sábado, 24 de julio de 2021

Vapor

Recorte
 

+ Los dictámenes médicos y las sentencias judiciales me llevan a pensar que la ciencia no es tanto un resultado como un camino. Ciencia no es otra cosa que un sistema de establecer un conocimiento, pero el conocimiento en sí mismo necesita que se pueda cuestionar (Popper y lo falsable) .  ¿Por qué cuando tenemos una dolencia grave o debemos someternos a una operación pedimos una segunda opinión? ¿Porque desconfiamos de la medicina o porque sabemos que hay un margen complejo entre la interpretación de los hechos y su verdad, porque sabemos, espontáneamente, cuál es la naturaleza de la ciencia? Me parece que con las sentencias controvertidas sucede otro tanto; no alcanzamos a comprender, legos en la materia que somos, su alcance y su extensión, su fundamento, que va más allá del hecho concreto, ese hecho concreto que se diluye en la materia histórica, que sin conocer la serie es imposible valorar.

+ El calor resulta pesado. Una fina capa se deposita sobre los objetos y yo me pregunto por el ser del que nos habla Parmenides. Hay un acento poético que me persigue, lo observo y se relaciona con una idea de totalidad, con una extensión que va más allá de lo que he leído, de lo que comprendo y de lo que recuerdo. Es una forma de estar, me digo y contrapongo un verbo contra el otro: el ser, el estar. En portugués todavía tenemos, a mayores, ficar. Fica en bora. Nada me interrumpe mientras conduzco: música barroca, el aire acondicionado y las lecturas del día que resuenan en mi cabeza, como si dos sabios me examinasen sobre las mismas. Respondo y rehago todo lo leído, las notas tomadas, las dudas y las certezas. El calor es pesado y el frío aire que expulsan la toberas del auto lo mitigan, lo transforman en una agradable sensación. Siento mi edad, la finitud y me desdigo. Alguien dijo que cuando conoció a su marido era un hombre triste, pero ahora ha cambiado; el sonríe y asiente. La tristeza, la alegría, la desazón, el pesimismo, el cansancio del futuro. Vuelvo a Parmenides y esa fina película todo lo recubre. ¿Es el ser? Hoy no leeré nada más.

+ Los cuadros en el recuerdo se transforman en imágenes que difieren de ellos mismos y se trasladan a una idea de las salas y de los espectadores, como si el cuadro en sí mismo fuese una baliza de aquel momento en que estuvimos ante su presencia, como si el cuadro nos llevase a un contexto breve y huidizo. Así, bajo este paraguas, recuerdo a las personas que vi aquel día que estuvimos en el museo de Rouen, ante un cuadro de Monet. Recuerdo la catedral de Rouen. Recuerdo haber visto en Rouen El barbero de Sevilla. Recuerdo a aquellas personas en el museo con el amparo de una sombra de ensoñación y tristeza, una delicada y elegante tristeza (tal vez no era tristeza, sino un spleen snob y tardío). Una intención de relación entre ese presente y el que vivió Flaubert. Pero no, todo se transformas y los recuerdos son bellos, los días que fuimos felices en Normandía C. y yo.

+ Descubrimos, por ensalmo, detalles que iluminan una idea de nuestro pasado, y no se trata de un pasado histórico, sino de un pasado personal e íntimo y, en apariencia, sólido. La imagen de una persona se ve modificada a la luz de datos ignorados, que, pretendidamente, permanecían ocultos para preservar esa su identidad. Bien. Pero la mentira aunque se esconda tiende a emerger y, cuando esto sucede, su aparición trastoca la realidad, la realidad de la persona en cuestión. El engaño, el ocultamiento, los rostros duplicados, la emboscadura, la rabia y el rencor. Un todo que contribuye a desdibujar el perfil de la persona que creíamos conocer. El proceso puede ser paulatino o abrupto, pero, en cualquier caso, irreversible. Un caso para estudiar, un caso para estudiarnos. Nunca el cambio termina por llegar a su culminación.

+ Ayer, mientras descendía en coche, a una velocidad moderada, desde la montaña hacia el valle, llegó una iluminación. Ese percibir la vida en una modera inmortalidad, en un intenso instante de eternidad. Esa sensación del adolescente que se cree imbatible, que la muerte no va con él. Como una droga, como el suspiro de un dragón al acecho, el león que se despierta sabiéndose soberano. Me dije, sin rubor, sin presunción, una de mis virtudes centrales es mi carácter magnánimo. Esa es mi victoria, aquí comienza el tiempo y aquí termina. Entonces fue cuando, en la radio del coche, comenzó a sonar Bach.

+ Cuando la liquidez es un rasgo de nuestro tiempo, a veces, pienso que lo próximo será el vapor. El vapor como signo y como síntoma. Lo veo, lo estudio y lo propongo a mi mismidad, en silencio. Todo desaparece tal que agua que hierve. Así, la política, la historia, la sociedad, ese desvanecimiento que conduce al vapor. Seguiré en la senda.

+ Imagen: hace años, de un cartel que anunciaba o una obra de teatro o una película, disparé sobre esta mano, un recorte. Queda en el evaporado pasado la imagen de un algo que ya no recuerdo y esta constatación es una presencia "que se desvanece."