sábado, 13 de agosto de 2022

Ciudades, viajes, olvido

transparencia

boquete

+ Hoy por la mañana comencé a hacer mi ejercicio diario de bicicleta estática, puse, como siempre la radio francesa, pero no me satisfacía la crónica del momento. Me levanté y cambié. Llegué así a un podcast que me ofreció una serie de reflexiones sobre las Lettres persanes, de Montesquieu. Tuve tiempo para reflexionar sobre el libro, que no he leído por el momento [¿es imposible leer todo, absolutamente todo?], y lo que el libro contiene, la propuesta y el sistema de estructuras que el libro desarrolla. Todo esto me transportó, sin saber cómo ni por qué, a un momento de recuerdo de viajes, de ciudades, y más,  en concreto, del olvido de todos los momentos vividos, la felicidad del viaje en compañía de la persona amada. Mientras yo estaba en esto, C. continuaba con su tratamiento: la llevé al hospital y debía de esperar unas horas para recogerla; en el paréntesis, la bicicleta y las Cartas persas. Así comenzó todo.

+ Capas de realidad y sobre ellas, la coronación del estilo. Poco importa el estilo si no responde coherentemente a una totalidad. El estilo por estilo poco menos es que humo. Vi trenes en estaciones que no recuerdo el nombre, pero sí recuerdo la pátina verdosa de un vagón abandonado, comido por la humedad y el óxido. Un poema que leí, un poema que olvido, pero se mantiene la vibración ilusoria de la lectura. La realidad no es otra cosa que una invitación, un tablero que no admite fáciles modificaciones, cuando no imposibles. El estilo está bien, pero hay más, mucho más. La coherencia que se impone.

+ “Nunca he comprendido muy bien todos esos valores éticos con derechos y deberes. Yo soy un cínico. Así es más fácil. Al menos para mí es más fácil” (Trilogía sucia de la Habana, Juan Pedro Gutiérrez, p. 23 en Anagrama-Compactos).

+ La reflexión sobre la biografía desemboca en una reflexión sobre la escritura del yo. Cuando escribo lo que acabo de escribir pienso en la lectura que acabo de acometer: Pedro Juan Gutiérrez, Trilogía sucia de la Habana. Me interesa la personalidad que percibo, un punto de vista cínico y melancólico. Me interesa la vida de la gente sin importancia, de donde es complicado extraer enseñanzas y consejas, salvo una idea de cómo y por qué sobrevivir; mientras sufro un enamoramiento [literario] de esa Habana Centro. Los territorios literarios no son sí mismo, lo son por aquellos que han escrito sobre ellos; y si tenemos la suficiente habilidad lectora, cualquier territorio puede transformarse en literatura, basta una mirada, una mirada que hurtamos a un escritor, cuando ya solo es humo. El humo del cigarro que no fumo.  A un lado está este libro de Anna Caballé, que tan indiferente me deja, que tanto me cuesta terminar pero que insisto en él porque, quién sabe, siempre hay una posibilidad de encontrar algo útil a mi investigación.

+ No me gusta decir: mi investigación. No soporto la pedantería. Hay cosas que las manifiesto en el silencio de la escritura, quizá porque no tiene mucha transcendencia, salvo este ejercicio gimnástico de la publicación semanal que arrojo a la nada, sin ninguna esperanza, sin ningún miedo.

+ [Ciudades, viajes, olvido]: “Por pasos sin esperanza / me lleva siempre el deseo”, reza el mote que luego glosará el Conde de Villamediana. Entre las ciudades que visitó y habitó, en mi opinión y en mi lírica personal, destaca Nápoles. A Nápoles viajamos C. y yo. Allí traté de encontrar su espíritu, pero un fantasma de poemas y cuadros me devolvió a escenas olvidadas. Tal vez era eso, el olvido y la construcción de una nueva lírica. Esa receta infalible para la felicidad, el olvido. Consejos, citas y grandes dosis de literatura sapiencial me llevan a este punto donde los viajes (o el turismo) tienen sentido por la altura de las ciudades, su altura lírica, el olvido de los poemas que nunca supe de memoria pero que vibraban en algún lugar, a la espera de que los recogiesen de sus tumbas de papel y cartón. No sé, la esperanza y el deseo deben asesinarse, de noche y en silencio, durante el viaje, en la ciudad de los ladrones, bajo la bendición del olvido de los viejos.

+ Me llega la imagen de un hombre de extraño atuendo. Es un político francés que ha estado una temporada en la cárcel. Busco fotos suyas en la red. Qué cambio, es otra persona. Su aspecto físico se ha tornado de la corbata a una extraña mezcla de vacación o turista extraído de una álbum de Tintin [de hecho, en un momento, me recuerda un poco a Hergé]. Tal vez sí, tal vez no. ¿Cómo se ve moldeado nuestro aspecto en función de las circunstancias, cuando dimitimos de una posición, cuando el terno y la corbata son ya un arbitrario ornamento debido a la nuestra identidad? Es un caso para estudiar, pero no lo estudiaré, simplemente, dejo constancia y me retiro. Tampoco me interesa demasiado, salvo por lo paradójico. [Nota complementaria: se trata de un escándalo político en Francia y en una de las páginas a las que estoy suscrito se quejan del tratamiento que la noticia recibe en los medios de comunicación franceses, por tratarse de un delincuente de cuello blanco, se afirma que la calidad de la prensa francesa es nula; quizá tenga más importancia de la que en un primer momento le di, pero queda ahí, sólo dejo constancia].

+ No cumplí mi propósito de hilar entre pedantería y bibliotecas personales. Lo dejé a un lado y no terminé el párrafo. ¿Resulta imperdonable o se trata de un pecado venial? ¿Un error o un despiste, una falta o una carencia? Sin duda, la apertura de la propuesta se desvanece al contacto con la ausencia de respuesta, en eso estoy ahora mismo. Escribiré más adelante [espero no traicionar esta afirmación].

+ Imagen: boquetes y transparencias.