sábado, 15 de agosto de 2020

Música y fotos cuando el año ya va mediado

 

2020-ponte

 + [Música]. Domingo por la mañana, la lectura ocupa mi tiempo y se ve arropada por Mozart. Recuerdo que en el coche cambié a Stravinsky por Ute Lemper, La consagración de la primavera me impedía conducir adecuadamente, es decir: me hurtaba la concentración necesaria. Corro con un variedad de canciones que se oponen a la música que acabo de citar. ¿Se oponen en realidad? ¿Cómo se ha constituido este catálogo móvil y cuál es el reflejo que arroja? ¿Hay un tramo por recorrer entre ambos polos? La respuesta a estas cuestiones es difícil porque no dejan de ser un análisis de toda una trayectoria, de lo que ha quedado fosilizado en mi gusto y que deviene en una querencia hacia la música clásica, que se podría traducir en un especial aprecio por el trabajo, el trabajo académico [sin duda gobernado por mis propios intereses, porque esta es la nave en la que me embarcado]. Mi personalidad se forja en relación con la música desde temprana edad, con el agravante que yo estoy incapacitado para ella, para su ejecución, pero no para su recepción. Cuánto sufrimiento me ha producido esta falta de talento, aunque hoy lo comprenda y me ayude a explicar ciertas calas en la biografía, al fin en su asunción con la ayuda, entre otros, de Marco Aurelio. La música es la expresión de un deseo que no se alcanzará nunca, saberlo me une a una legión de desposeídos; sin embargo, me elevo sobre esta carencia y regreso a la lectura, donde yo soy yo, el que elige: Mozart, verbi gratia.

+ Fotos de Stravinsky: indago en su rostro, en su gesto, en las poses. La configuración del autor es tan interesante como su propia música, porque su rostro es adecuado para el retrato, porque transmite razones que se atisban en su música. Lo dije hace un momento, debí guardar el disco de La consagración de la primavera: una elección entre la seguridad y el placer. Hoy, en contra del ayer, elijo la seguridad. Vuelvo a las fotos de Stravinsky. Me llama la atención la muy conocida de Irvin Penn, uno de esos retratos en esquina, marca del fotógrafo estadounidense. La escucha que se ve materializada en la mano que forma una concha contra la oreja, el atildado atuendo, el brillo acerado de los zapatos, el gesto serio, reconcentrado, severo. ¿Se une la imagen del autor a su música? Sí, así lo deseo yo y en función de esta foto planeo volver a escuchar La consagración de la primavera. Todo lo dicho se resume en esa última sentencia, el proyecto de oír con una condicionante elegido: la foto del autor. En otras palabras, se debe aprovechar la posibilidad de erigir nuestros propios prejuicios para modular la recepción. Ahí estamos, allí vamos mientras el domingo se desliza calle abajo.

+ Otra foto de I. S. Se trata de la foto de Richard Avedon de Igor Stravinsky. La veo en detalle y me parece la configuración de otro autor distinto, más próximo a una estrella del cine o del rock. Esta visión puede cambiar de eje la posición del prisma desde donde escucho su música. Las desafiantes gafas de sol que se retiran para mostrar la mirada severa del autor, tan severa como en la foto la anterior, pero marcada, en las dos, por una decisión que se nos oculta, que no es posible descubrir. Escribo y suena Mozart y no deja de ser un hiato entre lo expresado y la música en sí. Quedará siempre ese rédito abstracto que la música comunica y que podemos traducir casi a voluntad, salvo por una guías que resultan insoslayables. ¿Mozart o Stravinsky? Las fotografías a su lado resultan evidentes y sin mayor liturgia que un deseo de atrapar el instante, algo reservado a un arte del movimiento: la música. Yo escribo y eso es un poco morir, la música me acompaña en la cabalgada, las fotos en la orilla intentan ilustrar lo que no admite ilustraciones.

+ Atrás quedó el manual de fotografía. Los conceptos que postulaba los he olvidado y sigo recuperando fotos del archivo con un criterio no explícito que conduce a esta colección que aumenta semanalmente. Prefiero ese vértigo irracional de traer al presente aquello sobre lo que disparé en el pasado y hoy toma otro sentido [sólo durante el momento de la elección, luego ya no me pertenece]. Los manuales son útiles para establecer una cuadrícula pero la vida no debe confundirse con la cuadrícula misma. Con ello no quiero negar su utilidad, pero sí afirmar sus limitaciones. Los límites son el propio fotógrafo y su configuración vital, que tal vez salga a relucir en el espasmo del disparo o no [caso en el que todo habrá sido un error], la selección es un arte o el arte se centra en ese seleccionar. Arte, qué palabra. Prefiero tomar las fotos que aquí cuelgo como ilustraciones que complementan el texto o fotos que se ven complementadas por el texto, sin mayor intención que cuajar la entrada semanal en su vertiente más auténtica: el diario, el paso de los días a través de las palabras y las imágenes. El manual de fotografía descansa a la espera de ser recuperado, algo que llegará, tarde lo que tarde.

+ Recupero Mitologías de Roland Barthes de algún lejano lugar de mi biblioteca. El espacio es muy importante y la disposición de los libros, las materias y su agruparse, me define, por lo tanto la idea de desorden no cabe en la colección de mis libros porque ese desorden es un otro orden posible. Es paradójico pero la esencia que determina mi biblioteca personal gira sobre el eje de la intuición y la disciplina académica, que un día necesitará una taxonomía y que mientras tanto permanece esta su colocación. Con todo, rescato un artículo incluido en el citado libro de R.B. sobre la vida en el Nautilus contrapuesta al barco ebrio de Rimbaud, ese ámbito de totalidad que es el submarino enfrentado a la inmensidad del océano y el deshabitado barco del iluminado poeta. Desde una gran ventanal el Capitán Nemo contempla el infinito abisal mientras le rodea esa abigarrada y burguesa colección de elementos que aportan seguridad, desde ahí partimos a la butaca, las zapatillas, la copa de coñac y la lectura, como epitomé de una biografía burguesa entregada al extraño placer de la lectura [censo donde yo me inscribo]. Qué notas grandiosas para elaborar el decorado de un relato, qué significativas, literarias o líricas.

+ Recuerdo una película en tecnicolor donde el Capitán Nemo interpretaba Tocata y fuga en Re menor de Bach. Un anzuelo que me lleva a la infancia, pero no regreso y la música suspendida flota en el ambiente, en el trazo del párrafo anterior.

+ Del libro sobre la mirada fotográfica he extraído una conseja: la importancia de hacerse con un archivo de fotos que reflejen nuestro gusto o que lo construyan [¿no cabe la posibilidad de se trate de lo mismo?]. Sin habérmelo propuesto, he acopiado ocho fotos en el escritorio del ordenador, que no deja de ser una pequeña y significativa colección. El censo es el siguiente: dos fotos de Stravinsky [de las que hablé un poco más arriba]; una del tenista Fred Perry; un paisaje de Madrid desde una azotea, claramente modificado mediante filtros que hacen que la escena tienda al amarillo intenso y africano;  una pequeña isla en el Danubio donde se ha montado una peculiar cabaña; dos fotografías de coches que yo mismo he disparado y que tienen relación con mi ámbito laboral, pero que no se traducen en identificaciones y ni en renuncias. Ahora pienso en el conjunto y en los sentidos posibles, veo que me manifiestan una cercanía a una idea de paisaje que me remite a lecturas y viajes, a desplazamientos y películas que ya no recuerdo, conversaciones perdidas el tiempo. La conseja habla más de la personalidad y sus tendencias que de la realidad fotográfica, o así yo lo interpreto porque las interpretaciones son siempre interesadas y mi interés hoy está en la definición de mis tendencias fotográficas [que se atestiguan en el desarrollo que alcanza a este diario, la imágenes que se van insertando semanalmente] y que tienen a una suerte de autobiografía interesada en detalles menores, vacío y descontextualizados. Una suerte de emboscadura, un alejamiento de la definición y de la identidad. Volveré al libro para comprobar que los consejos son consejos y se toman, se posan y terminan por olvidarse, aunque de ellos quede una niebla imperceptible pero condicionante.

+ Imagen: los colores, el contraste, el desenfoque que la cámara permite. Esas imágenes que me interesan y me definen, en ello indago, luego interpreto. Nada permanece.