+ Las conversaciones de café tienen la particularidad de que mediante leves rasgos en las opiniones, día tras día, se terminan por desvelar simas de la persona. Ella habla con una particular gracia, rítmica y con acentos precisos. Habla mucho. Sonríe y ríe. La escucho. Yo he aprendido a guardar silencio, no es prudencia, tampoco defensa. Una incertidumbre, un alejarse y estudiar a los humanos, como si yo fuese un gato. Desearía no analizar, y lo consigo y caigo en el vicio de medir y acotar las palabras y las ideas. Mariposas clavadas en el alfiler que se clava, a su vez, en el corcho. Tras el cristal veo y no opino. Llueve. Las palabras tamizadas por las lluvia son menos palabras. El traqueteo contra los cristales me desconcentra y ya ni siquiera escucho. Son rumores. He oído tantas veces la sentencia sobre la paternidad, la crianza y el estado de las cosas presentes. Ya se sabe, podría añadir y guardo silencio. La lluvia es una compañía casi agradable, aunque, a veces, hiriente. Llueve. Hablan. El silencio.
+ Algo de Walter Benjamin sobre la escritura en la primera hora de la mañana del sábado. No es desconcierto lo que inaugura el día. La sorpresa, tampoco. Una lejanía, la certeza de la imposibilidad. Cansancio. No ha amanecido, por el momento. Desayuno y me dirijo a la bicicleta. La música. De pronto, una vieja canción de los Smiths. ¿Soy yo? Reconozco al que está al otro lado del espejo. Un escritor afirma que su impulso es el rechazo a la muerte. Pensamiento y circunstancia que me asaltan mientras pedaleo. No me gusta hacer ejercicio y cada día me entrego a la bicicleta estática con la terca voluntad de la oración. No pido nada. No ofrezco nada. Mi corazón es una máquina que funciona muy bien. Calle de sentido único, ese es el libro de W.B.
+ Me llegan censos de lecturas anuales. El año 2023, que se terminó y no volverá. La acumulación de obras literarias y libros sobre las mismas me deja un tanto en suspenso. La lectura es un vicio, no me cabe la menor duda. Si a ello sumamos una exhaustiva contabilidad sobre su acción y permanencia, el vicio se transforma, quizá, en enfermedad. Una enfermadas que yo también padezco. En realidad, de esto y no de otra cosa trata este diario en línea. La lectura posee la extraña cualidad de hacer perceptible una idea de trabajo, pero no deja de ser un simulacro de tarea. Pienso en el silencio del que hablaba en el primer párrafo y tiene un nexo innegable con lo expresado hace un poco: el silencio me lo da todo aquello leído y olvidado, ese poso que permanece y nos da distancia y pereza. La pereza, el no deseo de intervenir, la grieta entre lo social y lo individual. Ni siquiera es una tendencia elitista, sino un capital simbólico y una identidad secreta pero solida. En ello descansamos, pero silenciosamente.
+ El ruido, la tensión, la fuerza. El día amanece despejado, escucho algo de Bach, reitero mi necesidad de música. La música y el silencio. La lejanía de las montañas ofrece una idea que no desarrollo. Demasiada lectura, poca vida. No son opuestos, pero la simetría no admite matices. Fragmentos de vida, poco más.
+ Aparece en la playa una agenda que llega del pasado. Nombres, teléfonos, direcciones. Cuántos de esos ya no están. La playa de los trabajos y los días. Aquí adivino personas que no recordaba. Hace tanto tiempo de todo esto y fue ayer cuando los vi por última vez. El cambio. La tintura del olvido.
+ Leí el endecasílabo en el artículo y me dije: ya nada merece la pena. El silencio. Luego, en la ironía y la distancia, me reí. “Quién lo probó lo sabe”, pero omitía, quien el artículo escribía, las primeras sílabas del verso. Ya nada merece la pena, repetí y volví a sonreír. Ahora yo copio otro en descargo del uso espurio del anterior: “queda libre del tiempo y del olvido”, no tan perfecto, no menos cierto. [Realmente, ¿es un uso inadecuado, quién soy yo para juzgar lo conveniente y lo inconveniente de invocar citas clásicas? ¿en virtud de qué autoridad?, pero así lo siento: esa expansión de la letra escrita quizá le dé la razón al que la denigraba. No sé a dónde conduce todo esto, aunque mucho no importa]. Muere el día.
+ En tres lugares muy alejados hoy he encontrado la palabra devenir. No creo que se haya puesto de moda, tampoco me parece significativa su reiterada presencia en el día de hoy, martes. Si tuviese un poco de fe en destino o cosas similares, vería una señal. El único destino que puedo entender es el que marca la genética, los fenómenos que hay a su alrededor y el contexto, todo ello traducido en cierto determinismo. Recuerdo y, al momento, olvido esos tres lugares.
+ Traducción: me voy conociendo y este conocimiento es de gran ayuda para identificar la culpa, una identidad desagradable, un rumor sordo, una deriva indeseable. La culpa. En silencio cae la noche.
+ Imagen: la oficina en la última hora del día, cuando ya la labor de la limpieza ha terminado. Embalsamada, espera un nuevo día, pero la noche todavía no hecho su trabajo.
