+ Sigo con mi indagación sobre Clarín. Comienzo a leer el libro de Ricardo Labra, El caso Clarín. Hay una senda, la sigo.
+ ¿El mal absoluto es el olvido? Sigo la conferencia de Enrique del Teso, me hago la pregunta al hilo de su afirmación.
+ Leo una critica sobre libro reciente que aborda las piscinas como amplio tema de interés. Debo reconocer que es un tema que, en principio, resulta atractivo. Las piscinas ofrecen una doble dimensión, la arquitectónica y la sociológica, sin olvidar una cierta deriva literaria. Un espacio extraño que transmite modernidad y lujo, un cierto emblema de unas ciertas clases sociales. Me detengo y contemplo la imagen de las piscinas de Alvaro Siza en Matosinhos; hay algo pictórico e hipnótico en la imagen que corona el artículo. Todavía estoy en cama y el periódico es día anterior, por ello estoy embargado en los flecos del sueño y ello condiciona positivamente la lectura. Sin embargo, mi experiencia me dice que no se puede esperar mucho del libro. Esto último se debe a que ya he caído en otras ocasiones en trampas similares; bienintencionadas, pero trampas finalmente. Sé que lo que busco en tal libro no lo encontraré y lo que me ofrecerá será un tanto decepcionante. Mi papel de lector se ha afilado mucho y su filo es mi criterio, mi criterio termina por llegar a un punto donde me digo a mí mismo: pues escríbelo tú, si puedes. Esa tensión no se resuelve y queda en suspenso. Las piscinas son interesantes, la natación también, pero no me aportará nada. ¿Aportar? En este punto de la lectura, tras la lectura de la crítica, abandono el periódico y desayuno. Es domingo y hay una plomiza atmósfera que invita a la melancolía. Me sacudo la melancolía y busco el libro de Cheever, El nadador. También en el libro que no leeré se habla de esta novela, ya no recuerdo si leí El nadador. Y así.
+ No sé si se trata de la tormenta en ciernes o se debe a otro tipo de cansancio, pero he caído en una cierta abulia con su punto de erotismo atemperado. Lectura nocturna, divagaciones a media mañana, a primera hora algún periódico digital o el poema de una joven promesa de la lírica patria. Son trazos sobre el mapa de lo diario: no lo pervierten. Yo me repliego y ya casi es miércoles. Me gustaría entregarme a un poco a la lectura o la escritura, pero soy “un vate vago”, en este día de junio. Ha llovido un poco, gruesas y escasa gotas que se estrellaban contra el pavimento para formar redondeles irregulares, donde se podían adivinar formas de la misma manera que e hace con las nubes. Un poco de Champagne, algo de frivolidad, los días son sucesiones que se necesitan las unas a las otras, mientras: observo [sentarse en un banco y ver gente pasar, entrar en el detalle de su atuendo y su manera de moverse, sus aderezos y afeites, el dibujo de una sonrisa o un mal gesto, conversaciones que nos llegan al vuelo, el banco permanece y la impresión de ver la vida florecer, también].
+ Sigue la lectura de Fortunata y Jacinta. Poco más, esa es la lectura nocturna.
+ La brevedad de la entrada nada indica.
+ Imagen: como si se tratase de otro mundo: y así es, el pasado: toda foto es un otro mundo.