+ El verano ha entrado con fuerza. El calor intenso se transforma una niebla en mi cabeza que se disipa con el ejercicio a primera hora y con una ducha templada. Me veo renovado. No he podido dormir adecuadamente y regresaba el recuerdo de lo último que había leído en Fortuna y Jacinta. Valorar ciertos libros es reconocerse como un lector capaz, con su punto artístico, con una cierta vena de sabiduría, pensaba yo mientras admiraba la arquitectura de la novela. Un mundo que se eleva en el silencio de la lectura silenciosa, a esas horas previas al sueño.
+ Por un sendero lateral se encaminó hacia el viejo deposito de fuel. Una frase contiene posibilidades insospechadas, enunciar una posibilidad es segmentar un universo en, al menos, dos partes: la elección de un camino niega la posibilidad del que se desecha. Automáticamente escribo la frase y la tomo como título de la entrada. Por un momento pienso en como continuar lo que he escrito en versal y me digo que hay un escenario y unos actores posibles, una radiación narrativa, un núcleo que se establece entre los vasos comunicantes, lo leído y lo escrito. Pero no. No hay nada, salvo un deseo insatisfecho, una espera, una oración para un dios que no existe más allá de una suerte de esperanza, que más que esperanza es un amuleto. Palabras que se lleva el viento.
+ C. y yo vamos en tren a Vigo. Hablamos y observamos al pasaje, sin medirlos, pero sin perder la atención sobre la variedad de los tatuajes. No es fácil su clasificación, pero en todos ellos domina lo identitario. Quizá el tatuaje no sea otra cosa que una manera de comunicar la esa extraña cosa de quiénes somos. Así, vemos elfos, dibujos geométricos, runas, rostros híper realistas, pájaros o flores, serpientes que se abrazan a dos rosas entrelazadas, y así todo. Es un rasgo de nuestro tiempo, sin duda. Quizá se trate de un reducto para sentirse alguien, para singularizarse, para alcanzar una identidad propia, sin más propiedades compartidas. Luego, no hay más remedio, pienso mientras el paisaje se desliza ante nuestros ojos, los tatuajes se degradan y se convierten en un borrón, en una mancha oscura sobre la piel, una enfermedad dérmica sin mayores consecuencias que la extrañeza estética. ¿Hay una enseñanza en ello? Siempre hay una enseñanza que se puede aceptar o rechazar, y en este caso me remito a la erosión de los años, a cómo se desgastan las creencias y se materializa el escepticismo, al menos, en mi caso así ha sucedido, pero sin tatuajes, sino con ideas que hoy han caducado y no se han visto reemplazadas por otras. Sigue el viaje y los tatuados son la nueva normalidad, no aquella que nos prometieron, sino la que ya estaba.
+ No en pocas ocasiones he esbozado aquí trazos de una narración, que finalmente queda en nada. No me preocupa esta carencia cognitiva, esta incapacidad para tomar la tarea y continuarla, vaya: el desarrollo de un esquema y el mantenimiento del pulso de una intriga. El ámbito de la novela se me negado y es un deseo, un anhelo no colmado. Se aprende de lo que se alcanza, nos otorga un perfil que define lo nuestro de manera implacable. Lo acepto como nunca antes lo había aceptado, en ello descanso.
+ Una cierta limpieza en las tareas diarias es salud. La organización del tiempo y las tareas, eso es. Me siento ligero y acometo las obligaciones con alegría y sin convencimiento.
+ Leo sobre la vida de Jesucristo [La invención de Jesús de Nazaret. Historia, ficción, historiografía, de Fernando Bermejo Rubio] y recuerdo la afirmación que en un café escuché el otro día a un ingeniero. Mantenía desde una brillante posición que la economía no era una ciencia, luego lo explicaba. Esta afirmación la comparo con la exposición metodológica que en el libro se realiza y entendiendo ese humilde acercamiento a un tema tan complejo mediante los indicios a sabiendas que lo que se ofrecerá será una propuesta y no una conclusión. Cuando el brillante ingeniero pronunció su sentencia alguien le replicó que la medicina tampoco alcanza resultado definitivos y asintió y dijo que la medicina no era una ciencia, sino una práctica. Nadie dijo nada, la ingeniería también resultaba ser una práctica, pero el mes de junio ofrecía extrañas reverberaciones sobre al asfalto, los aspersores trazaban cortinas transparente y un pájaro desafía al tráfico. El recorte de los árboles, algunos jóvenes despreocupados, una moto muy bonita y lustrosa que cruzó la avenida, nada más. Ay, la ciencia, el brillo y la juventud. Sigo en la misma línea, el descenso de la identidad.
+ Imagen: el disparo errado.
