sábado, 5 de febrero de 2022

+ Paréntesis (16)

aveiro

+ Por razones que no vienen al caso, he estado revisando planos y fotos aéreas de los años cincuenta del pasado siglo. También tuve ocasión de ver documentos de deslindes elaborados en ese tiempo, documentos que se hacían a mano y con una caligrafía excelente, que ya no se estila. En realidad, esa sensación de asomarse a otro mundo no es correcta, pues en realidad se trata de un reflejo de este momento en que vivimos porque la primera sensación de extrañeza, luego diluida, dio paso a la constatación que todo es materia del recuerdo, con el agravante de la nostalgia. Hoy repaso textos e informes digitales y, ahora veo, que discurren por el mismo camino. Esa suerte de poso que se resuelve en estratos, una fosilización que conduce a todo presente a su inestable lugar en la Historia o en la historia. Cierro el ordenador y dejo la mente en blanco, todo tiende a ocupar su lugar necesario.

+ Quedamos a medio camino, en un bar de carretera, uno de esos lugares donde se dan comidas al medio, cafés y partidas de dominó por la tarde y unas cenas animadas con baile a la noche. Reinaba la tranquilidad, levemente interrumpida por el rumor del tráfico. Hablamos durante casi una hora sobre asuntos de trabajo y convenios colectivos, los inconvenientes y las ventajas de tener una jornada laboral vespertina. El café, la conversación, la temperatura, todo resultó adecuado. Nos despedimos y cruzamos aquella minúscula región que no merece esa etiqueta pero que a mí me gusta denominarla así, mejor que sector [que es lo que corresponde]. Revisé la documentación que me prestó para el examen y me di cuenta de que la amistad brota insospechadamente. Afinidades electivas, me dijo no sin cierta pedantería.

+ Reservo Anéantir para el regreso de Madrid, cuando ya el examen haya pasado. He dejado la novela sin desempaquetar en el dormitorio y observo el celofán que la protege, la elegancia de la materialidad del libro, la tipografía y la promesa que esconde. Así, ahí duerme, a la espera. Necesaria espera.

+ La política me resulta extraña a pesar de que mi posición está clara. Me resulta extraño todo aquello que no alcanzo a ver. Se trata de que estamos ante la pantalla, ante la escenificación en el escenario pero no alcanzamos a ver lo que detrás sucede: guardarropía, camerinos, maquillaje, ensayos, repartos, adaptaciones del textos, directores o iluminadores, y un etcétera paralelo que se extendería en exceso. Vemos las intervenciones televisivas y vamos a votar, tomamos una posición y leemos una declaración en un periódico digital, sospechamos algo y nunca tendremos la posibilidad se saber hasta que punto esta sospecha tiene una razón lo suficientemente sólida para transformarse en certeza. Así, toda esta reflexión viene de estos días donde, a la noche, C. y yo vemos Baron Noire. Y me preguntó, ¿es así?  y C. con muy buen criterio me responde: es peor. Sin duda.

+ He visto, entre visillos, las costuras de la pequeña política local. Esto me da un instrumento de medida y comprensión. Coincido en intuiciones e indicios que la serie me envía. Sí, así es.

+ Me resisto a aceptarlo, pero el tema es la política en sí, y tras ella la ambición. Sigo con la estela determinista que implica la imposición de una personalidad, su soberanía y sus miserias, la imposibilidad de sustraerse a eso que uno es. La política cuando es observada en detalle, aunque sea desde lejos y con una información tan sesgada como defectuosas, da una idea general de la soberbia, de esa victoria y derrota de los modos y costumbres; como si de una definición se tratase.

+ Hace tiempo que mis ideas sobre qué es arte y qué no es arte las guardo para mí y para los míos. Hoy se cumplen cien años de la publicación del Ulises.

+ Imagen: playas en invierno, ¿una serie?