sábado, 15 de junio de 2019

Fortuna mutabile


Pierre Michel Duplessy - Bordeaux


+ Por definición la Fortuna es mudable, cambio: en definitiva. Se percibe muy bien su naturaleza en la imagen que nos transmiten ciertas miniaturas medievales: la rueda de la Fortuna gira y hoy está arriba el rey y mañana se ve convertido en mendigo. Este girar no conoce descanso, pues se conecta con esa indiscutible sustancia de la vida: el cambio: reitero. Por otro lado, la Fortuna no solo hace que se precipiten reyes al abismo de la pobreza, también castiga a los soberbios con la consecución de sus deseos. Parece como si hubiese un juego de justicia poética en la culminación en este tránsito. El que deseó el dinero lo obtuvo, pero no para substraerse de su condición de esclavo, sino para ahondar más en ella; ansió la fama y la fama fue funesta; allí vio el amor y el amor era una ciénaga. Nada de lo que nos parece deseable es necesariamente bueno. Veo al artista que alcanza un puesto destacado, sobre ese zócalo de mármol desde donde muchos le pueden ver: es de una coherencia que asusta: el pelo libre y amplio, la mirada profunda y misteriosa, manos hermosas de pianista sin piano, sonrisa y barba pirata o romántica. La belleza también es arte, arte en las maneras y arte en los silencios y en las incomodas decepciones. Pero yo sé más que otros, me digo. En sus ojos se transparenta el haber alcanzado sin mérito esa altura. ¿Tiene importancia? Quién lo sabe. Ni siquiera estoy muy seguro de lo que escribo, pero me parece verosímil y sabemos que, en tantas ocasiones, lo verosímil rebasa a lo verdadero: sin ir más lejos, en el campo artístico.

+ Como una nube que ensombrece el paisaje, se cubre el día, el domingo: un atisbo de luz en un libro, pero no dura mucho. La tristeza. Hoy ha dejado de llover y el sol luce entre entre la nubes, no me preocupa: trato de leer y no me concentro. Me preocupa que los ruidos me perturben de esta manera. ¿Qué significado tiene buscar el silencio? Ayer escuché algo que me dejo pensativo: la buscada de sentido en la literatura o en el arte es algo relativamente reciente, que comienza en la Reforma y coagula en la Romanticismo. Es una buena vía: no pensar en que necesariamente debe haber un sentido. Tal vez busca un vacío medicinal, una cámara que no aísle de explicaciones y comentarios. Leo a Pierre Bourdieu y me acerco al final de Las reglas del arte (Génesis y estructura del campo literario); sé que una vez terminado el libro volveré a leerlo. Esto me anima y hace que la tristeza se disipe, pero también me lleve a pensar en mi doble condición: la del trabajador y la del dilectante, la del aficionado que en el silencio de su estudio se dedica a indagar en conocimientos herméticos que a ningún lugar conducen: y por lugar entiendo la acción. Todo se diluye en mi actividad de observar, de juzgar sin emitir un juicio, la anticipación de los desastres que no son comunicados, a pesar de mi tendencia al acierto. Me entristece mi falta de acción, me pregunto a la vez que me alejo más de lo práctico, lo social, lo paterno. La vocación de morir sin descendencia tiene un precio, pero no es un precio muy elevado en comparación con el abismo que he evitado.

+ Bach sirve de consuelo en el inicio de la tarde del domingo. Creo en su música porque su música es un fármaco: alivia el alma, construye puentes entre la desazón y su remedio, establece una pausa e invita al no pensamiento, a detenerse en esa abstracción tan comunicativa que resulta ser su música, su música: frágil, orgánica, plena de vida. Dejo que el silencio de la palabra respalde la ascensión.

+ Veo un documental sobre una película española, El cosmonauta. En principio el documental no me interesaba demasiado, pero dejé que avanzase y surgió súbitamente un chispazo. La historia narrada en el documental supera la historia de la película. La película, que está disponible en red, que no veré, parece no ser digna de mención: mal contada, pedante, de la que se salvan las imágenes, imágenes que no restan, pero que tampoco rescatan la deriva: la falta de la solidez narrativa. Recoge lo que las críticas dicen, con el valor que eso pueda tener. En fin, una proyecto fallido; poco más. Y la historia misma está en el proyecto que no llega, que se alarga, donde chocan egos y se multiplica el cansancio y la falta de capacidad. La empresa supera a los tres componentes de la productora: dos chicos y una chica, que comienzan su aventura con poco más de veinte años, todavía en la universidad, que finalizan en la mitad de la treintena. Las entrevistas, las secuencias, las declaraciones, todo apunta a ese mal ambiente, ese límite de la violencia. La verdad, hay momento desagradables, muy desagradables porque se adivina con facilidad lo que se esconde tras las manifestaciones. Sobre todos los que intervienen destaca director: entiendo cómo la empresa lo rebasa y cómo no termina de comprenderlo, debido a una idea sobre sí mismo muy por encima de la verdad de los hechos, de su incapacidad para dar una salida al proyecto. Con todo, la película se estrena en el cine Callao, en Madrid, una sala muy importante. Tras el estreno, el directo comete la torpeza de abroncar con muy malos modos a una persona que envió un currículum, lo pública en Facebook y el mundo se les echa encima. Eso termina por romper lo poco que permanecía unido. La guinda es el embargo de la película por no gestionar bien el papeleo de una subvención del Ministerio de Cultura; la película termina por no poder se exhibida. Un desastre. ¿A quién puedo ver? ¿A Faetón, al Carro del Sol, veo cómo Faetón cae y sus hermanas en álamos se transforman? Fortuna mutabile.

+ El gris toma la tarde, el cielo es gris y se ensombrecen los paseantes. Se anuncia una masa de aire polar. Todavía no es verano y primavera no parece. Se dibuja el objeto de hablar sobre el tiempo: no hablar de nada, o hablar de la nada. Nada menos original que hablar del tiempo metereológico, pero el clima es la paleta de colores, lo que da y quita razones al estado de ánimo. Me interesa en este momento cómo se transforma la calle y esa grisalla tiene un aire de apunte tan artístico como efímero. Sólo es una impresión producto de la lectura, que la lectura se resuelve en una suerte de narcótico. Me quedo en blanco y la calle es hervidero debido a la hora: las seis y media de la tarde, luego el alboroto comienza a decaer. Observar como observaba Baudelaire: la mirada de la modernidad, la poetización de la ciudad, el breve apunto y la elevación de lo cotidiano a sujeto estético. El gris de la tarde es un gris muy artístico, me digo mientras cierro la ventana y regreso a la tarea. La tarea es un otro territorio, un espacio sin dimensión, un algo paradójico y extraño, como yo soy extraño. Silencio.

+ [Epígrafe: Los vanos y poderosos, por defuera resplandecientes, y dentro pálidos y tristes]: «(…) ¿Qué tienes, si te tienen tus cuidados / ¿Qué puedes, si no puedes conocerte / ¿Qué mandas, si obedeces a tus pecados?» Copio el primer terceto de Quevedo, que queda muy bien definido en el epígrafe, que resulta ser de González de Salas. Me parece adecuado para estos días: la negociación de un nuevo gobierno y los gobiernos regionales y los ayuntamientos, una vibración que percibo en el ambiente, respuestas que atrapo en la redes dígito-sociales. Finalmente, el tema es la caducidad y cómo ésta condiciona toda acción humana, pero también la inacción. Descanso en su estela, comienza el día: hoy es miércoles.

+ De la estantería rescato tres libros de poesía: García Montero, Luis Alberto de Cuenca y Miguel Ángel Velasco. Me puedo imponer una tarea: ver la conexión de los tres poetas desde la elección de mi interés, tal vez no tan espontánea como quiero mostrar. En esta línea, ayer no abrí Madame Bovary, de cada libro leí dos o tres poemas y entonces entendí el porqué de mi interés. Se trata de lo cotidiano. Lo cotidiano como eje que ordena una cierta estética, una cierta ética. Lo cotidiano se refleja en cuestiones como la conducción, las calles plenas de gente un domingo y la heroínal el caballo en el bolsillos del poeta, del yo poético, los vuelos de vestidos y otros venenos. Desde hace tiempo construyo estas imágenes, pero desde un tiempo atrás, ¿siete años?, he comenzado a trazar una estructural, una idea vertebral que me acompaña en el día, lo ilumina como una hada con poderes ilimitados, como una droga sin consecuencias indeseables. Otro día comienza: el jueves, con la idea recibida ayer: la de lo que palpita ante nuestros ojos.

+ Imagen: busto de Pierre Michel Duplessy, ¿Quién fue el retratado? Sé que fue arquitecto y que erigió en Burdeos la iglesia de Notre Dame, nada más. Pero nada más quiero saber. El busto es otro emblema: el disparo casual, donde influye el inflamado fondo carmesí más que el retrato en sí: un bulto, que tiene, sin duda, su interés. ¿Por qué? Me parece un reflejo de la disolución de la memoria en el océano del tiempo, el olvido: el gobierno absoluto de la Fortuna. Fotos aleatorias en un mundo aleatorio, el siglo XXI .