sábado, 11 de julio de 2020

La Cara Oculta

Lo cotidiano quedradizo


+ Bresson-Kertész, el ejercicio se retoma por la vía de la inversión. ¿Qué nos disgusta de ambos fotógrafos?

+ No he escrito nada sobre el binomio B-K, pero permanece presente a lo largo del día. Reflexiono mientras conduzco. Trato de lleva a cabo eso que se denomina disparar sin cámara, tan engañoso [pues hacer fotos está mucho más alejado de la falsa impresión que otorga ver algo y creer que plasmarlo es tan sólo un disparo, pues lo falso radica en la ausencia esa intuición o puntería certera, un instante que marca la diferencia]. En eso estoy cuando me desplazo hacia el tajo, no es un pensamiento que se establezca de una manera constante, pero sí con un cierto ritmo intermitente. Ritmo, la clave de lo diario, que se pude llamar también rutina. Lo cotidiano y la rutina y el rescate del instante preciso: ahí está la grandeza de las fotos. Mi reflexión llega a ese punto de apartar lo estético y dejarse llevar por lo taxonómico: qué importan los criterios de belleza si lo que nos interesa es clasificar las fotos de los aficionados, ver en ella el reflejo de una época en su propio y triunfal momento. El binomio B-K es ya arqueología y seguir esa senda en adentrarse en el pastiche; independientemente de la influencia que hayan podido tener, hoy están en la sala del museo con la etiqueta siglo xx, y nosotros ya estamos en el xxi, donde las imágenes son plenamente digitales contra esas imágenes donde la química es perceptible y condicionante. Los puntos de unión y de separación entre ambos fotógrafos se manifiestan en un plano temporal que es historia de la fotografía. Me gusta ese mundo perdido y sin existencia fuera del libro, el enmarcado o el museo. En ello me centro, lo que hoy vemos como actual habrá de sumarse en esos compartimentos, como la rejilla donde se van depositando los minerales, las plantas o la mariposas; un hueco perfecto en la exposición que muestra el discurrir temporal. Hoy las fotos de B-K son imposibles, a no ser que se hagan por contraposición o inversión del momento presente.

+ La radio del coche del trabajo se estropea y debo transitar las carreteras con la única compañía del rumor del motor. En un primer momento resulta desagradable, dada mi costumbre de escuchar Radio Clásica, pero conforme se asienta la circunstancia hay algo que crece: el silencio y mi respiración. Se une lo uno a lo otro y forma un arco que va desde el paisaje hasta la reflexión sobre los últimos tiempos, el tiempo del Ogro. Lo he dibujado con precisión mientras las montañas permanecen serenamente lejanas, las nubes se elevan y un ave rapiña se confunde con el vuelo de las hojas de algún roble. Su rostro hinchado, su voz marcadamente estentórea, el atuendo cuidado y pasado de moda, que revierte en una concepción de la vida muy desagradable: el macho que se afirma contra las mujeres, contra la totalidad de las mujeres, pues él a pesar de los pesares es superior y no puede tolerar indisciplinas. Hoy es una sombra en el pasado, un monstruo que se hunde en el cieno, pero ha causado mucho daño y todavía vibra su maldad en los sueños de C. Su disolución en la niebla del olvido nos hará mejores, lo sé pero todavía hay que esperar. El viernes me arreglaron la radio y regresó la música: largas sesiones de música española, entre la zarzuela y el piano. Sin noticias del Ogro.

+ Lo que nos disgusta de B-K no son sus fotos, que nos agradan, sino la estela: enmarcados cursis, portadas de libros, imágenes para campañas publicitarias. Algo similar sucede con la música, con qué violencia han destrozado a Vivaldi las campañas publicitarias, dónde han roto su unidad para utilizar espuriamente el fragmento adecuado a la clip. B-K son inmortales porque están muertos, porque se han fosilizado y transmiten una idea se sensibilidad y anestesia propia de los tiempos de la hipervelocidad y el tubocapitalismo, donde la finalidad del comercio filtra lo que en otro tiempo fue vida y celebración de la vida, bien con serenidad, bien con recogimiento. Todo muere; el tiempo, el gran tirano.

+ «Los acontecimientos más grandes - no son nuestras horas más estruendosas, sino las más silenciosas», Nietzsche, Así habló Zaratustra, «De los grandes acontecimientos»

+ El rumor de la guerra. Es otro tema que se abre o que lleva abierto desde hace tiempo. NO sé mucho sobre las guerras de la antigua Yugoslavia en los años noventa, poca cosa. Casi sin saber por qué se ha convertido en un tema necesario, pero tiene un arranque, sin duda tiene un arranque. Hace unos días, mientras conducía, en la radio entrevistaban a Gervasio Sánchez. Detuve el coche y comencé a escucharlo con atención. Lo sé, ese interés estaba dormido y se despertó sobresaltado. El relato resulta estremecedor, recordé lo lejana que me parecían aquellas guerras, las preocupaciones laborales nuestras del momento, la resaca de la Barcelona Olímpica, éramos un país en la modernidad. Hoy ya no estoy tan seguro. Sé que los acontecimientos históricos es mejor verlos bajo el prisma del historiador, pasado el tiempo, cuando ya a nadie le interesan y esa ganancia que se obtiene tiene un cambio ventajoso sobre el espesor indefinido del presente. La construcción de relatos tiene sus reglas y uno se debe adiestrar para descubrir quién las infringe. En eso estoy. Hoy, sin mucha gana, he cogido en la biblioteca, después de devolver el libro de Cristina Morales, Lectura fácil, Justicia para Serbia de P. Handke. También espero La fábrica de las fronteras: Guerras de Secesión yugoslavas de Francisco Veiga Rodríguez. Se construye, se trabaja, se desmonta y nunca se llega a tener una idea en su perfección, sino esbozos que nos ayudan a dudar, que es lo que permanece: la duda.

+ Así, el ejercicio se ha detenido Bresson-Kertész, pero queda en el aire una foto de Bresson que realizó durante los tumultos del mayo del 68. Una paisaje, unos árboles colocados con maestría en el encuadre, el blanco y negro, la majestad de los mismos árboles, ajenos a los vaivenes de la historias, al ir y venir de los humanos afanes. ¿Daba cuenta de la revolución aquel disponerse aquellos árboles? Ahora estoy en otro mundo, en otro espacio de crueldad y odio, de nacionalismo y barbarie. Los árboles permanecen en su jerarquía, en su dignidad, yo sigo el camino del esbozo y la improvisación, pero llego a la meta, intento llegar a la meta. Hoy cierro el ordenador con la inquietante certeza del guerra y la barbarie, el genocidio, el sombrío relato de los hechos y su doble, que habita entre nosotros: el mal.

+ Un inicio, simplemente: un incipit.

+ Imagen: un recorte de una foto, se marca el pixel, se matizan las figuras, que no se identifican, que no es posible identificar: ¿son dos mujeres o es una mujer y un maniquí, son dos maniquís? En resumen: todo está a punto de quebrarse, pero no se quiebra y permaneceen  una estática serenidad que solo es posible en el ámbito de lo fotográfico.