sábado, 14 de diciembre de 2019
Días de transición (5)
+ Fotos y cuadros de Charles Pollock, el hermano de Jackson. Es un suplemento de Le Monde, una agradable compañía en la tarde de un viernes sin etiquetar [he perdido una cierta noción del tiempo, pues los días se han equiparado entre sí]. Veo las fotos y estudio los dibujos, busco su nombre en la red y me devuelve un autorretrato que tiene un aire renacentista o que se asemeja a otros vistos de Otto Dix. Hay un hilo que no se interrumpe entre una percepción y el recuerdo de exposiciones visitadas hace ya algunos años. Me interesan los rostros, su variable expresión, lo que comunica y lo que ocultan, soy partidario de su lectura atenta. Todo es susceptible de ser leído, todo tiende a convertirse en texto: descripción, análisis, valoración, conclusiones. Sumo la idea que adquirí en Hockney, esa idea que valora lo cotidiano como un venero de inusitadas sensaciones y posibilidades. El mundo se abre como abrimos los libros. En su extensión me someto a la disciplina solitaria de la lectura. Dejo la revista y me entrego a los preámbulos de la siesta. Apagaré la luz, escucharé Europe1 y me adormeceré. Un camino ya recorrido, pero todavía agradable.
+ El sueño es la imagen de la muerte, en ello pienso mientras se acerca la hora de que C. llegue para recogerme e ir hasta Panxón. Acabo de despertarme. Recojo Estética de la crueldad, de Fernando Castro Flórez. Algunas cosas sobre Kosuth: «La única pretensión del arte es el arte mismo. El arte es la definición del arte». ¿Es necesario tener un guía en el museo? ¿He trasladado esa visión a la vida ordinaria, la cotidiana? ¿Por qué y cómo me afecta la elegida presencia del arte [contemporáneo]? Un incremento, una nota de estilo, la senda del snob. Confesarse ante el espejo, como día Jorge Martínez, Ilegales, «Hay un tipo dentro del espejo / que me mira con cara de conejo. / Oye tú, tú que me miras: / ¿es que quieres servirme de comida?» El tipo con cara de conejo es uno mismo ante la infinitud de la reproducción en el azogue. El sueño me ha dejado traspuesto, esa sensación se traslada a la lectura y, ahora a la escritura. La muerte y el sueño se igualan en el aislamiento que tiene tanto el cadáver como el durmiente. He resucitado y el libro me acompaña en el regreso a la vida.
+ Domenico Scarlatti - Sonatas, Ivo Pogorelić.
+ Capas de color que se superponen, el espesor de la tarde, un incendio en la memoria, la mirada ausente de un gato que se queda dormido. Por error / casualidad llego a un vídeo de la BBC sobre reformas y construcción de casas. La suma de los momentos, la tranquilidad después de la tarea completa, los libros por leer, los libro que no recuerdo haber leído. Sigo con el documental y descuido la tarea (?) de mi escritura. En realidad lo que menos me importa es la construcción de la casa en sí, lo que me resulta particularmente interesante es la voluntad de construir, compartida por los dos arquitectos, la propietaria y los albañiles. El particular aspecto del trabajo resulta digno de observación cuando se percibe esa seriedad en la tarea, la misma seriedad que emplean los niños en sus juegos. Creo ver ahí un núcleo vital, que proyecta la vida diaria hacia ese falsa eternidad que nos permite vivir, la sensación de eternidad. La eternidad como meta, la eternidad como tranquilizante.
+ En el resultado se mezcla la concreción de lo proyectado con, por ejemplo, el rastro de la vida (los juguetes desperdigados en montañas y aleatorias acumulaciones), elementos que rompen la simetría (muebles heredados y cuadros ¿sin gusto?), las herramientas del trabajo diario (pantallas de ordenador, escalímetros o diccionarios de sinónimos). La vida diaria otorga un extraño conocimiento que es difícil describir, pero que palpita. Sinuosa e inesperada, en ella descanso.
+ En tiempo y dentro del presupuesto, es ésta la condensación del programa sobre la reforma y construcción de viviendas.
+ Otros mundos, la escritura: proyecto, construcción y presupuesto.
+ Y uno llega a un hombre que compra mobiliario y objetos decorativos para los súper ricos del Reino Unido. Me gusta oír hablar en inglés, este inglés de la clase alta, tan particular. La pasión por comprar, dice sin disimulo y añade que no es de buena educación hablar dinero, de precios. En un comentario sobre el vídeo alguien dice que mejor sería explicar cómo se han conseguido esas descomunales cantidades de dinero. Pero la belleza está ahí: una lámpara de láminas de un material transparente, leve y amarillo, donde se esconden luminarias que simulan diente de león, pero, nos explica, el diente de león se trae de Rusia, se deshace y se pega uno a uno sobre la luminaria. Son 15.000 £. Aquí planteamos la diatriba: cuántas personas no llegan a esa cantidad en un año, y, a renglón seguido, ¿no es demagogia, pues de ese exquisito bibelot mucha gente vive, tiene un trabajo (etc)? Qué paradójico, qué responder. Un poco más adelante leo una entrevista con Piketty donde habla de una supresión de los impuestos indirectos por injustos y una herencia universal de 120000 euros cuando el ciudadano cumpla 25 años. Comparo lo uno con lo otro en un ejercicio de suspensión del juicio; al tiempo, certifico mi interés por el amplio campo de la vida cotidiana. Llueve, ese ritmo guía mi pensamiento.
+ He terminado el artículo y se lo envío a mi directora. La espera, el resultado de la evaluación. El necesario ejercicio de someterse al criterio de los que tienen un mayor conocimiento y experiencia que uno. Llueve, intensamente, llueve.
+ Cuadros que reflejan la vida dentro de una maqueta. Esa inquietante perfección de los maniquíes, el hiato que producen las estatuas de cera mediante sus dudosos parecidos, la transición entre la vida y la muerte, la descomposición del gesto y la pérdida de luz que afecta a la piel y a los ojos. Veo otra vez los cuadros, pasan en una serie descompuesta, observo la reiteración de las figuras, su repetición. Admito la razón artística, pero mi lectura es otra: alejada del interés por la decoración, centrada en las posibilidades descriptivas de los salones donde se colgarían estos lienzos. La construcción de un escenario es el primera paso para la divagación. Todavía no ha amanecido, cierro el navegador y dejo a su suerte estos cuadros que me han interesado por su perfecta técnica, por la desdibujada presencia de las personas, por la repetición de los motivos, lo decorativo de la mueblería; pero deben desaparecer en el errático ir y venir de las realidades que surgen por azar desde lo aleatorio de la red. ¿Soy yo el que busca o es el contenido el que me busca a mí?
+ Imagen: desde las alturas del Monte Saint-Michel. Como peregrinos: así recorren los esteros. Un descomponer la figura sintomático.
