sábado, 1 de junio de 2019

Distancia (-s)


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+ [El cuestionamiento de la identidad: una tarea]. La afirmación entre corchetes es un apunte una entrada anterior de este mismo blog: creo que el apunte debe extenderse, ampliarse, amplificarse ya que, al transcribirla, pienso en qué es poseer una identidad, pienso en si la identidad es estática o dinámica, lo que dirige la mirada hacia mi propia identidad y cómo ésta se ha generado, destruido y reconstruido, cómo ha girado, cómo se ha limitado o expandido, emboscado o impuesto. En definitiva: no, no es estable, y creo que esta su principal caracterísitica. En primer lugar, me digo: Nadie se baña dos veces en el mismo río y, a renglón seguido: El carácter es el destino:  son dos afirmaciones de Heráclito de Éfeso, Heráclito El Oscuro. Ambas afirmaciones las tengo siempre muy presentes, y para el caso que me ocupa me parecen punto más que oportunas, pues lo puedo traducir en el que la identidad no es estable, pero, al mismo tiempo, hay un principio rector que gobierna su curso desde el inicio hasta el final, un principio rector al que no es posible contradecir pues se define y compone con la trayectoria y sus calas, simas y culminaciones, que solo se obtiene su fórmula cuando la vida ha terminado. Y me digo, arropado por los sonidos que desde la calle llegan, ¿quién soy? Veo, así, mi reflejo en mis inseguridades, en la intranquilidad, en el nerviosismo contenido, pero, también, su otra cara me conforma: voluntad, nobleza, fuerza; oscilo entre estos puntos y hay un algo que se va depurando y tiene más que ver con el mencionado principio rector [con un arranque en Marco Aurelio] que con una noción de identidad conectada con lo plural, lo colectivo social y lingüístico. La identidad me pone en prevención, siempre. La invocación a la nación, al pueblo, a la tradición. La reducción sociológica del individuo a elemento de una clase es válida, pero no lo explica todo. Quizá existan zonas de sombra que se resisten a ser capturadas, quizá es en esas zonas de sombra donde el yo que me interese habite: para lo bueno y para lo malo.

+ Sigo con la lectura de P. Bourdieu. Poner en cuestión nuestras certezas es otra tarea, que unas veces cuaja y otras no, pero siempre resulta ser estimulante para el trabajo diario, el trabajo del investigador en formación, que soy yo.

+ Dejo que suene en reproducción continua un archivo de sonido de unos cinco minutos. Son olas que mueren en una playa. Hoy es domingo y hace sol, yo estoy recluido en mi madriguera, rodeado de libros y entregado a la lectura. Todo el domingo se consagra a la lectura, hasta las ocho de la tarde, cuando C. y yo damos un paseo. El paseo descomprime la saturación adquirida con la lectura. Hablamos mientras bebemos una cerveza helada, el viento es suave y no hace frío. Observar la vida, comentarla sin mucha pasión, decidir entre patatas fritas o aceitunas. Se ve una cometa a lo lejos y parece un signo de ventura, un ciclista, los niños que gritan, fumadores que, en silencio, escrutan el paisaje. Las semanas se deslizan en un fluir inquietante, el tiempo es nuestra materia. Ahora, escucho ese oleaje enlatado, continuo la lectura y me pregunto qué sentido tiene esta construcción. No importa, cuando lleguen las ocho de la tarde se habrá desvanecido. Hoy es día de votación.

+ Voté muy temprano, el sobre azul y el sobre blanco. Ya está me dije, esta es mi contribución a la vida pública. Qué poca cosa. Bueno, también pago impuestos y en mi trabajo la impronta política siempre está presente: el talante, el diálogo, la escucha atenta. En este sentido, una vez me preguntaron si era muy severo en la aplicación de mis obligaciones  y, espontáneamente, respondí:  sólo trato de ser justo. ¿Es esa mi contribución, el trabajo bien hecho y la permanencia de lo conveniente sobre la conveniencia? Tengo mis limitaciones, pero creo cumplir con un incierto cometido que me he marcado. Voté y voté sin convencimiento, con desencanto, lejos de cualquier atisbo de identidad, voté por lo que parece conveniente y me alejé del colegio electoral: desencantado, sumido en la imposibilidad, en la evidente falta de acción en mi vida.

+ Insisto: soy un observador; no es una pesadilla, no es el paraíso de la satisfacción, es una distancia construida.

+ Mientras recorro la red en busca de la nada, me encuentro con un croquis autógrafo de Flaubert. Hay en uno de los márgenes una cuenta. Es una multiplicación y no está bien hecha: multiplica 365 por 16 y su resultado es 5800, cuando debe ser 5840. Compruebo otra vez la operación y el error es palmario. ¿Tiene algún tipo de significado? ¿es en sí el error un elemento paratextual? ¿cuáles son los referentes de las cantidades: 365 días y 16 horas diarias (de trabajo)? Las incógnitas que se plantean son inspiradoras. Veo la materia del artículo semanal en el suplemento del domingo. Irrelevante. Me gusta imaginar esas vidas que están obligadas a la entrega: cada semana un artículo con un cierto acento intemporal aunque con su anclaje en lo diario, ese equilibrio, ligero y profundo, lírico y contundente, político y costumbrista, y, sobre todo, la tendencia al monólogo televisivo: el chiste. He terminado, hace un momento, el libro de P. Bourdieu La televisión.

+ Durante unos días me alejé de Madame Bovary: ayer a la noche regresé, sólo leí un capítulo. Suficiente. El placer es el evidente fluir de la narración, de la prosa. En cuanto termine con la muy buena traducción de Germán Palacios en Cátedra, comenzaré con la novela en francés, porque creo que resulta un texto intraducible: así se trasluce sobre lo leído a cerca del trabajo de Flaubert: vocear la prosa, buscar su música, rectificar hasta encontrar la exactitud. La novela total, un punto sobre el que reflexionar con detenimiento.

+ Ayer noche, otro capítulo de M.B. Cuando Rodolfo aparece me doy cuenta de que los personajes son estereotipados, pero lejos de ser un defecto contribuye a esa totalidad literaria que el libro establece, esa voluntad de estilo realzada por la distancia del cínico narrador. Haber recuperado esta lectura ha sido punto más que un acierto. Ver el pasado a través de las ideas literarias que tuvimos en su momento y ver el presente mediante las nuevas ideas y las que se han mantenido resulta un privilegio que no se compra con dinero. Como si se apuntase una determinación: la narración inunda la totalidad, es un prisma móvil, que explica sin llegar a comprometer su naturaleza artística. Las explicaciones están en la orilla del lector, el autor expone y el texto muestra su independencia.

+ Pensar en las carencias personales y establecer una distancia se afirma como una tarea diaria. Demasiada observación, demasiada distancia.

+ «… ventura - y no razón- vence porfía, / sólo ventura no es merecimiento.», en el segundo cuarteto del poema 272 en Poesía del Conde de Villamediana, ed. de Rozas.

+ Imagen: a través de una oquedad en el escaparate, donde se muestra una zapatilla tan vintage, tan actual, vemos a una pareja que parece valorar la compra de una camisa o una cazadora, quizá otra prenda. ¿La distancia? El observador, el voyeur, el que anota sin tener contacto.