sábado, 29 de marzo de 2025

Como si las carpas fuesen poca cosa


 + Extraño jazz parisino en la lluviosa y primera hora de la mañana del sábado. He leído algunos poemas de Antonio Colinas y recordé su porqué, la razón que me llevan a ellos, una incierta plasticidad, una sensualidad precisa y preciosa, cuerpos que se evaporan en la cremación y es su habitar el viento y el aire, queda esa “música callada” a la que yo también pertenezco. Tinta, papel, un lápiz, un poema que copio en una libreta comprada para este propósito. 

+ Y apunté la palabra anoxia porque me llegó un momento en que mi padre, al pie de nuestra montaña, perdió oxigeno y sus labios quedaron amoratados. Ya muerto mi padre, muchos años después, sus labios eran pálidos y apergaminados, su cara cera quemada y amarillenta y sus ojos todavía no habían contemplado el vacío. Esto ya no era mi padre, sino materia en descomposición. Mi padre era aquel que me habló de aquella montaña, con el que recorrí la línea que marcaba el río y donde él había trabajado en las presas, era mi padre aquel con el que me planté en Ponferrada y nos confundieron con cineastas o escritor y ni una cosa ni la otra éramos, sino, fulgurantemente, algo muy superior: habíamos visto el rostro de un dios que adiviné en la infancia: el dios de inmensidad que no precisa transcendencia ni eternidad, ni control sobre los hombres, ajeno a la moral y a la justicia, implacable, temible, hermoso. Todo esto y otras cosas, encontré en algunos versos de Antonio Colinas. Así se funda una biblioteca.


+ En una red, que por el momento no parece demasiado satánica, creé una casilla, por llamarlo de alguna manera, en donde acopio datos, noticias e imágenes de arquitectura. Quizá más que el arquitecto, me interesa el personaje que conforma el arquitecto. Preciso, moderno, elegante, culto, con baje matemático, geométrico, con un saber un tanto hermético, un tanto poético, pero, también, pedante, arrogante, banal, inculto [esta incultura no se opone necesariamente a la cultura anteriormente nombrada], mercader e hijo de Hermes [el mensajero de los dioses, el dios de los ladrones, el dios del comercio], hermano y amante de Afrodita. La retahíla anterior es un impulso sin más valor que la sugerencia que me aporta la contemplación de ese almacén que yo mismo he configurado para mi mismidad. Pero, si algo de verdad se puede extraer, es el personaje en un decorado urbano: lo que me interesa es la posilibidad actoral frente a la realidad cotidiana, la excusa para el relato, la novela como cata sociológica, la novela como punta de lanza. Que conste.


+ Leo otro relato sobre lo que fue Yugoslavia, sobre muerte y terror, atroz crueldad. Al asesino del relato le gustaba pescar porque era un casi no-existir. Una vida sencilla, imbuida en lo común. Destaca en el relato la foto donde asesina a sangre fría a un hombre, la lista de atrocidades es extensa y conviene leerla. Recordé la maldad, recordé aquella visita el campo de concentración próximo a Berlín, recordé relatos de la guerra y la post-guerra que mi padre me había contado. La maldad. El contraste entre lo anodino y la maldad nos muestra que las condiciones y la impunidad pueden transformar a un irrelevante ciudadano en un monstruo. No lo olvido. Me cruzo con gente en la calle y no dejo de pensar en esto, en aquello, en lo que puede operar sobre una persona para hacerla traspasar esa frontera y sé que no hay respuesta, quizá, como mucho, la estupidez. La estupidez y la maldad van de la mano. Copio “ Un hombrecito de Bijeljina, un mecánico agrícola recién salido de la cárcel, un pescador de afición, un don nadie… que de pronto tenía un poder absoluto. Le dieron una pistola y la libertad de utilizarla, y se dejó embriagar por las nuevas posibilidades.” Así queda. El relato es de Slavenka Drakulić. Concluye la autora que el asesino, a su vez, embriagado por el nacionalismo imperante que condujo a un odio básico y violento, pero, yo, voy más allá, estaba condicionado por su principio rector y por las circunstancia que le permitieron que este se manifestara en su más profunda abyección. ¿Elegir? Se manifestó su más auténtico yo, con todo del tufo de muerte y estupidez que desprende su persona y su trayectoria. [Lo que leí es un extracto del libro de Slavenka Drakulić No mataría ni a una mosca].


+ “[El] misterio resulta importante en poesía, no es lo evanescente ni lo misterioso, sino que el misterio es lo que el ser humano desconoce.”, dice Antonio Colinas en una video conferencia a la que asisto como invitado. Pienso en la afirmación. ¿Qué desconozco? Amplia y compleja cuestión que no me capacitado para responder. Hoy no, mañana tampoco podré responder. Solo pienso en las últimas veces que hacemos algo y en su significado, el significado que pretendemos darle. En ello descanso, en este momento. Vale y guardo la cita para futuros interrogantes. 


+ Misterios de lo ordinario y de lo común: espacios, personas, atuendos. La acumulación caótica, el filo de una conversación, papeles y libros, notas que nadie volverá a leer, el trabajo de años que se destina a la hoguera [ya ha cumplido su función de archivo y testimonio, ahora ya ni una cosa ni la otra es aquel trabajo]. Ellos ya no están y nosotros nos vemos reflejados en su partida. “Todavía recordaba el número de la combinación de la caja fuerte”, me dijo y yo asentí, sin convencimiento.


+ “No te engañes, los peces koi son carpas, carpas koi, pero, al fin y al cabo, no son otra cosa que carpas”. No consiguió que la magia se difuminase: como si las carpas fuesen poca cosa.


+ Imagen: fragmentos de un jardín en una línea romántica, que yo dejo que se acuse y se agazape, secuencialmente.

sábado, 22 de marzo de 2025

La poesía, el olvido y las carpas y los peces koi



+ Lectura de Séneca continua y debo ya terminar ese libro, un recordatorio.


+ Una cita de Truman Capote: “Dos cosas malas no hacen una buena”. La cita se la oí a un político de mi total desagrado y me pareció acertada, aunque en el contexto en la que la empleaba no resultaba, a mi entender, justa. La tomé para mí y ya la he empleado dos veces. Las herramientas son así, sin intención y dirigidas a donde uno decida: el bien o el mal, el cuchillo que prepara la carne y el cuchillo que le sirve al asesino.


+ En el sentido de lo anterior, otra cita. Claudio Rodríguez: “¿Por qué es el mismo el giro del brazo cuando siembra / que cuando siega, /el de amor que el de asesinato?”


+ Pasa el tiempo y regreso a la escritura. El taller vacío es una mastaba. Fúnebre, arcaico, regio. Regreso y soy el mismo, esto he reconocido en los últimos años: una suerte de permanencia. Escribo, ahora mismo escribo con la delectación que satisface al pintor aficionado, en su ocio, sin más pretensión que obtener el placer que produce mezclar colores y aplicarlos sobre los trazos de carboncillo, en el lienzo. Escribir duele, en mi caso, pero el dolor se ve compensado por una extraña y no transmisible satisfacción. En ello estoy, en ello descanso.


+ Algo de Purcell, tal vez un oratorio, tal vez un apunte fúnebre para algunas exequias. Magnificencia que me lleva a paisajes que vimos de camino a Bath, esa sugerencia. Lo biográfico es un espejo.


+ Vuelve a mí “El barco ebrio”, como la nave de los locos, como un recuerdo que todavía está ahí, a mi disposición, Foucault. Son senderos que conducen a una idea de literatura o poesía, de filosofía enmarcada en la creación. El acto de escribir en sí mismo, una vía de conocimiento y avance hacia una profundidad desconocida, que no se descubre, sino que se construye. El tibio inicio del día donde se anuncia ya la primavera me reconforta, la lectura del poema también. He entendido algunas cosas sobre la muerte, sobre su falta de existencia, sobre su naturaleza conceptual y no traducible a lo ordinario. “Desde entonces me baño en el poema ignoto / del piélago marino, lactescente y astral / donde flotan a veces, como flores de loto, / los ahogados que buscan sUs tumbas de coral.” (Traducción de Carlos R. Dampierre).


+ Los comedores de lotos, los que se entregan al olvido.


+ El bote, que no bote, sino vaso, donde están mis lápices, bolígrafos, la tijera y el abrecartas, lo compré hace quinientos quince años en Londres. Su ornamento son peces koi o carpas y motivos vegetales. Hace momento se cayó y se espació su contenido por el suelo. Supuse que se habría roto, pero no. Si fuese supersticioso tendría una explicación adecuada a esta resistencia. Sin embargo, como ni creo en la suerte ni en la mala suerte, sé que es buen vaso que yo he destinado a un fin que no es el suyo. Repito y esto y sé, ¿seguro?, que nunca volveré a Londres. 


+ Imagen: un fragmento de las últimas horas del días.

viernes, 14 de marzo de 2025

Palacios de la muerte, la vida ordinaria

 


+ [Previo]: Días de Madrid: pasear, visitas a lugares que contienen o reflejan una parte de la historia de España [hastío, redundancia y revisión], música [sublime], cuadros y paseos, paseos y paseos. El paseo como eje de los días. Hablar y escuchar, ver, observar los detalles: maneras, atuendos, acentos, gestos y silencio. Música de piano en la tarde noche del domingo, cuadros en el mediodía del miércoles. Las expresiones artísticas van allá de su certero papel de catalizadores y, así, constituyen rasgos de identidad, esa identidad débil y necesaria. Escoger es negar, rechazar unas opciones en beneficio de otras. Mi posición es cambiante en sus matices, pero hay un núcleo central que sigue siendo el mismo, pero no es comodidad, sino una verdadera razón de existir [cómo no pensar esto, si es lo que me ha configurado]. El paseo continua sin límites ni pausas, una declaración de intenciones.


+ La vida ordinaria es un remanso en la corriente de la vida, pero su fluir, imperceptible, no se detiene. Leo a Séneca. Un poco de paz. El mundo en suspenso. Antes era el tabaco, ahora es el silencio contemplativo de los perros, que tan tarde he aprendido a utilizar en mi beneficio. Mi padre ha muerto en paz, rápidamente y en silencioso dejarse ir. No soy otro, me repliego y explico un pasado que construimos conjuntamente. Mi coche negro y los paisajes de su infancia y del inicio de su vida adulta. Relatos que he de guardar para mí. La narración aparece sencilla: entre Ourense y Zamora, la línea de un río y las presas, me llegaban vibraciones de otro mundo anterior a mi nacimiento, hablamos y contemplábamos aquellas moles de hormigón que contienen con extraña flexibilidad el agua, hablamos de escritores y la lectura en tiempos que ni siquiera había televisión, libros que llegaban de la mano de viajantes, como librerías móviles (Espasa-Calpe, Aguilar, alguna que otra editorial), regresamos por las carreteras que conducen a Puebla de Sanabria, la A-52, un café en un bar cualquiera, punto y seguido, la noche en la casa de mi padre (desde donde se ve otra montaña mágica), los resabios de la primera juventud que el paso de los años ha corregido, mi madre en la lejanía, en el ámbito de los muertos, donde él está ahora, humildes y honrados vasos de agua, aquel cielo estrellado (la muerte de mi madre estaba cercana), su olor, su pelo, las gafas, la cifosis, el extremo de una medición, planos y cartabones y escuadras y el escalímetro, portaminas y compases, un tratado de astronomía, un viejo estuche donde se guardan lápices sin afilar, oraciones o una biblia encuadernada en vitela que se salvó de la quema de muchos libros de un viejo tío cura, don Eladio, que alguien sin mucha sensibilidad ni cultura decidió que era mejor que desapareciesen y mi padre los salvó, creo recordar, mi teléfono donde duermen sus imágenes, donde permanece sonriente en aquellos restaurantes de A Garda, paisajes, que es lo que queda, donde fructifica todo lo bueno que las buenas comidas y las buenas sobremesas otorgan, un hilo que me remite a hombres y mujeres que no conocí y de ellos me habló pausadamente mientras transitábamos por los senderos de las sierras, a la ribera del Bibei (Sanabria, Viana, Trives, Montefurado- entrevisto desde aquellos trenes-verde-aceituna, o Bolo, Manzaneda, A Veiga, San Lorenzo - donde él nació y transcurrió su infancia y a donde fuimos cuando niños fuimos, Quiroga, Peña Trevinca), el Xares, el Teixadal de Casaio, y me hablaba de su padre, mi abuelo, que cruzaba aquella sierras en busca de pan, entre la nieve y el miedo a ser alcanzado por los contrabandistas, el maquis o la guardia civil, senderos sinuosos, llegar a Ponferrada y pasear por sus calles sin mayor trascendencia, el regreso y la sentencia de los años, en aquellos días hacía muy poco que había alcanzado los ochenta y parecía más joven, ahora todo eso es pasado, pero con su muerte el vapor se convierte en solida piedra. 92 años. Vale.


+ [Coda]: Sigue el barro en la rivera del río, los tejos, el vientre del bosque, un ciervo que entrevimos en la maleza [nos miró y lo miramos, hubo un reconocimiento y poéticamente desapareció en el bosque: puedo ver, ahora, su perfil otra vez, una vez más]. Mientras, mi padre se desvanece, solo es ceniza, solo viento, el reflejo en esto que escribo y que nadie más ha de escribir, solo yo, solo él. Lo comprendería, sin duda. Vale.


+ Imagen: mi padre se aleja, en la montaña, poco después de cumplir ochenta. La imagen guarda en sí todo lo que pensé en aquel momento: un día no estará. Ese día es hoy. Se completa un ciclo. La foto da testimonio de ello.

sábado, 8 de marzo de 2025

En la arena escrito

 


+ Canciones de Jarvis Cocker que escucho en la primera hora de la mañana del sábado y, al tiempo, leo la letra que hace, ya, tantos años compré en Londres. Es un paisaje, una ebriedad sin venenos, un escaparate de posibilidades. Me da cierta altura, me concentro y  la letra me devuelve una idea de mí mismo dormida. Sheffield Sex City, suena y leo yo la letra. Me ayudó la canción a comprender ciertos aspectos de la vida británica, me descubrió barrios de la ciudad y, recuerdo, los busqué: allí encontré geografía urbana, sociología espontánea, conocimiento espurio [a quién le puede interesar esta indagación, con quién puedo hablar de ello]. La canción me devolvió años atrás y recordé reflexiones que, creo, siguen vigentes. Las posibilidades artísticas no se ven constreñidas por una suerte de estética del momento, ni del pasado. 


+ Un mundo de consejos, instrucciones y amonestaciones. ¿Qué hacemos bien, qué hacemos mal? Envidio la calma que tienen los gatos o los perros cuando miran a un punto indefinido (por ejemplo, una pared) y nada les importa. Los códigos, lo acertado, lo equivocado. Continuos bombardeos de optimismo y positividad, la vitamina y el tóxico nos acechan por igual. Voces que chillan, gritos en la oscuridad. Envidio, repito, a los perros y gatos, esa vida que no precisa discursos que certifiquen sancionen la conducta, una realidad fluida y transparente. No es posible. Nuestra naturaleza se centra en el discurso y el discurso tiene una tendencia a lo moral que no se puede evitar. Leo y olvido. No puedo hacer mucho más.


+ “Sucede que me canso de ser hombre” dice Robe Iniesta, en Extremoduro, cuando toma el verso de Neruda. Lo pienso y busco la canción. ¿Cómo he llegado hasta aquí? Entiendo ese cansancio, la manera de atenazarse, sus giros y su manera de proponer emboscadas. El tiempo es un catalizador. Ahora soy otro distinto al que seré mañana. Copio de un endecasílabo de Villamediana:    al “viento dado y en la arena escrito”. El silencio y el cansancio. Hoy no es así, pero su recuerdo se mantiene.


+ También, sin desearlo, sin buscarlo, pero agradecido de su emergencia, llega una foto de Nan Goldin y, con la imagen, regresa un óptica nueva, para observar lo cotidiano desde su inigualable realidad, para ver lo real en dimensiones que no sospechaba: ese punto que tanto agradezco y me conmueve: lo cotidiano y lo dado. [On Nan Goldin]: la conexión con un maginario que se centra en la superficie y su textura, sin pedir excelencias, ni  finuras, el momento de regresar a lo que no se detiene en el lo sublime porque, en lugar de aportar, resta. [El pie de foto:‘In 1988, she went into rehab and “discovered the light after years in the dark”. (“Until 1989 I didn’t know what daylight was.”) When she returned to New York, her friends were dying from Aids. / en London Review of Books]: 


+ Y tras de mí oí: “Ten cuidado que la justicia poética existe y se manifiesta cuando menos lo esperas”. No me volví, me hubiera gustado, pero tuve miedo, un extraño miedo: frío y afilado.


+ Imagen: sin transiciones: si uno observa de cerca, puede ver como se desvanece lo concreto.

sábado, 1 de marzo de 2025

Cápsulas

 


+ He perdido un texto que iba a publicar aquí. Recuerdo el tema, pero prefiero que se desvanezca en la niebla de lo cotidiano, aunque, pienso yo, quizá me alcance en el sueño, regrese y se manifieste en su dimensión, en su olvido, ese pozo o lago oscuro. No es un drama, así dicen algunos ahora, y su disolución es la misma a la que me someto todos los días: olvido dentro de mi cápsula.


+ Una vez escribí algo sobre una cápsula que no tuvo repercusión de ningún tipo. Lo recuerdo y entiendo su falta de repercusión. No tenía mucho interés, aunque para mí resultaba importante. Ahora valoro su importancia. La tiene, es algo íntimo. He renunciado a ciertas exposiciones y ahora me centro en la redacción, en la escritura de mi investigación. No es una pose. No es un postura.


+ He inaugurado una clase: los posturitas. La exhibición en el torneo de culturistas, esos músculos empapados en aceite, esos pequeños tangas, la dedicación y el momento. Se contonean sus opiniones y poses estéticas y morales. Yo me aparto, me voy de la exhibición porque me produce sonrojo, la vergüenza ajena [expresión tan intraducible como propia]. Haré una lista del postureo para luego olvidarla.


+ Trato de escuchar en el reproductor en línea el piano de M.J.P. y, cada diez minutos, me interrumpe la publicidad. Una publicada horrible, chirriante, alejada de mis gustos: refrescos, cursos de mentoría para alcanzar una extraña felicidad [tan de este momento], coches de segunda mano o viajes a sitios que no me interesan [al menos en el sentido en que esta publicidad los plantea].Es muy parecido a un golpe, al impacto violento de un puño en el pecho [algo exagerado, pero con su punto de verdad, como toda exageración].


+ Hoy vi, en un canal en línea, un programa muy corto sobre la biblioteca de Emilio Lledó. Me pareció aquel un lugar de paz y muy propicio para la lectura. Luego, busca que te busca, encontré un poema que Joan Margari la dedicó [“Filósofo en la noche”: “En la madrugada negra de Madrid, frente a los cristales que miran a O'Donnell” y continua extensamente]. La unión de ambas experiencias me aportó sosiego y me ayudó a recuperar la conexión con un mundo que, a veces, se desvanece y, en otras ocasiones, se manifiesta en su brillante esplendor. La mañana tomó su sentido. Leo, ahora, otro poema de J.M. y regreso a la escritura [académica]. Me dije: pronto estaremos en Madrid C. y yo. Seguí escribiendo y volví a pensar en Madrid, en el concierto de Maria João Pires e Ignasi Cambra, paseos, rincones  y trenes de cercanía que nos llevará a Aranjuez. El estudio me espera, no puedo demorarme más.


+ Imagen: en el ritmo de los días se anuncia la primavera.