sábado, 7 de marzo de 2020
Diferencia y desplazamiento
+ Volví a encontrar otros ejemplos en Germinal sobre “el gran silencio”. Toda una imagen. El silencio extiende sus dominios sobre la novela en los momentos cumbre. Lo he tomado para mí. Antes de dormir pienso en aeropuertos vacíos y silenciosos, en su arquitectura, sus espacios y en el vacío. Una imagen zen, para la reflexión. No hay nadie en el bosque, una música que suena sin espectadores, el cuadro en la oscuridad del museo cerrado. Quizá ni siquiera existen. Allí me lleva ese gran silencio. La novela llega a su fin y tengo una idea de totalidad que me perturba. Llegar a esa conexión un propósito del escritor me hace viajar al pasado, al tiempo de los folletines. Me pregunto que si es esa sensación de totalidad parecida a la que tienen los que ven series hoy en día, los que las ven de un tirón. Más allá de esa reflexión sobre su recepción, admiro la mezcla entre crónica y novela, esa natural ambigüedad del novelista, que se aproxima a un científico social. ¿El sociólogo y el economista ocupan hoy en día el espacio del novelista decimonónico desde las tribunas que les ofrecen los medios de comunicación? Sé que esta lectura esta restringida a la arqueología, pero eso no es un problema, al contrario: es una virtud. Me otorga un prisma para observar el presente.
+ Los días se desvanecen y se desplaza el sentimiento provocado por los ogros. Ahora son una difusa estampa que se disuelve en el líquido olvido. Lo vi ayer, desde mi coche. Un relámpago que rápidamente desaparece. Lo observé durante un breve instante. Valoré su atuendo, sus gestos, el rostro entrevisto. Nada. La sensación de disolución estableció un límite. Los límites son tan necesarios.
+ [Entrevistas - Diálogos entre profesores de filosofía y escritoras brillantes]. Determinar la razón de la escritura y la lectura resulta ser un índice que revela razones subterráneas de nuestro momento histórico. Como leer una suerte de conciencia paralela y determinante. ¿Tiene sentido el prestigio que otorga la publicación de un libro en una editorial emblemática? ¿Se puede vivir de la literatura y la actividad de la escritura es equiparable a cualquier otra actividad retribuida? ¿Los buenos sentimientos impiden la literatura y la literatura es un campo de batalla anárquico que se ordena como los posos se decantan en lo vinos añejos? Son tres preguntas que me hice mientras escuchaba con atención la entrevista que Ernesto Castro le hacía a Cristina Morales. Se desvanecieron las preguntas en la gran verdad: la muerte del escritor, R. Barthes. Como colofón, es pero que me llegue el aviso de la biblioteca: el libro de C.M. está a su disposición, Lectura fácil.
+ Me parece necesario leer Lectura fácil. Ay, mis urgencias, mis paradojas, un margen elegido que se construye a diario. Sigo viendo vídeos en red. Pierdo el tiempo (?) y me dejo llevar. ¿Qué es lo que me interesa? ¿Soy yo o la investigación sobre cómo se trama una vocación y un modo de vivir? ¿Vivir sin dinero, trabajar sin cotizar? ¿El margen? ¿Conspiraciones? Al final, me interesa el espíritu del tiempo, ese espesor de los días y las noches. La novela y su pervivencia en el siglo xxi, pero también mi rechazo a las ‘series’. De hecho, una vez terminada Germinal me di cuenta de que resultaba una narración muy antigua, demasiado cerrada en sí misma, una estructura contraria a lo que hoy podemos llegar a entender como desarrollo de una historia. Todo tan bien trenzado. Una disolución. Quizá es lo que busque en la lectura de Lectura fácil. No sé, todavía debo esperar a que quede libre en la biblioteca pública, mientras me conformo con la labor de lima de mi textos, ese texto que estoy obligado a presentar antes del ¡viernes!
+ Mis incapacidades.
+ Confusiones, errores, falta de atención. Me reflejo en todo ese muestrario de defectos que arrastro desde hace años. Los veo y me veo. ¿Soy yo? Sin duda, pero también se establece una distancia. Necesaria distancia. Leo y olvido lo leído. Mi falta de memoria, pero soy capaz de hablar fluidamente en francés, como si en otra vida hubiese sido el francés mi lengua materna. ¿Existe la reencarnación? ¿Era yo un francés disléxico? ¿Por qué hay número que se me atraviesan? ¿La construcción de un personaje es equiparable a la constitución de una profesión? Las lagunas me constituyen, los ríos que terminan por no desembocar en ningún lugar. Simplemente, aquí escribo, aquí me diluyo.
+ Esa necesidad de encontrar una pregunta, esa necesidad es la que guía las indagaciones nocturnas en el ordenador conectado: entrevistas, vídeos, juicios. Para no llegar a ningún lugar, salvo al inescrutable punto de partida.
+ Un trabajo terminado. Un algo que se cierra, un paso. Otra cosa, otra tarea. Se suceden los días y los días se llenan con obligaciones, algunas impuestas otras que hemos abrazado. ¿Es esta la espuma de los días o son los días mismos? Cabalgo la ola, me dejo un momento y el paisaje es otro. Soy yo el que se desvanece, la tareas a penas me retratan. Estoy ahí, en la ola y en el paisaje, en la lluvia y en la niebla.
+ Imagen: hice la foto en Madrid, en un portal. Es un sistema de timbres eléctricos en desuso. Lo observo, centro mi objetivo y disparo. Ahora me pregunto por la razón que me llevó a elegir el motivo y por qué ahora lo inserto en esta entrada. ¿Es algo que tiene que ver conmigo, con mis incapacidades y mis victorias? Que emblemáticamente permanezca la foto lo dice todo.
