sábado, 29 de enero de 2022

Paréntesis (15)

Aveiro

+ Soberbias colinas sobre las que se alza la orgullosa ciudad, leo el soneto y traduzco su espíritu a la senda diaria: levantarse, desayunar, el ejercicio físico (la bicicleta estática), estudiar, comer, descansar, trabajar, cenar y dormir. El camino y sus trabajos se comprimen en la agenda, en el programa estipulado previamente, es esa la medicina. Lo rutinario es deseable y su ruptura (por un momento, solo por un momento), un regalo. Estos regalos tienen su dosificación. Me define este gusto que se eleva sobre la molicie, esa inclinación a la lista de tareas; programar, escribir y tachar. Un desafío, o ni siquiera eso.

+ Me llega una diatriba. ¿La evolución y el avance de la sociedad se debe a una razón de ambición o las razones que propicia la cooperación? No es un asunto fácil de dirimir, quizá porque no haya nada que dirimir. Sin ambición no es posible alcanzar una meta, sea de la magnitud que esta sea, pero, socialmente, la cooperación juega un destacado papel en los pasos que se van dando en pos de esa meta: el progreso. Creo que aunque no son rasgos de la personalidad alejados entre sí, no están el mismo plano. La ambición es netamente humana, la cooperación es una característica de diversos animales, desde las hormigas hasta los elefantes [por poner casos extremos]. Vaya, la cooperación se ve subordinada a la ambición. El tema da que pensar y enlaza, cómo no, con la cuestión de la determinación. Todo suma, nada resta, en el camino de la duda.

+ Recuerdo Caminha en noviembre, en el 2020. Recuerdo los paseos que dimos C. y yo. Qué lejano resulta hoy, en la senda del examen, en este preciso momento y en ningún otro. Falta menos de un mes para la prueba, en Madrid, a las diez de la mañana, un sábado. Poco más. Qué certeza, el paso del tiempo y su tiránica verdad.

+ Descompresión: tomo una larga colección de poesía, una antología del catálogo de una editorial [Cátedra] y llego, ¿sin saber por qué?, hasta Garcilaso de la Vega. Ahí me encuentro con mi viejo amigo, el Soneto XXIII. Ahí está, ahí ha estado siempre. “Marchitará la rosa el viento helado, / todo lo mudará la edad ligera, / por no hacer mudanza en su costumbre.” Y al copiar este el último terceto recuerdo a las jóvenes que he visto felices en su atuendo de adolescencia y fin de semana, la alegría del momento, la imposibilidad de pensar en nada que no sea eterno. “La vena / del oro” y “rosa y azucena” vuelan entre esos corros de las siete de la tarde, con previsiones etílicas, con sabores de sexo temprano, tersas mejillas, azulados párpados y tímidas aspiraciones vitales. Ay, la descompresión salió cara porque el paso del tiempo es la más firme certeza que tenemos, a la que sucede la muerte: tema de toda poesía que quiera para sí esa etiqueta.

+ Cuando nos asomamos a las representaciones prehistóricas lo hacemos con la extrañeza de encontrarnos ante un algo artístico que admite explicaciones e interpretaciones hasta un cierto punto, lo que hoy creemos entender llegará un momento que alcanzará esa enigmática posición. Veo un aplicación informática que instalada en un teléfono realiza un escáner de puntos que, luego, reproduce el objeto o la escena con una inquietante exactitud. Pero, aunque por un momento el temor me asalte, me doy cuenta que toda obra humana tiende hacia esa extraña sedimentación a la que me refería al inicio de este párrafo. Nada cambia, nada permanece.

+ Entradas cortas, entradas extensas, ¿dónde está la diferencia, soy yo o es otro?

+ Compro Anéantir, la última novela de Houellebecq. Será la lectura en mi viaje a Madrid, a la ida y a la vuelta, en el intermedio, tras el examen, en la prolongación de la espera.

+ Imagen: Aveiro - Portugal.

sábado, 22 de enero de 2022

Paréntesis (14)

Aveiro
 

+ Una fecha, un plazo y un examen. La triada se traduce una inestabilidad que me cansa pero no me anula. Los retos no me gustan y, sin embargo, a ellos hay que plegarse. C. y yo vemos series sobre el poder, la política y la ambición. No necesariamente se correspondería la narración con la realidad, pero sí que captura una personalidad. Cuánto llevo reflexionado sobre la materia, es decir: sobre sí hay una suerte de predeterminación o la libertad es la guía de toda biografía. Yo sé que hay condicionantes que se resumen en la personalidad, en la autoestima o en su ausencia, en la ambición o en la humilde debilidad. No hay valoraciones, tal vez, pero estimar o desestimar una razón condiciona lo diario y lo diario es la preparación de este examen, con su fecha, con su plazo, con la suma inestable de acuerdos y desacuerdos.

+ Recuerdo el placer de pasear, entrar en un bar, pedir un café y leer el periódico del día. También podría sustituir el periódico por un libro. Leer es un abismo entre lo íntimo y lo plural, que contiene una parte de nuestro interior que desconocemos, que debe ser creada y revelada. Lo añoro mientras espero ese día del examen. En esa urna estoy, en esta esfera me contengo. No leo nada que me interese, pero el premio es grande y deseable. Insisto, no leo nada que me interese.

+ El café, espero.

+ Una foto me llega. Se trata de una habitación de una casa del ayuntamiento en Birminghan en 1969. Es desoladora. Es la pobreza que se hace materia en la presencia de cuatro niños, en sus rostros y en su gesto hiérático. Una cama sin colchón, las paredes ajadas, el papel pintado roto y ahí asoman las el estuco y el ladrillo. Damos todo por supuesto y de repente aparece una imagen que transforma lo diario, al menos, la visión de lo diario. El día continua. El pasado permanece.

+ El plazo condiciona la extensión de las entradas.

+ Imagen: rescato imágenes de años atrás, en este caso de un viaje de dos días a Aveiro, semanas antes de la Navidad. Recuerdo aquellos días y creo que esta imagen me revela aspectos del momento, que se han posado, se han transformado en recuero y en presencia. Pero, lo sé, cuidado hay que tener con la nostalgia, es un vicio que pasa factura. El presente, el pasado, el futuro, solo palabras. Palabras, ni más ni menos.

sábado, 15 de enero de 2022

Paréntesis (13)

archivo

 + Han pasado ya las Navidades. Queda esa sensación de superar un examen, de comenzar a preparar el siguiente, aunque todavía hay tiempo. Tiempo. El tiempo no es un capital que se pueda ahorrar o malgastar, es solo una unidad de medida que tiene o no tiene una correlación con lo real. Todos los modelos guardan en sí imperfecciones que conducen al error, el tiempo no deja de participar de esta naturaleza y su error es confundir el tiempo cronológico con el tiempo interior, ese que nos muestra su celeridad [cuando no hay tal]. Sin embargo, entre todas las balizas temporales, es la de la Navidad la que más certeramente se encamina hacia el examen. El año que muerte y el año que comienza, los ausentes, los presentes y aquellos que se han distanciado. El recuento es necesario y breve. Me alejo de los sistemas de culpas, méritos, recompensas y castigos, me centro el paisaje y en la tranquila y circular vida de los gatos, lo hago porque creo que ahí se atesora una suerte de sabiduría que rebasa la constante evaluación de nuestras vidas.

+ La encontramos y resultaba evidente que había bebido, aunque se mantenía en un punto sereno y tranquilo, a pesar de saltar de tema en tema y, despuésm centrarse en sus dolores, de varios tipos, con diversas profundidades. Certifiqué el paso del tiempo y su labor de zapa. La vi y me di cuenta de que tenemos la misma edad. ¿Qué quiere decir eso? Nada. Quedó una suerte de ternura flotando en el aire, el aire frío de diciembre.

+ Es un instante, poco antes de llegar a casa, cuando aparece en la radio, en Radio Clásica, una mención al velo de Maya. Se desvanece el decorado y el yo se disuelve con la ausencia de ese decorado. No hay nada, me digo y estoy muy cansado, con el deseo de llegar a cama y abandonarme a esa otra disolución que resulta ser el sueño. Sí, estoy de acuerdo, pero poco importa. El yo tiene tanto peso que me oprime y me impide respirar, me centro en exceso en mi persona cuando esta no tiene tanta importancia, pero eso es algo que me vino dado por tradición, sociedad y contextos. Religiosamente me vi reflejado en esa pesadez del alma, sin pensar en su posible desaparición, como si esta fuese a perdurar más allá de la eternidad. ¿No es así? El velo de Maya me despertó en medio de la noche, fui al baño, regresé a cama, dormí y no recordé nada. Benitas noches sin sueños.

+ El ansia de unidad, el anhelo de coherencia, la imposibilidad de ambas.

+ Unidad y coherencia, repito mientras abandono la tarea diaria porque ya la culminé. No soy yo, la apariencia me arropa y me lanza al olvido.

+ Imagen: desde el fondo del archivo .

sábado, 8 de enero de 2022

Paréntesis (12)

Flores

+ No dejo de pensar en los días que C. y yo estuvimos en Noia, Fisterra y Corcubión. Pienso, concretamente, en la playa de Carnota y en los recortes de la costa. Mi pensamiento se dirige a un mundo medieval producto de tópicos y películas en tecnicolor, una idea corregida mediante lecturas y posiciones más o menos relativistas. El tiempo y el contexto. Quiénes eran aquellos hombres de los que nada sabemos y allí vivieron. El cansancio adormece mi espíritu y caído en el sueño mientras trato de deslindar lo que sé y lo que supongo sobre aquella costa. Nada sé, nada olvido.

+ Me llegan noticias de célebres historias de padres e hijos. El deseo de agradar al padre y la imposibilidad de conseguirlo. Padres e hijos, padres e hijas. Violencia, fracaso, la arista cortante y biográfica que nos conmueve y nos asusta. No es una iluminación, es el abismo que bosqueja una vida, algo que se adivina pero que queda muy lejos. Así, mientras cruzaba el puente, lo vi pasar. Solo y sin alegría, envejecido y solo. ¿Padres sin hijos? La paradoja no es casual y se refleja en su perfil. Medité sobre nuestro tiempo y el vacío se asomó en la tarde despejada y calurosa de diciembre. Extraño mundo, me dije y continué mi camino en el coche del trabajo.

+ Alguien me indica que la imagen de la entrada anterior la utilizo, aquí, por segunda vez. Es posible y, al tiempo, marca una tendencia. Podría definirme por imágenes y estas ser una guía para comprender el porqué y el cómo ciertas características, sobre todo urbanas, me atraen. Sé que es algo que tiene que ver con el derrumbe y los márgenes, la atracción por aquello que se aparta de lo planificado y supone un hiato en la continuidad, la necesaria continuidad. Queda constancia.

+ Apunto: Palacios de la memoria. No es un título, sino una técnica para la memoria. Esos lugares donde se van colocando los elementos que deben recordarse. Me gusta como título y la correspondencia con el posible contenido no tendría que venir necesariamente por la vía de una lírica post romántica o pseudo romántica, muy al contrario: la vena surge de la necesidad de alcanzar un trabajo mediante la formación y el esfuerzo, como el diario de un opositor que tiene una vida paralela poco antes de dormir, con interlocutores, trovadores, juglares y damas, torneos y extensas bibliotecas donde los monjes copian, escriben y estudian. Se elevan estos palacios y estos monasterios, los castillos, bajo la égida de las lecturas que los inspiraros. Pero, esto, solo es un título y un viento de inspiración y olvido. Queda constancia, también.

+ Comienza la primera semana del año. Los trabajos y los días, me digo y emprendo el camino hacia ese núcleo de vital importancia en la constitución de la rutina. Ahora escucho el correr del reloj de pared que preside mi ámbito de estudio y presiento su vaticinio, lo ignoro y doy un largo trago a este café aguado y oscuro. Los bolígrafos y los rotuladores, elementos de esta cocina sin fuego ni humos. El vaso azul oscuro, que, según reza en su fondo, se fabricó en Rusia, me observa como si se tratase de un Dios Lar, el que protege a los habitantes de la casa desde su recóndita humildad. Prosigue el estudio, continua el camino, no me detengo, pero observo. Siempre observo, constante y presente verdad.

+ Un posible tema de estudio: la necesidad de agradar a los padres, en concreto: al padre. Quizá no se trate de un tema de estudio sino el inicio de una novela, una novela a la que se agregan materiales con ese núcleo temático que es el agradar al padre. K. me comenta por teléfono una biografía que está leyendo y el motor del texto no es otro que esta imposibilidad de agradar al padre, es también una de la claves para entender a una cazadora de niñas enviada la asquerosa misión por su amigo, el monstruo, he visto este reflejo en mi rostro y en otro muchos rostros. Tras esta escueta exposición, me detengo porque se me plantea la duda de si esto es una explicación o una justificación. Ahora que no creo en la culpa ni en el mérito, qué me queda, ¿la explicación o la justificación? Sigo creyendo que los pecados de los padres o de los hijos son pecados de los padres o de los hijos, nunca heredables, nunca ni del padre ni del hijo, sino de su propietario.

+ Imagen: paseos, sin foco, sin indicios, sin pruebas.

sábado, 1 de enero de 2022

Paréntesis (11)

Oporto

+ Escucho como interpreta un joven pianista una partitura de Chopin. Es un niño cuando realiza la interpretación, pero el piano superpone una substancia que está más allá de la edad y del tiempo. Quizá se trate de una suspensión temporal, una apuesta contra la finitud. Así, recuerdo aquella receta en la que se recomendaba enfocar todo análisis poético hacia la muerte, pues es este el único tema que la poesía tiene y del que derivan todos los subtemas, los posibles subtemas. El piano traza una línea en esta mañana de Navidad, en el día de Noche Buena. Como mi formación me inclina a considerar todo lo humano como convencional, salvo lo netamente biológico, me entretengo con una suerte de mágica inversión y acudo a motivaciones insertas en la biografía y la experiencia. Conjuros para abordar el final de otro año. Vence Chopin.

+ El piano vence y yo cumplo, un día más, con la tarea que me he impuesto. También es una victoria.

+ Asisto a los resultados de un accidente mortal [la víctima falleció horas después del impacto del coche contra el camión]. Esos plásticos negros esparcidos por el asfalto, grandes y pequeños, oblongos y puntiagudos, brillantes y opacos. Esos plásticos negros son una constante en todos los accidentes, dispersión y desorden. Vi al hombre y parecía dormir, con un hilo de sangre en la sien derecha, con las manos entrelazadas, lo vi sabía que moriría pronto, era cuestión de horas. No llovía, pero había llovido mucho, los árboles se agitaban y la pista de frenado se cubría de hojas secas, el propósito del invierno. Son solo detalles de un momento, de cuando un hombre agoniza y se elevan pájaros negros en el cielo gris. Todos los equipos regresan a sus bases, el herido al hospital, el viento a su hogar se dirige. Yo sigo allí, detenido ante el vacío que inunda la totalidad. Un hombre muere, sale el suceso en un breve del periódico, me acodo y leo un poema en el teléfono, pronto terminará el año.

+ Sin propósitos para el nuevo año, abierto a las posibilidades que me ofrezca el devenir. Los árboles se agitan, caen las hojas, el trabajo del inverno es tan metafórico que asusta. Ya lo dije y lo repito. Este cuaderno me aleja de mi otro yo, me aproxima a un ámbito filtrado. Susurra la noche.

+ Se desvanecen las certezas musicales de la juventud. Un tránsito que me lleva a otro reinos, entrevisto en la noche, adivinados en viajes por Normandía, lecturas al calor de la noche lluviosa donde un poderoso caballero dispone su muerte como la liturgia que resulta ser el traspaso de su poder a su hijo. Veo aquello, observo y estudio el pasado y no ilumina esta indagación el presente, mucho menos el futuro. Ay, emisoras de radio que habéis muerto sin descendencia, ahogadas en el auto-tune y en el vacuo tintineo de algunas melodías insustanciales. Es ley, todo debe morir, ¿pero tan perentoriamente, tan sin dignidad?

+ Me acompaña el piano mientras conduzco. He conectado mi teléfono al equipo de música del coche del trabajo. Escogí una emisora en línea donde sólo ponen música de piano, nadie habla, las piezas se suceden sin presentaciones. Pongo el volumen muy bajo, de tal manera que el sonido del motor compite contra las techas y las cuerdas del piano pero sin llegar a imponerse. Veo con otros ojos, me digo. La exacta posibilidad de un mapa, la descripción del territorio, la carretera, que es narración y es narrativa. Vidas, cruces, muerte y vida, árboles, pájaros y gatos, las nubes, el brillo acharolado del asfalto, una poética astilla de luz, vibración y espanto porque la muerte siempre está ahí. Le doy la razón aunque no la tiene pero lo prefiero a tener que mantener mi postura. Ese claustro: el coche, el piano y el paisaje.

+ Ay, cuando la lluvia es un estado de ánimo.

+ Primer día del año, otro día más.

+ Imagen: Oporto, hace años, en otro momento, quizá el mismo tiempo que hoy nos ocupa [sin lluvia].