sábado, 2 de abril de 2022

Destrucción [Anéantir] y conexiones

Angoulême

+ He terminado la última novela de Michel Houellebecq, Anéantir. Sin llegar a ser una obra cerrada y redonda, encierra en sí numerosas virtudes. Virtudes sobre la que destaca la capacidad del autor para capturar el espíritu de nuestro tiempo, una razón que se puede percibir con claridad en otras de sus novelas. Como extensión y contraste de mis intuiciones, escuchaba a un crítico en un pod-cast. El crítico no se explicaba el porqué del éxito del autor fuera de Francia, al ser, según su opinión, muy localista, al precisar ciertos conocimientos sobre la cultura parisina que los cuales las novelas resultan casi herméticas. No puedo estar más en desacuerdo, me dije, ya que, precisamente, por ese localismo se llega a una cierta suerte universalismo. Lo que H. nos ofrece es el retrato del hombre occidental mediante un punto de vista que alcanza a la totalidad de Europa. Un hombre sin referentes, sin un dios, triste o deprimido, absorto, aburrido, que llena sus días mediante las consolaciones que ofrece la vida moderna. Esos teléfonos, aquellas pantallas, los medicamentos y otras tecnologías. El paisaje del siglo XXI es extraño, la naturaleza alejada de nuestras vidas y el sentimiento de ciencia ficción que todo lo impregna sin aportar respuestas ni plantear preguntas. La ciencia ficción es el marco porque nuestra vida se ha integrado en esa ciencia ficción, que es desde donde parten los relatos de H.

+ Consiguió que se me escapase una sonrisa cuando el crítico que dijo que la obra de H. no le gustaba porque carecía de estilo [como puede ser la obra de Quignard]. Me dije: eso no es un defecto, eso es una virtud. Y allí estaba, atento y sonriente, el grado cero de la escritura.

+ No desarrolle la semana anterior la idea del suicidio como acto de comunicación. Pienso en la mujer que se arrojó desde un quinto piso y se estrelló contra el pavimento de granito. La destrucción del cuerpo, del rostro tal vez, tiene un significado, un sentido que se puede desentrañar. Desentrañar no equivale a entrar una certeza, la verdadera razón. Muy al contrario, esa explicación es la clave que buscamos en la creencia de que su utilidad para sobrevivir.

+ [Piranesi] He comenzado a leer el libro de Rafael Arugullol La atracción del Abismo / Un itinerario por el paisaje romántico. Se aúnan, ya en el título, dos cuestiones de son, desde tiempo atrás, de mi interés. Lo romántico como rasgo de ciertas personalidades y, también, como raíz de lo que hoy entendemos como moderno o post-moderno. Por otra parte, está la cuestión del paisaje, sobre la que tantas veces reflexión; últimamente, en el sentido de la amplitud y la imposibilidad de abarcar, desde lo mínimo, una región. Ay, esa minucia que somos ante un bosque, y este tan mermado ante una montaña. Las arquitecturas de Pinaresi son desconcertantes, entre otras razones, por la ampulosidad de las dimensiones del edificio y la insignificancia de las figuras humanas. En detalle observo los gravados que encuentro en internet y recuerdo la primera vez oí hablar de el italiano. Recuerdo la conversación y la sugerencia que supuso escuchar sobre aquellas cárceles de pesadilla, la pesadilla que habita en el combate entre lo descomunal y en lo irrelevante. Tardé años en encontrarme con la primera imagen de P. y no me defraudó. Ahora que recupero el recuerdo, siento la punzada del tiempo y una suerte de constatación. Mis temas me acompañan y me modula, entiendo la realidad a través de su configuración. Cuántos haces palpitan en lo diario, cuántos emergen, cuántos se sumergen en el olvido. Pero yo yo, un otro yo.

+ Continuo con la lectura anterior y no puedo dejar a un lado que todo lo de Pinaresi tiene un conexión con los días que pasé dentro de lo propuesto por Houellebecq en Aneantir. Se trata de la condición del hombre moderno, de su soledad, el ansia por encontrarse completo y la misma imposibilidad de esa solidez. Pienso en los adjetivos y sustantivos abstractos que se utilizan para describir los grabados de las cárceles de P. y uno vibra con especial y sorda insistencia: acedía. La acedía como gran definición de mi tiempo y  mis coetáneos. Ay, el aburrimiento como medida de los que me acompañaron y ya ni por la calle me saludan. Como un Thomas De Quincey de provincias, así es el periplo. Porque esto no es Londres.

+ [Je suis un autre] Queda pendiente una reseña sobre una breve e intensa lectura de Rimbaud.

+ [Anéantir] En realidad el sustantivo que da título a la novela me sirve para describir una sucesión de días que se ven impregnado por la tristeza. Una tristeza inmotivada, me digo sin mucho convencimiento. Este punto se une mi tristeza con una destilada sensación de precariedad que he visto en la novela, lo instable ya conocido se hizo materia diaria durante tres semanas. Ahora hay un vacío que trato de llenar con Sérotonine. No tengo remedio

+ Imagen: Angoulême.