+ La traducción aproximada de lectorat podría ser el conjunto de los lectores de un autor, de una obra o de un género. ¿Lectores? ¿simplemente lectores? Tal vez. Pero la palabra en francés parece contener algo que en español se escapa. Tal vez, me digo con ciertas dudas, pero lo que sucede, finalmente, es que la palabra lectorat me gusta, me gusta en sí y me gusta para titular entrada. Así obro. El cuerpo de lectores exige clasificaciones sobre su naturaleza, la estabulación de los gustos y las preferencias, aunque no todo es gusto porque el libro también es una herramienta de trabajo y es otro negociado. Yo lo remito todo a la narración y a lírica, ahí es donde se dirige mi mirada cuando empleo la etiqueta. Vale.
+ Como una cosa lleva a la otra, se han sumado varias canciones de Jarvis y en la tenue y lluviosa tarde del sábado surge como una aparición. ¿Un espectro? Ballenas, el sonido de un violín, cajas de ritmo. Poder y fuerza, algo que se ha agazapado tras la borrascosa tarde: la melancolía. Dormí profundamente durante la siesta y el sabor del café resultó reconfortante. Siento que la frivolidad me hace daño, a veces, en otras ocasiones me ha salvado, como el ejemplo del cuchillo: ¿Por qué es el mismo el giro del brazo cuando siembra que cuando siega, el de amor que el del asesinato? Son los versos de Claudio Rodríguez en el poema “Gestos” ¿Debería escuchar otras cosas más serias, leer libros más comprometidos, tal vez, sentir cierta cercanía a mis conciudadanos? Soy un misántropo: no me interesan las relaciones sociales o soy muy selectivo. No creo que sea un defecto. No ha quedado otra salida: afinar la persona y alejarse de los tóxicos amaneceres. Escucho la canción: Lost in the night of the living room / Adrift in the world of interiors / It's serious. Paisajes nevados, paisajes industriales, paisajes en las soberanas telas de los museos olvidados. Libros sobre la mesilla que son demasiado gruesos para lo que contienen: qué libro es ese que se puede resumir en una única frase. Me desentiendo de todo aquello que me pareció sólido y no lo era. Música de club en la tranquila tarde de septiembre, un sábado más, un sábado como tantos otros sábados. Me gusta mi rostro en el espejo, me ha costado mucho llegar hasta aquí, pero el esfuerzo se ve recompensado con esta constatación: he acertado con mi plan y lo he cumplido punto por punto. It's serious.
+ La lectura de los poemas de Borges resulta irregular porque no está sometida a ningún sistema. Pero esto responde a un ritmo de lectura, a una deslavazada intención de crear un espacio de autonomía respecto a las encorsetadas tareas de la investigación. Un territorio, quizá, libre, con influencias subterráneas y evaporadas, que existen pero que no deseo percibir.
+ Muere Juliette Greco. Ahora recuperan una entrevista en Radio Inter. Habla de la libertad y de un Paris que ya no existe, salvo en la memoria, en los libros, en la lírica estancia del recuerdo. Habla de Sartre y de Camus, de otros escritores, de la música americana, del placer de la música. Su música suena e invade la estancia a esta hora de la mañana, son las nueve y cuarto y llevo adelantada mi tarea diaria. El acordeón, tan parisino, Saint-Germain-des-Prés, bares, cafés, pequeñas copas de licor, hermosos colores, palabras y personas que no volverán pero que habitan en el recuerdo, como una invitación a la magnética realidad de la vida: las historias, el relato de una existencia como salvación. Toda una imagen, la posibilidad del viaje, la restauración de la literatura y el espacio de libertad [que poco me hace falta, un libro y silencio]. El existencialismo y una bella voz, me digo con la nostalgia de lo no vivido. Toda una arqueología. Dice J. G. en la entrevista que ahora lo único que escucha es música clásica, la comprendo y me identifico y creo que es algo que se debe a la edad, tanto en su caso como en el mío: una purificación del gusto. Ha muerto con 93 años, casi un siglo, una larga vida. Quede la necrológica.
+ Hay algo que no recuerdo, algo que deseaba anotar aquí y se ha desvanecido. Se ha desvanecido porque no escribí el apunte necesario en el momento preciso. Cómo se desvanece una idea, con qué facilidad. En el infructuoso proceso de recuperación apareció el recuerdo de Londres y su urbanismo. Viajes que hicimos diez años atrás. Compras, restaurantes, librerías. Quedan las fotos y la estela que dibujan. Busco el disco duro externo y comienzo a indagar. Me dan una idea de mi gusto por lo irrelevante, lo marginal, aquello en lo que nadie se fijaría: fragmentos minúsculos de la realidad. Qué tendencia al olvido, a la melancolía. Mi carácter, mi destino. Las fotos conforman un diario de viaje, lo reconstruyo y regreso a mis tareas libre de tóxicos y penitencias, sin culpa, sin arrepentimiento.
+ Imagen: Muro, Londres, 2010.