sábado, 3 de junio de 2023

Imposible distancia


+ Continuo con mis indagaciones. Leo sobre los Neanderthal. Trato de hacerme cargo de nuestro puesto en el desarrollo histórico, hacerme cargo de la Historia misma. En otro lugar, leo que en cualquier momento llegará un nuevo virus que diezmará o aniquilará a la humanidad. Somos animales, no me cabe la menor duda, lo que nos lleva a estar condicionados por todos los elementos naturales. Quizá no sea el cambio climático o emergencia climática lo que ponga el punto final a la historia, sino los virus. Una oleada que exterminará al ser humano. Lo sé, la historia tendrá un punto final y el hombre terminará por desaparecer, nada es eterno, pero lo importante es adoptar en función de esta realidad un punto de vista. El punto de vista de la mortalidad, de la finitud. 


+ Abro un periódico en línea y un artículo se anuncia con el titular de que los hombres tienen cada vez menos amigos. Se abre la incógnita de qué hay tras la etiqueta “amigo.” En primer lugar se trata, según el artículo, de un declive de la institución y el concepto. Sé que leo con un exceso de precisión, que lo microscópico muestras razones que desbaratan el texto, pero, en esta ocasión, prefiero seguir con la lectura porque me parece que algún momento del artículo obtendré una revelación que me permitirá adivinar otros rasgos de este tiempo que comienzo a desconocer. Así dejo a un lado lo que podría significar “institución” y “concepto.” Vamos. Todo, vaya, gira en torno a las redes sociales y a la falta de tiempo. [Esto me recuerda, y esto es un excurso, que ayer una dependiente de El Corte Inglés, mientras nos empaquetaba para regalo una botella de Tokaji, nos dijo que el teléfono trae una reducción del espacio y que los jóvenes deben saber que tienen que convivir con los mayores y los mayores necesitan espacio, espacio frente a la unívoca pantalla]. Las redes sociales, que he probado y abandonado tras comprobar que me resultan prejudiciales, son una de las claves. ¿Es desde ahí, en esa toxicidad, donde se inicia la erosión de la amistad? ¿Será, también, responsable la pandemia, este mundo postpandémico que, en algún momento, se le llamó la nueva normalidad? ¿O, tal vez, se trate de que según los años pasan las personas se vuelven rígidas y este acantonamiento impide la amistad? No lo sé, no quiero aventurar nada, salvo continuar con la lectura de tan relevante artículo, pero me resulta imposible. De partida considero que es un texto insustancial y oportunista, un propósito oculto para agarrar a los lectores mediante la técnica de aunar una serie de modernos lugares comunes con citas de psicólogos y psicólogos: la falta de tiempo, la anomia de las redes sociales, la irrelevancia de persona, cuantificaciones de la temporalidad necesaria para hacer de un conocido un amigo. Todo ello bajo la nueva religión de la matemática: la estadística. La estadística palpita y mientras yo me pregunto por origen del ser humano, por la humanidad (de la que no dudo) del Neanderthal. Cierro, al fin, la página y me entrego a mi café y a la lectura de novelas, en su más auténtica y literaria verdad: aquella lectura de la que nada se aprende, de la que nada se saca, salvo la sabiduría de los amigos silenciosos (los libros) y el agradable tacto del entretenimiento recóndito, grácil y gratuito.


+ Los tantos por ciento adoptan un aire de talismán, de amuleto, de intrincada superstición.


+ Hoy domingo llueve y se anuncian fuertes lluvias durante toda la semana que mañana comienza. Leo el periódico en la cama, me levanto y estudio un poco, estructuro un texto que debo presentar, lo hago sin demasiadas ganas, pero lo hago, tomo el café templado y mágico, la música barroca inunda la habitación, la luz tenue del ordenador es inspiradora, me pregunto por los artículos leídos y encuentro un punto de distancia. La distancia. Imposible distancia. Hay algo que como un aburrimiento generalizado y una glotona necesidad de imágenes que se manifiesta en la profusión que, en cascada, deviene de las redes sociales. Me siento ajeno. Como decía el hombre que analizaba el discurso, soy un observador, no cabe otra. Un soneto es una suerte perfección, inmortal, tal vez, pero no va más allá del papel. Llueve y la música hace eterno el momento, me recuerda a la canción, “1979”, donde el aburrimiento trazaba el perímetro de la existencia y, esto, así, parecía que la vida era eterna, pero no lo era porque el reloj no se para, más allá de nuestros deseos y percepciones. Llueve y soy eterno.


+  "La luz desmayada", leo en un viejo libro de perceptiva. La luz desmayada esta tarde tiene su corto reinado y se resuelve en una lluvia fina que tamiza el espacio, lo empequeñece y el cielo ya no es la inmensidad. Las palabras se tiñen de nostalgia, un aliento y una revolución. Las elección llegará y pasarán, la historia comenzará a posarse, a establecer su reino de muertos y memoria. Hoy ya somos otros.


+ Imagen: la foto de una pompa de jabón, ligeramente tratada: queda, tras el proceso, una imagen falsa que parece lo que no es, pero de esto se trata, un trampantojo.