sábado, 1 de junio de 2024

La educación sentimental


+ “He estado durmiendo hasta las seis / Y después he leído / Unos tebeos de Spiderman / Que casi no recordaba / Y he salido de la cama”, suena la canción de Los Planetas en el surtidor aleatorio que la radio en línea ofrece. Conduzco. Fluido y vaporoso es el desplazamiento. Vamos de regreso. C. y yo compartimos la idea sobre la perenne adolescencia que ciertas canciones aportan. La  impermanecia es palpable en el lluvioso día. Todo pasa y nada permanece, un hecho que contrasta con la negativa a crecer que la canción de Los Planetas transmite (los que disfrutábamos en el momento de estas canciones tenemos más de cincuenta años, como mínimo). El cambio explica casi cualquier cuestión (el resto se resuelven mediante la arbitrariedad de lo social), digo sin pensar mucho. La música acota el tiempo y define personalidades. Elecciones y rechazos. Una guía de estilo, un manual de buenas costumbres, que sancionan lo correcto y desprecian lo incorrecto (cuánta vanidad, qué estúpidas poses adquiridas). Acatamos principios de ese manual por el simple hecho de sentirnos aceptados. La tristeza, la inmadurez, concluyo y la vía se muestra limpia, con una conducción, otra vez, fluida. La tristeza es elegante. El concepto de elegancia y el concepto de autenticidad se dan la mano. Y suena, tras lo de Los Planetas, “Emborracharme” de Lori Meyers. Me fatigo ante el despliegue de quejas y flaquezas. El cansancio y el recuerdo, la distancia. El tiempo ha pasado, queda una sensación desagradable que pronto se transforma en ironía, entre la risa y la equivocación. Yo ya sabía en su momento que esos credos eran inflamables y poco duraderos. La atracción de la tristeza ocasiona daños que se perpetúan durante años, décadas. Enfados y malhumor, el intervalo entre lo sublime y lo abyecto es un hueco profundo, aunque estrecho. Ay, los huecos.


+ “Me he despertado casi a las diez / Y me he quedado en la cama / Más de tres cuartos de hora / Y ha merecido la pena”, de la misma canción de Los Planetas copio otro fragmento y trato de no pensar en nada, pero, termino por decirme, cuánto daño han hecho estas subterráneas ideas que por capilaridad han demolido cómodas vidas destinadas a reinar sobre lo cotidiano. Qué vanos anhelos se superpusieron a las necesidades del día a día. ¿Escuchamos pop porque estamos tristes o estamos tristes porque escuchamos pop?, alguien planteaba y yo sé, hoy, que ambas posibilidades son caras de la misma moneda. Antigua templanza, ahítos de mismidad, enrocados en la adolescencia que algunos prolongan hasta la cincuentena o más (ad nauseam). Esa fue una parte importante de una cierta educación sentimental.


+ La educación sentimental es una novela de Flaubert, que descansa en algún anaquel. Es más, creo tener dos o tres ediciones. La recuerdo como una explicación de las decepciones del paso del tiempo. Cómo estudié en su momento a Frederic Moreau (!). El discurrir vital y amoroso F. M. explicaba muy las derivas frívolas de una adolescencia prolongada en exceso. Lo altivo del arte y lo fútil de los cuerpos, su degradación y el camino hacia la vejez. Cuando ella accedió a los de deseos de F. M., ya era una anciana. K. y yo hablamos sobre el tema. Todo está abocado a esa decadencia que tan bien plasma Flaubert, asunto, en buena medida, autobiográfico. Lo recupero hoy, tras escuchar sobre Los Planeta y Lori Meyers, por ejemplo. Hoy, aquí y ahora, estamos en esa decadencia, cuando se estrena una película sobre los primeros, que, obviamente, no iré a ver.


+ Por casualidad un poema de Pound y comprendo cosas que había olvidado. El momento es este. “Francesca”, un tiempo y un triunfo sobre ese mismo tiempo. Poemas que no leí hasta ese momento pero que rememoraban paisajes y voces del pasado, que ahí estaban, a la espera. Transparencia en la tarde de los últimos días de mayo, mayo de 2024 (como si escondieses una rima imperfecta, 2024). Obtengo una impresión no equivocada de cierta poesía olvidada. Como una vibración. Hablé con el autor el verano pasado en Ávila y fue un algo agradable. Pero nada más. Aquella llama de la poesía que todo lo incendia no existe más allá de los propios libros. Como “Francesca”, nada más que libros. Los libros son un triunfo sobre el tiempo. Oquedades en la biografía, también: la educación sentimental.


+ No tiene sentido, pero he comenzado a sentir un extraño rechazo por la fotografía en su totalidad. No me agrada. Un rechazo que no deja de crecer. Sé a qué se debe y guardo este secreto. Es un talismán rato y absurdo. Tampoco está mal contemplar lo visto y lo olvidado desde otra perspectiva. Se trata de establecer fronteras, límites y olvidos. El olvido. Pero, ¿qué culpa tiene el arte fotográfico?


+ Ay, la culpa, si no se trata ya de eso. Bien, al contrario. Ni culpa, ni mérito.


+ Imagen: una pulida rutina.