sábado, 30 de enero de 2021

La noche, la lluvia y la niebla

Madrid - 2019

+ Hay un algo literario que se ha desvanecido y creo necesitar su presencia. ¿Debo buscarla o construirla? ¿Es necesario un tiempo, dejar que reposen los acontecimiento y desde un principio levante el edificio? No tengo una respuesta clara, me digo mientras indago en mi estado de ánimo, que va de la esperanza a la postración. Es irónico, me digo cuanto trato de poner distancia y, así, veo mi reflejo en un espejo imaginario donde se da cuenta de todos los rasgos heredados, mis incapacidades y mis virtudes. ¿Hay una compensación, un equilibrio, una posibilidad? Hablo de ese algo literario porque ahí reside mi identidad, el centro de mi principio rector, en lo que he creído a lo largo de los años, pero en esta altura todo parece evaporarse y ese evaporarse me produce una tristeza que no me incapacita pero sí me deja imposibilitado para la alegría. La alegría, como tema para un poema, como recapitulación del día, es esa la alegría que quiero recuperar y que denomino un algo literario.

+ Las dos últimas fotografía que ilustran las dos últimas entradas de este espacio son fotos de fragmentos de árboles, en concreto: las ramas y las raíces, no el árbol en su totalidad, ni el tronco. Someteríamos la elección a un escrutinio si pensásemos que ello tiene sentido, creo que se trata de una conjunción casual pero dominada por lo que yo entiendo por hacer fotos. Así analizo mis disparos fotográficos. En muchas ocasiones, me interesa el detalle y lo, en principio, irrelevante. Esa irrelevante baja fidelidad [lo-fi], ruido o distorsión, se relaciona con lo cotidiano, lo que la rutina sedimenta. El sedimento se manifiesta en los alcorques, en el telefonillo de un portal, junto al contenedor de basuras, en el neón de una cadena de comida rápida, sobre los alféizares de un palacio esa mugre, el espejo que se abandona en la calle, contra una pared, y refleja los edificios y el paso de los peatones; podría continuar con el censo pero no alcanzaría a esbozar la realidad de mi disparo, que no es otra que mi tendencia a lo minúsculo y lo espontáneo, a lo efímero y lo cotidiano. Al mismo tiempo, me doy cuenta de que todas las fotos que cuelgo, o una gran mayoría, son fotos que se obtuvieron en viajes. Esto último también condiciona su sentido. Su sentido tiene los rasgos de búsqueda, indagación en las ciudades visitadas, los paisajes que hemos contemplado. En definitiva, no deja de ser una construcción que tiene un vínculo con la realidad de los lugares pero no es su realidad. Siento que he divagado y que debería reflexionar sobre lo dicho, pero esto es poco más que un diario o un cuaderno de apuntes, un taller donde ensayo ideas y razones para descubrir lo que se puede descubrir y se trata, en definitiva, de ejercicios de estilo o un adiestramiento para mantener la destreza con el instrumento en forma; las fotos que cuelgo, al igual que los textos, entran este orden de cosas.

+ He comprado las obras completas de Santa Teresa en formato digital. La consulta se puede realizar en varios dispositivos: el ordenador, la tablet, el libro electrónico o el teléfono. Así, a veces, abro los textos en mi teléfono en lugares insospechados. Leo un párrafo o un poema. Me sorprendo y pienso en la Santa de Ávila cuando escribía, en la imposibilidad de predecir que aquello que de su pluma salía un día tendría existencia en la pantalla de un teléfono. ¿Qué mundo era aquel, qué mundo es este, y esta lectura refleja un mundo o lo crea, establece, tal vez, una realidad? Las preguntas tienen la respuesta que le queramos dar siempre que contengan una cierta coherencia, y, al tiempo, una conexión con nuestra propia vida, con ese proyecto lector que supera los formatos y establece una reflexión sobre oír la voz de los muertos. Un murmullo que nos llega de lejanas regiones que el tiempo ha barrido y, como esas estrellas apagadas hace millones de años, la luz que arrojan es la luz de un mundo que ya no existe y que nosotros revivimos. La lectura tiene estas cosas, que uno se para y el detenerse en trazar una frontera entre lo que se muestra y lo que se oculta. Cierro el teléfono y estoy en medio de la nada, en un carretera pérdida y la lluvia se estampa contra el coche suena la radio y observo las luces de algunas casas y de algunas farolas. ¿Quién soy?, me digo en la consciencia de lo inestable que es la respuesta, pues tampoco depende de los soportes ni de los formatos sino de un estado de ánimo y sus oscilaciones. Podré buscar la respuesta en Santa Teresa.

+ Indago en varias novelas y trato de establecer paralelismos entre los que desarrollan el discurso, desde ese punto privilegiado y difuso que ocupa el narrador. En un momento lo dejo a un lado y pienso en ese hombrecillo que nos susurra mientras intentamos dormir o en un interludio en la actividad diaria. Ese hombrecillo gris y mortecino nos hurta algo de nuestra alegría. Ocupa, también, un lugar privilegiado y me pregunto cómo podría librarme de él, como evitar su repiqueteo, la insistente monserga del arrepentimiento y el terror al futuro. Me digo que reconocerlo ya es mucho y si aplico los mecanismo de análisis de la novela para enfrentarme a él, ya tengo una parte de la batalla ganada. No se trata de otra cosa que poner en cuestión al narrador y, por ende, a sus estrategias. Ay, qué gran narrador es el hombrecillo gris, pero el afilado estilete del crítico puede más que sus embates, que sus pinchazos durante las oscura soledad nocturna.

+ Como en un extraño film, la noche es espesa y la lluvia, que más lluvia es niebla envuelve el vehículo de mi trabajo, condiciona mi percepción de la realidad y de lo cotidiano. Regresa el malestar y en él me sumerjo, contra él lucho. El rumor de la radio acompaña el trayecto. Son opiniones en torno a la pandemia, opiniones de gente que sobre el asunto tiene más conocimientos que yo pero que, a todas luces, resultan insuficientes y se ven resueltos en técnicas discursivas que pueden tener o no tener un anclaje en la realidad. La duda me asalta y me fijo en la dicción, las pausas y la sintaxis de los que opinan. Me interesa su expresión mucho más que el contenido de sus intervenciones. Se define un estilo general, un estilo que termina por empañar la percepción de lo diario. Es jueves y los pueblos están vacíos debido a las restricciones; me siento mejor y tomo el camino de regreso.

+ Imagen: Madrid, 2019; hay en esta foto un algo pictórico que me interesa, también creo que refleja un cierto estado de ánimo: oscilante, pétreo, reconcentrado, un estado de ánimo contra el que luchar.