sábado, 16 de noviembre de 2019
Días de transición (1)
+ Un vídeo sobre Las Torres Blancas. Ya es tarde, casi media noche, llego al vídeo por casualidad. Me gusta, en principio, su montaje, la factura de la imagen, los encuadres. Lo que realmente me llama la atención y me agrada es la persona de Carlos Hurtado, el arquitecto, el primer habitante de las Torres Blancas. C.H. conduce a un grupo de estudiantes de arquitectura por el edificio, por sus entresijos. La precisión de los comentarios son reflejo de otra época, un mundo que se desvanece y al que yo, de alguna manera, todavía pertenezco. Una manera de estar, la búsqueda de un consenso, la educación y el buen gusto. Al mismo tiempo, estudio la casa en sus elementos más humildes: la grifería, las manijas de las puertas, las ventanas, azulejos y baldosines, celosías. Son elementos que he visto repetidos en otras casas y que van desapareciendo, que pertenecen al decorado de mi infancia. Pero el edificio está ahí, en su contundencia, su trasnochada ciencia ficción, con todas las posibilidades cinematográficas o pictóricas, una parte emblemática de la ciudad. Los emblemas nunca son espontáneos. El edificio tuvo desde un principio voluntad singular, por parte del arquitecto, pero también por parte del constructor, ya que éste último buscaba significarse. Sáenz de Oiza y Huarte. Estaba proyectada una segunda torre que nunca llegó a construirse, por lo tanto su nombre no tiene demasiado sentido, ya que es una única torre. Hoy su aspecto tiene un algo de vestigio postindustrial, de nave varada, de fábrica de la que ya nadie recuerda su función.
+ [2D]. Comencé a ver vídeos sobre el trabajo diario de arquitectos (dibujo, planos, elección de materiales, maquetas, pero, sobre todo, su discurso) y tuve que apagar el reproductor. Como decía aquella mujer sabia: «nos interesa el arte, pero no los artistas». Hace tiempo que he tomado esa senda, en la línea de R. Barthes: la muerte del autor. El arquitecto no me interesa, la arquitectura sí, pero en otro sentido diferente al esperado, al propio interés del arquitecto. ¿Decorado, trampantojo, proyección? Escenario, composición de posibilidades. Sobre todo escenario, la posibilidad de devolver el volumen a su inicio: las dos dimensiones del papel, el trazo del lápiz, o a la pantalla (dos dimensiones también). La fotografía, finalmente, es lo que engrandece la arquitectura.
+ ¿He perdido mi existencia, disuelta en mi divagar diario, mientras la lesión me postra? Una vez más, observo en la distancia.
+ Mi lesión de codo evoluciona bien, pero todavía no puedo realizar todos los movimientos que corresponden a la articulación, con la consiguiente incomodidad y limitación. La distancia que establece la lesión tiene un algo de enseñanza. Es sabido que perder una facultad es comenzar a apreciarla. Lo veo claramente ahora que he recuperado la capacidad para escribir mediante el teclado del ordenador. Y ahora sé que hay una corriente entre mi cerebro, mis manos y la pantalla. Es ahí donde coagula el texto, donde se darán las correcciones y la posterior finalización, el último párrafo, tal vez. Observar el proceso desde el automatismo perdido otorga una perspectiva privilegiada. ¿Me conozco mejor o he descubierto partes ignotas? En este sentido, el tiempo me ha colocado en lo que cada vez en más mi lugar, una depuración, un decantado fluir de razones y deserciones, de abandonos y solidaridad, se replantean las preguntas y ya son otras. La lesión me ha servido a manera de cartografía para rehacer el itinerario, ¿para llegar al mismo punto? Es algo que está por determinar.
+ Concretamente, hay una suma de factores que afectan a lo diario de una manera no deseada, pero el conflicto es algo esencialmente humano: digitalización, el precariado, nacionalismos, el e-comercio, la subida de los alquileres o las viviendas turísticas (tan relacionado lo uno con lo otro), el parque temático como razón de vida y explicación vital. El día termina.
+ Me encuentro con un conocido, es médico. Me habla de sus hijos, estudios y trabajo, me habla de los problemas que hay en su profesión. Lo escucho atentamente. Nada sé de la medicina. Son campos ajenos y lejanos, donde la ficción construye más que la realidad. Para mí la medicina es un índice en Mme. Bovary, por ejemplo, que aunque útil en algunos sentidos, no opera como guía. Sin embargo, si me ciño a las lecturas de Foucault todo cambia. He tratado de trasladar lo que me decía a la arquitectura donde se da lo expuesto, los conflictos. No puedo menos que relacionarlo con los espacios y las relaciones personales. Esta forma de aplicar plantillas sobre la realidad da sus frutos y, con mayor frecuencia, la aplico en situaciones diversas y no excepcionales. ¿He aprendido a pensar?, me pregunto ante la música que desgrana la emisora de música clásica.
+ Hoy es día de votación. Iré a votar sin convencimiento.
+ Ya tenemos resultados electorales. El resultado no me gusta y he votado desde la desilusión, lo que restringe la posibilidad de la esperanza [mejor así, pues la esperanza no es una virtud, sino un problema que termina por manifestarse en el futuro]. Ayer a la noche E. y yo estuvimos hablando, ambos llegamos a un punto común, que la historia es una sucesión de crisis [como casi siempre, no es una la única explicación posible, pero sí resulta ilustrativa en este momento, válida para tratar de explicar como fluye lo diario que nos supera]. Hemos de esperar con el convencimiento que los pronósticos nunca se corresponden con la consecución de los hechos. Aquí lo dejo, en suspenso, ya que mi opinión carece de elementos para el juicio para formarse adecuadamente, a la espera de la evolución de los pactos y sus consecuencias. Los pronósticos tienen, como toda predicción, al error. Pero la desilusión es el tono.
+ Trato de seguir con mis tareas, pero me cuesta. He perdido la concentración, el impulso, mi actitud. Hay un trabajo diario de recuperación, de aceptar la nueva situación. Me veo en el espejo, por la mañana. Me estudio y trato de encontrar esa chispa vital. Pero no me detengo y rechazo la postración. Cada día es un batalla, pero no me rindo.
+ Imagen: en el MNCARS disparo sobre una obra para crear otra obra (?). La fotografía transforma las 3D (la obra y el espacio expositivo) en 2D (la extensión de la pantalla del ordenador: aséptica); se trata de ejemplificar (?). De un punto a otro punto, sin interrupción. [Carl André, Magnesium Copper Plain, 1969 - 1970].
