+ [Turismo] El turismo tiene mala prensa. Nadie quiere ser turista y todos quieren ser viajeros [algo así rezaba una canción pop, puede que se tratase de una canción de Jarvis Cocker, tal vez sí, tal vez no]. El turismo es uno de los rasgos característicos de nuestro tiempo, de nuestra identidad como individuos y como grupo (-s), un tiempo y un espacio donde se diluyen los dilemas de los idiomas, las indumentarias regionales o los gestos y maneras de nuestro ámbito cotidiano. He puesto el acento en la disolución, a la manera de que existen no lugares [inmensas salas de aeropuerto, estaciones de servicio o impersonales vestíbulos de hotel], así también existen personas que ven difuminada su personalidad por el contacto con esta materia turística que todo lo transforma en parque temático, esa suma de circunstancias que son más escenario que vida. Yo no renuncio al turismo, prefiero observar su naturaleza y sumergirme en sus contradicciones, pero, también, en su grandezas [que las tiene, poderosas y extravagantes, algo muy de agradecer]. ¿Me declaro turista cuando me desplazo o, simplemente, soy un observador que gana terreno y advierte las posibilidades que se abren, pero de las que no participara? El impulso permanece.
+ [El viaje, el viaje imposible] No se trata de un viaje al uso, o quizá sí. No me refiero a los usuales desplazamientos que implica cualquier viaje, cualquier destino turístico o cultural. La duda de si es un viaje o no lo es viene dada porque el viaje tiene un rasgo de cambio que mantiene, y ahí voy, el viaje interior. El viernes pasado me llevé un disgusto y sentí derrumbarse una parte de mí, con cierto dolor, con cierta desesperanza. Era un viaje, sin duda. Un viaje a un abismo porque yo lo veía como un abismo. Somos nosotros los que establecemos el marco donde se desarrolla el viaje, porque el viaje es, principalmente, desplazamiento y aprendizaje. Me dejé ir y esa noche no dormí acosado por el miedo y los nervios, por una incertidumbre insana y palpitante. Poco a poco, he conseguido sosegarme, pero no sé si estoy de regreso.
+ Los errantes vagabundos que veo en las carreteras nacionales, de capital de provincia en capital de provincia, se presienten con un bagaje sentimental, un paisaje y una geografía de difícil concreción literaria porque parecen rebasar la capacidad de expresión para centrarse en el vivir, simplemente en la íntima constitución de la vida como obra de arte. Pero no es así, al menos en su totalidad, ya que la literatura es, ante todo, expresión y, por lo tanto, es una cuestión de capacidad y no de vivencias. La expresión de un estado de ánimo que condiciona la percepción y se ve retratado con arte. Ay, esa palabra: arte. Pero también se puede renunciar a esta senda y dejarse en el silencio [¿soy yo el que habla?]Pienso en los vagabundos y hoy soy uno de ellos, errante por provincias y regiones interiores.
+ [Coincide esta entrada con el final de los flecos de aquello que denominé en el título: paréntesis, ¿es una señal?, el caso que unido a ello llega una indeseada ansiedad y sabemos que, siempre, la ansiedad es sinónimo de miedo].
+ Emprendo la lectura de Le pari biographie de Françoise Dosse. Ay, la biografía, siempre escrita desde lo autobiográfico, siempre el borde de la Historia, en el límite de la ficción. En fin, una tarea más, un horizonte que condicionará la percepción durante un fulgurante instante.
+ Imagen: sala de espera, junio de 2022 [ni óleo, ni lienzo].
