sábado, 7 de diciembre de 2019
Días de transición (4)
+ Comienza la cuarta semana de postración. Es un tiempo de escritura y reflexión. Sobre la lectura, el tiempo que no ha de volver y los matices que la edad otorga. El dolor ha remitido gracias a la medicación, pero hay un malestar que tiene relación con la pérdida de referencias, de como los días de la semana se han equiparado en una igualdad debida a la ausencia de límites. Los límites muchas ocasiones otorgan capacidad creativa. El tiempo comprimido, el tiempo en la cuadrícula del calendario y las obligaciones otorga tranquilidad. Así, en este momento, recuerdo aquello de Heidegger sobre la aprensión de la sustancia de la existencia, en manos de los ociosos, aburridos o angustiados. Esa triada ofrece un enfrentamiento con la verdad del tiempo, ese ser en el tiempo al que nos debemos. La postración me acerca a ese punto de vista, la lectura y la escritura me alejan de la misma angustia. Las obligaciones nos salvarán, por ejemplo esta misma escritura.
+ Sábado, comienzo a tomar notas en el ordenador. Para aislarme he puesto a Eric Satie en el reproductor de vídeo en línea. No puedo deja pensar Honfleur, los días de Normandía. Amenaza lluvia. Son las nueve y cuarto de la mañana. Las nubes, el final del otoño, recuerdos de personas que ya no están, personas que no volverán, personas que se han convertido en extraños. Nuevos amigos que se interesan por nuestra salud. La postración da para mucho, sobre todo para una dulce melancolía. Eric Satie describe un tiempo que no fue nuestro, pero hoy lo asumimos. Escribir, tal vez escribir.
+ Debo abandonar a Eric Satie. Sólo puedo trabajar con Bach. ¿Son manías o es mi ecosistema? La construcción de un ámbito aunque nos defina va más allá, llega a condicionar el futuro. El futuro no existe, pero la presencia de Bach es tan poderosa como llena de inspiración. Continua esa escalada que me ofrece Bach, como si pudiera volver a ver las montañas a las que ascendí, el enfrentamiento a una escala muy superior, incluso a la dimensión de la gran ciudad. Pero aquí se condensa y se plasma ese impulso que la música otorga.
+ Postrado, escribo en la cama. He construido un aparataje con cojines, libros y atriles para partituras que me permiten escribir sin dolor. Curioso este dolor físico que me ataca en la escritura, muy lejos de un dolor romántico donde el yo se enfrenta a sí mismo para llegar a lo más profundo de su esencia, a la verdad nuclear que ha de irradiarse en torno a la creación. El dolor concreto tiene un aspecto adecuado para la interpretación. Pero no quiero interpretar, sino lograr un avance en la tarea, quiero llegar a la meta y olvidar esta tarea para comenzar con otra, y así. Se desvanece la noche.
+ De un lugar a otro, llego a The Soft Parade. Paso a un mix de los propios Doors. La música de los Doors tiene un gran poder evocador, bajo su envolvente sonido, el ritmo exacto, marcado por el órgano en conjunción con la batería y el bajo, otorga un colchón que me traslada a paisajes a los que nunca he llegado. Lo sé, he soñado con tierras de California y tiene sentido porque ahora se recuperan. Me detengo y espero un poco más. Me fascina ese órgano, su profundidad, la autonomía, la organización sobre el conjunto; marca rutas y transforma ese mundo propuesto en una posibilidad. Soñé con California y nunca estuve allí, pero su presencia era tan fuerte que me constó regresar al mundo de los vivos. Ahora se muestra en su extraña realidad aquel sueño: ¿Break On Through (To The Other Side)? Quizá vi alguna de aquellas guitarras en una exposición en Londres, tal vez no.
+ Dice Aristóteles que la madurez física se alcanza a los treinta y cinco años y la madurez intelectual, cuando falta uno para los cincuenta. Aquí estoy.
+ Hoy he ido a la revisión semanal. Llego un cuarto de hora antes de la cita, con el libro que siempre llevo: Normas para el parque humano, he comenzado la segunda lectura de este breve tomo. La doctora me recibe y me dice que evoluciono bien pero que debo tener paciencia, todavía debemos esperar. Me ha dado cita para el fisio. Salgo a la calle. No he leído casi nada de Normas… Sin embargo, camino y guardo esa idea de que la lectura ha caducado como actividad para establecer la necesaria inhibición del animal humano. Veo a las personas caminar pendientes de sus teléfonos y sé que estoy fuera de ese mundo, no en la totalidad, pero sí en una buena parte. A veces dudo si es malo estar fuera, pero no me gusta, no me apetece tener un smart-phone. Ni siquiera es una postura snob, que también. ¿Es bueno o malo? No es momento de juicios morales, tengo cincuenta y tres años.
+ Imagen: 14, todo lo que cabe en este número; por ejemplo: piso 14.
