+ K. y yo hablamos sobre política y sobre la pasión de la escritura. También, sobre el hastío que la escritura misma puede producir cuando se transforma en una profesión. Tal vez suceda con cualquier profesión. Todo llega a hartar y mantener el entusiasmo es muy difícil, solo al alcance de unos pocos. La ilusión por el trabajo es uno de los pilares de la felicidad. Pero hay un reverso, frente al profesional se sitúa la práctica de un arte que es entretenimiento. Se da cuando al trabajo alimenticio sucede un ocio productivo enfocado a la creación, aunque esta no tenga relevancia. Recordé viejos tiempos y cómo en esos momentos todo parecía tener sentido, como el que recolecta piezas de un puzzle con la intención de completarlo. Sin embargo, todo discurrió por otros derroteros. Creo que, en cierto sentido, fue mejor y, si no es así, otra opción no hay. Trabajo alimenticio y ocio creativo, esa es mi receta. Tendré que hablarlo con K., quizá esté de acuerdo
+ Un compañero de trabajo y yo hemos hecho un pequeño viaje que nos ocupó casi toda la mañana. Hablamos de asuntos laborales, políticos y sociales. Las relaciones sociales. Había acuerdo y nos preguntábamos si el pasado podría regresar en forma de pesadilla. El pasado no regresará, aunque el futuro sea otra pesadilla. Peor todavía puede ser que el pasado, pero siempre distinto.
+ En toda novela debe tener en sí un gran peso el contexto, que podría ser histórico o social, sociológico. En este sentido, enfoco mis lecturas. Hoy Galdós, mañana Clarín. Senderos que marcan unas posibilidades ciertas. Aterrizo en este ecosistema que yo mismo he creado. Lentamente llego hasta su núcleo y el camino nunca se termina. Hoy es miércoles y el tiempo se orienta hacia un breve viaje que emprenderemos en nada, en unas semanas. Pienso, otra vez, en la novela como vehículo de conocimiento y sé que el conocimiento que aporta nunca tiene una utilidad inmediata, como tampoco lo tiene el viaje. Viajes y novelas, he aprendido a prepararme para ambas realidades: mapas, lecturas y propósitos. He alcanzado ese punto de extraña sabiduría, doméstica y portátil. Soy yo y en ello me reconozco.
+ Se termina la tarde del miércoles, apago el ordenador y me dispongo a ir a caminar con C. La cuestión siempre es la misma: establecer ordenadas rutinas que le den sentido al día. Levantarse, trabajar, comer, dormir una breve siesta, ejercicio, estudio, paseo y sueño, pero antes el 1 % (en el libro electrónico) de la lectura de Fortunata y Jacinta. Se cierran los días con una perfección nunca antes soñada. En relación al primer segmento de esta entrada, no sé si está aquí la felicidad, pero sí hay un estático estado de tranquilidad que se me permite una despreocupada fluidez, muy próxima a lo ideal. Lo ideal no es un reflejo, ni un estado, sino un inestable caminar. Se entiende cuando se ha transitado, no mientras se transita.
+ El adelgazamiento de estos textos se debe a una cierta fatiga. La fatiga como llave para entender el momento.
+ Imagen: yuxtaposición, otra vez, yuxtaposición. Sin foco.