+ Estilo frío = aquel que carece de expresiones que interesen al lector, como que nace de la esterilidad del autor. (Prontuario de retórica y poética, extractado de los mejores autores nacionales y extranjeros por un antiguo profesor de estos ramos, 1839).
+ Ejercicio de estilo = Redacción: ¿en qué se parecen y se diferencian las fotos de Bresson y Kertész?
+ Un nuevo tema, la novela Lectura fácil de Cristina Morales. Y cita la autora a García-Calvo: «Y dejar de hablar de la Realidad con mayúscula y pasar a hablar de la realidad en minúscula.» Luego yo atrapo una cita de su novela: «la ideología de la retórica, la del dominio a través del discurso.» Una suma de indicios se concentra en el vértice de la mañana, cuando recibo una llamada que termina por desconcentrarme y como un martillo se repite la cita: retórica-discurso-dominio-discurso. Los cuatro puntos cardinales del día, y entre ellos disputa la batalle dialéctica. No hay margen para la negociación, pero la negociación, en un segundo plano, condiciona el diálogo. Yo no voy a ceder, pero escucho pacientemente y termino con un no rotundo, sin posibilidad de respuesta. No me gusta, pero la contundente negativa es necesaria, no hay margen. El espesor del discurso de la novela de C.M. y la conversación gira sobre sí misma para regresar al punto de partida.
+ Hay un deseo patente de estar en un mundo nuevo post-pandémico, pero esto resulta tan discutible como lejano. La pandemia no ha pasado ni nos dejará nunca. Se ha convertido en un motivo periodístico, hasta que decrezca o se diluya totalmente su interés. Conozco bien su articulación: un punto fijo, la búsqueda de referentes y la obsesión, la reiteración y el aburrimiento. Son los asuntos que encauza el periodismo y se reproducen en la calle, parecen responder a un deseo y crean una realidad, al menos una tendencia que no termina de cuajar y se desvanece. Todo ello lo veremos al cabo de cinco años y con cierta distancia quizá podamos evaluar qué ha pasado, a qué ha dado lugar la nueva situación, si es que hay tal nueva situación. Los pronósticos por su propia naturaleza tienen al error, los diagnósticos sobre el presente desde el presente siguen el mismo camino.
+ Puntos de conexión: el ejercicio de estilo Bresson-Kertész. [Notas] 1. Ambos son hombres blancos que hacen fotos en blanco y negro. 2. Ambos fundan una estética que llega hasta nuestros días y tiene gran predicamento en ese género que es el suplemento dominical. Podríamos seguir contando obvias regularidades en ambos fotógrafos, la suma de todas nos daría algo muy próximo a lo tópico, lo que podemos esperar y no nos molesta. Creo, sin duda, que a día de hoy las fotos en blanco y negro son una manera de falsear la realidad. Desde este presupuesto veo las fotos, tan estilizadas como alejadas de la idea de siglo que tengo ahora mismo (por el influjo de novelas de lectura en curso como por visitas a lugares de la red que me muestran un camino que quizá no se llegue a culminar).
+ «…la diferencia entre un culebrón de sobremesa y Madame Bovary está en el genio de Flaubert, en cómo nos cuenta esa historia». Silvia Querini, editora. Ya lo sabíamos pero la cita hoy nos lo ha recordado, la diferencia es Flaubert. SIn duda. ¿El autor, su sombra, su maestría o la conjunción de un haz de necesidades narrativas?
+ Llegó la nitidez extrema: el coche del trabajo se queda sin radio, el silencio sumado al rumor o zumbido del motor resalta la calidad aérea de la ruta. Pienso en la palabra cliente y luego la busco en diccionario: proviene de cliens, -entis = vasallo. Los Ogros se han transformado en El Tío Miserias y la Tía Vinagre, por ensalmo. Los personajes sufren una metamorfosis pero el principio rector se mantiene. Los Ogros se han descompuesto, Los Ogros son parte del pasado, una vez saldada su deuda. Lo nítido se impone sobre la niebla. Muere el día, nace la noche.
+ Imagen: la imagen se relaciona con el punto donde hablo muy por encima del ejercicio de estilo Bresson-Kertész. Lo mío es el color, con un teléfono móvil y el motivo un garaje, en tanto que no-lugar. Busqué intencionadamente una composición armoniosa y un reflejo en el espejo curvado que no retratase al fotógrafo (es decir, a mí mismo en mi mismidad fotográfica). El resultado a la vista está: desentenderme de las fotos como portadoras de belleza y dejarme llevar a la foto como registro biográfico muy tenue [todos los días voy al garaje y en él me veo retratado, el reflejo en su particular geometría, en sus colores y en la sugerente acumulación de suciedades que trazan el tránsito diario]. ¿Dónde está el punto de conexión? También yo caigo en este individualismo vanidoso que es el disparo, una sola persona ve y ofrece, pero, también, el camino es el mismo: el desvanecimiento, la disolución. En pocas palabras: estilo frío.
