americano mientras el convoy se desplazaba por pueblos de nombres sugerentes y espontánea arquitectura y urbanismo, la línea de costa, el Vesubio que aparecía y desparecía, el mar y los rostros de los otros turistas. El libro me devuelve un recuerdo muy agradable, aquellos días, aquella mañana en Pompeya que nunca olvidaré. Solo ha bastado un billete de tren en un libro que he necesitado, es el pago que el pasado me hace hoy, es el rédito de los viajes, esta humilde alegría en la mañana del domingo.

+ Me enteró por una revista digital que sigo que Guy Debord tradujo al francés las coplas de Jorge Manrique. Esto me lleve a la lectura de las coplas, pausada, sin distancia, en la mañana luminosa del domingo, con la compañía del tic-tac del reloj de pared y el vaso colmado de café negro y aguado. La lectura me devuelve a tiempos escolares donde los versos eran un anuncio inquietante, que colisionaba con la altura de la vida en los albores de la adolescencia. Los versos germinaron para hacer crecer esta vegetación estoica que siempre ha circunscrito mi trayectoria. Reflejos del pasado en el presente, esa huidiza realidad que yo intento atrapar mediante este diario, este blog. Las entradas se suceden pero siempre es la misma entrada, la misma razón de ser. El estoicismo y cierta ataraxia me ayudan a comprender como los pliegues de la vida son transitorios, que todo es humo, que nada permanece. Así, ayer, hablamos, C., mi padre y yo, sobre la vida de Jesucristo y como se reconstruye esta con los evangelios. Sentí ese aliento que me da la reflexión sobre las biografías y su imposibilidad ontológica. Jesucristo permanece en la memoria, pero, también, el sol, un día, se apagará.

+ En el Índice de libros prohibidos figura Madame Bovary.

+ Y por azar abro un catálogo de ARCO. Se trata del catálogo de 2018. Paso las páginas con cierta desgana, la desgana del que ya ha visto todo o eso cree él. Las imágenes y la maquetación distribuyen ideas contemporáneas que tienden a construir un mundo exclusivo y hermético. Yo no he penetrado ahí, sin embargo, lo he observado con cierta proximidad, a través de ventanas que se abren brevemente. Todo está contenido ahí, lo arbitrario del juicio humano, en cuanto a moral pero también respecto a la estética. Me siento y vuelvo a abrir el grueso volumen y recuerdo cómo estuve allí, recuerdo rostros y gestos, recuerdo mi aburrimiento y la sensación de feria, cómo no, que me transmitió aquella acumulación de objetos artísticos. Era otro mundo y yo ya era otro, no pertenecía a aquello porque nunca fui parte de ello. Se reproducen los escenarios como la fruición del paso de los días, pero siempre es el mismo escenario. Lo sé.

+ La muestra gana lirismo cuando la vuelvo a ver, impresa, en papel, el recuerdo de la muestra no es agradable, no entro en otras valoraciones.

+ Como colofón de los últimos días de julio recurro al prólogo de The Penguin Classic Book, donde se dice que para leer los libros contenidos en este libro de libros (en torno a 1.200), con una lectura de cincuenta páginas cada día de la semana, serían necesarios para culminar la tarea 27 años. 27 años para leer 1.200 libros. Los libros que contiene este precioso libro son clásicos fundamentales: se puede discutir la pertinencia de la etiqueta en algún caso, pero resulta en un porcentaje no menor la presencia de verdaderos monumentos literarios que, al menos, se debe conocer su existencia. Dicho lo dicho, creo que resulta necesario tener presente este dato cuando nos enfrentemos a manifestaciones gimnásticas de poder lector., entre la estulticia y la arrogancia, la pedantería y la estupidez. Leer mucho no es una tarea sencilla, leer más de cinco mil libro a lo largo de una vida es una tarea, prácticamente imposible, incluso para los lectores profesionales. Agitemos este dato cuando nos encontremos ante el pedante que nos muestra con orgullo su biblioteca.

+ Imagen: fotos antiguas, antiguas fotos, que se dispararon con una cámara desechable. ¿Qué queda de alquel tiempo, 2010, 2011? Su constancia, el rumor de un tiempo, de un espacio, tal vez Madrid, tal vez no.