sábado, 29 de junio de 2024

Sin indicaciones (22)

 


+ Pasamos la tarde en Vigo. Entramos en una librería y tomo un ejemplar de una novela a la que se le augura un gran éxito. No me cabe la menor duda. Leo la primera página y hay un error que no entro a valorar. Se confunde el cemento con el hormigón, se describe un embarcadero y se dice que es de cemento. ¿Tiene importancia? En el desarrollo de la novela, en su calidad [mejor o peor, un algo tan variable] tampoco. Dejo a un lado la cuestión y pienso en las novelas de éxito de principios del siglo XX que repasé no hace tanto. ¿Qué ha quedado de ellas, quién las recuerda? ¿Tal vez algún erudito en su gabinete, tal que unas mariposas secas y clavadas en un corcho, atravesadas por un alfiler? Ese rumor de caducidad flotó hasta salir de la librería, luego: una agradable cafetería, un café con leche y unas pastas. Ya, mientras entrábamos en la noche, lejos de Vigo, un helado de queso y frambuesa y otra bola de ron con pasar coronó el día. Sí, mereció la pena; todo estaba olvidado, disuelto en su propia substancia.


+ En una librería de lance, la mujer que atiende el negocio nos dice que el autor del que hablaba en el párrafo anterior no es un mediocre. Que sus libros están bien escritos. No lo dudo. Sin embargo, percibo que la novela es un arte estructural y por eso el estilo en sí no tiene mucha importancia y quizá sea, cuando menos, deseable una escritura de grado cero. Con todo, las novelas que yo he disfrutado y he sufrido no se encuadran, precisamente, en este rasgo del entretenimiento y la estructura, el desenlace y el artificio virtuoso. Se alejan porque se conectan con otras realidades, más próximas al desarrollo temporal. Pero, quién soy yo para opinar.


+ La centralidad del canon literario actual lo ocupa la novela, cuando la literatura se disuelve en un mar electrónico, sin remisión.


+ Ni siquiera soy pesimista. Me duele no encontrar el ejemplar de Sobre héroes y tumbas. Apareció Absalón, el exterminador, pero no es lo que necesito. En realidad, no necesito nada.


+ Calurosa tarde de domingo. Sábato a la espera, siempre queda la biblioteca [un refugio, un archivo].


+ Pensar la diferencia entre biblioteca y archivo es una manera de soslayar el tiempo que he perdido en busca de libros que tengo y no encuentro. La biblioteca tiene un propósito y el archivo carece de esta característica. ¿Acumulo o, por el contrario, ordeno mis libros? Creo que lo primero, con acentos de lo segundo. En primera instancia, ordeno, pero el uso va desmoronando el orden y, es aquí donde estoy ahora, surge ese caos donde no aparece aquello que necesito. En tiempo es nuestra materia, el bien más escaso, por esa razón no se debe malgastar [como yo hago, con frecuencia].


+ Entre las razones para fundamentar una enseñanza retórica en los últimos momentos de la Edad Media me encuentro con poemas que me trasladan a un mundo que no existe ya o, cuando menos, soy yo el que lo elabora mediante estas lecturas y mis suposiciones. Este terreno es el que hoy me interesa, el de la construcción y su primacía entre las elaboraciones personales de una particular mitología, particulares cartografías y planos de ciudades imaginarias. A la manera de Pinaresi, encuentro en este laberinto el afán del día. Según el viernes se aproxima, veo destellos en la lectura. Así, vale.


+ Pinaresi en la otra esquina. Ese soy yo, hoy, mañana: una duda.


+ Imagen: aproximación y geometría, otro disparo involuntario que se rescata, recorta y expone a la vista.