sábado, 28 de enero de 2023

Circunstancia (9)

 


+ Se adivina la llegada de la nieve. No es una fiesta. Hablamos sobre el significado de la nieve en función de tu posición en el mundo. Como tu vida se relaciona con la nieve o como esta condiciona tu vida, que podría ser lo mismo. Sin duda. Es decir, si eres agricultor, por ejemplo, o si, por el contrario, vives en la ciudad y alguna vez vas a esquiar, que percibes la nieve en forma de decorado, una agradable postal tan adecuada para lo navideño o el mini-break previo a una temporada de trabajo y compresión. La visión de la nieve es muy distinta. No puedo estar más de acuerdo, digo sin mucho interés. Ya he oído todo, ya he leído todo lo que se puede leer. Pero guardo silencio y no añado nada más. Guardo silencio porque no dejo de pensar que esta precisión se podría extender hacia otras miradas que se posan sobre realidades que admiten un juicio distinto al ordinario. Lo sé, nadie se baña dos veces en el mismo río y por esta razón es complicado que dos personas entiendan lo mismo de una situación. Digamos, que la nieve para el agricultor es una realidad que se liga con el trabajo, con las cosechas y con los ritmos de la naturaleza, pera el urbanita con el placer y con una suerte de romanticismo, con los posos del romanticismo. Así, el mar, la carretera, la ciudad misma [para el turista y para el hostelero, para el turista y para el que limpia las calles] son realidades dobles: el que trabaja en ellas y el que las disfruta e idealiza. En el justo medio me gustaría estar pero no lo logro.


+ Finalmente, no nevó. Podría verlo como una señal de algo; sin embargo, sé que no indica nada de nada. Ahí estoy, en la nada, tal vez, en la nada.


+ Todos los días acudo a viejos libros y a libros viejos, a folletos y a revistas de novela populares de principios del siglo xx. Y, sí, no son antiguos, son viejas publicaciones que ya nadie recuerda, que a nadie interesan ya. Me llaman la atención y pienso en el viaje que han hecho hasta aquí, hasta mi estudio. Me veo obligado a leer viejas narraciones donde el Conde de Villamediana es el protagonista, es la razón, pero descubro otros asuntos que me conciernen. Me doy cuenta de que el tiempo ha pasado sobre el personajes, las novelas y los novelistas irremisiblemente. ¿Qué queda de ellos? No hay piedad; el tiempo, ese tirano, hace su trabajo: implacable y mortal. Abro libros y el tiempo muerde sus páginas y sus cubiertas, páginas amarillas, el cosido que ha perdido su tensión, las tapas envejecen y su color es el color de las ancianas manos que se han posado sobre ellas. Miro mis manos y veo lo mismo. Esta certeza no me produce melancolía, ni la nostalgia de otros tiempos. Me hace gobernar el relato de los trabajos y los días, con seguridad y esplendor. Soy magnánimo, lo sé y en esta mi posición el mundo que yo habito, por decisión propia, interna y sin posibilidad de intercambio.


+ Estación Sèvres - Babylone: como una posibilidad, un título que no responde a nada, él busca de la explicación que se ajuste al momento. Mientras: La vida, instrucciones de uso


+ Hago un desplazamiento por la autovía sumido en la espesa niebla que casi es lluvia o lluvia que casi es niebla. Un escenario que me inquieta y me entristece, a partes iguales. No voy solo. Hablamos con serenidad sobre los peligros que acechan en la carretera, sobre la salud y sobre el trabajo. Llegamos a una conclusión: se dan las circunstancias necesarias para resolver los problemas que el trabajo plantea y es este punto el más satisfactorio. Es viernes y los viernes tienen un poder de disolución, una pequeña y suspensa tregua. No hay cansancio que no se vea aminorado. Pero el cansancio está ahí. La fatiga parece ser un componente que recubre lo diario, como si se hubiese roto el rumbo. A ello podemos sumar la incertidumbre. Quizá siempre haya sido así y, solo ahora, lo reconozco. Grietas en las percepciones debidas a mi torpeza. En el ambiente flota esa sensación de irrelevante inconsistencia, nada se puede considerar solido. Repito, tal vez siempre ha sido así y es ahora cuando lo percibo con exacta precisión. Lo valoro y creo que es tiempo de olvidar, de no estar presente siempre, porque apartar las preocupaciones es su final. Tal vez, tal vez no.


+ Algunas cosas que no me gustan: las fotografías en blanco y negro que se colorean, la música alta a primera hora de la mañana, la reiteración de las conversaciones identitarias, mi malhumor, la celebración de la vida. Hay más cosas, pero hoy solo me parecen reseñables las anteriores. Mañana, quizá, cambiaré de opinión, que es algo que tampoco me gusta. Mi volubilidad. Así es, soy voluble o mi opinión es cambiante y no sé si es defecto o virtud. Leeré esta noche algo al respecto, en Gracián.


+ ¿Debería indaga en los libros de autoayuda? Tentado estuve en su momento y no lo hice, ahora es otro tiempo. Siempre hay un poso de curiosidad que me empuja a la investigación. Construyo castillos y fortalezas poco antes de dormir y en ese elevar edificaciones sin sentido veo el reflejo de los interrogantes que el día ofreció. Así, la autoayuda es todo un tema. Entrevisto, llevado a un límite, despreciado, pero presente. Ese pensamiento positivo que yo considero nocivo. No me vale la mediocridad como tara, pero tampoco creo en la posibilidad de salvarse mediante ejercicios de voluntad. Cierro el párrafo y regreso a las tareas diarias: como en la oración, el secreto está repetir la fórmula y no desfallecer. 


+ Imagen: no hay oposición, pero tampoco se complementan: contextos y apariencia, tal vez.