+ Las técnicas de redacción me sumergen en la incertidumbre. Soy rehén de sus precisas guías, pero consigo sustraerme y me dejo llevar por mi natural tendencia a la dispersión, que no es bueno, pero es mi principio rector, o, al menos, forma parte de él
+ Hay constantes en los últimos años, constantes temáticas. Una de ellas es las razones del desengaño y su reflejo en la poesía barroca española. He indagado en ello y una parte significativa es codificación, una colección de elementos que se repiten sin mayor novedad que la distribución de las partes en una nueva disposición. Pero, otra cara de la moneda, se resuelve en una sincera sensación de fracaso, que se acentúa por las expectativas puestas en el objeto del deseo. La amada y su desdén, como razón principal de ese desengaño. El síntoma del mal de amor se puede extender a la totalidad de toda la realidad. La realidad como construcción, sin duda. Hoy lo tengo presente y me encuentro con la verdad de lo olvidado, como un tamiz que devuelve lo valioso. Cernir los recuerdos es un ejercicio necesario. El desengaño está en esta senda.
+ “Si queremos ver con evidencia cuán engañosas sean las cosas de este mundo, es un claro argumento de este que ninguno de cuantos las estiman están contentos con su estado, pensando antes de alcanzarlas que lo había que lo había de estar, lo cual es cierto argumento de que se engañaron” [Diferencia entre lo temporal y lo eterno, Juan Eusebio de Nierenberg]
+ ¿Necesito, realmente, discutir al jurista? Sí, sin duda.
+ “Y me di cuenta, como si de una revelación se tratase, que solo Bach me habría de acompañar hasta el último instante. Se detuvo, súbitamente, el vídeo que me arropaba: Die Kunst der Fuge | BWV 1080. No busqué significados ocultos. No había otra literalidad, no había ningún sentido. Todo termina por detenerse y punto. Nada más. Así, Bach establecía los límites, las fronteras vitales, la vida misma se mostraba en su espesor. Caras de la misma moneda. Algo había aprendido y me constaba verbalizarlo, explicarme a mí mismo que todo estaba contenido en esa extraña revelación, tan transparente, tan volátil, evaporada, pero misteriosa y sin posibilidad de interpretación. Quedaría algo similar a la oración, aunque esta alternativa no es posible: se pone el sol y la tarde es noche ya, no queda otra cosa. Llega el sueño, con él, el olvido, el vacío.”
+ No me agrada el calor. El cansancio que me produce, el embotamiento en el que me veo sumido me paralizan. El café hace su trabajo, pero no resulta suficiente. Me gustaría tener el don del trabajo y no lo tengo. Es en estos momentos cuando más consciente soy de esta carencia. Lo fácil, lo muelle, la blanda sensación de la pereza me subyugan. Es mi signo. No creo que se pueda luchar contra las tendencia que nos vienen impuestas antes del nacimiento. Pero ni siquiera me siento necesitado de otro orden, de la imposición de una estricta disciplina. Me vale como me veo. La transparencia de los días y las noches, un fluir armonioso, el descenso al reino del sueño en tranquila disposición. Vale así.
+ Imagen: la solitaria tranquilidad de algunas cafeterías en las tardes calurosas de julio, de principios de julio.
