sábado, 25 de febrero de 2023

El regreso



+ Se cierra un ciclo y otro se abre. No sé si se trata de un regreso y dudo mucho que todo esté tal como lo dejé la última vez que allí estuve. Los cambios tienen una hondura que resulta complejo determinar, ni siquiera intuir y, además, no es al primer golpe de vista cuando se perciben sus dimensiones. Estuve allí durante seis años y me ausenté once. La suma de ambas cantidades arroja un total de diecisiete años, una adolescencia que ya no es tal, pues la dirección que apunta es otra. La madurez apunta a la senectud. No hay otra reflexión posible y no sé si tiene importancia porque todo depende del punto de vista que se adopte y hay arco para elegir, al menos es lo que me gusta pensar. Que la vida nunca se detiene es un hecho y en mi ausencia las respiraciones y expiraciones se sucedieron con ritmo monótono, sin desmayo. Siempre los días se parecen los unos a los otros, como las hojas a las generaciones de los hombres: invierno, primavera, verano, otoño y, otra vez, el invierno. El invierno es el emblema de la vejez, una imagen dolorosa. Nieve, frío, oscuridad temprana. Algo le sucede al que está en la cárcel que se asemeja a mi ausencia, para el preso el tiempo se ha detenido, pero para los demás corre. Correr el tiempo es envejecer y he envejecido. Casi no me he dado cuenta. La reflexión me distancia y escucho y no debato. Las voces retumban en las habitaciones vacías, las percibo pero no escucho, solo oigo. El agua que cae desde la fuente, la corriente de un río, el oleaje. Todo se duplica y lo visto son ciclos que se cierran y se abren. En ello estamos, esa era la circunstancia: la espera. La espera da lugar al regreso y el regreso tampoco es, necesariamente, definitivo.


+ Hay algo en lo que se queda anticuado que nos da la llave para abrir insospechadas puertas del pasado. Cuanto más, cuando se trata de detalles minúsculos que se agazapan, por ejemplo, en las novelas baratas. Así, estudiamos sus portadas, la tipografía o la disposición de la propia historia porque buscamos algo que no sea la calidad, ni la excelencia, sino el impulso de un tiempo, el rastro de posibles e imposibles lectores, aquel mundo que desapareció y ahora es tan relato como las páginas que se agitan entre nuestros dedos. Esa humildad eleva otros mundos, en silencio, en la retaguardia.


+ Son las marcas del tiempo en las amarillas hojas las que traducen lo vivido a melancolía. Manchas de humedad, el amarillear, ese olor a viejo y el polvo en suspensión, cuando abres el libro. Lo poético refleja lo incompatible que resulta cierta idea de utilidad y la finitud de la vida misma. La poesía no es otra cosa que constatación del tiempo, de la muerte..


+ Podría emplear el verbo creer pero la certeza de que las imágenes que subo a Twitter tienen calidad y coherencia no admiten esta verbo estimativo. Veo en ellas una trayectoria, la huella de muchas exposiciones vistas, lecturas y encuentros y desencuentros. Reitero, cuando cuelgo una foto, esa idea de que la fotografía se ha terminado, que todas las fotos han sido disparadas ya y no cabe otra que la reiteración. Valoro mis fotos y las cuelgo como aquí escribo: una constatación de lo diario, una escritura del yo cuando sé ya que el yo no es otra cosa que una ficción. De eso se trata: de contribuir conscientemente a esta ficción.


+ Extraños adjetivos: “por las feéricas noches de Kensington”, que extraigo de un poema de Luis Alberto de Cuenca. ¿Feérico? Feérico es lo relativo a las hadas y a Kensington le va como anillo al dedo. ¿Recuerdas aquellas noches de Kensington? Calles, jardines y tabernas. ¿Habitaban las hadas allí, pequeños duendes, tal vez? Es un tiempo pasado y la melancolía resuelve el dilema. Sí, recuerdo haber visto a las hadas brillar entre los árboles de Barkston Gardens. No tiene importancia, cuenta hacer descubierto un adjetivo y constatar que hay todavía recodos y recovecos que desconozco. Kensington allí continua y nosotros añoramos una idea literaria que todavía palpita en nuestras conversaciones; hay una suerte de equiparación.


+ He puesto en marcha, otra vez, las listas de lectura de la biblioteca pública. No deja de ser una alegría que se relaciona con la obtención de la plaza. Aumenta el acceso a los libros, libros que no deberé comprar, que bastará con pedir prestados, leer y devolver. La sensación es de grandeza, la expansión del campo de lectura me produce una satisfacción íntima y duradera. Lo solido se opone a lo líquido, es lo que busco, lo cuido y lo con cariño. Los cuidados cimientan la confianza en el futuro, como si atesorase herramientas para llevar mejor los tiempos que han de venir; hay en toda lectura una conjuro contra el aburrimiento y en la escritura, también. Me encomiendo a este dios del momento y la oportunidad.


+ Un día en Viana do Castelo. Paseos, un café, una cerveza, la comida, otro café y el día se va entre conversaciones y las sorpresas que ofrece algún escaparate o la librería donde me encuentro con un grueso tomo de Viagem a Portugal de Saramago, con fotos del autor y una tipografía generosa. Continua nuestro paseo. Es un día luminoso y el tiempo semeja haberse detenido. Compro la prensa y observo como la pequeña ciudad se acicala, como las fachadas y las calles van cobrando presteza. Es un proceso, pero también un síntoma. Pronto, me digo, se restringirá la circulación de los coches y se prohibirá el aparcamiento, es la senda que se han marcado para conseguir que la ciudad resulte atractiva. La palabra que se ajusta a este proceso es gentrificación, que en ocasiones he traducido del inglés por aburguesamiento, pero no describe demasiado bien a lo que está sucediendo. Es un proceso imparable: el turismo y la inversión extranjera, la vivienda como bien de mercado, los beneficios que aporta la vivienda, un bien de inversión. Sin duda es uno de los punto calientes que conducen a un conflicto, que, en mi opinión, no deja de acentuarse. Ya en casa, al día siguiente, después de despertar (siempre tan temprano) leo algunos artículos en Público, el periódico portugués. Una economista habla que las medidas para contener el precio de la vivienda y del alquiler pasan por crear un parque de vivienda de titularidad pública, una periodista que vive en Lisboa dice que la vivienda donde habita, comprada hace quince años, hoy le resultaría inasequible. Por otro lado, también compré Paris Match y afloran problemas similares: la imposibilidad de la construcción de un proyecto vital donde la vivienda en uno de los ejes, pero también el acceso a los alimentos, a la sanidad o a la educación. Bien. Es nuestro tiempo, el tiempo donde el liberalismo o el neoliberalismo ha triunfado. Uno hablaba de “los enemigos del comercio”, que daban miedo, pero no mentaba a los “amigos del comercio”, que dan el mismo miedo, y se resuelve un idea del hombre, en sus múltiples facetas, donde, entre contradicciones, uno de los polos es la codicia. La codicia que acaba por destruir al codicioso. Vale. Que el recuerdo de la agradable jornada en Viana do Castelo y la sublime francesinha a la que acompañó la menos deliciosa cerveza sin alcohol. Vale así.


+ Imagen: mercados de Londres, cuando yo todavía no me había ido. Regreso a ese punto. La foto describe un momento, pero no traduce la circunstancia a la de hoy.

sábado, 18 de febrero de 2023

Circunstancia (y 12)

+ Pasamos un día y una noche fuera de casa, en Santa Mariña de Augas Santas, una parroquia del municipio orensano de Allariz. Llegamos el viernes por la mañana y nos fuimos el sábado en torno a las diez de la mañana. Fue agradable en extremo, si este matiz cabe dentro del agrado [¿un agrado extremo es posible?, me pregunto tras haber escrito la frase anterior]. Hacía frío en las primeras horas del día, de ese viernes feriado, pero, conforme avanzaba la mañana, la temperatura veía atemperada. El paisaje es otro, me dije, y reconocerlo transmite una cierta sensación de paz que nada tiene que ver con la ebriedad. Pienso en la ebriedad y las obligaciones que conlleva, su adquisición y las alegrías y dolores que transmite, el pesar y el remordimiento que trasmite ese extraño olvido que otorgo el vino bueno y el mal vino. He leído sobre el tema y en línea veo vídeos. Deja de interesarme pronto porque es una asunto del pasado, una cuenta saldada. ¿Abstención o renuncia? Qué importa. Sin embargo, persiste la certeza de que es uno mismo quien debe decidir sobre el asunto, nadie más. Se clarifica mi posición: tomo de aquí y de allá, rechazo algunas cosas y me reitero en otras, sé que este punto de indiferencia es algo propio de la edad y me digo que la juventud está sobrevalorada. Es una boutade, pero hay un aprendizaje en esta manera de tomar posición. Soy yo el que decidió argumentar o posicionarse así, hoy es distinto porque se eleva una suerte de ironía. Discursos que jamás volveré a pronuncias. El sur de la provincia de Ourense resulta ser un mundo por explorar y, por lo tanto, es necesario volver a él en estaciones y circunstancias distintas a las visitas anteriores. En ello me centro y veo que es otra suerte de ebriedad. Ebriedad, qué palabra para enlucir los trabajos y los días.


+ Y avanzo en la lectura de Gracián, vuelvo sobre las frases y su complicación sintáctica. ¿La sintaxis, como decía alguien el otro día, es un producto del siglo XIX? Cuantos espectros me acosaron en el sueño plácido de Santa María de Augas Santas. Gracián me acoge en su prosa y desliza en un acertijo mediante una de sus sentencias: ni escucho secretos ni comunico secretos [más o menos así era la cita, pero se mantiene la idea: el rechazo al secreto y la discreción en las conversaciones, punto menos, punto más]. He recuperado un tomo: El héroe / El Discreto / Oráculo manual y arte de prudencia. No sé si enlaza con lo anterior pero me agrada pensar que sí. La prudencia no necesariamente es enemiga de la ebriedad, pero sí hay rechazos y alejamientos que ahora entendemos con claridad, pero sin pena ni arrepentimiento. Los sueños están obligados a sumergirse en el olvido, es su destino, pero eso a todo concierne. ¿La sintaxis es una facultad del alma, según cita de Paco Umbral que sería a P. Valery? A saber. Hoy es domingo y todo se traduce en una espera sosegada.


+ De la misma manera que hay personas que, de natural, tienen una pasmosa habilidad para el debate, también hay otros que operan de con una manera similar en la prosa, la construcción de un largo texto o discurso. Ensayos, tratados o tesis doctorales. Que tengan esta habilidad no tiene que conducir a lo cierto, a la verdad o a la adecuación de lo expresado con ciertos hechos. Se trata, sencillamente, de retórica y la retórica no es otra cosa que el arte de la persuasión. Con la edad uno ha construido una suerte de defensas contra la persuasión y no sé si es bueno porque, al final, supone un endurecimiento y la dureza nos aleja de lo humano. Pero así es, cada vez soy más reacio a tomar por cierto lo que no es otra cosa que ornato, elegancia o adecuación al momento y a la circunstancia. Repito, no sé si es bueno o malo, pero es. Así he visitado las labores de un cierto ensayista con el marchamo de filosofo y me encuentro su capacidad me hizo caer en confusiones. Todo esto fue mucho tiempo atrás y sentía yo un deslumbramiento por el personaje que me impedía leer la obra con la distancia necesaria que me permitiese identificar o separar el trigo de la paja. No ha sido una decepción, sino una constatación de cómo el lector varía en su criterio a lo largo de su vida y este rasgo traspasa, finalmente, la edad misma para dar cuenta de algo nuclear: la apertura que tiene la labor lectora, su inconsistencia y la necesidad de establecer criterios de adhesión y deserción. Qué lejos quedada todo, hoy.


+ De Gracián copio la cita que ocupa el frontón del tomo que compré hace ya tanto tiempo: “tanto se vive cuanto se sabe” Retengo su música e intento aplicarla a los días pasados como a los tiempos que están por venir y presiento, en sus venturas y desventuras. Cuánto de cierto tiene esta frase, ya que la amplitud de la vida está condicionada por la capacidad de leer y retener, que no es otra cosa que el estudio. El estudio, es fármaco. Y fármaco, en su doble acepción, es remedio pero también veneno. Ahí estamos, lo sé, en mi humildad y en mi grandeza. Y leo en la introducción: “una clara codificación de la existencia” (Raquel Asun)


+ Debo buscar referencias de Raquel Asun tras citar el sintagma empleado en el párrafo anterior y veo que falleció a los 37 años. La cifra me conmueve y trazo una idea que obligatoriamente parte de Marco Aurelio, donde las vidas longevas y las breves resultan intercambiables. ¿Tiene mucho peso vivir una hora más, un mes, un años? Hay un pesimismo claro en el designio de Marco Aurelio. No lo esquivo. Busco el rostro de la filóloga y solo encuentro una imagen, que ya me sirve para saber que todo se disuelve: es una foto que destila antigüedad, desliza ese rumor del paso del tiempo, su incontrovertible sentencia. Me digo que los rostros contienen el esbozo o el punto de partida de una biografía; sin embargo, sé que no es cierto. He observado con cuidado rostros de escritores y he buscado ese reflejo en su obra y no lo he encontrado. Quizá se trate de una actitud, nada más, y esta actitud sí tiene reflejo en el rostro, pero poco importa. Qué más da. Murió joven y ahora yo leo su introducción a tres obras de Gracián. Gracián murió a los 57 años, una edad que no es precisamente avanzada. La muerte es final del camino, pero también es una meta que da sentido a la narración de una vida, es el punto donde se completa la persona y asciende el personaje. Un personaje en el recuerdo, que, una vez más, en la línea de Marco Aurelio, también está llamado al olvido. 


+ Don de la ebriedad: volveré a leer estos poemas y sentiré que fui adolescente hasta avanzada edad, este retardo se debió, precisamente, a la lectura de estos poemas. Iluminaciones y senderos en la noche que conducen hasta el corazón de los abismo. La ebriedad como incierto incierto de verdades y sabidurías, la ebriedad conformada en un haz de destellos pero sin dirección, la falta de dirección resalta sobre otros rasgos de aquella juventud extraviada. “No volveré a ser joven”, el verso de Gil de Biedma [tema para otra entrada, que hoy no tendrá lugar]. La poesía y su reflejo en lo diario, lo diario como instrumento para indagar en la realidad. No hay otra posibilidad. Porque “Que la vida iba en serio / uno comienza a entenderlo más tarde” y así.


+ Se cierra la circunstancia y con ella, la espera. Todo llega y todo pasa, como el verso de Machado, como las coplas de Jorge Manrique a la muerte de su padre. Cada cambio, cada tránsito es una lección, una pronóstico de lo que ha de suceder. Hoy me repliego y mañana, una vez más, escribiré en este diario.


+ Imagen: Sombras

sábado, 11 de febrero de 2023

Circunstancia (11)

+ El mes de febrero comienza con buen tiempo, si por buen tiempo entendemos que luzca el sol aunque haga frío. El frío se convierte en una suerte de catalizador, a través de su influencia percibo los perfiles exactos de las montañas, la longitud de las nubes o la línea clara del horizonte, el mar. El frío me gusta. Leo y escribo, pero el tiempo metereológico me ayuda a avanzar. El ánimo se revela.


+ Pasamos C. y yo la tarde de sábado en Portugal, en Caminha. Lucía el sol y había un recorte exacto de las piedras, un perfil que invitaba a reflexionar sobre las posibilidades de mis dibujos, dibujos precisos y sin ambición, dedicados al pasatiempo o un ejercicio del pulso. Esa mi nueva afición. El cuaderno rojo donde torpemente yo dibujo, me digo, es un diario, pero el reflejo que ofrece es limitado. Tomamos café y natas, también torradas. Pequeños placeres, grandes placeres. Es una saludable costumbre dedicar el tiempo a lo minúsculo, enamorarse de estos instantes y olvidar que el tiempo es una realidad que no ofrece resistencia pero tampoco se detiene. El tiempo es creación y olvido, pero no admite cuestionamientos. Después de cultivar este y otros ritos fuimos a la tabacaria y compré un ejemplar de Público, el diario portugués. Regresamos por la autovía y me pregunté por esta geografía de la frontera, las diferencias y las afinidades de la población en ambos márgenes de la raya, como el hecho de vivir aquí condiciona la visión que de los dos países se tiene. Caía la noche y en la cabeza pesaba más el sueño que en la vigilia, no era solo un deseo, era la primera etapa que conduce hacia una apacible cama. Todavía había que hacer el camino de regreso. Atrás quedaba Portugal y se apuntaban en el paisaje montañas y construcciones, escenarios, recuerdos y un etcétera sin concesiones. Cenamos y en cama, ya, por el aire, leí el diario que había comprado unas horas antes. Resultó ser una suerte de preparación para el día siguiente aquel leve ojear las páginas de. Público. Apagué la luz. El sueño resultó una reparación de lo no sufrido, no había tomado demasiado café y estaba cansado: la conjunción de las dos circunstancias me regaló un sueño profundo y el sueño fue punto más que excelente. Me desperté, desayuné y regresé a la cama para leer el periódico. El domingo, me dije mientras abría el diario del día anterior. Así, llegué hasta el artículo de Bárbara Reís “Ele tinha em casa um frasco com orellas de preto”, que traducido viene a ser: “él tenía en casa un frasco con orejas de negro” En fin, comienza el artículo con el relato de una selección de personal en el que el candidato parece el más adecuado, salvo por la circunstancia que se devela, ya, en el titular: en su casa tenía un frasco lleno de orejas obtenidas en su estancia en África, orejas de negro. Continua el artículo diciendo que no eran algo extraño estas colecciones, así como las de manos humanas momificadas. A continuación, se habla de que un integrante del partido de extrema derecha portugués Chega, que niega la masacre de Wiriyamu. Después de indagar en la noticia, de comprobar la afirmación [que el partido se encargó de borrar de la intervención que se guarda en su canal de televisión en línea], la periodista reflexiona sobre la negación de la matanza. La negación es punzante y tiene la capacidad de paralizar. La negación es un rasgo que define nuestra época, esta primera parte del siglo XXI. Alentado por los populismos de extrema derecha, la negación de las realidades antes incuestionables se ha convertido en una herramienta del marketing político muy eficaz. Es fácil de blandir y difícil de desmontar su esparcir toxicidad. Una herramienta muy eficaz, sin duda. Negar es gratis y cerrarse en banda la receta para cualquier crítica o cuestionamiento. Un poco más tarde, después de trastear en Twiter, visito la página de un centro de formación de líderes que se debaten entre lo autoritario y lo neoliberal, el ensalzamiento de una derecha desvergonzada. De repente reclaman para sí el pensamiento crítico y me doy cuenta de que el pensamiento crítico no es un talismán. Lo había visto anteriormente, pero en ese momento relacioné una cosa con la otra, con el resultado de que no es posible convencer a nadie de sus razones íntimas e identitarias, quizás sí se podrá vencer, pero a la vuelta de la esquina regresará a lo que antes dijo. La propaganda tiene pilares sólidos, los deseos y las ambiciones, la negación y el fracaso, la decepción y el resentimiento. Los pilares que se hunden en la ciénaga. No sé si soy pesimista, pero veo el avance de esta entente de neoliberalismo y autoritarismo. 


+ Suena algo de Bach, un violonchelo en su soledad, y el mundo parece mejor. Sin embargo, no es así. La perfección de la música, este entender la madera y la cuerda, la arquitectura perfecta no dejan de ser perfecciones que viven en su esfera hermética y el mundo gira sin importarle nada. Gira ajeno a esta y a otras perfecciones. Solo queda esta senda como posible camino hacia el olvido. Y pienso en la matanza de Wiriyamu y en otras matanzas, en el campo de concentración que C. y yo visitamos en Berlin. Pienso en la maldad y en mis errores a lo largo de mi vida, en la juventud y en una despiadada violencia que se eleva en el relato de la historia. Me resulta complicado entender, antes era más sencillo. Qué complejidad, qué complicación. Bach es un medicamento, hoy.


+ Así, cierro la entrada. Pienso en estas razones de la negación y la toxicidad que esparce. 


+ Imagen: Senda.

sábado, 4 de febrero de 2023

Circunstancia (10)



+ La espera es aprendizaje. Esperar transforma la vida y uno se hace cargo de que el sentido de los hechos no es una meta, ni siquiera una esperanza. Rechazo la esperanza. No escribo poesía y la lectura es muy importante. No sé hasta qué punto tengo una dirección clara, no sé, en definitiva, a donde me dirijo, no me importa. Comprendo a los que no me comprenden.


+ Bien. Sigo con el pensamiento en la espera. Es sábado y pasamos la tarde en Valença y en Vigo. Observo a la gente en su tiempo de ocio y es toda una lección. Un punto pictórico, cuadros de costumbres y escenarios propicios para la narración, para un inicio de una posible narración. No llueve, el cielo está despejado y hace frío. El café. Son los pequeños placeres los que nos distinguen, la felicidad asequible y portátil. Es sábado. Los niños, sus juguetes, las golosinas, el trabajo y el descanso. El tráfico resulta fluido. No se puede pedir más. Pero la espera está, me acecha. No hay para tanto, me digo, nunca hay para tanto.


+ Los títulos de la entradas, “circunstancia” y su número correspondiente, responden a una manera de numerar las semanas de espera. La consecución del nombramiento. Mientras, otro día que se va y no ha de volver.


+ Los libros de poesía pendientes me recuerdan que soy mortal. No hacían falta libros para ello, pero son una baliza más en lo diario. Una baliza muy especial porque establece conexiones con alguna suerte de visión. Me interesa más la visión que el sentido, ya que en el sentido como tal no creo ni confío. La visión de un mundo por descubrir o por crear, la transición desde el presente al pasado, reconstruir lo que otros han visto y saber que esta reconstrucción no puede coincidir con lo que ellos vieron. Así es. El tema: la espera y los hitos que la constituyen. Llegará el momento y todo será recuerdo, repasaré la numeración de las semanas y no serán ya lo que fueron. 


+ ¿Nihilismo y determinismo? En ello estoy y en ello pienso. Quizá se trate de eliminar las calificaciones de mérito y culpa, pero, también, desterrar el sentido moral de la vida, el sentido mismo de la vida. No dejan de ser estas renuncias importantes liberaciones. ¿ Relativismo, qué otra posibilidad hay? No tengo nostalgia del absoluto.


+ No sé si se trata de un pasatiempo, un ejercicio o una terapia, pero, sin habérmelo propuesto, he comenzado a dibujar en unas libretas de bolsillo con las tapas rojas y páginas de papel grueso de ligero color hueso. Los dibujos son bosquejos sin pretensiones que luego coloreo. Los observo. Los observo y veo que abundan las tazas con café, botellas de agua o cerveza sin alcohol, vasos y copas, aunque entre ellas, a mi entender, destacan las sillas. Reflexiono sobre la silla en sí misma, ese condicionante de su estructura que resulta ser el cuerpo humano. Tanta variedad pero con cierta constancia en su función, la función no es otra que sentarse. El sentarse, para descansar o para trabajar. En un aparte, pienso y recuerdo que en portugués a la silla se la llama “cadeira”, cuyo equivalente podría ser cadera; el recuerdo enlaza con esa idea de cuerpo, función y estructura. Veo las sillas y me hablan de los que las utilizado, de su sencilla perfección, de su variedad de formas y de la constancia de una suerte de alma. Ay, el alma de las sillas, podría titular si mi intención fuese titular.


+ La fotografía, como el arte románico, es un capítulo cerrado. Creo que ya no se pueden hacer más fotos porque se han disparado ya todas las fotos. Cualquier foto que se dispare no deja de ser un epígono más, uno más en una larga cuenta. ¿Tiene importancia? Ninguna, pero es bueno saberlo para no perder el tiempo. Todavía imbuido en el romanticismo, me alejo y no deseo llevar conmigo lastres, la navegación será ligera y sutil. Hoy la fotografía ha muerto. Regreso al dibujo, como pasatiempo, ejercicio o terapia.


+ Compruebo lo anterior y veo que no es una boutade, es una realización, pero no un proyecto. No son equiparables, obviamente, pero no me quiero confundir. Es una realización porque en cada trazo se termina o se alcanza su propósito, no es un proyecto ya que sé que en cualquier momento podría abandonarlo sin pesares. Me canso y no dirijo la mirada más allá de lo que veo. Punto. Disparo sin cámara, la única posibilidad que todavía palpita. Cuando dibujo, siempre tengo presente a David Hockney, como un dios lar o un dios protector. La yuxtaposición crea extraños compañeros de viaje, extraños compañeros de cama.


+ Imagen: desde el pasado, Londres.