sábado, 28 de diciembre de 2019
Décalage
+ Un rasgo a destacar de este tiempo histórico es la velocidad, la hipervelocidad. La ausencia de pausas y la atolondrada sucesión de acontecimientos, declaraciones y evaluaciones, que pronto se ven sustituidas por otras no menos deletéreas y superficiales. Todo sucede muy rápido, demasiado rápido. Como un torbellino, las comunicaciones nos ofrecen una palpitante idea de cualquier problema pero sólo durará un instante, lo que dura un clic. Aparece un pequeño cuadro que a penas se desvanece otro ocupa su lugar. Soluciones sencillas para problemas muy complicados, problemas que ni siquiera alcanzamos a entender o a hacer un mapa de su totalidad. Son los tiempos del meme y del zasca, me digo, los tiempos de la acción rápida basada en aquello que deseamos escuchar. Se ganan elecciones, se ganan referendums. Acabo de ver la película Brexit, The Uncivil War, y creo que he comprendido algo, muy poco, muy poquito, pero algo solido: la velocidad y la disolución de lo íntimo rompen un orden para implantar otro orden, un orden que desconozco pero que terminará por solificarse. Herramientas políticas, la retransmisión en directo de cualquier acto y su propia modificación sin mayor objetivo que el poder. ¿Fake news, bulo o mentira? ¿Qué palabra se prefiere? Todo estaba ya en Maquiavelo, pero ahora através del turbo de la electrónica nos llega sin interrupciones. Seguiré en ello.
+ Hace tiempo compré uno de los tomos de las obras completas de Camilo José Cela. El tomo que corresponde a dos libros de viajes. Hoy lo abrí, después de haber leído algunas páginas sobre Historia de España en los años noventa del siglo XX. Los años noventa del siglo XX. Cela en aquellos momentos todavía vivía. Recuerdo que coincidí en una ocasión con él en un grupo de personas. Yo tendría poco más de veinte años. Permanecí en silencio y observé, atentamente observé. Poderosamente me llamó la atención su afabilidad, muy educado hasta que apareció una cámara de televisión. Fue una transformación asombrosa. Su semblante cambió y su voz se engoló hasta límites caricaturescos. Comprendí algo importante: yo en esa vía no tenía nada que hacer. No soy un publicista, ni un propagandista. Ahora lo recuerdo, tantos años atrás, pero abro el libro y se me cae de las manos. Una prosa bien medida, con ritmo, con la exactitud de la palabra que ha sido escogida con esmero, pero no deja de ser una palabra vacía, hueca, y de esta oquedad llega una de sus más importantes cualidades: la resonancia y la música, su música percutiva. Cierro el libro y me dispongo a salir. Es sábado, la Navidad está ahí y hoy me siento con una plenitud que se relaciona con mi regreso al gimnasio: el deporte tiene beneficiosos efectos, pero si pudiera darle a un botón o tomar una pastilla no iría a hacer ejercicio, pero ese, ese es otro tema. Cela duerme en un estante.
+ He recuperado Tinker, Tailor, Solider, Spy. Quizá esta noche tenga una cita con Sir Alec Guinness. Finalmente le dejo los discos a E., espero poder hablar con ella sobre el tema del espionaje, la ramificaciones que tiene en la política y en la narración.
+ Décalage se podría traducir del francés como desfase, desajuste, diferencia o desplazamiento. Prefiero la palabra francesa para titular la entrada por no traicionar un snobismo que me agrada, que se une, v. gr., a esa resistencia a abandonar mi viejo teléfono portátil, sin conexión a internet. Me retrato en estas acciones, pero con plena consciencia. ¿Siempre con consciencia plena?
+ En el gimnasio las nuevas máquinas se conectan a internet. He estado viendo la entrevista a Foucault en la Universidad de Lovaina. Me sorprendo pero pronto me centro en la entrevista. Foucault vuelve a hablar de los indicios difusos, que están más allá de los temas de moda.
+ He tratado de conectar la cinta de correr a internet una vez más y no ha sido posible, me centro en mi reproductor de Mp3 y veo que es suficiente. Hay algo de oración en el ejercicio físico y la música seleccionada contribuye a esta expansión, a la identificación del yo con un incierto vacío. Y así llego a la conclusión de que una de las razones del ejercicio inmoderado es anular la multiplicidad del yo. Algo que se puede denominar ansiedad se ve reducida, anulada. La unión del deporte con otros géneros adictivos no se puede soslayar. La ludopatía, el alcoholismo, la adicción al trabajo (…)
+ Un día me cansé y no volví a ningún concierto de rock. No estaba dispuesto a participar en las liturgias y rituales propios de tales acontecimientos. Me alejé y no he vuelto. Ahora, poco a poco, me alejo de la propia música, del roquerío. Hacia donde me conduce es a un replanteamiento de mis propias certezas, es decir, de mi mismidad. Desvestirse de la propia personalidad, un rechazo manifiesto de las posibilidades del yo. Se une esto a lo anterior, no por paralelo, sino por complementario.
+ He vuelto a ver el programa sobre reformas y construcciones que se emite en la BBC y que está disponible en línea. Trato de ver los edificios que aparecen en el programa como una lectura, más que como espacios donde habitar. Me gustaría llegar a lo biográfico, aquello que se refleja en las elecciones y no deja de ser un indicio difuso, que precisa concreción. No lo consigo. He de articular una autobiografía que me sirva para conjurar el mal del tiempo, su paso y esa certeza que tiende hacia la contabilidad y el balance. Me preparo para dormir y creo que una casa es más que un reflejo, pero tampoco tiene mucha importancia.
+ Imagen: Madrid en noviembre, gente que dispara fotos cuando el sol se va a poner. Recuerdo la agradable temperatura, un cielo de un rosa pastel imposible, una cierta alegría en las personas que paseaban por el parque del Oeste. No me queda otra cosa que esta foto, salvo el recuerdo de la templada atmósfera y la certeza de la pérdida
