sábado, 30 de noviembre de 2019
Días de transición (3)
+ Espero en la biblioteca a que regrese el encargado del depósito, supongo que habrá ido a tomar un café. Cojo de una estantería de los comics uno al azar. Lo elijo porque me gusta la portada y lo que presiento no se corresponde a lo que encuentro, me agrada más de lo esperado. Se titula La joven Frances, de Hartley Lin. Tras leerlo regreso al mostrador y mis libros ya están listos. Ha sido una agradable espera, una conformidad flexible con las circunstancias sobrevenidas. Salgo a la calle y me encuentro con que la lectura del comic me ha dejado una extraña sensación de irrealidad, de ficción inserta en la vida cotidiana. Hay un tema muy interesante en esta novela gráfica: el trabajo como única razón vital. Lo afirma un personaje (un enorme abogado que dirige el bufete donde trabaja la protagonista). He pensado mucho en ello, en la articulación vital que nos ofrece el trabajo. Hay una cita de Voltaire que me llama la atención: «Nuestro trabajo nos preserva de tres grandes males: el aburrimiento, el vicio y la necesidad». Camino por las calles, está a punto de llover, chispea y reflexiono sobre la frase, sobre mi postración, sobre otros trabajo que he emprendido. He conseguido un equilibrio que nunca había esperado.
+ Compra por 0,50 € = Historias del Kronen, Jose Ángel Mañas. Tienda de segunda mano, el jueves, de regreso de la biblioteca: Le escribo un correo-e a K.: «Hoy, en el Cash Converters, me compré por 0,50 € las Historias del Kronen. He comenzado a leer la novela hace un momento. La primera impresión es que ha envejecido mal, muy mal, pero, según avanzo, esta idea se desvanece hasta el punto de considerar que se trata de un libro de cierta importancia. Estructuralmente está muy bien trenzado, los diálogos son fluidos y eficaces , y es una novela entretenida. Es cierto que el tiempo ha pasado sobre ella, como pasa el tiempo sobre toda obra humana y así lo actual se transforma en un documento muy válido para reconstruir o explicar el pasado. Pero, teniendo en cuenta esa faceta de documento para una sociología recreativa, la novela merece la pena . En fin, qué lejano todo: teléfonos fijos, las pesetas, los talegos (palabra que ya nadie usa), la constante presencia del tabaco en las barras de los bares, la televisión, lo que salía en el telediario (las olimpiadas del 92, la Expo 92, el Xacobeo, atentados de Eta, Pujol en el acmé de su carrera...), el concejal Matanzo, la heroína en Malasaña o en Chueca, etc. Cosas que se podrían trasladar a otros lugares, por ejemplo: el vino barato, la permisividad con la conducción ebria, la presencia de la heroína. Era un tiempo que fue nuestro también y una leve nostalgia me invade, que inmediatamente rechazo: este presente del 2019 también es mío. En resumidas cuentas, creo que es una buena novela y la primera impresión que remite a lo polvoriento no tiene razón de ser, pero explica cosas sobre mí y sobre la distancia que se ha operado durante este amplio lapso de tiempo. Merece la pena una relectura. A día de hoy Mañas ha sacado una continuación del Kronen, donde Carlos, el protagonista, cercano a la cincuentena, tiene un cáncer terminal. Productor cinematográfico, politoxicomano y en la misma línea moral que en la novela de partida. Durante años Mañas se resistió a la continuación de las Historias del Kronen, todo indica que detrás de esto hay una necesidad económica: los 28.000 € del Premio Ateneo de Sevilla. Pero esto no quiere decir que sea una mala novela, para saberlo sólo hay un camino: leerla». Nihilismo.
+ Nihilismo: suena The The - Giant. La letra de la canción abre y cierra Historias del Kronen. Es sábado, son las siete menos veinte, falta poco para que llegue C., falta poco para que termine la lectura de la novela. Siguo convaleciente, me duele la muñeca, ahora me duele la muñeca y me cuesta saber qué día de la semana es. Los cambios de estado explican mucho sobre nuestro principio rector, dejo que él gobierne.
+ «Este negro untar las manos / endereza lo muy tuerto» González de Eslava, Coloquios espirituales y sacramentales, qué actual resulta la cita para nuestros tiempos, que en su desnudo esqueleto son los mismos tiempos de siempre: la venalidad, la ambición, el soborno, pero sin olvidar que hay otra cara de la moneda, en la que confiamos: el trabajo honrado, el buen fondo de los hombres y mujeres humildes, el amor de los buenos hijos por sus padres, los buenos padres, la esbelta mujer de la tienda de decoración que sonríe cuando ofrece envolver el burlete en papel de regalo: “a todos nos gusta abrir regalos” (…) y así. Con esto último me quedo, pero de lo primero no me olvido.
+ Regreso de la entrevista semanal con la doctora que atiende mi lesión. En un rellano dos heroinómanos hablan, puedo llegar a escuchar que coinciden en algo: la mejor muerte es la que te llega por noche, y el otro responde que él desea lo mismo. Su aspecto cadavérico ilumina la lluviosa mañana, como la declaración contradictoria del acusado, aunque ellos no son culpables de nada, su mirada alucinada es el resumen de un mundo que se desmorona. El arte del momento me ha reglado este memento mori. No puedo dejar a un lado la reflexión sobre mi lesión, no puedo dejar de enlazar lo uno con lo otro, no puedo dejar de vivir mientras me contamino con lo diario, con su concreta e insoslayable certidumbre.
+ «Deseando una cosa parece un mundo / luego que se consigue / tan solo es humo. / Tan solo es humo, mare, tan solo es humo, / deseando una cosa parece un mundo.»
+ Imagen: pasadizo en Lisboa, alegóricco .
