sábado, 4 de febrero de 2023

Circunstancia (10)



+ La espera es aprendizaje. Esperar transforma la vida y uno se hace cargo de que el sentido de los hechos no es una meta, ni siquiera una esperanza. Rechazo la esperanza. No escribo poesía y la lectura es muy importante. No sé hasta qué punto tengo una dirección clara, no sé, en definitiva, a donde me dirijo, no me importa. Comprendo a los que no me comprenden.


+ Bien. Sigo con el pensamiento en la espera. Es sábado y pasamos la tarde en Valença y en Vigo. Observo a la gente en su tiempo de ocio y es toda una lección. Un punto pictórico, cuadros de costumbres y escenarios propicios para la narración, para un inicio de una posible narración. No llueve, el cielo está despejado y hace frío. El café. Son los pequeños placeres los que nos distinguen, la felicidad asequible y portátil. Es sábado. Los niños, sus juguetes, las golosinas, el trabajo y el descanso. El tráfico resulta fluido. No se puede pedir más. Pero la espera está, me acecha. No hay para tanto, me digo, nunca hay para tanto.


+ Los títulos de la entradas, “circunstancia” y su número correspondiente, responden a una manera de numerar las semanas de espera. La consecución del nombramiento. Mientras, otro día que se va y no ha de volver.


+ Los libros de poesía pendientes me recuerdan que soy mortal. No hacían falta libros para ello, pero son una baliza más en lo diario. Una baliza muy especial porque establece conexiones con alguna suerte de visión. Me interesa más la visión que el sentido, ya que en el sentido como tal no creo ni confío. La visión de un mundo por descubrir o por crear, la transición desde el presente al pasado, reconstruir lo que otros han visto y saber que esta reconstrucción no puede coincidir con lo que ellos vieron. Así es. El tema: la espera y los hitos que la constituyen. Llegará el momento y todo será recuerdo, repasaré la numeración de las semanas y no serán ya lo que fueron. 


+ ¿Nihilismo y determinismo? En ello estoy y en ello pienso. Quizá se trate de eliminar las calificaciones de mérito y culpa, pero, también, desterrar el sentido moral de la vida, el sentido mismo de la vida. No dejan de ser estas renuncias importantes liberaciones. ¿ Relativismo, qué otra posibilidad hay? No tengo nostalgia del absoluto.


+ No sé si se trata de un pasatiempo, un ejercicio o una terapia, pero, sin habérmelo propuesto, he comenzado a dibujar en unas libretas de bolsillo con las tapas rojas y páginas de papel grueso de ligero color hueso. Los dibujos son bosquejos sin pretensiones que luego coloreo. Los observo. Los observo y veo que abundan las tazas con café, botellas de agua o cerveza sin alcohol, vasos y copas, aunque entre ellas, a mi entender, destacan las sillas. Reflexiono sobre la silla en sí misma, ese condicionante de su estructura que resulta ser el cuerpo humano. Tanta variedad pero con cierta constancia en su función, la función no es otra que sentarse. El sentarse, para descansar o para trabajar. En un aparte, pienso y recuerdo que en portugués a la silla se la llama “cadeira”, cuyo equivalente podría ser cadera; el recuerdo enlaza con esa idea de cuerpo, función y estructura. Veo las sillas y me hablan de los que las utilizado, de su sencilla perfección, de su variedad de formas y de la constancia de una suerte de alma. Ay, el alma de las sillas, podría titular si mi intención fuese titular.


+ La fotografía, como el arte románico, es un capítulo cerrado. Creo que ya no se pueden hacer más fotos porque se han disparado ya todas las fotos. Cualquier foto que se dispare no deja de ser un epígono más, uno más en una larga cuenta. ¿Tiene importancia? Ninguna, pero es bueno saberlo para no perder el tiempo. Todavía imbuido en el romanticismo, me alejo y no deseo llevar conmigo lastres, la navegación será ligera y sutil. Hoy la fotografía ha muerto. Regreso al dibujo, como pasatiempo, ejercicio o terapia.


+ Compruebo lo anterior y veo que no es una boutade, es una realización, pero no un proyecto. No son equiparables, obviamente, pero no me quiero confundir. Es una realización porque en cada trazo se termina o se alcanza su propósito, no es un proyecto ya que sé que en cualquier momento podría abandonarlo sin pesares. Me canso y no dirijo la mirada más allá de lo que veo. Punto. Disparo sin cámara, la única posibilidad que todavía palpita. Cuando dibujo, siempre tengo presente a David Hockney, como un dios lar o un dios protector. La yuxtaposición crea extraños compañeros de viaje, extraños compañeros de cama.


+ Imagen: desde el pasado, Londres.