sábado, 6 de agosto de 2022

Nunca neutral y siempre peligrosa



+ En la entrada anterior hacía mención al pedante. He reflexionado sobre ello, sobre sus rasgos y maneras, su estilo y su definición. Como tantas cosas o como casi todo, el pedante depende del punto de vista. El observador debe confrontar su visión del mundo y su estar en el mismo con las afirmaciones, generalmente categóricas, del pedante. El pedante tiene opinión y juicio para todo, donde el reina más por su engolada voz y su planta que por la fuerza de los argumentos. El pedante hace valer una posición de superioridad, sin la cual él no sería ese personaje absurdo y contundente. Pero no importa, me gustaría llevar el hilo hasta la calidad de las bibliotecas personales y la pedantería que reina en ellas, o la humildad.

+ El título de la entrada es un verso del Conde de Villamediana que pertenece a su Faetón. Pertenece a una serie donde se caracteriza a la “Diosa varia” o, lo que es lo mismo, a la Fortuna. He observado las acciones de la Fortuna en los últimos meses. La incertidumbre ante la resolución de la plaza a la que me he presentado [y he conseguido], la enfermedad de C., los vaivenes en lo diario y en lo excepcional. Todo ello parece gobernado por la Fortuna, pero yo así no lo creo. Me interesa más la hilazón que se hace para conseguir explicar lo inexplicable y atribuir a esta diosa voluble razones que carecen de razón. No hay un plan, no hay una urdimbre que conforme un tejido [la vida, la historia]. Lo espontáneo es el país donde habitamos; lo que no se programa configura el destino, si tal cosa existe, aunque sí hay una almendra en la personalidad, en el carácter [otra vez regreso a lo mismo]. Pero el verso me gusta, lo repito y subrayo los dos adjetivos: [nunca] neutral y peligrosa. Así la veo hoy, día de Santiago Apóstol, festivo, sin lluvia, sin calor, con ligeras y pictórica nubes en el horizonte.

+ ¿Qué es más adecuado: rastrear o investigar? La pregunta la hago mientras leo y mientras recuerdo haber empleado yo rastrear en lugar de investigar. Rastrear se relaciona con rastro y tiene un punto que se aproxima a la caza, cuando en la caza siempre hay una violencia implícita y explícita. ¿Rastrear? “El perro rastreó hasta la extenuación” / “Rastreé en los archivos del Palacio Ducal hasta la extenuación.” Pienso en los ejemplos y veo al investigador como un perro de caza, veo los legajos como conejos o ciervos danzantes, que se escabullen en las corrientes intransitivas de anaqueles y pasillos infinitos. La eternidad es una biblioteca, dijo alguien; yo prefiero ver el tablero del mundo como un archivo que ordenar, un orden que lo impone ese rastrear/investigar. Siempre peligrosa, siempre parcial, se presenta esta investigación.

+ Quizá mejor que decir que estamos en un proceso de cambio sería emplear la palabra metamorfosis. Un paso de un estado a otro mediante un cambio inimaginable. No sé. Borro lo que acabo de escribir y pienso un poco más en torno al urbanismo, la revolución industrial y el cambio climático, pienso sobre el optimismo y el pesimismo, la relevancia del ser humano y su reinado sobre la naturaleza, la idea de que la naturaleza en su totalidad está al servicio del hombre. La idea de metamorfosis me ha llegado desde el blog de José Fariña cuando en la última entrada vuelve a citar a Ulrich Beck y su libro La metamorfosis del mundo. Son lecturas que no haré, pues el tiempo es limitado, que me debo conformar con las noticias que de ello da J. F., pero que, al mismo tiempo, me marcan en los indicios a los que trato de atender el discurrir diario. La metamorfosis está presente, un latido que toma fuerza, que se refleja en ciertas tendencias. Las tendencias se hacen materia y en ello estoy, bajo el prima del lector, bajo el prisma del observador.

+ He vuelto a dibujar. Después de una buena noticia, como celebración de la misma, compré un cuaderno de dibujo. Es un bonito cuaderno de bolsillo. Tapas negras, papel de calidad y un grosor adecuado. Siempre llevo conmigo un portaminas. El procedimiento es sencillo. Dibujo con nervio algo que veo, cuatro o cinco trazos, otras veces con mayor detalle, pero siempre en un intento de acentuar los defectos que mi percepción tiene, pero, siempre, con trazo seguro y nervioso. Luego, con calma, los coloreo. Es un proceso que se podría parecer al de la oración, pero el rasgo que tiene en común con ella es el impulso y la conexión con otra realidad [interior, ficticia, sedante]. Es un camino hacia la ataraxia. Uno más. He vuelto a dibujar, pero sin más pretensiones que un play without role.

+ Casi para finalizar, copio una cita de Joan Margarit. Se trata de un fragmento que encuentro en la edición Arquitecturas de la memoria a cargo de José Luis Morante en Cátedra. Me parece significativo: “Con el paso del tiempo se van fijando imágenes, esencias en el sentido platónico, que nos ayudan a reconocernos como algo más que una sucesión de instantes sin demasiado sentido. Esta especie de orden que la conciencia nos impone hace que, por ejemplo, alguien piense: yo soy una persona de los años sesenta. Seguramente quiere decir que la década de los sesenta fue la de su juventud. Personas y lugares se van fijando de una manera determinada y, si no surge ninguna cuestión perentoria que exija un esfuerzo de cambio, es así como aparecen de manera natural en nuestro recuerdo.” (38)

+ Creo que nadie pertenece a una década, sino que todo el transcurso se reduce al presente. Esa cuestión inasible, volátil, fugaz, vaporosa. Bajo un enjambre de sensaciones, el triunfo desmerece ante el olvido, pero es el olvido la raíz de todo cambio. Ahí es donde está el núcleo del presente, me digo. La Fortuna, nunca neutra, siempre peligrosa.

+ Imagen: otro tríptico, que, también, funciona por oposición.