sábado, 8 de marzo de 2025

En la arena escrito

 


+ Canciones de Jarvis Cocker que escucho en la primera hora de la mañana del sábado y, al tiempo, leo la letra que hace, ya, tantos años compré en Londres. Es un paisaje, una ebriedad sin venenos, un escaparate de posibilidades. Me da cierta altura, me concentro y  la letra me devuelve una idea de mí mismo dormida. Sheffield Sex City, suena y leo yo la letra. Me ayudó la canción a comprender ciertos aspectos de la vida británica, me descubrió barrios de la ciudad y, recuerdo, los busqué: allí encontré geografía urbana, sociología espontánea, conocimiento espurio [a quién le puede interesar esta indagación, con quién puedo hablar de ello]. La canción me devolvió años atrás y recordé reflexiones que, creo, siguen vigentes. Las posibilidades artísticas no se ven constreñidas por una suerte de estética del momento, ni del pasado. 


+ Un mundo de consejos, instrucciones y amonestaciones. ¿Qué hacemos bien, qué hacemos mal? Envidio la calma que tienen los gatos o los perros cuando miran a un punto indefinido (por ejemplo, una pared) y nada les importa. Los códigos, lo acertado, lo equivocado. Continuos bombardeos de optimismo y positividad, la vitamina y el tóxico nos acechan por igual. Voces que chillan, gritos en la oscuridad. Envidio, repito, a los perros y gatos, esa vida que no precisa discursos que certifiquen sancionen la conducta, una realidad fluida y transparente. No es posible. Nuestra naturaleza se centra en el discurso y el discurso tiene una tendencia a lo moral que no se puede evitar. Leo y olvido. No puedo hacer mucho más.


+ “Sucede que me canso de ser hombre” dice Robe Iniesta, en Extremoduro, cuando toma el verso de Neruda. Lo pienso y busco la canción. ¿Cómo he llegado hasta aquí? Entiendo ese cansancio, la manera de atenazarse, sus giros y su manera de proponer emboscadas. El tiempo es un catalizador. Ahora soy otro distinto al que seré mañana. Copio de un endecasílabo de Villamediana:    al “viento dado y en la arena escrito”. El silencio y el cansancio. Hoy no es así, pero su recuerdo se mantiene.


+ También, sin desearlo, sin buscarlo, pero agradecido de su emergencia, llega una foto de Nan Goldin y, con la imagen, regresa un óptica nueva, para observar lo cotidiano desde su inigualable realidad, para ver lo real en dimensiones que no sospechaba: ese punto que tanto agradezco y me conmueve: lo cotidiano y lo dado. [On Nan Goldin]: la conexión con un maginario que se centra en la superficie y su textura, sin pedir excelencias, ni  finuras, el momento de regresar a lo que no se detiene en el lo sublime porque, en lugar de aportar, resta. [El pie de foto:‘In 1988, she went into rehab and “discovered the light after years in the dark”. (“Until 1989 I didn’t know what daylight was.”) When she returned to New York, her friends were dying from Aids. / en London Review of Books]: 


+ Y tras de mí oí: “Ten cuidado que la justicia poética existe y se manifiesta cuando menos lo esperas”. No me volví, me hubiera gustado, pero tuve miedo, un extraño miedo: frío y afilado.


+ Imagen: sin transiciones: si uno observa de cerca, puede ver como se desvanece lo concreto.