sábado, 29 de agosto de 2020

Medio y extremo

lo-irrelevante
 

+ Necesito información sobre un tomo de un autor dramático del siglo XIX y acudo a la Biblioteca Digital de Castilla y León. En la portada de la página electrónica me encuentro con la foto de un [o una] joven. Al primer golpe de vista no reconozco a la persona. No puedo evitarlo, acabo por pinchar el enlace. Se trata de Carmen Martín Gaite, una jovencísima Martín Gaite [quizá no tanto, porque ha rebasado la treintena, pero su aspecto es juvenil, casi adolescente]. Con el pelo muy corto, en actitud pensativa y en el fondo el conocido y, probablemente, apócrifo retrato de Miguel de Cervantes. En una nota se aclara que la foto sirvió para ilustrar una entrevista del Abc cuando a la escritora le otorgaron el Premio Nadal. He dejado la foto en el visor, por lo tanto cada vez que voy a ver un Pdf aparece y expande su presencia. Es una invitación a regresar al pasado, a la lectura de Entre visillos, una novela que me interesó especialmente cuando yo era un adolescente que devoraba novelas e indagaba en un posible vocación que no ha dejado de transformase hasta llegar a lo que hoy es mi investigación. El camino recorrido se percibe en la foto, porque más allá del retrato hay una actitud hacia los libros y la escritura. Ella forma parte de mis mayores, se incluye en una senda de explicaciones y estructuras que me ayudan a entender el pasado [esa constante y móvil construcción, equiparable en su impermanencia biográfica con la Historia (en mayúsculas)]. La capital de la provincia, el aburrimiento y la mediocridad. Un reflejo, me pregunto hoy ante la fotografía, cuando C.M.G. ya vivía en Madrid. Mucho tiempo ha pasado y la foto clava la sensación de finitud y tarea incompleta que me lleva a recabar datos sobre mi biografía, que pronto abandono porque lo que busco es común a cualquier desarrollo vital. Termino por decirme que debería volver a leer Entre visillos, pero no lo haré: Ars longa vita brevis.

+ Si veo tan sumamente joven a C.M.G. en su treintena es porque yo ya no soy joven y todo aquello que tras de mí está resulta ser juventud.

+ ¿Qué el lo que busco cuando indago en la condición autorial, de qué se trata sino desvelar una parte de mi persona? Hasta aquí he llegado por casualidad, pero no, no es una casualidad: es el resultado de toda la biografía de un yo paralelo que se impone y sucumbe alternativamente. Soy ese yo-no-autor, una vía que rechacé hace ya mucho tiempo después de empeñarme en ella. Cuando veo el retrato de Carmen Martín Gaite llego a rozar el entendimiento de razones que me llevaron a desistir de una carrera literaria, no de una manera consciente, pero sí con su presencia. La academia ha resultado ser un cómodo refugio porque solo es un entretenimiento donde no me veo obligado a luchar por una posición, por una colocación, por un empleo. Terminando con el asunto: se trata de un rasgo más de mi condición de observador, que rechaza todo aquello que implique comunidad o, de ser aceptada ésta, que sea de una manera atenuada. La debilidad es la marca, el pensamiento errante que no quiere manifestarse por temor a la confrontación. Ahí está esta marca, el reflejo de lo efímero en la sombra proyectada sobre los días, tangentes e intersecciones.

+ «Siempre estoy a la altura del azar; para ser dueño de mí tengo que estar desprevenido», Nietzsche en  Ecce Homo, cita del libro de Fernando Saváter: Idea de Nietzsche.

+ Aparece en la primera hora de la mañana, esa mi primera hora, el nombre de Pascal Quignard. Lo escucho en Radio Inter, con atención. Emprendo una búsqueda sobre su obra. Una cita emerge y me da una guía para el día, para la semana, para el mes: «Quizá deteste a todos los que aman su lengua, su apellido, su nombre, su nacionalidad, su religión, su estatus, su pensamiento». ¿Hasta donde alcanza la cita, y, quizá, no viene de tiempo atrás, de un mundo anterior a mi nacimiento? Apunto un libro que trata sobre una posible comunidad de solitarios. Habla, ahora mismo, en la radio, en directo, sobre sus manuscritos, los borradores, pequeños dibujos. Hay, sin duda, una conexión. En la cesta de la librería en línea he depositado un libro. Ay, esta adicción a la lectura, esta compulsión de la compra de libros. La fuerza de la persona, la identidad que me perturba y rechazo. Múltiples razones, pequeñas certezas que se desmoronan cuando la marea sube. Cierro la página.

+ La lectura: ese vicio con apariencia de virtud.

+ Finalmente hago el pedido del libro de Quignard, la edición francesa: of course.

+ Imagen: lo-irrelevante. El gris motiva el disparo, la suma de elementos no es mayor que el conjunto: ese color, ese no-color, la sombra, la luz diurna que acuchilla la acera. Una otra abstracción más en el censo.