sábado, 2 de enero de 2021

Retratos

Moledo - Caminha
 
Moledo - Caminha

Moledo - Caminha

 

+ Emergen del pasado amistades olvidadas, quizá fantasmas, hombres y mujeres que se han transformado en personajes de una muy nuestra novela y no atisbamos a saber si realmente existieron o se han convertido en partes de un relato narrado para nuestra persona, en este preciso y singular presente. Ay, esa equiparación entre personas y personajes. Ayer, mientras C. no llegaba de su trabajo, vi un documental sobre el humorista Eugenio. Recordé muchas situaciones y personas. Me dio pena y entendí algo sobre la caída en el abismo, sobre la soledad, sobre cómo se constituye y destruye una trayectoria vital. Creí entenderlo, pero esta certeza duró muy poco. Soy persona más de dudas que de certezas. Me interesan los atuendos, las maneras y los rostros en su aspecto más inclinado al retrato, bien al óleo, bien capturados en la emulsión fotográfica o el muy actual pixel. Me interesan los retratos porque es desde ahí desde donde emergieron las amistades que duermen en el olvido. Como si un resorte activase el mecanismo que transforma el recuerdo en narración me encontré con los años en que Eugenio estaba en su apogeo. Bajo la égida de aquel mundo, pensé en aquellos que conocí en los últimos años de la primera enseñanza. Han desaparecido y no recuerdo sus nombres, estoy totalmente seguro que si los encontrase no los reconocería, ha caído la niebla del olvido sobre ellos, pero también sobre mí. Soy otro, soy el mismo. Repito la frase mientras el sueño me acoge y me otorga nuevas razones para indagar en el pasado. Supongo que tiene que ver con la época del año, la Navidad y su carácter contable, el arqueo del año, de los años. Lo dejo a un lado porque esa posibilidad está en mi mano, de mi depende.

+ Sin duda el relato de la vida de Eugenio ha condicionado mi descanso. La materia de los sueños posee poderes insospechados. Citas de acontecimientos, paisajes urbanos, desplazamientos en metro o en avión, hombres y mujeres entrevistos, fotos viejas, explanadas, muros, calendarios de 1978 o 1986, el envés de una carta, su interpretación, la quiromancia, cafés a media tarde en cafeterías trasnochadas, un libro comprado en una librería de lance que hoy asoma entre otros volúmenes, paseos por Madrid en noviembre, aquellos que ya no volverán. Eugenio y su vida de crápula, el humo del cigarrillo, el whisky, su gesto o la ausencia de gesto, esa imperturbable expresión, la voz gutural y todo un mundo que ya no existe, salvo en la pantalla, en la cadena cibernética.

+ Lo recuerdo con precisión, en mi adolescencia imitaba muy bien a Eugenio.

+ Noche Buena y Navidad. Transito por la fecha como la luz que cae sobre el río y se sumerge en su profundidad, nada aporta, salvo esa iluminación breve y gratuita. Hago regalos y me comporto según lo esperado. No tengo ningún problema en apartar la vista de los desaires, en la línea de Marco Aurelio fomento la magnanimidad. ¿Soy magnánimo? Encuentro una definición que me satisface: “Que tiene noble temperamento y grandeza de espíritu y se comporta con generosidad”. Ambas característica se acercan bastante a mi comportamiento, al punto hacia donde deseo que tienda mi hacer, decidir y decir. Sé olvidar, perdono y le resto importancia a los desaires. La virtud se afirma con la práctica. Vale.

+ Olvido el documental sobre Eugenio, leo unos papeles volanderos, consulto el teléfono. El día comienza y el día es una aventura en sí mismo. Dice el Dalai Lama que la mejor meditación es dormir; no puedo estar más de acuerdo. Hoy, miércoles, he dormido casi nueve horas. Qué paz, qué fortaleza. Luego llega el café y su sugerente esencia de sabor y lucidez. Los días pasan y el año termina, parece necesario hacer balance y lo evitaré. Hay días para los balances y hay días para la niebla del olvido. Hoy prefiero esa niebla densa que se posa sobre mis tareas, sobre los aciertos y los errores del pasado. Se termina el año, repito en el susurro de cierta música electrónica que tenía guardada en el ordenador, en este ordenador en el que escribo. Ya lo sabemos, todo es caducidad, pero en el instante somos eternos. Ahí descanso.

+ Imagen: camino empedrado, de regreso de aquel paseo a mediados de octubre; Moledo - Caminha.