sábado, 9 de enero de 2021

Presentimientos fallidos

A-Porriño-Mos

+ “… con cuántos ingratos fuiste benévolo”, copio esta coletilla de las Meditaciones de Marco Aurelio.

+ Quizá precise pocos libros, quizá no precise ninguno, salvo su recuerdo, su palpitante recuerdo. O ni siquiera esto.

+ Me pregunto por la acumulación de fotos del mini-break en Caminha. Creo que tiene que ver con la alegría y con la posibilidad de la indiferencia, la indiferencia ante los males que se nos presentan, que debemos conjurar hasta que no sean tales males sino molestias que sabremos soportar con estoica parsimonia. Veo las fotos y los días regresan. La capacidad de rememoración es una cualidad que las fotos comparten con la música, los sabores y los perfumes. Recuerdo el olor a mar, la claridad del sol, a los pescadores en la orilla de la playa. Recuerdo la habitación del hotel, la plaza atestada de turistas de fin de semana [turista de fin de semana como C. y yo], la noche y las luce de las calles de Caminha a las once de la noche. Recuerdo la desembocadura del Miño, la playa de Moledo, la mañana en Viana do Castelo. El recuerdo es un sedimento. Ahora las cosas son tan distintas, bajo el claustro que impone la pandemia veo cosas que no podía sospechar que vería. Asuntos pendientes y asuntos resueltos, el miedo contra el que trato de luchar y, con esfuerzo, consigo doblegar. Con la pandemia ha regresado mi viejo debate entre libre albedrío y determinismo, la diferencia entre documento y monumento, qué intrínsecamente transcendental y qué es necesariamente inmanente. Dejo los debates a un lado, por un momento. Regreso, otra vez, a las fotos y trato de seleccionar alguna, con la finalidad de que componga una serie con las que anteriormente he colgado en este espacio.  No respondo a la pregunta que inicia el párrafo, dejo su resolución en la resolución espontánea que me dará, tal vez, el sueño; en ello confío, más por dejadez que por certeza.

+ Suena, hoy último día del año, Nowehere Man de los Beatles. Surge de Flip, la radio francesa. Qué apropiado. Escucho y trato de asimilar su letra: “He's a real nowhere man / Sitting in his nowhere land / Making all his nowhere plans for nobody / Doesn't have a point of view / Knows not where he's going to / Isn't he a bit like you and me?”

+ El último día del año parece un día propicio para realizar un balance, para dar cuenta de lo positivo y de lo negativo del año que muere. Sin embargo, prefiero que los exámenes se realicen a diario, cada noche poco antes de dormir. Dicho lo dicho, acabo de terminar el calendario de los seis próximos meses [tengo dos calendarios: el primero da cuenta de los días, el segundo desarrolla las tareas diarias]. Los calendarios son el espacio donde examino las tareas proyectadas, su cumplimiento y su incumplimiento; establezco niveles de flexibilidad y rigidez, que me resultan muy útiles; tomo nota de las tareas llevadas a cabo, los compromisos y el peso. Los calendarios me dan seguridad, pero sé que podría ignorarlos. El último día de año se carga de rituales, esquivarlos o no tomárselos demasiado en serio es otra tarea.

+ En el reproductor suena un concierto de Paul Weller. Recurrentes presencias. Aleteo del pasado y cimientos para el presente. Amuletos y emblemas en los que se cree o se confía con una suerte de distancia o prevención. ¿Querría ser yo Paul Weller? Como los sueños que transforman la percepción del día, me siento lejano a esa idea de otra identidad porque he aprendido a aceptar el yo que me toca en cada momento, al menos a trazar esa línea. Guitarras, pianos, profundos órganos que reconstruyen una época que tal vez nunca existió, o si existió fue en el pacto de mi personal imaginario con la realidad dada. ¿Escapismo o un efectivo fármaco? ¿Ambas realidades? El año comienza a avanzar y la música y el ámbito de P. W. me parece lo más adecuado a mis propósitos: permanecer en el combate diario contra el miedo y la melancolía. Soy yo el que decide sobre mí, tengo yo ese poder y no lo puedo delegar. La música fluye.  

+ Imagen: después de la necesaria copia de seguridad, reviso fotos antiguas. Encuentro esta foto. Es una toma desde un aparcamiento en el margen de una autovía. Tiene en sí misma la foto todo un tiempo de tareas y horarios, la muerte cercana de mi madre y los cambios laborales que parecieron un trastorno y se transformaron en una provechosa oportunidad. Cuánta melancolía atesora la foto, cuando malos presagios no cumplidos.