+ [No estoy seguro, yo no lo afirmaría; al menos así]. “«Una vida sin examen no es una vida digna de ser vivida» leemos en Gorgias y esta es la razón de ser de la auto/biografía, la clave de bóveda de una vida verdaderamente humana.” (Anna Caballé, El saber biográfico, p. 95)
+ ¿Qué desprende del párrafo anterior y que a mí, especialmente, no me gusta? No me gusta ese examen de conciencia. Me suena mal tanto examen como conciencia, esa transmisión de la inquietud, la saturación de las responsabilidades, el indeseable peso del pasado, las pretéritas culpas que nos atenazan en el presente. Y, por otro lado, que separa lo que merece ser vivido de lo que no lo merece. ¿La vida, acaso, no tiene un aspecto que resulta totalmente residual, el dolor y el sufrimiento, la vida que no es vida? Ay, los moralistas de última hora siempre piden la pedrada de Nietzsche: “el arrepentimiento es como un perro mordiendo una piedra: no sirve para nada.”
+ “… la marque de l’écrivant n’est plus que la singularité de son absence” (Foucault en “Qu’est-ce qu’un auteur?”).
+ ¿Hasta qué punto la vida no es una vanidad y la biografía el reflejo cotilla de esa irrelevancia? Basta acercarse a lecturas que rompen con el mármol de la fama y la posteridad, así, al contacto con estos destructores de la arrogancia y la soberbia, el contacto con el ser que todo lo diluye, me asomo a la cita que aúna el examen y la dignidad de la vida que merece la pena ser vivida. No acepto este marco, simplemente, ni la dignidad pero tampoco el examen. No acepto los pasos previos a la confesión, ni los movimientos posteriores. No me confieso, guardo silencio y me detengo en la lectura como afirmación de lo posible, pero soy quien establece el ámbito y el marco.
+ No es un deseo, es una carta de batalla.
+ Abro una historia de la literatura latina, a la que tengo un aprecio no menor, porque estoy buscando algunas noticias sobre Suetonio y su Historia de los doce césares. La abro y me encuentro con el billete de tren que nos franqueó el viaje de Nápoles a Pompeya. Es inmediato el recuerdo del trayecto, de la música de los gitanos rumanos que interpretaban con gracia y cierta maestría Tu Vou Fà L’Americano mientras el convoy se desplazaba por pueblos de nombres sugerentes y espontánea arquitectura y urbanismo, la línea de costa, el Vesubio que aparecía y desparecía, el mar y los rostros de los otros turistas. El libro me devuelve un recuerdo muy agradable, aquellos días, aquella mañana en Pompeya que nunca olvidaré. Solo ha bastado un billete de tren en un libro que he necesitado, es el pago que el pasado me hace hoy, es el rédito de los viajes, esta humilde alegría en la mañana del domingo.
+ Me enteró por una revista digital que sigo que Guy Debord tradujo al francés las coplas de Jorge Manrique. Esto me lleve a la lectura de las coplas, pausada, sin distancia, en la mañana luminosa del domingo, con la compañía del tic-tac del reloj de pared y el vaso colmado de café negro y aguado. La lectura me devuelve a tiempos escolares donde los versos eran un anuncio inquietante, que colisionaba con la altura de la vida en los albores de la adolescencia. Los versos germinaron para hacer crecer esta vegetación estoica que siempre ha circunscrito mi trayectoria. Reflejos del pasado en el presente, esa huidiza realidad que yo intento atrapar mediante este diario, este blog. Las entradas se suceden pero siempre es la misma entrada, la misma razón de ser. El estoicismo y cierta ataraxia me ayudan a comprender como los pliegues de la vida son transitorios, que todo es humo, que nada permanece. Así, ayer, hablamos, C., mi padre y yo, sobre la vida de Jesucristo y como se reconstruye esta con los evangelios. Sentí ese aliento que me da la reflexión sobre las biografías y su imposibilidad ontológica. Jesucristo permanece en la memoria, pero, también, el sol, un día, se apagará.
+ En el Índice de libros prohibidos figura Madame Bovary.
+ Y por azar abro un catálogo de ARCO. Se trata del catálogo de 2018. Paso las páginas con cierta desgana, la desgana del que ya ha visto todo o eso cree él. Las imágenes y la maquetación distribuyen ideas contemporáneas que tienden a construir un mundo exclusivo y hermético. Yo no he penetrado ahí, sin embargo, lo he observado con cierta proximidad, a través de ventanas que se abren brevemente. Todo está contenido ahí, lo arbitrario del juicio humano, en cuanto a moral pero también respecto a la estética. Me siento y vuelvo a abrir el grueso volumen y recuerdo cómo estuve allí, recuerdo rostros y gestos, recuerdo mi aburrimiento y la sensación de feria, cómo no, que me transmitió aquella acumulación de objetos artísticos. Era otro mundo y yo ya era otro, no pertenecía a aquello porque nunca fui parte de ello. Se reproducen los escenarios como la fruición del paso de los días, pero siempre es el mismo escenario. Lo sé.
+ La muestra gana lirismo cuando la vuelvo a ver, impresa, en papel, el recuerdo de la muestra no es agradable, no entro en otras valoraciones.
+ Como colofón de los últimos días de julio recurro al prólogo de The Penguin Classic Book, donde se dice que para leer los libros contenidos en este libro de libros (en torno a 1.200), con una lectura de cincuenta páginas cada día de la semana, serían necesarios para culminar la tarea 27 años. 27 años para leer 1.200 libros. Los libros que contiene este precioso libro son clásicos fundamentales: se puede discutir la pertinencia de la etiqueta en algún caso, pero resulta en un porcentaje no menor la presencia de verdaderos monumentos literarios que, al menos, se debe conocer su existencia. Dicho lo dicho, creo que resulta necesario tener presente este dato cuando nos enfrentemos a manifestaciones gimnásticas de poder lector., entre la estulticia y la arrogancia, la pedantería y la estupidez. Leer mucho no es una tarea sencilla, leer más de cinco mil libro a lo largo de una vida es una tarea, prácticamente imposible, incluso para los lectores profesionales. Agitemos este dato cuando nos encontremos ante el pedante que nos muestra con orgullo su biblioteca.
+ Imagen: fotos antiguas, antiguas fotos, que se dispararon con una cámara desechable. ¿Qué queda de alquel tiempo, 2010, 2011? Su constancia, el rumor de un tiempo, de un espacio, tal vez Madrid, tal vez no.
sábado, 30 de julio de 2022
Módulos de saturación
sábado, 23 de julio de 2022
Esbozos de autobiografía
+ Vuelvo a ver las fotos de salas de espera de hospitales que he colgado últimamente. Las veo y creo reconocer un algo distinto, como si llegase a ser capaz de hacer una lectura de los espacios más allá de lo obvio. Su desnuda geometría, ese mobiliario robusto, la palidez de los colores, la ausencia de ornamentación o una ornamentación muy codificada e irrelevante. Con todo, recuerdo una sala donde C. esperaba por una prueba. Era de color cereza y en la pantalla se debatían alegremente animales en un río, en un lago tal vez. Como una almendra asilada de la totalidad plana del hospital. La lectura de los espacios abre posibilidades impensables porque cada lectura personal no es necesariamente intercambiable, aunque se repita. ¿Qué pude leer? Un aliento poético, con la salvedad de la postración del enfermo, que es otra poética, más desnuda, más verdadera, más próxima. Llegué a casa y abrí uno de los libros en curso, Arquitecturas de la memoria de Joan Margarit.
+ C. se encuentra con una mujer. Hablan y yo escucho. Tiene un extraño sobrepeso la extraña mujer. Se ha recogido el pelo y sus rasgos de pájaro se acentúan. Hay en ella esa primitiva voluntad de mando, un orgullo del puesto alcanzado, la irrealidad de la vida, esa ficción. Y dice, agitando un libro: “aquí está el sentido de la enfermedad.” Yo en silencio me digo que, como en casi todo, no hay un sentido, ya que si la vida carece de sentido, o significado, mucho menos le corresponde a la enfermedad, a la muerte, algo similar. No digo nada. Ella no es una persona iletrada, es “alguien”, tiene tablas y posee una aristocracia de la clase media, de chalet adosado y plaza de profesora de enseñanza media, pero vibra esa irrealidad de lo banal. Soy niebla, solo niebla.
+ The The - Giant: la letra de esta canción abre y cierra la novela de José Ángel Mañas Historias del Kronen. Mientras suena, en otra pantalla leo la letra y veo que se trata de un ajustado resumen / invitación a la propia novela. Dejo a un lado la canción, que no me disgusta. El recuerdo de la canción y de la novela llegaron porque en esta calurosa mañana de domingo abrí viejas entradas de este blog. 19 de noviembre de 2019. Recuerdo esos días. Yo estaba postrado porque me había roto la cabeza del radio del brazo izquierdo. La postración siempre cambia el ritmo de los placeres y los días [esto adjetivo así en memoria de un Umbral que ya no recuerdo con precisión]. Leí la novela y regresé a un tiempo y una amistades que el viento de los años han terminado por enterrar bajo sus arenas, arenas de un desierto que se ha desvanecido. La novela, la canción, el tiempo. Poco más. Pero, por lo que se ve, sigo en la senda autobiográfica. Lo apuntalo: esta tarde seguiré con el libro de Pozuelo Yvancos.
+ El autor, Mañas, tiene hoy más de cincuenta años. Qué cosa, qué novedad. Los años traducen la juventud en vejez, pero queda, tras ellos, un acento que matiza la edad adulta. ¿Qué queda del adolescente que fuimos?
+ Hay cuestiones latentes que se agitan en el aire. Se trata de las relaciones entre policías, políticos y periodistas. La manipulación de la opinión pública para impedir determinadas opciones. He visto cuestiones parecidas en ámbitos menores, pero con intereses económicos de cierta importancia. Dejo los detalles de una cosa y la otra a un lado, pero me reafirmo en la idea de que una de las características del ser humano, entre muchas, es, sin duda, la consecución del poder y su mantenimiento, por los medios que resulten necesarios, el lucro y la moneda, la obligación y la imposibilidad de llevar a cabo la propia voluntad. He pensado muchas veces que es la personalidad la que va colocando a cada uno en su lugar y no es un mérito ocupar cierto puesto sino un ardid del destino plasmado en esa misma personalidad [siento repetirlo una vez más: “El carácter es el destino”]. Uno, que tiene pocas ansias de poder, o ninguna, debido a esa naturaleza de observador con la que ha nacido, se encoge de hombros, pero esto no impide observar los meandros y las planicies, las cumbres y los valles del comportamiento, estrategias y tácticas para lograr lo deseado: el poder. El poder: que los demás hagan lo que yo quiero o que no hagan lo que ellos desean. Todo parece grave y es grave, pero el devenir histórico resulta inescrutable, aunque, como decía el gran historiador Julián Casanova, la historia no se repite, rima. En desentrañar la rima, bien asonante, bien consonante, estoy.
+ El regreso a la rutina es un regalo que ofrecen las vacaciones, me dice. Yo entiendo, en su caso, la posición que ha adoptado. Lo admiro, en cierto sentido. Por otra parte, han sido tiempos complicados y con laberintos difíciles de superar. Todo llega. Ha pasado las vacaciones en el sur de Francia y vuelve renovado: ha practicado el idioma, ha bebido vino en plazas amplias y ocres, la lectura y la escritura, una suerte de enamoramiento y el recuerdo de sus hijos. Todo ello es un regalo, me dice, pero yo veo sus ojos y la tristeza asoma. Lo recuerdo en otros tiempos y su rostro era afilado, entre lo literario y lo político se debatía en lo diario, tenía una fuerza decisiva. Sin adjetivos, tal vez, emprendió su particular lucha. Hoy las cartas son otras, tocará barajar, me digo sin esperanza. Se ha despedido y yo le sigo con la mirada. Quizá encuentre su paz en su rutina. Bendita rutina.
+ “Que no te confunda la reflexión sobre la vida entera,. No andas cavilando en cuáles y cuántas cosas penosas es de creer que te han de pasar, sino que a la vista de cada una de las presentes pregúntate a ti mismo qué parte de la tarea es intolerable e insufrible. Sentirás vergüenza de confesártelo. Luego, acuérdate de que ni el futuro ni el pasado te pesan, sino el presente siempre. Éste se minimiza si sólo lo delimitas a él y refutas el pensamiento, si no es capaz de hacerle frente por sí solo.” (Marco Aurelio, Meditaciones [AE, trad. Bartolomé Segura Ramos]: 114, 36].
+ Tras copiar la cita de Marco Aurelio regreso al escritorio con el alivio de saberme en el presente, un presente amplio, pero limitado al afán del día, no más allá [o esa es la pretensión, en intento]. Se limita al trabajo, el ejercicio físico y el estudio. Los momentos de asueto, la compañía de C. y conversaciones entre ambos que se rigen por el respeto y la atención, también la curiosidad de aquellos que comparten la pasión por la lectura, entre otras muchas cosas. ¿Es esto la felicidad? No lo sé, no me importa, no he de investigar sobre este particular.
+ Imagen: del pasado llegan estas fotos que se ven determinadas por el disparo automático y con una clara tendencia a la abstración; una vez más, la yuxtaposición reclama un sentido o un significaco. Podremos elegir, sin dudar.
sábado, 16 de julio de 2022
Emblemas y silencios
+ Como el emblema que es, Faetón permanece en la cabecera de mis pensamientos. El desafío que supone su aventura es ejemplar, pero, y es lo más importante, explicativo. Lo tóxico y lo humano, la ambición y el deseo inconcluso, la petición cumplida que se transforma en maldición. Leo noticias sobre celebridades y no puedo dejar de acudir a lo que Faetón nos muestra. Ahora recuerdo su apuesta, el vuelo y su fracaso. El fracaso es una idea que, siempre es así, anida en el interior y tiene más relación con el poder que le otorgamos que con su propia naturaleza. Dinero, amor, poder. Triadas que amplifican el vuelo del Hijo del Sol. Faetón, a diario, se muestra en lo próximo y en lo distante.
+ Escribir la biografía del Conde de Villamadiana me obliga a reflexionar sobre mi propia vida, lo que no se aleja demasiado de la idea de establecer una autobiografía. ¿Una explicación de la sucesión de personas que he sido y establecer la idea de un hilo conductor de esa misma sucesión, es esa la tarea? Pensar tanto en uno y no prescindir de los cuidados necesarios para no desfallecer. Hoy me siento triste, me digo y me observo, me estudio y me alejo de mi mismidad, pero solo es un vano intento. No consigo otra cosa que debilitar la negra presencia de la melancolía, porque pensar en el aburrimiento es dejar de estar aburrido, pensar en la tristeza es acotar el sentimiento y transformarlo en un objeto de estudio. ¿Es desde ahí desde donde escribo?
+ “Que todo es opinión”, resuena tras la lectura que realizo al azar cuando abro las Meditaciones, que acabo de encontrar. Es una casualidad, pero no lo parece porque semejan las palabras necesarias para este momento. La cita que hace Marco Aurelio del comediógrafo Menandro termina por completarse con el siguiente comentario: “Clara también es la utilidad de lo que se dice, si uno acepta su alcance en la medida que es verdad.” Por otra parte, alguien en algún sitio decía que tanto Marco Aurelio como Epícteto tenían una obras portentosas, pero que no estaba seguro que fueran muy beneficiosas para su contemporáneos. No sé, ayer vi a un cura agitar una bandera de España con el corazón de Jesús en su centro; este tiempo es extraño y Marco Aurelio me aporta razones para evitar la tristeza que me produce ese sujeto, la bandera y todo lo que representa. Hoy vuelvo a ello, “que todo es opinión”
+ No distingo entre tiempos oscuros, peligrosos o malos tiempos. Hay una reiteración en los sucesos, en aquello que resulta desagradable, pero que se constituye en característica del momento. ¿Hubo un tiempo mejor o peor que el actual? Embebido en lecturas sobre vidas ajenas, en la indagación de las razones para escribir sobre ellas, me dejo llevar por un estoico sentimiento de transitoriedad, fugaz y libre tiempo que no tiene miramiento porque no es otra cosa que una abstracción. Esa abstracción llamada tiempo solo es un nombre, fórmulas matemáticas, estructuras laborales o el gesto del amor que se desmaya ante la vejez. He leído sobre todo que hay de arbitrario en las instituciones políticas, en los títulos y cargos, en lo teológico que se hace patente en las opiniones de los tertulianos y, al tiempo, no se niega, sino que subraya esta cualidad de creencia. Tiempos oscuros, dice alguien en el ronroneo del televisor, alguien sin mucha entidad, pero con presencia y voz engolada, otros le dan el parabien y se entrelazan en zalameras sentencias, pesadas y prescindibles. Guerras ha habido siempre, desamores, pobreza o asesinatos, y mientras esto ocurría, otro eran felices. Me siento alejado, una vez más: un observador. Qué desagradable puede llegar a ser esta cualidad de observador, pero, hasta aquí llego, me sobrepongo a ella con esa herramienta tan útil que es la ironía.
+ Ironía, que no sarcasmo.
+ [Emblemas y silencios]: Faetón se ha constituido en un emblema y guardo silencio ante opiniones que me resultan molestas. El silencio solo se ve interrumpido por una misa de Bach que he elegido y suena en el altavoz desde la conexión inalámbrica del ordenador. Emblema también es lo físico de mi ejemplar de las Meditaciones y de las Metamorfosis. Los textos, pero también las ilustraciones, la portada, el formato y la calidad del papel. Emblemas son mis guitarras, el coche, el reloj barato, el bolígrafo barato y todos los libro que atesoro. Pero, ahí está la clave, siempre prestos a perderlos y no sentir su pérdida. Así, tengo elegido elegidos algunos libros para cuando ya solo quede la lectura y si debo depurar la elección, me quedo con El Quijote, una relectura pendiente. Sin duda.
+ Yo no leo libros sino que integro libros en temas, me digo a mí mismo en esta calurosa mañana de julio. Hay una serie de temas que me interesan, preocupan y asaltan. Hay un territorio vasto: la ficción, donde se incluye la novela, pero también el teatro, el cine, las series […], donde, sin duda y por derecho propio, reina la novela. Tras ello, o previamente [algo que depende del momento y la circunstancia], se encuentra la poesía. Ambas realidades tienen en torno a sí un entramado crítico y académico importante, extenso. Dicho esto, la política en un sentido amplio, la lectura como actividad, el determinismo como explicación del comportamiento y del cursus honorum [o deshonorum], la geografía, la sociología, y un largo etcétera que componen un haz de intereses temático. Y, aquí es a donde quiero llegar, pues ha aparecido un nuevo tema: la biografía y la autobiografía. Percibo claramente como se constituye, como una suerte de flechas me conducen a su centro, al tiempo que este se hace materia de investigación gobernada por el espíritu de la curiosidad. He de tener tiempo, mucho tiempo, para reflexionar sobre las vidas contadas, por las confesiones, por el relato que se establece en un diario, una libro de memorias o el simple contar su vida las personas en el tránsito ordinario de la vida.
+ ¿Qué es sino escritura autobiográfica este blog?
+ ¿Toda escritura en primera persona es necesariamente autobiográfica?
+ En Anna Caballé El saber biográfico me encuentro con una cita de Gramsci que dice en los países especialmente hipócritas la literatura autobiográfica no abunda o si la hay se da en una forma estrechamente estilizada [hago yo una paráfrasis más o menos ajusta al texto del libro]. Luego, ya con una cierta distancia, en una apreciación que yo veo próxima: “estilizada.” Cuánto hay de verdad en ello, los estilistas son traidores a su propia realidad, y yo me veo ahí y ahí es donde reflexiono sobre lo que llevo escrito. ¿Una estilización? Ay, supongo que es una suma de carencias y miedo lo que nos arroja en los brazos de un estilo, de la búsqueda de un estilo. Carencias y miedo, me repito y lo afirmo, un binomio que se podría traducir en hipocresía.
+ Imagen: cruce de calles, los cables, el cielo, la diluida estela de un avión.
sábado, 9 de julio de 2022
Inquietud
+ Me gustaría reflexionar sobre los consejos que se reciben a diario, especialmente cuando uno está en una situación complicada, límite o se enfrenta a un dilema de elección difícil. Si se analizan en detalle estas recomendaciones se termina por llegar a la conclusión de que son muchos los que hablan por escucharse a sí mismos, sin que la intención de sus palabras esté encauzada a consolar al afligido, al enfermo o al dubitativo. Resuena campanuda la voz, que se adorna con experiencias propias y ajenas, invenciones y chismes. Y nos callamos resignados o guardamos un silencio lóbrego condicionado por la educación, las buenas maneras. Más tarde, ya en soledad, nos damos cuenta del daño que nos han hecho esas supuestas buenas intenciones. ¿Quién les ha pedido consejo? Ay, el silencio, esa oculta y necesaria virtud.
+ El trabajo contra la frustración es un ejercicio que requiere constancia para transformar un hoyo en un juego de espejos, un juego de indiferencia y distancia, un juego de malabarismos que permitan recuperar una cierta calma. Busco las Meditaciones de Marco Aurelio y no las encuentro, las busco y en la búsqueda comienzo a recordar algunos fragmentos. La búsqueda resulta infructuosa, pero hay en ella, en el proceso mismo y en su fracaso, algo de fármaco. Ya lo sabemos, fármaco tiene una doble vertiente: remedio y veneno. El veneno, ahora, queda a un lado, permanece el remedio. Es el caos mi estado habitual, aunque a lo largo de extensos períodos no lo parezca, ¿es bueno es malo?, quizá no entre dentro de esas coordenadas.
+ Los meandros que me conducen a ciertas curiosidades se configuran mediante búsquedas aleatorias, azar e intuición. No se producen por una búsqueda específica, sino que es un brotar espontáneo y ligero, sin sustancia pero con proyección a reflexiones sobre lo cotidiano que me ayudan a plantear nuevas preguntas, ese camino sin final. En una de estas excursiones [es decir, salirse del curso para hacer una suerte de contemplación] me encuentro con el uncanny valley, o lo que, traducido, viene a ser el valle inquietante. Se trata, según leo, de que cuando mayor es la apariencia humana de un robot, la reacción se aproxima hasta la que tendría un humano con otro humano, esto tiene un límite, que no es otro que el reconocimiento de lo artificial, lo no-humano, una sensación que da paso a la repugnancia. Sucede esto también con los maniquíes, los cadáveres embalsamados o los muñecos de cera. ¿A dónde me lleva el valle inquietante? No deja de ser una pregunta, también, inquietante. Una pregunta que cuestiona lo construido frente a lo dado. El valle inquietante se dirige a la voluntad divina que reside en todo acto creativo y su fracaso, que se puede disimular pero no impedir. Seguiré pensado en ello hasta que se diluye en el tráfago diario, donde todo muerte en función de la superposición de capas y matices.
+ Así mismo, se produce un valle inquietante cuando se observa una prótesis.
+ ¿Toda narración en primera persona es, necesariamente, autobiográfica? En los debates sobre el autor encuentro un aliento personal. Este reflejo me lleva, en ocasiones, a plantear la vida sobre una plantilla narrativa. La narración y el relato estructuran el día a día, bajo la égida de una supuesta correlación de hecho, pero más centrado en las imágenes que en el desarrollo de la historia. ¿La historia, la primera persona, el relato de los hechos? Las preguntas ampliamente se abren sin respuesta.
+ ¿La literatura sapiencial que destila el necio? ¿Una épica del fracaso cotidiano? ¿Un significado que no desea ser desvelado? El necio me mira y me doy cuenta de que es un espejo, tras él la estulticia desaparece, cuando me reconozco.
+ Me adentro en De la autobiografía. Teoría y estilos de José María Pozuelo Yvancos. Sé que es un tema importante para mí, perseguido e intuido desde hace tiempo, una suerte de construcción espontánea que ahora tiene una concreción que oscila entre lo académico [el Conde de Villamediana, su estela y sus derivadas] y entre lo personal [la necesidad de una definición, de explicación de mi propio yo, ese anhelo frutado de antemano porque la variación es tal que todo se inclina hacia la evaporación, en cada instante soy un otro yo]. En esa estela de Rimbaud me muevo, creo entender. En esa ambigua posición. Lo que escribo y lo que pienso, lo que sueño y lo que reconstruyo, me veo en el espejo y digo: soy yo. Me doy la vuelta y me asalta la incertidumbre y creo hay un placer malsano en esa aparición del dolor. ¿El dolor? La autobiografía no deja de ser un vano intento por perdurar y trato de explicarme en esta transitiva afirmación, porque ¿deseo perdurar o solo alcanzar un grado de tranquilidad suficiente? Vuela la nube y con ella un endecasílabo que no acabo de concretar, muere el domingo y soy yo el que lee, el que escribe, el que olvida.
+ Antes de que C. entre en la sala que le van a aplicar el tratamiento, leo unas páginas sobre la autobiografía de Roland Barthes. Entiendo bien a que se refiere Pozuelo Yvancos en el texto que enjuicia la obra y la vida de R.B., su plasmación en el texto mismo. Esto me lleva a valorar mi tendencia hacia la lectura de la obra de R.B., que, de alguna manera, una suerte de fallido paralelismo, tiene que ver con una transposición de R.B. al relato que construyo yo [=vida]. Se puede resumir en un fracaso parcial y fragmentario, un equilibrio que explica con precisión decisiones, deserciones y triunfos en el decurso de los trabajos y los días. Ese afán, esa meta que no llega a la concreción, pero que permanece como un motor inmóvil. C. queda en la sala y yo, desde la soledad de este instante, escribo este fragmente. El fragmento, la autonomía y la yuxtaposición son las herramientas, la explicación incompleta del mutable yo la finalidad.
+ Imagen: imágenes que tienen muchos años sobre sí mismas, ¿diez años son muchos años, doce años son muchos años? Testigos mudos de otro tiempo.
sábado, 2 de julio de 2022
Provincias y regiones interiores
+ [Turismo] El turismo tiene mala prensa. Nadie quiere ser turista y todos quieren ser viajeros [algo así rezaba una canción pop, puede que se tratase de una canción de Jarvis Cocker, tal vez sí, tal vez no]. El turismo es uno de los rasgos característicos de nuestro tiempo, de nuestra identidad como individuos y como grupo (-s), un tiempo y un espacio donde se diluyen los dilemas de los idiomas, las indumentarias regionales o los gestos y maneras de nuestro ámbito cotidiano. He puesto el acento en la disolución, a la manera de que existen no lugares [inmensas salas de aeropuerto, estaciones de servicio o impersonales vestíbulos de hotel], así también existen personas que ven difuminada su personalidad por el contacto con esta materia turística que todo lo transforma en parque temático, esa suma de circunstancias que son más escenario que vida. Yo no renuncio al turismo, prefiero observar su naturaleza y sumergirme en sus contradicciones, pero, también, en su grandezas [que las tiene, poderosas y extravagantes, algo muy de agradecer]. ¿Me declaro turista cuando me desplazo o, simplemente, soy un observador que gana terreno y advierte las posibilidades que se abren, pero de las que no participara? El impulso permanece.
+ [El viaje, el viaje imposible] No se trata de un viaje al uso, o quizá sí. No me refiero a los usuales desplazamientos que implica cualquier viaje, cualquier destino turístico o cultural. La duda de si es un viaje o no lo es viene dada porque el viaje tiene un rasgo de cambio que mantiene, y ahí voy, el viaje interior. El viernes pasado me llevé un disgusto y sentí derrumbarse una parte de mí, con cierto dolor, con cierta desesperanza. Era un viaje, sin duda. Un viaje a un abismo porque yo lo veía como un abismo. Somos nosotros los que establecemos el marco donde se desarrolla el viaje, porque el viaje es, principalmente, desplazamiento y aprendizaje. Me dejé ir y esa noche no dormí acosado por el miedo y los nervios, por una incertidumbre insana y palpitante. Poco a poco, he conseguido sosegarme, pero no sé si estoy de regreso.
+ Los errantes vagabundos que veo en las carreteras nacionales, de capital de provincia en capital de provincia, se presienten con un bagaje sentimental, un paisaje y una geografía de difícil concreción literaria porque parecen rebasar la capacidad de expresión para centrarse en el vivir, simplemente en la íntima constitución de la vida como obra de arte. Pero no es así, al menos en su totalidad, ya que la literatura es, ante todo, expresión y, por lo tanto, es una cuestión de capacidad y no de vivencias. La expresión de un estado de ánimo que condiciona la percepción y se ve retratado con arte. Ay, esa palabra: arte. Pero también se puede renunciar a esta senda y dejarse en el silencio [¿soy yo el que habla?]Pienso en los vagabundos y hoy soy uno de ellos, errante por provincias y regiones interiores.
+ [Coincide esta entrada con el final de los flecos de aquello que denominé en el título: paréntesis, ¿es una señal?, el caso que unido a ello llega una indeseada ansiedad y sabemos que, siempre, la ansiedad es sinónimo de miedo].
+ Emprendo la lectura de Le pari biographie de Françoise Dosse. Ay, la biografía, siempre escrita desde lo autobiográfico, siempre el borde de la Historia, en el límite de la ficción. En fin, una tarea más, un horizonte que condicionará la percepción durante un fulgurante instante.
+ Imagen: sala de espera, junio de 2022 [ni óleo, ni lienzo].





