+ Un instante de decadencia, el ánimo se transforma en niebla, este desvanecimiento contrasta con la luminosidad del día. Analizo los motivos y esta estrategia no funciona. Un refugio, tal vez. Una pausa, quizá. El ritmo que marca el segundero del reloj guía la escritura, lo que ahora escribo. Las razones se desvanecen y algo tiene que ver con la generalizada inconsistencia, con la certeza del cambio. Nada permanece, me digo y veo el vaso con café medio vacío, medio lleno; no sé. Un poema, tal vez. Son esquirlas de lo cotidiano contra las que luchar, pero, a veces, causa una fatiga que paraliza toda acción. ¿Toda acción? No, de ninguna manera.
+ Hace calor, estamos, ya, de pleno, en el verano. Leo, escribo, regreso a la lectura y me detengo. Es un círculo que comienza por la mañana y termina hacia la hora de comer. Hoy es viernes y no trabajo. He aprovechado la tarde para indagar en dos o tres materias que me preocupan. La lectura me conecta con algo intemporal, que me redime, que me consuela. En ello estoy ahora mismo. C. y yo daremos un paseo dentro de un momento. Para mañana hemos planificado algún tipo de excursión, sin muchos detalles, sin muchas previsiones. Lo sé, se logra un equilibrio y hay que descansar en él, todo lo que se puede porque su desmoronarse es una realidad sin cuestión. ¿Hay hechos incontestables? El derrumbe y la ruina son consustanciales al paso del tiempo y el cambio es la única naturaleza fundamental que hoy puedo reconocer. Pero estos instantes, que simulan eternidad como un trampantojo en una medianera simula un paisaje, me subyugan, me seducen hasta llegar a un punto de erotismo. La erótica del dios del instante. Se traduce, pues, en una alto en el camino.
+ Altibajos en el movimiento, el cambio no es una explicación, es la pregunta en sí misma.
+ ¿Postmodernos?
+ Resultó reconfortante el recorrido que C. y yo hicimos el sábado. El tacto de lo que ya no volverá; presencias y ausencias, el mapa que elaboramos al azar mientras el coche se desliza por carreteras secundarias. Así, llegamos a Oseira, aparcamos y sin saber qué hacíamos nos dirigimos a la entrada del monasterio. Pronto comenzará una visita guiada, nos dijeron y, sin pensarlo mucho, nos apuntamos. Yo había estado allí cuando era niño y tenía ciertos recuerdos, imágenes nítidas y ensoñaciones vagas, construidas el discurrir de los años. Se presentó nuestro guía y entramos en el primer claustro de los tres que tiene el monasterio. Las palabras del guía, un monje de mediana edad, eran amables y fluidas, con una delicada dicción y un fraseo ordenado fruto de la experiencia y una paciente serenidad. Así, en el silencio del claustro, bajo la mirada indiferentes de las torres, con la caricia del agua de las fuentes, tratamos de ver más allá de nuestros ojos con la ayuda de sus palabras, imaginar otras vidas y afanes, y creímos alcanzar algún tipo de conocimiento, pero no deja de ser un esbozo de una improbable posibilidad. La relación con el pasado es compleja, me digo mientras veo este poso de los siglos; se observa desde el presente pero entiendo que falta una visión, una iluminación que nos acerque a lo aquellos hombres entendieron; cómo se ha construido nuestra realidad depende de lo que antes fue y ahora no es sino relato. Preguntarse por aquellas vidas es preguntarse por las nuestras porque el destino de las unas y las otras se dirige a la igualdad. La construcción del hilo conductor en donde trato de ordenar intuiciones, indicios y premoniciones es una tarea que tiende a lo inestable. Me repito la palabra, ahora, ante el teclado del ordenador: inestable. Leo sobre la economía del monacato en Galicia, sobre la constitución de los monasterios, sobre el siglo XVIII y el siglo XIX y los cambios producidos en ambas centurias, las transiciones que se han producido desde ese momento hasta nuestro presente, el Antiguo Régimen y la Modernidad. Leo y me disuelvo en la mañana de domingo, con un cierto sopor, con un viento frío que se levanta y parece anunciar lluvia.
+ Releo el párrafo anterior y me da la impresión de que queda una sensación de falta de solidez. Trasformado el presente en texto, solo es una aproximación a la agradable sensación de ruptura con la rutina, con lo dado, con el cansancio y la esperanza; se agradece la mano amada, la música y la conexión con el pasado, con ese intento de comprenderlo.
+ Imagen: en otro tiempo, en otro lugar, la puerta hacia el olvido.
